Resumen de la Ponencia:
A partir del reconocimiento de dos grandes tradiciones de estudio de la dimensión sensible de la sociedad, cimentadas en lo interpretativo por un lado, y lo afectivo por el otro; se expone la posibilidad de construir un estudio relacional de las emociones desde la sociología que combine el uso de tres categorías epistemológicas que involucran ambas tradiciones propuestas, la percepción, la experiencia y la expresión sensible, así como la condición energética del contexto de estudio.
La aplicación del modelo propuesto se centra en el municipio de Ecatepec de Morelos, México, esto hace necesario introducir categorías históricas, debido a la centralidad que esta disciplina tiene en la exploración del territorio, permitiendo una apertura para abordar los límites y alcances de las observaciones de lo sensible, reconociendo la posibilidad de hacerlo de manera interna o externa, estrategia para la cual el contexto termina por ser central.
De esta manera, se presentan una serie de conclusiones que permiten dar cuenta de un estudio sociológico relacional, exploratorio y situado de la dimensión sensible del municipio de Ecatepec de Morelos, México, a la vez que se incorporan reflexiones sobre los alcances, límites, complementariedades y sobre posiciones en la observación de las emociones desde la sociología en dicho lugar.
Introducción:
Mediante la construcción de una propuesta teórica relacional inserta en la sociología de las emociones que intenta sintetizar las tradiciones interpretativas y afectivas de estudio de lo sensible, se responde la pregunta de investigación ¿Cómo inciden las diferencias y similitudes entre originarios y avecindados en las ‘intensidades’, los emotions works y las ‘comunidades emocionales’ en el Ecatepec actual?
La presente investigación se encuentra inmersa en el denominado giro afectivo de las ciencias sociales, el cual tiene como objetivo fundamental, estudiar fenómenos sociales desde una dimensión central en su sensibilidad (López, 2019; Scribano, 2012), “lo que nos interesa es la vinculación humana a través de las emociones como un problema sociológico central” (García y Sabido, 2014; 21).
Se puede entender este punto de partida de la sociología como un llamado a centrar lo sensible en toda su amplitud, desde lo fisiológico hasta lo simbólico como objeto de estudio de cualquier fenómeno social (Enciso y Lara, 2014), ya que "los giros afectivos invitan a un enfoque transdisciplinario de la teoría y el método que necesariamente invita a la experimentación para capturar el co-funcionamiento cambiante de lo político, lo económico y lo cultural, replanteando lo emocional como un cambio en el despliegue de la capacidad afectiva" (Clough y Halley 2007, 3)1.
Dicho interés por centrar a la emociones en el estudio de la sociología, adquirió relevancia en los estudios sociológicos a partir de la séptima década del siglo pasado, pero abrevando a su vez de las indagaciones que se habían hecho en la disciplina sobre lo sensible en los estudios clásicos de la misma, donde si bien ello era tangencial, estaba presente (Scribano, 2012; Turner, 2007; Illouz, 2007).
La teoría que significó el punto de partida contemporáneo de la sociología de lo sensible, fue la propuesta de Arlie Hochschild expuesta en su artículo The sociology of feeling and emotions: selected possibilities del año 1975 (Hochschild, 1975; Flam, 2014), en el cual no sólo se hace un llamado a centrar las emociones en el estudio de lo social, sino que se intenta justificar un marco referencial que lo consiga al proponer la teoría del ‘yo sensible’ como punto de partida.
En tanto el objeto de investigación sobre el cual se planteó llevar a cabo una indagación de la dimensión sensible (López, 2019), fue el municipio de Ecatepec de Morelos, México, y al observar las condiciones propias del mismo en la literatura revisada sobre lo sensible, en la cual se sugiere obtener las categorías a partir de la unidad de análisis (Solana, 2020; Flam, 2015), fue necesario agregar una dimensión histórica al estudio sociológico de las emociones en el mismo.
