Resumen de la Ponencia:
Con nuestra presentación, nos proponemos discutir un proceso de reestructuración territorial, al mismo tiempo que de la tierra, de la producción y, por lo tanto, también de las relaciones laborales actualmente en curso en el sector forestal plantado en Brasil, especialmente como resultado de los impactos producidos por la crisis de 2008. También relacionaremos este proceso con una especie de "fiebre por la tierra", entendida aquí como parte de los procesos modernos de acaparamiento de tierras (cf., por ejemplo, SAUER; BORRAS, 2016; SASSEN, 2013; COTULA, 2012; BORRAS et al, 2012; SAUER; LEITE, 2012a y 2012b), analizando el significado actual de la incorporación de la renta de la tierra ante las condiciones críticas y financiarizadas de la reproducción social capitalista (KURZ, 2014; KLIMAN, 2012), en diálogo con las tesis sobre la eficacia del ajuste espacial o la producción de espacio para mitigar las crisis (BRENT, 2015; WHITE et al., 2012; HARVEY, 2004, 2011 y 2013). Además, analizaremos la relación entre el proceso de acaparamiento de tierras impulsado por el sector de los bosques plantados y el uso de esta materia prima como cultivos flexibles (véase, por ejemplo, BORRAS et al., 2016 y 2014; CLEMENTES; FERNANDES, 2012), insumos de destino múltiple y/o flexible, como la madera de los bosques plantados, que permiten ampliar la movilidad del capital en negocios que implican la inmovilización de recursos en activos de baja liquidez como la tierra. Los casos tratados corresponden a la reciente expansión de estos bosques plantados en tierras tradicionalmente dedicadas al sector sucroalcoholero desde la crisis de 2008 en la región de la selva Nordeste de Brasil.
Introducción:
En este texto, presentamos algunas discusiones desarrolladas a partir del proceso de investigación, especialmente la revisión bibliográfica, las encuestas y el trabajo de campo del proyecto "Al margen del progreso". Efectos socioambientales de la producción de caña de azúcar en los estados de Alagoas y São Paulo". Aún no ha sido posible realizar un análisis detallado de los datos primarios producidos porque el trabajo de campo no concluyó hasta finales de mayo de este año, mientras que las transcripciones de las aproximadamente 50 entrevistas realizadas no se terminaron hasta finales de julio. Estas reflexiones, sin embargo, nos permitirán avanzar por el material con algunas pistas de interpretación sugeridas.
El proceso que observamos a lo largo de la investigación puede pensarse en términos de una reestructuración agraria y productiva, y por lo tanto también de las relaciones laborales, movilizada recientemente en el nordeste de Brasil por la inversión de capital en la producción de materias primas con destinos flexibles o múltiples, los llamados cultivos flex (cf, por ejemplo, BORRAS et al., 2016 y 2014; CLEMENTES; FERNANDES, 2012), producidos a partir de una especie de "fiebre por la tierra" en la Zona da Mata de Alagoas, entendida aquí como parte de los procesos contemporáneos de acaparamiento de tierras (cf., por ejemplo, SAUER; BORRAS, 2016; SASSEN, 2013; COTULA, 2012; BORRAS et al., 2012; SAUER; LEITE, 2012a y 2012b).
Más que una zona o subregión fisiográfica, la Zona da Mata se introduce aquí como un despliegue de la territorialización del capital (LEITE, 2015; BOECHAT, 2013) que comenzó con la colonización moderna y, guiada por su dirección (PRADO JR, 1979), cumplió con establecer las condiciones para la producción de mercancías a través de articulaciones entre las categorías de tierra, trabajo y capital (MARX, 1986, cap. XLVIII) que ya han asumido diversas modalidades. Así, lo que a primera vista parece un mero recorte espacial, deriva, en efecto, del movimiento del propio objeto. Históricamente configurada por la producción de caña de azúcar, que desde la década de 1970 se destina casi en su totalidad al abastecimiento de ingenios y destilerías de azúcar y etanol, la Zona da Mata es el foco de esta reestructuración precisamente porque son las tierras anteriormente movilizadas por el agronegocio azucarero-energético el objeto de la inversión en cuestión (cf., por ejemplo, ANDRADE, 1963).
