Resumen de la Ponencia:
Hace unos años que en América Latina y el planeta están irrumpiendo cuerpos insólitos, masivos y acéfalos. En lugares como Santiago de Chile, donde los cuerpos individualizados eran átomos corriendo en paralelo en el Metro y las micros para llegar a sus puestos de trabajo, de pronto hubo una desviación, un choque, algo aconteció, y emergieron una multiplicidad de corporalidades que eran difíciles de conceptualizar desde los códigos del poder. También estalló el transporte público, el llamado ‘sistema nervioso central de la ciudad’. Aparecían cuerpos extraños, polimorfos e inauditos, sin cabezas ni organicidades que obedecieran a las formas de asociatividad habituales. Luego la pandemia implicó para muchos lugares la contención de esas intensidades desbordantes, confinando y replegando toda esa fuerzas sobre sí mismas. Urge otro modo de pensar el cuerpo. El pensamiento humanista occidental lo ha considerado como un objeto a producir y disciplinar, en miras de generar una materia estable, bien contorneada, y domesticada por medio de la razón. Asimismo, ha ficcionado que su afuera -en este caso, el Tercer Mundo- sería un lugar donde solo habría cuerpo: intensidades, apetitos y deseos desatados, que infinitamente serían occidentalizables por medio de la producción de cuerpos dóciles. En otras palabras, la socialización y civilización de regiones como América Latina tendrá como objetivo fundamental la producción de cuerpos racializados, generizados o subalternizados. Pero en tiempos donde se genera la ilusión de un capitalismo sin afuera, que ya habría capturado, moldeado y modulado todos los cuerpos, irrumpen estas corporalidades que rompen con los códigos y formas en que el poder se había naturalizado el modo de pensarlas. Contrario al pensamiento colonial, no se trata de la emergencia de intensidades primitivas -tal pensamiento reproduce la dicotomía civilizatoria de instinto y represión, intensidades amorfas y cuerpos formaldos-: lo que irrumpe es la posibilidad de pensar el cuerpo mismo como intensidades que se dan sus propias formas, en sus procesos de desorganización e interrupción del cuerpo social y político producido por el poder civilizatorio. Surge la dimensión insólita, volcánica y disruptiva del cuerpo. Es por esto que nos interesa analizar modos en que estalló el cuerpo colectivo en lugares como Chile el año 2019, los modos en que el poder se protegió mediante viejos discursos europeos sobre el cuerpo social sano y la patología anómica, y las formas en que el naturalizado cuerpo individual neoliberal entró en situación de colapso. Estas experiencias muestran que las estructuras y estratos de los cuerpos sociales y político producidos por la dominación en América Latina y otros lugares del mundo siempre han operado mediante la contención de fuerzas que no obstante portan dentro de sí: bajo los estratos del poder encontramos otra dimensión de los cuerpos, lleno de fuerzas, desbordante.