De esta manera, la distinción entre ‘originarios’ y ‘avecindados’ resultó central para diseñar el estudio del municipio de Ecatepec (Mejía, 2019), “en el caso del municipio de Ecatepec, nos encontramos dos territorios claramente diferenciados, como lo comentamos en el capítulo anterior, el territorio perteneciente a los pueblos originarios y el territorio, donde se instaló mayoritariamente la población que llegó a urbanizar el municipio a partir de la segunda mitad del siglo XX” (Mejía, 2015; 149), es por ello que se incluyeron a la reflexión sociológica los aportes que desde la historia cultural de las emociones se han hecho al giro afectivo (Stearns y Stearns, 1985; Reddy, 2001; Rosenwein, 2006 y 2016), en especial la teoría de las ‘comunidades emocionales’.
Dicha posición teórica dentro de la historia abrevó en un primer momento, como para la sociología, de una episteme construccionista en la manera cómo se justifica el estudio de las emociones (Biess y Gross, 2014), se observa entonces una similitud epistemológica en la manera de estudiar emociones entre la posición de la historia cultural (Stearns y Stearns, 1985; Rosenwein, 2016; Flam, 2014; Bjerg, 2019; Elias, 2015; Burke, 2006) y la teoría del yo sensible de la sociología de las emociones (Hochschild, 1975).
En este artículo de investigación se presenta una indagación general sobre la condición propia del fenómeno emoción y sus estudios de inicio desde el construccionismo cultural; posteriormente se justifica una posición sociológica relacional y su operacionalización a nivel metodológico en el municipio de Ecatepec de Morelos; para acabar por exponer una síntesis del conocimiento nuevo que se obtuvo en la indagación.
1Traducción propia.
Desarrollo:
Al reconocer que los aportes de la historia cultural de las emociones y el inicio de la sociología de lo sensible comparten un cariz construccionista cultural, pues estas se conocen debido a las “experiencias que las han originado y a las expresiones que las han generado” (López, 2019; 11), ambas teorías pertenecen a una tradición1 de estudio de lo sensible humanista o interpretativa.
Por humanista me refiero a una academia cuyos compromisos epistemológicos dictan la confianza en el método interpretativo. Por método interpretativo me refiero a cualquier método que intente explorar el significado, la intención o las dimensiones significativas del lenguaje, el texto o la acción. Los humanistas no persiguen la explicación de los fenómenos personales como mecanismos, cadenas de causa-efecto o algoritmos; el supuesto es que las personas son flexibles, en un grado muy significativo, y que su flexibilidad se logra mediante la reflexión y se manifiesta en un comportamiento intencional llamado acción (Reddy, 2014; 41).2
Pero esta tradición de estudio de las emociones no es la única que se encuentra inserta hoy en día en el giro afectivo, ya para la década de 1990 a dicha posición epistemológica se le incluyó una noción fisiológica que le acercó posiciones cercanas a las teorías evolutivas, la neurociencias y los aportes del affect (Cedillo, García y Sabido, 2016; Wheterell, 1996), trayendo como consecuencia que las llamadas ciencias duras se incluyeran al giro afectivo, conformando la tradición afectiva.
Me refiero a las líneas de investigación derivadas de la psicología experimental, por un lado, y de la neurofisiología, por otro, cuya unión ha sido posible gracias a las tecnologías de imagen cerebral y otros avances metodológicos. En estos campos relacionados, ahora es posible estudiar fenómenos clásicos de la psicología experimental como los efectos de preparación, el efecto Stroop, la carga cognitiva, la percepción subliminal y la automaticidad mientras se mapean las activaciones cerebrales de los participantes (Reddy, 2014; 41-42).3
De esta manera se puede afirmar que el estudio de las emociones ha sido abordado por dos grandes tradiciones de conocimiento insertan en las distintas disciplinas, de las que que abrevan las teorías insertas en el giro afectivo (Reddy, 2014; Turner, 2009), la tradición interpretativa y la tradición afectiva, ello es posible porque el fenómeno sensibilidad, emoción, afecto, sentimiento, etc.4, aunque ontológicamente es uno mismo, es conocido a partir de diferentes alcances y límites epistemológicos.