Entre las razones más comúnmente mencionadas para esta reestructuración está la existencia de muchas tierras cuyos costos operacionales para el cultivo de caña de azúcar son demasiado elevados, lo que hace que la producción sea económicamente inviable, ya sea porque están ubicadas en pendientes tan pronunciadas que la inclinación hace inviable la mecanización de la cosecha, o porque están demasiado degradadas. El argumento que une pendiente, imposibilidad de mecanización e inviabilidad económica de los costos de operación, especialmente cuando se compara la producción de caña del Nordeste con la del Centro-Sur, culminando muchas veces en la constatación de falta de competitividad de la primera, también sería movilizado para explicar, finalmente, la otra razón aducida para la reestructuración, la crisis que afectó al agronegocio cañero nordestino, desencadenada por la crisis económica mundial iniciada en 2008 y profundizada en los años subsiguientes.
Sin embargo, el alcance de la crisis y de las innumerables quiebras de empresas que se produjeron en la agroindustria azucarera fue nacional. Cuando comenzó la crisis, había 495 plantas en Brasil y, seis años después, a finales de 2014, se habrían cerrado 120 (SAMPAIO, 2015, pg. 709). Sin computar las recuperaciones judiciales, a finales de 2014 había, por tanto, 375 fábricas (O ESTADO DE SÃO PAULO, "O tamanho da crise do etanol", 27 de octubre de 2014, pg. 2). Y no se trata sólo de señalar que la crisis del sector también afectó al Centro-Sur o a todo Brasil, sino de señalar que, en el caso de São Paulo, donde la productividad era la más alta del país, aun cuando hubo expansión del área plantada con caña de azúcar, los ingenios quebraron, porque la crisis no se estableció simplemente por falta de competitividad en la producción.
El desarrollo de las fuerzas productivas en la agricultura paulista, expresado sobre todo en la mecanización de la cosecha, fueron impulsadas por un proceso de endeudamiento que se profundizó enormemente y se transformó cualitativamente con el alza del precio del azúcar en los mercados internacionales en el contexto del boom de las commodities (cf., por ejemplo, DELGADO, 2012; KURZ, 2011), iniciado en 2003. Los ingenios realizaban una especie de pignoración de la promesa de una futura expansión de su capacidad de producción para la adquisición de préstamos en dólares, pero que se devolvían en azúcar. Y fue precisamente la inflación de este activo lo que determinó la cantidad de capital prestado con intereses. Ningún ingenio hizo préstamos anclados en la cantidad de azúcar que podía producir en el momento de adquirirlos, sino en la promesa de ampliar su capacidad productiva, lo que incluía el desarrollo de las fuerzas productivas, pero también la necesidad de incorporar nuevas áreas de producción. En este proceso, muchos ingenios se endeudaron hasta por cinco zafras y, cuando los precios del azúcar comenzaron a desinflarse concomitantemente con el alza del dólar frente al real, a partir de 2008, quebraron o se sometieron a reorganización judicial por no poder pagar sus deudas anteriores. Aun así, los ingenios siguieron expandiéndose, ya fuera arrendando tierras o incorporando proveedores, en un intento de pagar sus deudas en azúcar. Fue, por tanto, una expansión impulsada por la crisis (PITTA, 2016).
Desarrollo:
La mencionada reestructuración también fue guiada por un importante negocio que comenzó a expandirse por toda la agroindustria azucarera-energética brasileña, incluso en los ingenios y destilerías de la Zona da Mata del Nordeste, primero como una necesidad de adaptarlos a una gestión llamada ambientalmente responsable (SANTOS, 2012), pero que en realidad despegó con las ventajas proporcionadas por la crisis hídrica que se agravó a partir de 2014 en el país: la generación de energía eléctrica por combustión de bagazo de caña en termoeléctricas. Con los embalses de las centrales hidroeléctricas en sus niveles más bajos desde 2001, cuando se produjo el racionamiento y la famosa crisis de los apagones, las empresas que antes se centraban en la producción exclusiva de azúcar y etanol o cuya producción de la llamada bioelectricidad se limitaba al consumo doméstico, para gestionar sus propias plantas, empezaron a invertir en la generación de energía para la venta.
