Resumen de la Ponencia:
La ponencia analiza la relación entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en los años 2000-2001, en los que se profundizó la crisis política y económica argentina, finalizando en la caída del Gobierno nacional y en el abandono del programa económico basado en la Ley de Convertibilidad. Reconstruimos los cambios en la relación del Gobierno de la Alianza con el organismo financiero multilateral, teniendo en cuenta el agravamiento de la situación política y económica. Dicho gobierno expresaba una continuidad con el proyecto neoliberal triunfante en la Argentina en los años ‘90, pese a lo cual su relación con el FMI enfrentó fuertes dificultades, a diferencia del gobierno del Partido Justicialista que lo precedió. En la base de estas dificultades, se encontraba el agravamiento de la crisis económica y la desintegración del poder del propio Gobierno de la Alianza, ineficaz en su política y disgregado en sus disputas internas. En las negociaciones del país con el FMI, nos detenemos en particular en el acuerdo por el llamado “Blindaje” otorgado por el FMI en diciembre de 2000, así como en la Ley de Déficit Cero aprobada por el Congreso en julio de 2001. Para nuestro análisis, nos basamos en información obtenida en fuentes documentos del propio FMI, en documentos del Estado argentino, en estadísticas oficiales y en artículos de prensa escrita. Sostenemos que la relación del Gobierno argentino con el FMI era compleja, con momentos de apoyo y de retiro de ese apoyo, y que estas tensiones contribuyeron a dificultar la gobernabilidad y a erosionar la sustentabilidad del programa económico. Sostenemos que, al contrario de lo que plantea la mayor parte de la bibliografía, el FMI no fue parte de un alineamiento que buscara imponer la dolarización como salida de la crisis, sino que intentó sostener el régimen monetario argentino, al mismo tiempo que presionaba por la realización de ajustes fiscales de mayor envergadura. Finalmente, observamos que esta posición se modificó hacia finales del 2001, cuando el FMI decidió finalizar la asistencia financiera al país, profundizando la crisis hasta llegar a la bancarrota bancaria y a la destrucción de la goberbabilidad, con la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Introducción:
La relación entre Argentina y el FMI constituye una de las determinaciones fundamentales de las crisis económicas y financieras que ha atravesado nuestro país en las últimas décadas. Tal relación fue sido cambiante durante el período neoliberal. En el período de auge iniciado tras la crisis hiperinflacionaria de 1989, Argentina recibió un sólido respaldo y un cuantioso financiamiento del FMI, convirtiéndose en su “mejor alumno” (Ramírez, 2012), dada la profundidad del programa de reformas neoliberales (Beltrán, 2011; Bonnet, 2008). En el Gobierno del Partido Justicialista (PJ), las privatizaciones, la desregulación, la apertura comercial, la flexibilización laboral, la inversión extranjera directa, el endeudamiento externo, transformaron la economía (Basualdo, 2010; Lattuada, 2006; Marticorena, 2010; Viguera, 2000). El programa de reformas neoliberales se enmarcó en la Ley de Convertibilidad de 1991, que dispuso la fijación del tipo de cambio en la paridad US$1 = $1, prohibió la indexación y limitó la emisión monetaria al nivel de las reservas (Bonnet, 2008).
Este sólido apoyo se deterioró bajo el Gobierno de la Alianza, en 2000-2001. La crisis económica generaba dudas sobre la capacidad de pago de la deuda pública, notablemente incrementada en los ‘90, e incertidumbre sobre el futuro de la Convertibilidad. Dos sucesos sobresalen en el período: el salvataje financiero otorgado por el FMI en 2000 y la Ley de Déficit Cero aprobada en 2001, el mayor crédito del FMI a la Argentina y el mayor ajuste realizado por el Gobierno. Entre estos sucesos, la relación entre el FMI y Argentina se fue complicando, con sucesivos congelamientos de los fondos del Blindaje.