Puede parecer bastante extraño que un subcampo dedicado al estudio de las emociones tenga dificultades para definir su tema. Generalmente las emociones son definidas en términos de otros conceptos como ‘sentimientos’ y ‘afecto’ que estos mismos definen en términos de cada uno. Este problema definitorio está relacionado con los temas no resueltos que examino abajo, pero mucho del problema está relacionado con el hecho de que las emociones operan en diferentes niveles de realidad -biológico y neurológico, conductual, cultural, estructural y situacional- y dependiendo de qué aspecto de la emoción es relevante para el investigador, una definición emergerá. Por ejemplo, si los aspectos neurológicos de la emoción son enfatizados, entonces las emociones son la excitación de los sistemas corporales; si la cultura es la precisada, entonces, las reglas y vocabularios de las emociones son vistas como centrales; si los aspectos cognitivos de la emoción son vistos como centrales, entonces los sentimientos conscientes a lo largo de un conjunto de dimensiones serán parte de la definición” (Turner, 2009; 341).5
Si bien, ya se dijo que las emociones para teorías sociológicas como la del ‘yo sensible’ se conocen y gestionan a partir de la consciencia individual de las mismas (Hochschild, 1975 y 1979), lo cual permite experimentarlas y expresarlas a partir de reconocerles su cariz interpretativo, tal como ocurre con los aportes de la historia cultural de las emociones.
También cabe decir que estos mismos postulados teóricos de la teoría del ‘yo sensible’ y las ‘comunidades emocionales’ para la historia cultural de las emociones reconocen, aunque no desarrollan ni incorporan a su propuesta, una dimensión afectiva o no consciente del conocimiento de la emoción (Hochschild, 1983; Rosenwein, 2006).
Las teorías revisadas en el construccionismo cultural reconocen una posibilidad de diálogo con el naturalismo fisiológico, para Rosenwein (2016), “algunos neurocientíficos piensan que las emociones son tanto un proceso de ‘arriba-abajo’ (en cuyo caso dependen del trabajo cognitivo) como de ‘abajo-arriba’ (en cuyo caso están conectadas con la pre cognición y las respuestas biológicas automáticas). Esta opinión sugiere que la socialización afecta la emoción gracias a que ayuda a determinar lo que ella es -y lo que no es-” (Rosenwein, 2016; 15)6, como para Hochschild (1983).
La emoción, por lo tanto, es nuestra experiencia del cuerpo leída como una acción potencial. Dado que el cuerpo se prepara para la acción de manera fisiológica, la emoción implica un proceso biológico. Por lo tanto, cuando nosotros gestionamos una emoción, estamos parcialmente manejando una disposición corporal para una acción anticipada, sea consciente o inconsciente, es esto por lo que el emotion work es ‘trabajo’ y por lo cual la enajenación de una emoción es enajenación de algo de importancia o peso (Hochschild, 1983; 229-230).7
En sentido contrario ocurre una situación similar, pues si se revisan con cuidado los postulados de las teorías del affect, las neurociencias y evolutivas, se acaba por reconocer que dicha dimensión de conocimiento de lo sensible, también se modifica dentro de los contextos culturales (Massumi, 1995; Turner, 2007), como menciona García Andrade en su estudio para sustentar una sociología de las emociones desde las neurociencias del año 2019, “la sociedad se observa en dos momentos del proceso emocional: en la percepción y en la experiencia” (García Andrade, 2019; 62).