Un estudio de UNICA de 2008 estimaba que, en seis años, la agroindustria azucarera-energética brasileña podría comercializar el equivalente a una central hidroeléctrica de Itaipú, unos 14.000 megavatios. En 2014, sin embargo, aún no habían alcanzado ese objetivo, pues solo habían vendido 9.300 megavatios, a pesar de la existencia de una enorme demanda que permitía tener en funcionamiento incluso centrales termoeléctricas de gas y petróleo, con costes de producción más elevados que las que utilizan bagazo. La crisis del agronegocio azucarero-energético aparecería muchas veces como un obstáculo para la realización de esas previsiones (REVISTA EXAME, "A energia da cana-de-açúcar ficou pelo caminho", 24 de abril de 2014), pero considerada, en general, como un mero resultado de la política de precios de Petrobrás, que le habría quitado competitividad al etanol. Sin embargo, como hemos visto, los vínculos de esta crisis son mucho más profundos y permiten otras hipótesis para explicarla, por ejemplo, que fuera la comercialización de la bioelectricidad, en ese momento de precios extremadamente altos de la electricidad, lo que evitó que algunas almazaras quebraran por completo, como sugiere Pitta (2017).
Con la aparición de termoeléctricas de este tipo en la Zona da Mata de Alagoas, se iniciaría la reestructuración de las relaciones de tierra, producción y trabajo que podríamos identificar en la investigación en cuestión. El monocultivo forestal comenzó a introducirse como alternativa económicamente viable, con el objetivo de instalarlos y abastecerlos de materia prima. Por un lado, permitiría superar la estacionalidad de la producción de energía eléctrica a partir del bagazo. Por otro, permitiría aprovechar mejor las tierras de las laderas, antes destinadas a una parte muy poco rentable de la producción de caña de azúcar. Como veremos con más detalle a continuación, aunque el foco principal de esta inversión ha sido el suministro de madera a las centrales termoeléctricas, el monocultivo forestal se está volviendo más autónomo y adquiriendo otras opciones de comercialización de esa materia prima, como la producción de vapor para consumo industrial (como en el caso de Veolia, que este año terminó de instalar su planta industrial para suministrar vapor a Braskem, ambas situadas en Marechal Deodoro-AL); para la producción de celulosa soluble (como es el caso de la madera vendida por Caetex Florestal de Cachoeira do Meirim-AL a la planta de Bracell de Camaçari-BA); para la quema en polos de yeso y en calderas de polos industriales como el de Goiana-PE, donde se utiliza en la producción de energía térmica, e incluso para el sector del mueble, más aún después de haberse firmado en 2017 la concesión de incentivos por parte del gobierno del estado de Alagoas para la instalación del gigante Duratex S/A (AGÊNCIA ALAGOAS, "Instalación de Duratex puede transformar AL en el mayor polo de muebles del Nordeste", 11 de octubre de 2017), lo que, de hecho, aún no ha ocurrido, pero ha movilizado con ello el surgimiento de numerosas empresas que fabrican palets, estacas y otras formas de presentación de la madera de los monocultivos forestales implantados en el estado de Alagoas.
Así, aunque la mayor parte de la tierra de la Zona da Mata de Alagoas siga siendo utilizada para la producción de caña de azúcar y ésta sea también un importante flexocultivo a partir del cual, como hemos visto, se producen azúcar, etanol y bioelectricidad, la materia prima con destino flexible y múltiple que ahora moviliza la reestructuración antes mencionada es la madera de esos monocultivos forestales, A esto se suma la soja, que, en menor medida, está especialmente implantada en las mesetas litorales estudiadas y destinadas por EMBRAPA a la consolidación de SEALBA (acrónimo de Sergipe, Alagoas y Bahia), debido a la altísima productividad para la producción de esta oleaginosa, incluso en la contraestación de la cosecha y la safrinha tradicionalmente obtenida en el Centro-Oeste y MATOPIBA.