Este endurecimiento fue visto en la bibliografía en clave de una disputa entre dos formas de salida de la Convertibilidad: la dolarización de la economía y la devaluación del peso, asignando al FMI un lugar en el polo dolarizador (Basualdo, 2010; Rojas Breu, 2002), algo que no parece sustentarse en la evidencia empírica (Salvia, 2014). Nos preguntamos: el FMI tuvo una posición monolítica respecto a la crisis argentina? Tal posición puede leerse en clave de dolarización o devaluación? Cómo fue cambiando tal posición con el derrotero de la crisis?
Para abordar esta problemática, analizaremos los documentos publicados por el FMI en el momento de la crisis, así como su visión retrospectiva producida tras el estallido de la Convertibilidad. Se utilizarán estadísticas y documentos producidos por diversos organismos oficiales (como BCRA, INDEC y Ministerio de Economía), estadísticas privadas (como el EMBI+ elaborado por la banca J.P. Morgan), así como artículos de prensa escrita y bibliografía. Con ello, intentaremos reconstruir la relación entre el FMI y la Argentina vis a vis el avance de la crisis y dilucidar los posicionamientos del FMI respecto a la Convertibilidad.
Desarrollo:
El Blindaje y el apoyo del FMI:
En la segunda mitad de 2000, la crisis económica argentina llevaba ya dos años. El PIB caía 5,6% en el tercer trimestre de 2000, respecto a igual trimestre de 1998. Las cuentas fiscales se veían afectadas por la recesión y por la deflación, que llegaba al 2,6% en el tercer trimestre de 2000, respecto a igual período de 1998.1 Ambas reducían la recaudación, obligando al aumento de la presión impositiva. Con pagos de deuda creciente y recursos tributarios decrecientes, el Estado tenía un mayor déficit fiscal.
Durante 2000, el Gobierno buscó de reducir el déficit fiscal de dos maneras: primero, bajando el gasto público nacional y presionando por la baja del gasto de las Provincias; por otro lado, aumentando los impuestos. La política del Gobierno de apuntalar la recaudación con una mayor presión impositiva logró cierta eficacia: la recaudación del Estado nacional en 2000 fue de 1.459 millones de pesos superior a la del año 1999, un aumento del 3,1%, en una economía en deflación. La reducción de los gastos del Estado tuvo una eficacia dispar: excluyendo los pagos de deuda, el gasto público consolidado (nacional y provincial y municipal) del año 2000 se redujo en 2.739 millones de pesos, siendo un 3,6% menor respecto a 1999. El rubro gastos de capital, que incluye la inversión del Estado, explica el 90,3% de dicha reducción, explicando el resto el rubro gastos corrientes (salarios, insumos, seguridad social, etc.).2 Ciertamente, la caída de la inversión pública contribuía a la recesión, que estaba en la base de las dificultades fiscales.
Aún con este ahorro fiscal, la delicada situación financiera ponía en riesgo el régimen de Convertibilidad. El alto spread de Argentina (diferencial de tasas de interés sobre los bonos de Estados Unidos) generaba dudas sobre la capacidad de pago de la deuda pública. El creciente endeudamiento con una economía en contracción, incrementaba las probabilidades de entrar en default (cesación de pagos). En el año 2000, los pagos de deuda consolidados (Estado nacional y Provincias) llegaron al 4,1% del PIB, duplicando la proporción de 1995, tras la crisis mexicana; y alcanzaban el 14,4% del gasto público, la mayor proporción de toda la década, generando un déficit fiscal de 3,3% del PIB (ONP, 2005). Esta situación era insostenible en el tiempo.
En la Asamblea del Banco Mundial (BM) y el FMI de 2000, la Gerencia del FMI apoyaba al Gobierno y elogiaba las mejoras en la economía, aunque expresaba dudas sobre la capacidad de revertir las expectativas negativas de empresarios y consumidores. El Asesor económico, Michael Mussa, realizaba declaraciones negativas sobre el futuro de la economía argentina. Finalmente, el FMI no otorgaba nuevos fondos y decisiones como los waiver (dispensas) por el incumplimiento de las metas de déficit empezaban a ser cuestionadas en el Directorio (Salvia, 2012).
