Resumen de la Ponencia:
La peruana es la principal población extranjera no limítrofe en Argentina, formando uno de los grupos migrantes más significativos de dicho país. Especialmente en la Ciudad Autónoma de Buenos (CABA), donde se radica más del 40% de los peruanos que habitan en Argentina; siendo internacionalmente la segunda ciudad con mayor cantidad de peruanos habitando fuera de su país, y asimismo un destino cuyas relaciones sociales tienden a recibir a estos migrantes situándolos en un segmento informal racializado de la clase trabajadora argentina. Sin embargo, a diferencias de otros grupos migrantes como los provenientes de países limítrofes y de Europa, la migración peruana en CABA ha sido poco explorada, en especial a partir de trabajos centrados en la racialización y la clase trabajadora. En este sentido, la presente ponencia se propone acercarnos a la forma en que los trabajadores peruanos en la Ciudad de Buenos Aires desde la década de 1990 experimentan la racialización de las relaciones sociales de clase. Más específicamente, analiza las maneras en que este proceso de racialización es experimentado por los trabajadores peruanos fuera de sus lugares de trabajo y los modos en que estos migrantes reproducen dicho proceso. Para ello, se empleó una metodología cualitativa, habiéndose realizado entrevistas en profundidad y observación participante entre 2019 y 2021.
Introducción:
El racismo surge con la conquista de América, en la expansión del modo de producción capitalista, como una relación social que sirve a la clase poseedora para justificar la superexplotación de ciertas poblaciones y para dividir a la clase trabajadora (Cox, 1948). Produciendo de este modo nuevas identidades históricas que delinearon las fronteras de la división del trabajo a lo largo del mundo (Quijano & Wallerstein, 2017).
En Argentina, estas relaciones sociales cobran forma en lo que se denominó racialización de las relaciones de clase. Fenómeno que tiende a situar en segmentos precarios de la clase trabajadora a los sujetos que poseen orígenes migratorios, rasgos corporales y formas culturales que remiten al mestizaje (Margulis & Urresti, 1999) y recuerdan a la derrota de los pueblos colonizados y esclavizados ante el capital (Segato, 2007), como las poblaciones originarias, afrodescendientes y los migrantes internos y sudamericanos.
Racialización clasista que, si bien tiende a igualar a las personas racializadas en la subordinación a la clase capitalista, también tiene un carácter selectivo (Briones, 2002); situándose cada población, aún en la subordinación, en relaciones sociales específicas. En este sentido, a pesar de ser la cuarta población extranjera más numerosa en Argentina, el flujo migratorio peruano es relativamente reciente (Rosas, 2010; Rosas & Gil Araujo, 2020), consolidándose como migración laboral clásica recién en la década de 1990.
A diferencia de los migrantes limítrofes, los peruanos son una población joven, en edad laboral en su mayoría, con elevadas tasas de ocupación y altos niveles educativos (Rosas, 2010). Y, en comparación con los migrantes limítrofes, poseen una ligera menor proporción de obreros/empleados y una significativa mayor proporción trabajadores por cuenta propia. Este grupo se destaca en los sectores informales de la economía y en posiciones precarias de clase trabajadora (Cerrutti & Maguid, 2007). Las mujeres principalmente en el empleo doméstico (Bruno, 2007) y tanto hombres como mujeres en el comercio (Herrera Jurado, 2022).
Los trabajadores peruanos son blanco de xenofobia y racismo: en el trabajo, en los espacios públicos, en instituciones estatales y en el discurso mediático (Rosas & Gil Araujo, 2020; Debandi et al., 2021). Ahora bien, la auto adscripción de estos migrantes no se corresponde con las identidades que les adjudica la racialización (Herrera Jurado, 2022). Porque la formación social no divide el sentido común de las personas de la misma forma en que divide su lugar en la división del trabajo (Gramsci, 2010). Es decir, el “sujeto de clase” no es “homogéneo” ni en su identidad de clase ni en su identidad racial (Hall, 2010, p. 282). Tal es así que el trabajador racializado, en lo que su concepción del mundo refiere, es en parte burgués y blanco (Fanon, 2015; Hall, 2017).