Los discursos apologéticos sobre la producción de bioelectricidad se basan, en el caso mencionado, en la necesidad de hacer frente, con las diversas crisis hídricas por las que ha pasado Brasil, a un suministro eléctrico predominantemente de origen hidroeléctrico. En un contexto más general, sin embargo, se inscriben en la supuesta necesidad de buscar fuentes alternativas de energía eléctrica, incluida la biomasa, de origen agrícola o forestal, como consecuencia de la preocupación por el efecto invernadero, la escasez de combustibles fósiles, el fuerte consumo de los últimos años y las previsiones para los siguientes. Reforzar los dos últimos aspectos, todavía, las proyecciones de crecimiento de la población mundial y el crecimiento de la población urbana y / o cuyo consumo es de clase media y la actividad económica, especialmente en algunos países como China e India, factores que impondrían una mayor oferta de energía (cf. por ejemplo, SANTOS et al., 2017).
Se crea un marco de referencia en el que la supuesta necesidad de invertir en la producción alternativa de electricidad se basa en la sugerencia de una crisis de suministro que ya está en marcha o acechando. El diagnóstico parece ser el mismo que informa algunas interpretaciones que participan de una "carrera en la producción académica" que se ha ido formando para investigar la actual "fiebre global por la tierra" (SAUER; BORRAS, 2016; COTULA, 2012): la adquisición directa de grandes porciones de tierra presidida por países, empresas y fondos de inversión buscaría hacer frente a las crisis alimentaria, energética, ambiental y financiera que marcaron la década de 2000, profundizándose en 2007/2008.
En la literatura internacional, este fenómeno se conoce como acaparamiento de tierras y también se identifica en español y portugués con las nociones de acaparamiento de tierras y estrangeirização de terras, respectivamente. Sin embargo, las diferencias entre cada una de estas definiciones no se limitan a cuestiones de traducción, sino que tienen un trasfondo teórico y metodológico. En un intento de mapear las diferencias e incluso las fases de la producción sobre el tema, se ha hecho referencia a un primer momento constituido predominantemente por estudios cuantitativos destinados a localizar y dimensionar el fenómeno, que presentaban considerables discrepancias entre sí, seguido del llamado giro cualitativo en el que las orientaciones de los análisis comenzaron a profundizarse y a presentarse con mayor claridad. Estos incluyeron la demanda de una mejor regulación de las adquisiciones de tierras; cuestionaron los supuestos beneficios causados por las inversiones para aliviar la crisis y las comunidades impactadas por la implementación de negocios y culminaron en un enfoque más crítico que logró vincular el acaparamiento de tierras y las formas contemporáneas de acumulación primitiva (BOECHAT; PITTA et al., 2017).
Especialmente en diálogo con la última de las orientaciones distinguidas y buscando una profundización de las reflexiones teóricas y críticas desarrolladas en el campo es que proponemos esta reflexión, también para hacer frente a las perspectivas que presuponen la necesidad de inversiones para mitigar supuestas crisis de oferta y cuyo énfasis casi exclusivo en la mejora de su gestión y gobernanza acaban permitiendo sustentar verdaderas ideologías de la existencia de tierras "disponibles" y "vacíos" productivos, casi presentados como guías para la inversión en tierras.
Además, buscamos establecer un diálogo con el énfasis que esta misma orientación da a las inversiones en el sector financiero, generalmente reacio a la inmovilización de capitales, especialmente en la compra de tierras (SAUER; LEITE, 2012b). Y es que precisamente para hacer frente a la escasa liquidez del activo tierra, se consolida su uso preferente con los llamados cultivos flex, materias primas que pueden destinarse a mercados alternativos. La diversificación de la cartera de inversiones se establecería así más en la posibilidad, como hemos visto, de que la caña de azúcar sea empleada en la producción de azúcar, etanol o electricidad, así como la madera de monocultivos forestales, utilizada en la producción de acero, muebles, papel, celulosa, electricidad o energía térmica, entre otros, por no hablar de su uso bastante controvertido en la prestación de los llamados servicios ambientales, funcionando como sumideros de carbono o Créditos de Reserva Ambiental (BARBANTI JR., 2017).