Las dudas sobre el futuro del país fueron confirmadas por la dinámica política. La Alianza, conformada por la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente País Solidario (Frepaso), mostraba serios conflictos internos: el Presidente Fernando De la Rúa, tenía dificultades para lograr apoyo de su propio bloque parlamentario, y los principales referentes de la UCR y el Frepaso, el ex presidente Raúl Alfonsín y el Vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez realizaban críticas a la política económica. La renuncia del Vicepresidente, que denunciaba hechos de corrupción en el Gobierno, dejó debilitada a la Alianza, en apariencia cerca de la ruptura (Peralta Ramos, 2007). Esto generó una fuerte suba del riesgo país de 300 puntos básicos (p.b.), acercándose a los 1.000 p.b., nivel que sólo había sido superado tras la devaluación de Brasil en 1999.3
En este contexto, a principios de noviembre el Estado convalidó una tasa de interés cercana al 16% en el mercado voluntario de deuda, duplicando la obtenida antes de la renuncia del Vicepresidente. Esto dejaba al país al borde del default. Ante ello, el FMI otorgó un salvataje al país, para garantizar el pago de la deuda pública. El 21 de diciembre de 2000, el FMI aprobó el Acuerdo de respaldo financiero, por 39.700 millones de dólares. Conocido como el Blindaje financiero, contó con la participación del BM y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Gobierno de España, y los bancos y AFJP locales, que garantizaron la renovación de los bonos del Estado que tenían en cartera (BCRA, 2001a).
Para el FMI, el Blindaje era necesario para evitar que Argentina entrara en default. La evaluación posterior de Anne Krueger, quien a fines de 2001 asumiría como Subdirectora Gerente, muestra la importancia del Blindaje para evitar la catástrofe financiera de Argentina y el escaso margen que tenía el FMI ante la necesidad de asistencia, en tanto continuaba apoyando la estrategia monetaria argentina:
¿Cuáles eran las alternativas en 2000, cuando Argentina acudió al Fondo en procura de asistencia? El FMI pudo haber rehusado razonablemente otorgar financiamiento invocando el hecho de que las medidas fiscales para evitar el incumplimiento habían dejado de ser política y económicamente factibles. Es probable que ello hubiera suscitado el incumplimiento [de la deuda] y puesto fin al plan de convertibilidad. (Krueger, 2002: 1).
Al recomendar la aprobación del Blindaje, el Director Gerente, Horst Köhler, afirmaba que el Gobierno debía “promover un crecimiento acelerado de la productividad y otras mejoras en la competitividad” y en el mismo sentido se pronunciaron el BM y el BID (Clarín 19/12/00). Para el Subdirector Gerente del FMI, Stanley Fischer, el Blindaje debía permitir que se afiancen medidas favorables a las inversiones y el crecimiento, que debería reenfocarse a las exportaciones (La Nación, 28/12/00). Así, podría lograrse la reactivación y los recursos fiscales para demostrar que el país no dependería en el futuro de la asistencia del FMI. Ahora bien, una aceleración de la productividad y las exportaciones requería de un tiempo que no estaba disponible, en tanto los acreedores esperaban ver los efectos positivos del Blindaje, en el primer trimestre de 2001.
Para el Gobierno, el Blindaje servía para revertir las expectativas negativas, despejando la incertidumbre sobre el futuro de la Convertibilidad. Con ello, debía bajar la tasa de interés, favoreciendo las decisiones de inversión y consumo. Sin embargo, las políticas de ajuste del Estado, deterioraban el mercado interno, al reducir los salarios estatales, la inversión y la demanda del sector público. El contexto internacional no era favorable, con Estados Unidos entrando en recesión, lo que generaba reflujo de capitales desde los países emergentes para cubrir las perdidas en Estados Unidos (Salvia, 2009). La crisis de Turquía y la nueva devaluación de Brasil agravaban la situación de los países emergentes (Piva, 2013). Así, con menor demanda interna y externa, salida de capitales y deterioro del tipo de cambio con Brasil, las perspectivas para la inversión eran desalentadoras.