Massumi también reconoce algo similar en los inicios de la teoría del affect, pues dicha afectividad sensible no consciente “no absorbe pulsos o estimulaciones discretas. Esta se llena de contextos. Se llena de voluntades y cogniciones que no son nada si no son situadas. La intensidad es asocial, pero no es pre social -esta incluye8 elementos sociales, pero mezclados con elementos pertenecientes a otros niveles de funcionamiento, y combinándolos de acuerdo a diferentes lógicas” (Massumi, 1995; 90-91).9
El estudio de las emociones como central para la sociología aparece entonces, al reconocer un doble condicionamiento o relacionalidad en la posibilidad epistemológica de conocer el fenómeno sensibilidad, si por un lado cabe incorporar a la sociología los aportes de los enfoques fisiológicos de lo emocional en torno a que la comunicación sensible puede ocurrir más allá de la consciencia del actor (Reddy, 2001; Battezzatti, 2021).
Pues las emociones implican un lenguaje que trasciende la verbalidad simbólica, estas implican un “caso mucho más fuerte de la primera lengua, la de las emociones que se comunican, especialmente porque los simios no tienen el equipo psíquico para el lenguaje auditivo, pero tienen la habilidad de leer visualmente las emociones y la capacidad de usar el lenguaje siempre que tengan un medio no verbal para expresarse” (Turner, 2007; 36)10
Por el otro cabe establecer un engarce en sentido contrario, el hecho de que los seres humanos comuniquemos emociones más allá de ser conscientes de que lo hacemos, se contrarresta con la cuestión de que al hacerlas conscientes no sólo somos capaces de cambiarlas en su representación simbólica, sino también potencialmente, en su fisiología, la gestión consciente de las emociones no sólo cambia lo verbal, también puede lo fisiológico (Le Pierre, 2004; González-Grandón, 2013), a veces estas modificaciones también ocurren por cambios en la posición del actor en la situación social, factores ambientales o incluso por cuestiones como la alimentación, todo ello permitido por el reconocimiento de la plástica neuronal como la habilidad más cultural de nuestro sistema nervioso.
El fenómeno de la plasticidad neuronal, demostrado a nivel fisiológico y cuya importancia conceptual no cesa de ir en aumento, impide concebir el cerebro como un objeto inmutable. Si a nivel macroscópico la anatomía permanece aparentemente inalterable, las conexiones celulares están siempre sometidas, al menos potencialmente, al cambio. Si somos rigurosos con este postulado debemos admitir que, si algo es válido para un cerebro hoy, no tiene por qué serlo el año que viene” (García de Frutos, 2011; 664).
Es por ello que, el reconocimiento de este doble complemento sensible en la manera de conocer emociones en sociedad permite construir como necesario un enfoque relacional de estudio de lo sensible, aquí se propone que la sensibilidad se conoce a grandes rasgos en tres dimensiones relacionales de conocimiento: la percepción, la experiencia, y la expresión.
Para operacionalizar estas tres dimensiones epistemológicas de un mismo fenómeno ontológico se hace uso de tres categorías teóricas de análisis, la intensidad que da cuenta de la percepción, esta “es calificable como un estado emocional, y este estado es estático-temporal y ruidosamente narrativo” (Massumi, 1995; 86)11, el emotion work que da cuenta de la experiencia, “me refiero al acto de tratar de cambiar en grado o cualidad una emoción o sentimiento” (Hochschild, 1979; 561)12, y la comunidad emocional que da cuenta de la expresión sensible colectiva, “grupos -usualmente pero no siempre grupos sociales- que tienen sus propios valores particulares, modos de sentir y vías para expresar esos sentimientos. Como las ‘comunidades de discurso’ pueden estar muy cercanas en sus prácticas con otras comunidades emocionales en su tiempo, o pueden ser bastante únicas y marginales. No son ‘entidades delimitadas’. En efecto, el investigador puede definirlas bastante ampliamente” (Rosenwein, 2016; posición 312-320).13
Pero entonces cabe preguntarse, ¿Cómo estudiar estas tres epistemes de la emoción de manera coordinada y conjunta y qué es posible ver en de cada una de ellas?, para ello se propone hacer uso de la situación o contexto como recurso heurístico para la investigación, ya que “los sentimientos adquieren su significado y su carácter total sólo en relación con un tiempo y un lugar del mundo específicos” (Hochschild, 2008: posición 2237).
