Resumen de la Ponencia:
La presente ponencia surge de mi tesis de grado, en ella realice una etnografía del caso de Facundo Ferreira, quien el 8 de marzo del 2018, con tan solo 12 años, fue víctima de homicidio por “gatillo fácil” al recibir un disparo en la nuca por parte de agentes de la fuerza policial de San Miguel de Tucumán, Argentina. Desde la sociología de las emociones y la antropología del dolor, me enfoco en los familiares (Pita, 2010) de Facundo, centrándome en la cotidianeidad barrial de los mismos, observando como padecen, perciben, persisten y resisten estas violencias, recuerdan sus pérdidas y les hacen duelo, pero también como las absorben, la sobrellevan, y las instrumentan como vehículo que dispara la construcción de una demanda de justicia. El lugar central que ocupan los familiares (Pita, 2010) y sus demandas públicas en las sociedades actuales invita a tomar en consideración cómo se estructuran las sensibilidades y modos de sentir en relación al daño y la violencia (Garland, 1990). En la movilización colectiva impulsadas por familiares de víctimas las categorías emocionales son relevantes, resulta habitual que los familiares de víctimas apelen al dolor y al sufrimiento como uno de los fundamentos de compromiso público. Estos procesos han sido abordados en diversas investigaciones algunas de las cuales (Pita, Zenobi, 2020), han apelado a la antropología de las emociones (Abu-Lughod 1986, Lutz Yabu-Lugoh 1990) y han explorado la conformación de “comunidades emocionales” o “comunidades del dolor” (Jimeno 2010, Das, 2008). A su vez, ciertas muertes, como la de Facundo, tienen la capacidad de ser territorializadas a “puertas abiertas”, es decir, en el barrio se realizan grutas, murales y altares, producidos por los vecinos o movimientos sociales, en donde se observa cómo se establecen diálogos constantes con los jóvenes fallecidos, (re)introduciéndolos en el ciclo de la vida. Estas forman parte del duelo colectivo (García Sotomayor, 2014), donde se conjugan demostraciones emotivas y amorosas. Las prácticas de sacralización de las muertes permiten que el barrio hable, es decir son las narraciones locales, usualmente contrapuestas, más ricas y complejas que las provenientes de fuentes policiales, mediáticas o que aquellas plasmadas en los expedientes judiciales. Las grutas son lugares de enunciación donde las memorias pueden ser narradas (Jelin, 2002, citado por Bermúdez 2020). Estas prácticas buscan evitar la muerte social; muerte que no sólo implicaría la pérdida del recuerdo colectivo, sino que afectaría la reputación tanto de los muertos como de sus allegados vivos. La importancia de mantener o resignificar el prestigio y el honor, da cuenta de que morir socialmente puede resultar más amenazante aún que la misma muerte física (Bermúdez, 2020).