Tras el Blindaje, el riesgo país caía desde noviembre de 2000, llegando en enero y febrero de 2001 a los niveles anteriores a la escalada de noviembre y las tasas de interés de los bancos cayeron desde fin de diciembre. Pero el PIB se redujo un 2% en el primer trimestre de 2001.4 Así, el diagnóstico del Gobierno se mostraba errado: no había condiciones para transformar la baja de las tasas de interés en inversión. Sin más posibilidades de realización de las mercancías (en el mercado interno o externo) no hay mayor inversión, aún con menores tasas de interés.
Así, no podía romperse el círculo vicioso de economía real y cuentas fiscales: en tanto la actividad económica proveía los recursos del Estado, la recesión agravaba el déficit fiscal, lo que reducía la capacidad de pago de la deuda. Así, la mejora de las cuentas fiscales de 2000 contribuía a la recesión, que a su vez hacía imposible cubrir el aumento en los pagos de deuda (del 16%) y cumplir con las metas de déficit fiscal.5 Con el aumento del déficit en enero-febrero de 2001, el FMI suspendía los desembolsos del Blindaje, el Ministro de Economía renunciaba y empezaba una fuerte caída de las reservas.
Políticas de ajuste y subsidios a la producción tras el fracaso del Blindaje
Extinguidos los efectos del Blindaje, en marzo el Gobierno decidió profundizar la política de ajuste fiscal, con el impulso del nuevo Ministro de Economía, Ricardo López Murphy. El programa consistió en un recorte de gastos estatales y un aumento de recursos por 1.962 millones de pesos para 2001. Para reducir el gasto, los salarios de los docentes de educación primaria y los fondos de educación universitaria y terciaria se reducían en 361 millones de pesos en 2001 y 541 millones en 2002; y se recortaban transferencias y subsidios a las Provincias por 968 millones de pesos en 2001 y 1.147 millones en 2002. Para aumentar los recursos, se incrementaba el IVA en esparcimiento, se eliminaban exenciones impositivas, se enviaban al Congreso leyes para vender o concesionar las empresas del Banco Nación, la Lotería Nacional y la Casa de la Moneda y despedir a 40.000 trabajadores estatales (Salvia, 2012: 157).
El talón de Aquiles del programa de ajuste era su inviabilidad, ante un Congreso dominado por el PJ, el desgranamiento interno de la Alianza y la resistencia social al ajuste. Un editorial del periódico inglés The Financial Times sobre Argentina permite conocer la visión del mundo financiero. Aunque muy de acuerdo con el ajuste, reconocía sus escasas probabilidades de éxito y concluía que la situación argentina no mejoraría en el corto plazo. En un contexto apremiante, recomendaba una improbable paciencia a los inversores:
No será sencillo implementar una política fiscal más dura. A pesar de que los dirigentes de la Unión Cívica Radical y el Frepaso que conforman la coalición de gobierno habrían abandonado su oposición al nombramiento de López Murphy, todavía tienen algunas dudas sobre la conveniencia de otra dosis de medicina económica ortodoxa. El margen del Gobierno para los recortes de gastos es limitado. (…) Los peronistas ya dominan el Senado y se espera que en las próximas elecciones legislativas de este año hagan valer su ventaja. En síntesis, los obstáculos políticos son considerables. Lo más probable es que el camino hacia la recuperación sea accidentado. Los inversores necesitarán ser pacientes. (The Financial Times, publicado en Clarín, 07/03/01).
Estos obstáculos políticos se agigantaron con el aislamiento del Ministro López Murphy. Los principales dirigentes del Frepaso renunciaron al Gobierno: la Vicejefe de Gabinete, Graciela Fernández Meijide, el Secretario General de la Presidencia, Ricardo Mitre, el Ministro de Desarrollo Social, Marcos Makón y la Secretaria de Interior, Nilda Garré. También renunciaron dos ministros de la UCR, de Interior, Federico Storani y de Educación, Hugo Juri. El Presidente de la UCR, Raúl Alfonsín, rechazaba el ajuste, al igual que los Gobernadores y legisladores del PJ (Piva, 2013). La falta de apoyo político evidenciaba las dificultades para construir consenso social en torno al ajuste.