En estos es posible observar las tres dimensiones epistemológicas propuestas de manera similar, se tratan de un “caso intermedio entre la institución y la interacción, la situación social que supondría una serie de elementos históricos y naturales compartidos, que colocan a los individuos en igualdad de circunstancias” (García Andrade, 2019; 43), es por ello que además de la percepción dentro de la tradición afectiva, para el caso de la tradición interpretativa se distingue entre experiencia y expresión, pues aunque ambas son construidas, para la sociología, una alude al agente y otra a la estructura.
Esta sociología situada o contextual de estudio de lo sensible, que por lo mismo se presenta como relacional, permite en ese sentido, articular las distintas dimensiones de lo emocional (Flam, 2015), es por ello que los vocablos o etiquetas para los sentimientos terminan por ser sinónimos, porque al estudiarlos de manera contextual, no sólo adquiere más importancia la relacionalidad de sus epistemes, sino que el contexto termina por definir las posibles hipótesis.
Como reconoce Flam (2015), “en principio, las emociones tienen una dimensión física, cognitiva y expresiva (Kuzmics). Aunque de estas tres, no todas son accesibles o visibles para un externo -dejando espacio para una interpretación-, es posible y necesario centrarse en estas dimensiones, interpretando y contextualizado las emociones para desarrollar o refinar las tesis específicas” (Flam, 2015; 4).14
A nivel metodológico las emociones pueden ser vistas de manera interna, en el caso de las epistemes que implican una doble hermeneutica, en la experiencia y expresión (Bericat, 2002), a la cuales se les observa su intensidad, valoración, vocabulario y frecuencia (Reddy, 2001); o externa desde una hermenéutica aliena en el caso de la percepción (Massumi, 1995), donde lo que se comunica no es consciente por quien lo hace y sólo es posible observar el movimiento del actor sin que este sea consciente de que se le observa (Labanyi, 2010).
A su vez, cabe reconocer la lógica energética de los contextos al costado de los actores, la cual puede ser colectiva o individual, o EE o dramática (Bericat, 2002; Collins, 2009), para Collins (2009) “no serviría de nada que definiésemos las emociones de tal modo que sólo pudiéramos hablar de las más dramáticas y turbulentas. Como quiera que lo llamemos hemos de poder hablar también de los tonos emocionales duraderos, incluso de los que son tan leves y serenos que nos pasan desapercibidos” (Collins, 2009; 147).
Si el contexto adquiere una importancia relevante en la posibilidad de obervar la tres epistemes consideras de lo sensible en los actores, así como la condición energética propia del espacio y tiempo compartido, cabe preguntare ¿Cómo estudiar la dimensión sensible del municipio de Ecatepec de Morelos?, para ello cabe adentrarse en los estudios de emociones que se han hecho sobre Ecatepec.
No existen estudios sobre emociones que se hayan hecho de manera central en el municipio de Ecatepec de Morelos, y en general existen estudios muy diversos sobre el mismo (Bassols y Espinosa 2011; Belarmino, 2016; Mejía, 2015 y 2019; Hernández Monroy, 2016; Araiza y Martínez, 2016; Cruz Ramírez, 2015; Olivera Castro, 2010), entre estos, únicamente son distintos los que abordan alguna situación de violencia (Araiza y Martínez, 2016), pero no son mayoritarios.
Aunque lo que sí comparten todos los estudios revisados son alusiones al proceso histórico de poblamiento en el territorio a partir de la segunda mitad del siglo pasado para explicar la actualidad del espacio, distinción sobre la cual se retoma la diferencia entre situaciones asociadas a ‘originarios’ y ‘avecindados’ como posibles dos comunidades emocionales diferenciadas (Bassols y Espinosa, 2011;Olivera Martínez, 1994), a lo cuales se les añade como objetivo auxiliar explorar el miedo y estigma en Ecatepec (Goffman, 1970; Ahmed, 2015; Massumi, 2010).