La presente ponencia se propone aproximarnos a la forma en que los trabajadores peruanos en CABA comprenden la racialización específica de la que son objeto. Concretamente, indaga las experiencias de racialización que enfrentan estos migrantes cotidianamente y la forma en que intentando evitar la racialización la pliegan reproduciéndola.
Para ello se realizaron 19 entrevistas en profundidad a trabajadores peruanos de entre 21 y 65 años que migraron a CABA posteriormente a 1990. Y se realizó observación participante en “el Once”. Zona conformada por los barrios Balvanera y San Cristóbal, en la que reside el mayor porcentaje (18,7%) de la población peruana que habita en CABA (Govea, 2012). El trabajo de campo tuvo lugar entre junio de 2019 y julio de 2021.
Desarrollo:
EL DISCRIMINADO ES EL OTRO
Cuando se le preguntó si presenció o sufrió algún episodio de discriminación fuera de su lugar de trabajo, María cuenta que acudía asiduamente a la Parroquia Santa Rosa, ubicada cerca de su casa, en Balvanera, porque Santa Rosa es la patrona de Perú y la de su profesión, la enfermería. Y que allí el párroco, que es argentino, había discriminado a un cura peruano que estaba trabajando con él.
Se ve en esta experiencia que la discriminación no es ni vivida ni presenciada en primera persona, sino que es presentada como un suceso que le ocurre a un tercero y que llega a los oídos de la entrevistada gracias a amigas. Que la persona sobre la cual se comenta la discriminación es cura. Es decir, posee cierto prestigio y poder en la comunidad; no es miembro de las clases subalternas. Y que el hecho ocurre en Balvanera, uno de los dos barrios con más peruanos de CABA, y en la parroquia que lleva por nombre el de la virgen más popular de Perú.
José cuenta que no presenció episodios de discriminación a peruanos ni escuchó directamente al respecto “pero [que] se escucha mucho hoy en día esas cosas”; dándonos a entender que sabe que se habla del tema, pero que no se hablar cerca de él. Dora también dijo no haber sufrido discriminación, por lo que se le preguntó si alguno de sus conocidos le contó algo al respecto. Frente a esta nueva pregunta, Dora comentó que una amiga suya, que es del norte argentino, era tomada por boliviana e insultada.
Al igual que en otros testimonios recolectados, en estos no se narra la discriminación en primera persona sino en tercera. No se siente ni se ve, pero se ha sabido que ocurre. Se advierte entonces un primer pliegue en los testimonios de los trabajadores peruanos: cuando se pregunta explícitamente por la discriminación, esta aparece, pero no le ocurre a los entrevistados sino a otros. Y también son otros, terceros, quienes según los entrevistados les cuentan a ellos de los episodios de discriminación.
HABITAR EN CABA SIN SER VISTOS
Ahora bien, independientemente de si aparece o no como palabra, en las entrevistas emergen experiencias que dan cuenta de procesos de racialización.
Rosa cuenta que, al intentar contratar los servicios de una agencia, le dijeron lo mismo que le dice su empleador cada vez que discuten sobre el monto de su salario: que se vaya de Argentina. Y también refiere que al llegar al país vivió un periodo con temor. Porque no teniendo la documentación al día, Rosa circulaba intranquilamente por la calle no queriendo cruzarse con la policía: “teníamos ese temor [de] que nos deporten”. Temor que, si bien aún pervive –como se verá más adelante–, tuvo por punto de quiebre el año 2004. Cuando se sustituyó la ley migratoria de 1981; con la cual el Estado argentino procuraba impedir a los trabajadores limítrofes y de Perú tener la documentación al día (Pacecca, 2000).
Teresa también recuerda aquella época y cuenta que le daba “miedo” no tener documentos. Sin embargo, a pesar del riesgo de ser deportada, dice que en verdad “no estaba expuesta” porque “estaba toda la semana encerrada” trabajando. Es decir, Teresa dice haber venido sólo a trabajar y que por eso no pensaba en nada más. Pero luego añade que en verdad no pensaba en hacer cosas como estudiar o alquilar un departamento porque no podía hacerlas, por no tener documentos. Dicho de otro modo, ella presenta en un inicio como una decisión personal algo que en verdad no dependía de ella. Este acto de cambiar las cosas de lugar en el relato se ha visto antes en la ponencia y es de suma importancia, porque pone en juego la dignidad del trabajador y señala una forma de enfrentar la racialización de las relaciones de clase.