En paralelo, se produjeron fuertes acciones de protesta de trabajadores estatales, privados y estudiantes universitarios. Las tres centrales sindicales del país realizaban paros o movilizaciones, con la adhesión de entidades de pequeños empresarios. Los estudiantes realizaban gran cantidad de cortes de calles y más de 100 tomas de establecimientos educativos. A las protestas se sumaban distintas organizaciones de desocupados que realizaban cortes de calles en el Gran Buenos Aires (Iñigo Carrera y Cotarelo, 2006).
El fracaso del programa de ajuste llevó a la renuncia de López Murphy y su reemplazo por Domingo Cavallo, el creador de la Convertibilidad. Cavallo intentó cambiar la orientación de la política económica, buscando mejorar la competitividad de la producción, con subsidios, medidas arancelarias e impositivas. Para ello, creó los Planes de Competitividad, que establecían exenciones y rebajas impositivas para los sectores más golpeados por la crisis, mejorando sus costos operativos. La mayoría de los convenios fueron firmados en la industria, en diversos rubros que representaban el 46% del valor bruto de la producción industrial y el 69% del empleo industrial, con un aumento estimado de la rentabilidad del 20%, que se elevaba a 26,7% para las actividades trabajo-intensivas (Salvia, 2011: 121).
Para obtener recursos para los Planes de Competitividad, Cavallo logró la aprobación por el Congreso del llamado impuesto al cheque, con el que estimaba una recaudación de 3.500 millones de pesos. Además, esperaba lograr un crédito de 3.000 millones de dólares del Tesoro de EEUU, en una negociación directa (Salvia, 2012). La búsqueda de negociación directa se debía a la posición reticente del FMI a ampliar el Blindaje, en un escenario global caracterizado por el reflujo de capitales y el aumento de los spreads de los países emergentes (BCRA, 2002; Eskenazi, 2009).
Sin embargo, el Secretario del Tesoro, Paul O’Neill, se manifestó en contra de financiar a Argentina (Wainer, 2010a). La nueva administración republicana de George W. Bush sólo estaba dispuesta a financiar a países geopolíticamente estratégicos y que iniciaran programas de privatizaciones. Así, Turquía recibió un salvataje del FMI por 10.000 millones de dólares (Salvia, 2012). Argentina no tenía este carácter estratégico, ni disponía de empresas para privatizar. En consecuencia, el programa de reactivación del Ministro Cavallo se quedaba sin financiamiento externo.
La imposibilidad de ampliar el financiamiento externo hacía más importante el saldo comercial. El 21 de junio de 2001, el Congreso sancionó una ley que modificaba el patrón de convertibilidad y ampliaba al euro la paridad fija con el dólar –de manera que $1 equivaliera a US$ 0,5 + Euro 0,5. Cavallo decidió entonces no aplicar esa nueva paridad al sector financiero, sino a la economía real: creó el factor de convergencia, que aplicaba al comercio exterior –excepto los hidrocarburos– la paridad con la canasta de monedas dólar-euro (BO, 2001a). El objetivo era recuperar competitividad en la producción de bienes e impulsar la reactivación, mejorando el tipo de cambio de las exportaciones y encareciendo las importaciones. Esto lo convertía en un tipo de cambio doble, pero mediante impuestos y reintegros. Aunque el Gobierno y el FMI negaban que se tratara de un tipo de cambio doble (FMI, 2004: 89), el factor de convergencia elevaba el tipo de cambio real para el comercio exterior un 7,5% en el primer día de vigencia (Salvia, 2011). Esto moderaba el efecto de la depreciación del real, que llegaba al 17,6% desde el primer día de 2001.6 Así, el factor de convergencia era otra política heterodoxa, que se sumaba a los Planes de Competitividad en el intento de impulsar la economía real.