Conclusiones:
Como se dijo al principio, los discursos apologéticos de la bioelectricidad, así como los de los biocombustibles y, más en general, de la bioenergía, además de insertarse en torno al creciente debate sobre soluciones "sostenibles" y ecológicamente viables, sugieren la necesidad de hacer frente a las crisis de abastecimiento para legitimar la "fiebre mundial por la tierra". Una interpretación diferente del problema, incluso crítica con la primera, señala cómo aquella afluencia de capital financiero y especulativo que estableció el llamado boom de las materias primas (CLAPP, 2014; KURZ, 2011) se desplegó a partir del proceso de desregulación de los mercados de futuros de materias primas agrícolas, simultáneamente a la crisis de la llamada Nueva Economía, con el colapso bursátil de las empresas tecnológicas.
Además de la compra de unidades productivas, la aportación de capital financiero también se ha volcado en la adquisición directa de grandes porciones de tierra, fenómeno conocido como acaparamiento de tierras. Tal y como se desarrolla en general, la caracterización del acaparamiento de tierras prescinde de cualquier tratamiento más sistemático en cuanto a su relación con la dinámica crítica de la reproducción del capital. No obstante, algunos autores han destacado su similitud con la acumulación primitiva, descrita por Marx (1984, XXIV), en la que la apropiación de grandes porciones de tierra proporcionó las condiciones para el desarrollo de la agricultura capitalista a gran escala (cf., por ejemplo, BLANCO et al., 2012). Otros también han señalado, como Harvey (2004) cuando llama la atención sobre la reiteración de la acumulación primitiva a lo largo del desarrollo capitalista, la relación entre el acaparamiento de tierras y la acumulación por expoliación o desposesión (cf. por ejemplo SAUER; BORRAS, 2016; SASSEN, 2016 y 2010). En la bibliografía sobre el tema también hay referencias a las necesidades derivadas del creciente proceso de centralización del capital: para los conglomerados internacionales, por un lado, la adquisición de tierras se presenta como una nueva y segura alternativa de inversión que proporciona anclaje en activos reales frente a la volatilidad de los mercados financieros y el carácter excesivamente cambiante de las inversiones. Por otro lado, la producción de cultivos flexibles garantizaría niveles atractivos de movilidad del capital para variar la inversión productiva en función de las fluctuaciones del mercado y la llegada de una crisis (véase, por ejemplo, BORRAS et al., 2012).
A la hora de debatir qué son los cultivos flexibles y cuál es su papel, la literatura se arriesga a distintas posibilidades de definición, como en el caso del acaparamiento de tierras, cuya polisemia del término ya hemos mencionado. Existe incluso una idea no sólo del uso múltiple o flexible de las materias primas, sino de la multiplicidad de negocios rurales propiamente dichos, lo que remite al debate sobre lo "nuevo rural": espacios donde la estructura de las redes urbanas permite la movilización del suelo para usos diversos como la caza, el turismo, la agricultura, la conservación del medio ambiente, la logística, la instalación de fábricas, etc. O aún, se refiere a varios usos para la misma propiedad, como los que ofrecen las plantaciones forestales como establecimientos para la caza de animales, especialmente en EE.UU. (cf. OLYMPIO, 2017).