En esta perspectiva se llevó a cabo un estudio exploratorio (Calderón, 2009), que se justifica al ser el primer estudio sobre la dimensión sensible de Ecatepec de manera central, y comparativo (Ragin, 1987) que presenta ejemplos y no busca la saturación en la obtención de datos, entre seis escenarios de estudio, tres de ellos asociados a las poblaciones de originarios: San Pedro Xalostoc, San Cristóbal Ecatepec y Santa María Chiconautla y tres relacionados con poblaciones de avecindados: la fábrica SERINYCO S.A. de C.V., la Central de Abastos y el centro comercial ‘Las Américas’.
En cada uno de estos seis escenarios se hizo uso de tres técnicas de investigación: una auto etnografía en cada uno, así como 24 entrevistas-observaciones, 4 por cada escenario elegidas por relatos cruzados (Pujadas, 1992) y centralidad en la situación (Collins, 2009), estas consistieron en una descripción externa, respaldada donde se pudo por medios visuales (Harper 2002; Esteban, 2004), a fin de obtener los movimientos no conscientes del actor, a la par, se aplicó una guía de entrevista de 31 preguntas, después de hacerles presenciar sus movimientos corporales descritos o video grabados en la situación, dividida en tres segmentos: 1) variables sociológicas generales (preguntas 1-7), 2) percepción, experiencia y expresión sensibles situadas (preguntas 8-23), 3) diagnósticos emocionales socio-históricos (preguntas 24-31).
A partir de la obtención de los datos sensibles se construyeron tipologías a ser interpretadas y presentadas de maneras cualitativa y cuantitativamente sin representatividad estadística (Terpe, 2015), pues el uso de metodologías internas y externas combinadas permite apreciar las diferencias y similitudes en una misma situación entre intensidades, emotions works y comunidades emocionales.
1“Una tradición de investigación proporciona un conjunto de directrices para el desarrollo de teorías específicas. Parte de esas directrices para el desarrollo constituyen una ontología que especifica, de manera general, los tipos de entidades fundamentales que existen en el dominio o dominios dentro de los cuales se insertan las tradiciones de investigación. La función de las teorías específicas dentro de la tradición de investigación es explicar todos los problemas empíricos en el dominio "reduciéndolos" a la ontología de la tradición investigadora” (Laudan, 1977: 79). (Traducción propia).
2Traducción propia.
3Traducción propia.
4“Términos afectivos, como pasión, sentimiento, ánimo, emoción sensación, los cuales no son tan específicos, pues son en realidad intercambiables, a veces como sinónimos y otras no, tal y como se usa normalmente en el lenguaje cotidiano, donde a veces decimos ‘sensación’ y otras ‘emoción’, y nunca nos equivocamos, quienes se equivocan son los científicos que las clasifican” (Fernández, 2000; 14).
5Traducción propia.
6Traducción propia.
7Traducción propia.
8Resaltado en el original.
9Traducción propia.
10Traducción propia.
11Traducción propia.
12Traducción propia.
13Traducción propia.
14Traducción propia.
Conclusiones:
Después de llevar a cabo el trabajo de campo se presenta una síntesis de los hallazgos, conclusiones y asuntos pendientes asociados a los escenarios de investigación de originarios y avecindados en el municipio de Ecatepec de Morelos, considerando sus percepciones, experiencias, expresiones y energía de contexto, ello permite comparar las situaciones de estudio.
En el caso de San Pedro Xalostoc, se trata de un pueblo donde las emociones están definidas por su temprana industrialización, así como por los conflictos religiosos y políticos (Flores, 2013; García Arenas, 2010) que estructuran la celebración de la fiesta patronal (Durkheim, 2007) y el uso compartido del territorio común (Alcántara, 2020), se trata de un contexto eminentemente cruzado por emociones dramáticas (Collins, 2009).