Apoyo y rechazo del FMI a las políticas económicas heterodoxas
El FMI apoyó la gestión de Cavallo desde su asunción, aún cuando éste confrontaba con el sector financiero, con la destitución del Presidente del BCRA, Pedro Pou, la flexibilización de los encajes para aumentar el crédito al sector privado o el factor de convergencia. Posteriormente, el organismo evaluaba que estas medidas habían complicado la situación financiera del país:
Muchas de estas medidas resultaron contraproducentes para restablecer la confianza del mercado, especialmente la propuesta de modificar el régimen de convertibilidad, la destitución del Presidente del Banco Central y la flexibilización de las normas de liquidez de los bancos. Estas medidas socavaron seriamente 10 años de trabajo en políticas encaminadas a dar independencia al Banco Central y fortalecer la situación patrimonial y de liquidez del sector bancario. (FMI, 2004: 83).
Mientras en el Directorio se debatía la posibilidad de forzar un cambio del régimen monetario, la Gerencia continuó apoyando al país, para evitar el default y la devaluación:
el personal técnico [del FMI] inicialmente se sintió obligado a conceder el beneficio de la duda al nuevo ministro de economía, y temía causar un desplome abrupto, y por ende desordenado, del régimen de política económica. En el informe del personal técnico se anotó que ‘una modificación del régimen [de convertibilidad] probablemente tendría consecuencias muy adversas en los balances del sector privado no financiero, el sistema bancario y el sector público, con perturbaciones y desórdenes generalizados en la economía’. (FMI, 2004: 85).
En mayo de 2001, el organismo destrabó los fondos del Blindaje (Nemiña, 2012). El riesgo país cayó hasta los 900 p.b. a principios de junio, ayudado tamién por el anuncio de una operación de canje voluntaria de deuda.7 Esta operación, denominada Megacanje, se concretó en junio. Al postergar el vencimiento de bonos por 29.493,5 millones de dólares, permitió un importante ahorro fiscal en pagos de deuda, estimado en 3.229 millones de dólares para 2001 y en 16.000 millones de dólares hasta el año 2015. A cambio, el Estado aceptó tasas de 15,4%, con un spread de 10 puntos porcentuales, contabilizando la entrega de bonos por un valor nominal superior al canjeado (FMI, 2004: 156-159; BCRA, 2001b: 10-13).
Pero el apoyo del FMI disminuyó hacia mediados de 2001. La fragilidad de la Convertibilidad quedó al descubierto en junio de 2001, cuando se combinaron la aplicación del factor de convergencia, la difusión de la tasa de interés del Megacanje y el déficit fiscal de mayo, que fue un 73% superior al mismo mes de 2000.8 Esta combinación ponía en duda la sostenibilidad del tipo de cambio fijo y el cumplimiento de los vencimientos de la deuda pública. El análisis posterior del FMI destacaba el efecto del factor de convergencia en las expectativas sobre el tipo de cambio:
[El factor de convergencia] equivalía a una devaluación en el sector de los bienes transables no energéticos al copiar mediante medidas fiscales la propuesta anunciada previamente de adoptar una paridad frente a una canasta de monedas. En vez de impulsar la competitividad, la señal que se dio a los mercados fue que admitía que el régimen cambiario ya no era viable. (FMI, 2004: 89).
En el contexto descripto, se potenció la volatilidad financiera. El riesgo país escaló hasta los 1600 p.b. a mitad de julio.9 Esto cerraba de hecho el mercado voluntario de deuda y acercaba el default. El incumplimiento de las metas de déficit, la confrontación con el sector financiero y el crecimiento del riesgo país, aumentaron al máximo la tensión con el FMI, que decidió congelar nuevamente los fondos del Blindaje (Salvia, 2012).
La Ley de Déficit Cero y el FMI:
Ante el cierre del crédito, el Congreso aprobó la Ley de Déficit Cero, que estableció la reducción del gasto público en la proporción necesaria para cubrir el pago de deuda con recursos propios (BO, 2001b). Esto implicó el recorte del 13% en salarios, jubilaciones, insumos, etc., y eliminó el déficit fiscal durante dos meses, por primera vez desde el inicio de la crisis (BCRA, 2001c: 10).
