Resumen de la Ponencia:
El presente estudio, se realizó en una comunidad p’urhépecha con características de marginación y más desfavorecida del estado de Michoacán. Las autoridades de salud pública en México decidieron implementar un programa para todos los habitantes “quédate en casa”, para evitar contagios, como una forma de cuidado sin tomar en cuenta a la diversidad de culturas y habitantes que viven en el país. Excluyendo la participación de otros actores que pudieran contribuir al cuidado de la salud. De esta forma, los niños y las niñas al parecer también fueron excluidos de las decisiones y formas de cuidado. El objeto del estudio busca comprender las interacciones, los conflictos, las dinámicas, y las tensiones que se generan entre los adultos y la niñez, desde las voces infantiles. La cultura infantil, representa uno de los grupos etarios más desfavorecidos y discriminados en la cultura indígena; los niños no son tomados en cuenta para la organización, los cuidados de salud y acuerdos en la comunidad. Durante la pandemia, se agudizó la subordinación, la violencia y las relaciones asimétricas entre la cultura adulta y la cultura infantil, con el cierre de escuelas, plazas comunitarias, canchas deportivas, escuelas, entre otros espacios públicos; obligó a la población infantil a quedarse encerrados en sus hogares; con estos encierros, aumentó la violencia infantil, y se agravó la hegemonía de los adultos. Las actividades de “ayudantía”, como los quehaceres domésticos, actividades del campo y pastoreo de ganado representaron los vínculos para violentar a los niños y las niñas. Además se prohibieron los juegos libres para evitar las interacciones y los contagios entre ellos, priorizando los juegos normados y reglamentados, incluyendo los juegos virtuales.Para este estudio, la investigación etnográfica permitió recuperar las voces infantiles, mediante charlas informales y entrevistas semiestructuradas. Los actores participantes fueron 20 niños, que oscilan entre 6 y 13 años entre niños y niñas. No obstante, durante la pandemia, los niños se apropiaron de algunos escenarios sociocomunitarios para jugar, interactuar y convivir con sus iguales. Con estas prácticas, los niños y las niñas demuestran que prefieren quedarse en comunidad infantil, jugando y aprendiendo entre ellos, en escenarios como el cerro, las barrancas de la comunidad, los caminos rurales, y los solares de sus casas. Es por ello, que surge la necesidad de visibilizar estas prácticas cotidianas desde la actoría de la niñez en estos espacios comunitarios, como agentes sociales y desdibujar la niñez, como un grupo pasivo, sin voz, y como una etapa de transición hacia la edad adulta.