Un estudio sobre la migración boliviana en una localidad de Tucumana denomina presión discriminatoria a la comprensión que hacen los sujetos discriminados del hecho de pertenecer a un grupo social rechazado. Comprensión que tiene por consecuencia la autolimitación de estos sujetos “como parte de una estrategia para evitar posibles acciones discriminatorias en su contra” (Rivero Sierra, 2011, p. 77).
El hecho de que los migrantes eviten salir a la calle o al centro de las ciudades, situación advertida en el miedo de salir de Rosa y en el estar “todo el día encerrada” de Teresa, es uno de los ejemplos de “autolimitación” que da dicha investigación. Y también es uno de los ejemplos que da otra autora al describir la racialización de los migrantes bolivianos en Ushuaia. Porque independientemente “del mero hecho formal de la ciudadanía legal”, la racialización de las relaciones sociales de clase limita las posibilidades de los trabajadores migrantes, en la medida en que definiéndolos como otros les niega “el derecho a argentinizarse y por lo tanto a volverse semejantes” (Mallimaci Barral, 2011).
A pesar de que el acceso a la ciudadanía legal que implicó el cambio de ley migratoria argentina fue positivo en muchos aspectos formales para los migrantes, tal acceso no impidió que la sociedad argentina siguiera limitando a los migrantes limítrofes y de Perú en distintos aspectos de su vida.
Al ser consultada por las actividades que realiza cuando sale de su trabajo, Dora, una entrevistada que llegó a CABA luego del cambio de la ley migratoria, respondió que trabaja todo el día y que cuando no trabaja limpia, cocina o duerme. Es decir, predomina el tiempo libre y no el de ocio fuera de su trabajo.
Alan, que también vino luego de 2004 y que como la mayoría de los entrevistados trabaja más de 12 horas diarias, tampoco tiene mucho tiempo libre y dice principalmente dormir, “saliendo” sólo cuando hay algún motivo, como jugar al fútbol. Antes de la pandemia, él y sus amigos –mayormente peruanos– formaban lo que Alan llama en broma el “Malos Fútbol Club”. Y se juntaban a jugar, no en una cancha alquilada de césped sintético como suelen hacer los vecinos de aquella zona, sino en un “campo grande de pasto”, donde los “ignoraban por completo”. Es decir, por un lado, su espacio de juego es fuera de las miradas y la atención de los vecinos de Palermo, y, por otro lado, su forma de jugar es presentada como mala en comparación de sujetos a cuyas miradas rehúyen.
LA AMBIVALENCIA
Dentro de las actividades que suelen hacer los entrevistados fuera de su lugar trabajo y de su propio hogar, salir a comer es la actividad más nombrada. Por ejemplo, comprar comida rápida en locales cercanos e ir a restaurantes peruanos son las dos salidas que realiza José con su familia. La primera opción suele ser principalmente para salir de paso. Ir a comer a locales peruanos, en cambio, suele ocupar ocasiones especiales como feriados o cumpleaños, siendo una salida menos frecuente, que implica mayor movimiento a través de la ciudad.
El resto de los entrevistados también dijo salir a comer sobre todo a locales peruanos. Sin embargo, al preguntarles detalles de dichas salidas, o si acaso van a más locales o eventos peruanos,
A la pregunta de si participa de alguna actividad, Víctor, de 40 años, contesta “no” antes de escuchar entera la pregunta, que quería referir específicamente a actividades de la colectividad peruana; y explica que asocia dicha colectividad a lo que él considera malos hábitos, como a tomar cerveza en la “calle” o a hablar “feo”. Sin embargo, él parece estar muy cerca de la colectividad. Cuando se lo entrevistó en su trabajo, en el centro de Balvanera, la gente que pasaba por la calle le hablaba y hasta se detenían a saludarlo. Y él mismo afirmó sentirse parte de su barrio, uno de los dos barrios con más peruanos en CABA: “Me identifico mucho por acá. Yo camino por allá, por allá y por allá y todo el mundo me conoce”. Asimismo, dice estar enterado de los eventos de peruanos en la ciudad y que su familia suele ser parte de estos.