Como otras medidas impulsadas por Cavallo, el Déficit Cero fue una decisión no consultada con el FMI. En ese momento, las posiciones en el organismo sobre el país estaban divididas: los economistas que auditaban al país eran poco favorables a extender la asistencia financiera, señalando la existencia de una “fatiga de ajuste” en la sociedad argentina; en cambio, el Director del Departamento Occidental, Claudio Loser, apoyaba el ajuste y descartaba un futuro default:
La situación financiera en Argentina va a mejorar en las próximas semanas, sin default y sin devaluación manteniendo la convertibilidad. (…) Con el megacanje el perfil de los vencimientos de la deuda argentina cambió. Ahora es mucho más manejable, y no existe la concentración de vencimientos como antes. (…) Pero como no se ha producido la reactivación económica que se esperaba y la recaudación impositiva no será la pronosticada, es imperativo reducir el gasto público para poder cumplir con las metas acordadas al mismo tiempo que se paga la deuda. (Claudio Loser, Director del Departamento Occidental FMI, Clarín, 13/07/01).
Más allá del apoyo al ajuste del Director Gerente, la llegada de nuevos fondos se demoró durante 40 días. El 21 de Agosto, Horst Köhler recomendó la continuidad del Blindaje y la ampliación del crédito a Argentina. Tras el leve superávit fiscal de agosto, el Directorio aprobó la recomendación el 7 de septiembre (FMI, 2004: 90-91). El crédito fue destinado a fortalecer las reservas, que habían caído 9.799 millones de dólares en julio y agosto (un 35,9%).10 El 10 de septiembre, llegaron 5.000 millones de dólares al país (BCRA, 2001c: 10). Además, fueron aprobados otros 3.000 millones de dólares para respaldar una reestructuración voluntaria de deuda (Nemiña, 2012: 234). Con ello, el FMI esperaba evitar los efectos del agotamiento de las reservas y el default.
El apoyo financiero de FMI contribuyó a la baja del riesgo país a un nivel que fluctuaba entre 1.400 y 1.450 p.b, algo que no alcanzó para abrir el crédito externo privado. Esta tendencia cambió en la segunda mitad de septiembre, finalizando el mes sobre los 1600 p.b. Desde allí, el ascenso del riesgo país fue imparable, superando los 3.300 p.b. en noviembre.11 La falta de lineamiento acordado por el Gobierno y el FMI, dio una señal de que la reestructuración de la deuda podía ser compulsiva (un default selectivo), como reconociera luego el organismo (FMI, 2004: 94-95). Junto a ello, el PIB profundizaba su caída, un 4,9% y un 10,5% en el tercer y cuarto trimestre de 2001, impactando en la recaudación, que caía 8,7% y 17% en iguales trimestres. Y en octubre los pagos de deuda crecían un 19,9%. Todo ello desbordó la Ley de Déficit Cero, reapareciendo el déficit fiscal por 1.000 millones de pesos en octubre.12 Esto hacía necesario un nuevo recorte del gasto primario, algo inviable por la debilidad del Gobierno, que había sido derrotado en las elecciones legislativas de octubre (Vilas, 2001; Escolar et al, 2002).
La inviabilidad de un nuevo ajuste y la incertidumbre por la reestructuración de la deuda, llevaron a una caída de las reservas de 3.609 millones de dólares en octubre (un 14,6%).13 Ante la inviabilidad de la estrategia económica, el FMI decidió cortar el crédito al país. Por estatuto, el organismo no podía recomendar el abandono del tipo de cambio fijo (FMI, 2004: 105), aunque el corte del crédito sólo dejaba la devaluación como salida:
Para diciembre de 2001, era obvio para la mayoría de los observadores que no podría evitarse una devaluación del peso y una reestructuración integral de la deuda que redujera su valor presente neto, y que ningún programa sería sostenible si las autoridades argentinas no estaban dispuestas a considerar estas opciones. En estas circunstancias, la decisión de no concluir la revisión estaba bien fundada (FMI, 2004: 104).