El pueblo de San Cristóbal Ecatepec, se encuentra condicionado en su sensibilidad por el hecho de ser la capital política del municipio (Mejía, 2015; Musacchio y Granados, 1999), ello lo define territorialmente (Alcántara, 2020) en la páctica de su fiesta patronal (Durkheim, 2007), aquí también los datos sensibles aportan emociones dramáticas (Collins, 2009) de manera mayoritaria.
El caso de Santa María Chiconautla implica reconocer a la autonomía y la tardía urbanización (Ontiveros, 2012; Cortés, 2017) como criterios definidores de su sensibilidad, el territorio (Alcántara, 2020), también se estructura por su fiesta patronal (Durkheim, 2007), aunque aquí las emociones dramáticas (Collins, 2009) no se presentan sólo de manera mayoritaria como en los dos escenarios anteriores, sino unánime.
De esta manera, se puede concluir que en todos los escenarios de originarios ocurren sensibilidades cruzadas por la religión como estructurante de la emocionalidad en el uso corporal del territorio, sensaciones colectivas, que trascienden de lo mayoritario a lo unánime conforme la posición geográfica del pueblo los aleja de la conurbación del valle de México.
Entrando a los espacios de avecindados, se ha de decir que la fábrica SERINYCO S.A. de C.V. refiere emociones vinculadas a la productividad (Belarmino, 2016) e industrialización (Cruz Ramírez, 2015), cruzada por sentimientos ligados al trabajo (Hochschild, 1983; Marx, 1975), aquí los datos sensibles más bien aportan emociones leves (Collins, 2009).
Para la Central de Abastos de Ecatepec existe una definición emocional vinculada a la comercialización (Cruz Ramírez, 2015) y el consumo (Vázquez, 2015), cruzada por emociones ligadas a la confianza y la justicia (Fukuyama, 1996; Lawler, 2001), los datos obtenidos también dan cuenta de emociones leves (Collins, 2009) como en el escenario anterior.
En Plaza Las Américas, a diferencia de lo referido en la literatura de los centros comerciales, asociados al consumo simbólico (Olivera Castro, 2010) y espectáculo (Debord, 1992), emociones ligadas al vitrineo (Jacquin, 2007; Hernández Espinosa, 2012), tres de los cuatros informantes dan cuenta de un consumo de bienes que se parece más al de la Central de Abastos basado sólo en la confianza de obtener un bien de uso, no en la expectativa de ofertarse para intercambiar experiencias con otras personas, lo que sí es común al resto de los espacios de avecindados son las emociones leves (Collins, 2009) encontradas en el contexto.
De esta manera, se puede concluir que en todos los escenarios de avecindados ocurren sensibilidades definidas como leves, dando pie a una mayor diversidad en las percepciones, experiencias y expresiones sensibles encontradas en los mismos, así como a una mayor autonomía personal y frecuencia en la gestión de las mismas para cambiarlas.
Ello queda en evidencia cuando se contrastan dos narrativas asociadas a las trayectorias corporales, la primera del escenario de Santa María Chiconautla, un pueblo originario, a diferencia de la experiencia corpo emocional de una informante en el caso de la fábrica SERINYCO S.A. de C.V., en el primer caso, las alusiones corpo emocionales del informante dan cuenta de su cuerpo coordinado con la intensidad emocional colectiva al cargar una figura religiosa.
Pues fíjate que lo que es el señor Santiago, de lo que yo tengo conocimiento, es una de las más grandes imágenes de latinoamérica, ya que es un caballo tamaño normal, y una persona también de tamaño normal, esa imagen tenía 20 o más años que no se sacaba en nuestra procesión, ahorita ya se reparó, intervinimos ahí con gente del pueblo para la reparación, pues es bonito, porque mucha gente ya quería ver esa imagen afuera, y gracias a dios ya pudimos sacarla, pues es bonito, porque mucha gente nos felicitó, que qué bueno que ya se sacó esa imagen, que están a gusto, les fascinó ver que la imagen ya estuviera de nuevo en la procesión (Informante 11 -hombre adulto-, Entrevista 12; 2021).