Otros señalan que la idea de cultivos flexibles se refiere al destino flexible exclusivamente de las materias primas. Éstas serían de uso múltiple en el caso de servir a la fabricación de diversos productos o subproductos. Y uso flexible en el caso de que su producción pueda llevarse a cabo en la misma unidad de producción sin apenas necesidad de aumentar la maquinaria o la tecnología, lo que permite cambiar el destino en función de la variación del mercado incluso en el contexto de su destino industrial dentro de la misma unidad. Son precisamente estos productos básicos cuya expansión en las áreas de producción es más significativa en la actualidad: soja, caña de azúcar, remolacha azucarera, maíz, girasol, palma, mandioca, coco y árboles de crecimiento rápido (BORRAS et al., 2014). Esto se debería a que los cultivos polivalentes o flexibles se adaptan fácilmente a las variaciones del mercado, a que suelen estar más directamente asociados al capital industrial, permitiendo ganancias de escala y el control simultáneo de varios mercados, y quizás sobre todo a que son atractivos para el capital financiero, presentando un grado de riesgo muy pequeño (BORRAS et al., 2016).
Por último, otras dimensiones de la crisis reaparecen en los autores que señalan implicaciones de las expulsiones y desplazamientos impuestos por el acaparamiento de tierras, como la no absorción de la población expulsada en ninguna actividad económica debido al desempleo generalizado provocado por la generalización de tecnologías que reducen la necesidad de trabajo (cf, por ejemplo, WHITE et al., 2012) o sugerir que el acaparamiento de tierras es una forma de reestructuración territorial del capitalismo que a través de ajustes espaciales, retomando aquí de nuevo el análisis de Harvey (2011 y 2004), trataría de promover la mitigación de las crisis (véase, por ejemplo, BRENT, 2015).
Esta idea, construida por Harvey (2011 y 2004), en síntesis, señala que la privatización de la tierra libera tanto la tierra como la fuerza de trabajo como activos de muy bajo costo con el fin de proporcionar oportunidades de inversión para el capital sobreacumulado que no puede ser rentabilizado evitando o sacándolo de la crisis. Sin embargo, como ya se ha expuesto mínimamente, este problema debe pensarse, por un lado, en referencia a esa desechabilidad del trabajo que aparece incluso en los estudios sobre el acaparamiento de tierras, aunque de forma fenoménica, pero que tiene una íntima relación con el aumento de la composición orgánica y, en otro caso, con la tendencia a la caída de la propia tasa de ganancia. Algunos autores han planteado esta cuestión en términos de crisis laboral (KURZ, 2014; POSTONE, 2014). Y, por otro lado, en referencia a ese proceso de futurización y ficcionalización de la propia reproducción del capital, que incluso aprovechando la incorporación de la renta de la tierra (MARX, 1986) depende estructuralmente del capital ficticio, que en general sólo puede lograrse mediante refinanciaciones de deuda, lo que produce una ficcionalización de la propia reproducción (KURZ, 2014; KLIMAN, 2012). Y por esta misma razón es sumamente importante para la investigación que consideremos los recursos del propio capital para tratar de revertir esta situación, a saber, la producción de espacio (HARVEY, 2004 y 2011) a través del acaparamiento de tierras y los intentos de aumentar la movilidad del capital a través de la producción de cultivos flexibles, incluso para poder reflexionar sobre su alcance y eficacia.
En diálogo precisamente con estas cuestiones y con el fin de permitirme profundizar mis reflexiones en esta área y al mismo tiempo contribuir al campo de los estudios rurales para avanzar en la comprensión de procesos tan complejos, introducimos como problema central de este análisis la reestructuración de las relaciones de tierra, producción y trabajo en la Zona da Mata de Alagoas, para aceptar la sugerencia de Brent (2015), en el marco de una reestructuración territorial que, mitigando las crisis sólo provisionalmente o no, de hecho se impone. Como hemos visto, una reestructuración organizada por la implantación de monocultivos forestales en tierras tradicionalmente dedicadas a la caña de azúcar, especialmente en las laderas, primero enfocada a la producción de bioelectricidad en las centrales termoeléctricas de los propios ingenios, pero que se vuelve autónoma adquiriendo otras opciones de comercialización.
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Palabras clave:
Acaparamiento de tierras; cultivos flexibles; monocultivo forestal; zona nordeste de la Mata; expansión y crisis del capital