El corte del crédito por el FMI profundizó la caída de las reservas, de 5.995 millones de dólares en noviembre (un 28,3%). Como reacción, el 1º de diciembre el Gobierno restringió los retiros de los depósitos bancarios y su conversión a dólares, una medida conocida como el “corralito”. La Convertibilidad se convirtió en una ficción, ante la imposibilidad de comprar dólares y la incapacidad técnica de cubrir la base monetaria con las reservas de divisas, que habían caído en 24.396 millones de dólares tomando en cuenta el aporte de 5.000 millones de dólares del FMI.14
A partir de allí, se produjo una explosión de protesta social hasta la rebelión del 19 y 20 de diciembre, que unificó a fracciones pauperizadas de la clase trabajadora, ahorristas, comerciantes, estudiantes, etc. (Bonnet, 2008; Iñigo Carrera y Cotarelo, 2006). Esta rebelión sobrepasó el estado de sitio dispuesto por el Gobierno y logró la renuncia del Ministro Cavallo y el Presidente De la Rúa. La caída del gobierno habilitó la devaluación del peso, la pesificación de los contratos y el default con acreedores privados (Cobe, 2009; Grigera y Esquenazi, 2013; Wainer, 2010b). El período post-convertibilidad implicó una menor influencia del FMI y el sector financiero en el Estado, y un acercamiento del Gobierno a los empresarios industriales (Gálvez, 2011; Salvia, 2012).
Conclusiones:
En las páginas precedentes, analizamos la relación entre Argentina y el FMI en los años 2000-2001, en los que la crisis se fue agravando profundamente. Entre los hallazgos a los que hemos arribado, señalamos el acompañamiento del FMI al Gobierno argentino en su firme decisión de mantener la Convertibilidad, que había hecho posible las reformas neoliberales, pese a la crisis en la que se encontraba sumida. Este apoyo se vio con claridad tras el fuerte incremento del spread de noviembre de 2000, producto de la crisis política interna. Allí, el FMI otorgó un importante paquete de ayuda financiera, conocido como el Blindaje.
Sin embargo, el apoyo a la Convertibilidad fue puesto en suspenso por el FMI en dos oportunidades, con el congelamiento de los fondos del Blindaje: tras la renuncia del Ministro de Economía que había negociado el Blindaje, José Luis Machinea, y tras el fracaso de las políticas heterodoxas impulsadas por Domingo Cavallo, que generaron un aumento del déficit fiscal y el spread.
En ambos casos, el Gobierno buscó reabrir el Blindaje con sendos ajustes, con suerte dispar: en marzo de 2001, el ajuste fracasó antes de ser implementado; en julio de 2001, fue aprobada la Ley de Déficit Cero, que logró eliminar el déficit fiscal en agosto-septiembre y permitió recuperar el crédito del FMI. El costo de ello fue una fuerte caída de la actividad económica, la reaparición del déficit fiscal por la caída de la recaudación y la acelerada pérdida de reservas en octubre-noviembre.
Como resultado, el organismo decidió poner fin al acompañamiento a la Convertibilidad, con el corte del crédito al país en noviembre de 2001, empujando finalmente no a la cristalización del tipo de cambio mediante la dolarización de la economía, sino al abandono del régimen monetario mediante la devaluación del peso.
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Notas al pie:
1 Elaboración propia en base a INDEC.
2 Elaboración propia en base a Ministerio de Economía.
3 Datos de J.P. Morgan, EMBI+ Argentina.
4 Elaboración propia en base a INDEC.
5 Elaboración propia en base a Ministerio de Economía.
6 Elaboración propia en base a BCRA.
7 Datos de J.P. Morgan, EMBI+ Argentina.
8 Elaboración propia en base a Ministerio de Economía.
9 Datos de J. P. Morgan, EMBI+ Argentina.
10 Elaboración propia en base a BCRA.
11 Elaboración propia en base a J.P. Morgan, EMBI+ Argentina.
12 Elaboración propia en base a INDEC, Ministerio de Economía y BCRA.
13 Elaboración propia en del BCRA.
14 Elaboración propia en base a BCRA.
Palabras clave:
Palabras clave: FMI, Crisis, Convertibilidad
Key words: FMI, Crisis, Currency board
Palavras chave: FMI, Crise, Convertibilidade