A diferencia del segundo ejemplo referido, donde la trayectoria corpo emocional de quien narra su vivencia sensible en su día de trabajo, alude más bien a su condición corporal autónoma, sin que exista una coordinación inminente con el resto de cuerpos u objetos con los que trabaja, si bien ello sí ocurre con los objetos materiales, las etiquetas emocionales más bien hacen alusiones a su corporalidad, no a la coordinación de esta con otras personas u objetos.
Pues sí, sí podría hacerla, es una descripción como de estrés, luego de apresurarse y a veces como tratar de concentrarte en estar haciendo las cosas bien, en estar moviéndote, en estar moviendo tus dedos, o tronándote los dedos, ese tipo de cosas, esas son las que se pueden presentar a veces aquí, estoy a veces sentada, a veces sí estoy subiendo, bajando, yendo para allá, yendo para acá, en constante movimiento, a veces puedo estar completamente sentada casi todo el día (Informante 13 -mujer joven-, Entrevista 13; 2022).
Es por ello que es posible concluir como hallazgo exploratorio que sí existen dos grandes comunidades emocionales en el municipio de Ecatepec de Morelos, en la distinción energética del contexto y las variables asociadas a la percepción, experiencia y expresión sensible de los actores, asociadas estas a las poblaciones de originarios y avecindados, aunque esto no implica decir que no existan tránsitos de personas entre una comunidad y otra, o comunidades emocionales más pequeñas insertas dentro de estas dos iniciales, pues dichas comunidades no son excluyentes desde la potencial participación en ellas.
Esto se observa en el caso de informantes como el 10 (hombre de 28 años) y la 12 (mujer de 38 años), quienes no son originarios del pueblo en el que participan (San María Chiconáutla), pero se sienten parte de él al formar parte del fiesta patronal, lo que también se observa en el caso de las auto etnografías llevadas cabo por el investigador, en todos los escenarios sin problemas se experimentaron sensaciones de distanciamiento, propiciadas y permitidas por la condición del contexto.
En el caso de las condiciones asociadas al miedo, estigma e inseguridad en el municipio de Ecatepec de Morelos, si bien el municipio ya no se encuentra dentro de los diez primeros lugares de percepción de inseguridad según la Encuesta de Inseguridad Pública Urbana del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (INEGI, 2020; INEGI, 2020a; INEGI, 2020b; INEGI, 2020c; INEGI, 2021; INEGI, 2021a; INEGI 2021b; INEGI 2021c; INEGI 2022; INEGI 2022a; INEGI 2022b), como a finales de 2019.
Se puede concluir que la condición propia de dichas emociones (Goffman, 1970; Ahmed, 2015; Massumi, 2010), implica que continúen siendo sentidas por la mayoría de quienes viven en el territorio, ya sea de manera potencial o concreta, real en ambos casos, no resulta relevante establecer una distinción entre la probabilidad de un posible acto de violencia o discriminación, pues aunque esta se reduzca, las emociones asociadas a él, miedo, estigma o inseguridad, sí están presentes en Ecatepec de manera mayoritaria.
Se observa que el contexto o situación sensible se erige como lugar idóneo para observar la sensibilidad en todas las dimensiones de conocimiento propuestas, pues al ser la sensibilidad un fenómeno que va de lo biológico a lo cultural y de lo cultural a lo biológico, su investigación es interna y externa a la vez, ello abre la posibilidad de sustentar el estudio de la dimensión sensible (López, 2019) de cualquier fenómeno sociológico como un subcampo más de la sociología, asunto que queda pendiente profundizar.
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Palabras clave:
Ecatepec, sensibilidad, contexto.