Se advierte entonces una relación ambigua de Víctor con los otros peruanos de CABA. Relación ambigua que se percibe también en la mayor parte de los entrevistados, aunque no de forma tan explícita. Porque cuando se les consultó sobre su concurrencia a espacios de la colectividad peruana, estos contestaron ambiguamente.
En el caso de Teresa y el de José, ellos dicen que conocen o que son invitados a eventos o locales de otros peruanos en CABA, pero que no pueden ir “por trabajo” o porque “falta tiempo”. Es significativo que los dos en otros momentos de sus entrevistas hayan dicho que cuando salen de su casa, van a restaurantes peruanos. Los otros entrevistados, quienes sí dicen concurrir, aclaran de inmediato que concurren por la comida, por un trámite, por un compromiso social o por una amiga; como si tuviesen que justificar qué hacían en tales lugares. Es decir, afirman que les gusta la comida o que están obligados a ir, pero ninguno dice que le gusta ver a sus compatriotas.
En este mismo sentido, María, quien comentó ser católica y practicante, al ser consultada por su participación en los eventos religiosos peruanos en Argentina, contestó que le molestan quienes desvirtúan su “momento de estar con Cristo”, en alusión a que sus compatriotas supuestamente suelen comportarse de forma indebida en dichos eventos. Es cierto, aclara, que ella les compra un “anticucho”, pero la “sacan” y le “chocan” las desprolijidades y la suciedad de la procesión de El Señor de los Milagros. Y por tal razón prefiere asistir a la procesión de Santa Rosa, que también es una santa peruana pero cuya organización originalmente estaba hecha por argentinos.
María no nombra en ningún momento la nacionalidad de las personas que critica, las cuales son sus compatriotas; omitiendo con ello el único dato que la une a ellas. Y evita inclusive especificar qué acciones generan suciedad, cuáles son las desprolijidades y qué es lo que considera una falta de respeto, dando por sentado que efectivamente ocurre así y que el entrevistador concuerda con ella.
Carolina Rosas (2010, p. 78), al describir la procesión de El Señor de los Milagros, observa que “se realiza en Buenos Aires desde hace 20 años aproximadamente, con una convocatoria que ha superado las cuarenta mil personas”; que en su día principal “las calles de alrededores [de la Basílica] se pueblan de miles de personas que cantan y bailan al ritmo de los grupos musicales y de danza que se instalan en el escenario”, y que “hay una gran venta ambulante de comida que a muchos recuerda las calles limeñas”. Lo cual abre el interrogante de si acaso lo que le molesta a María de dicha procesión no sea precisamente la gran cantidad de peruanos que asisten a ella. Es decir, que pongan en evidencia que ella también es peruana, como la mayoría de los participantes. Situación contrastante con la procesión a la cual asiste ella, que tiene más participación argentina y que es organizada por los fieles de una iglesia en la que discriminaron al cura peruano.
EXPERIMENTAL Y JUSTIFICAR LA RACIALIZACIÓN
Volvamos ahora a los testimonios sobre la relación de los entrevistados con el aparato represivo del Estado.
Rosa, como se adelantó, expresó que tuvo miedo de ser deportada durante el tiempo que residió ilegalmente en Argentina. Pero también dijo que son lógicas las deportaciones, porque la frontera es “un colador” y entran “incluso los de Sendero Luminoso”. Todos peruanos “malévolos” que “empezaron a formar la villa”. Razón por la cual el Estado argentino hace bien en deportar peruanos, porque es una forma en que “cuida a su gente”.
Se advierte entonces el segundo pliegue de las experiencias de los trabajadores peruanos que dicen no haber sido tratados diferente por el hecho de ser extranjeros: no sólo niegan en lo inmediato la división racista situándola fuera de sí, en los otros peruanos, sino que además la justifican.
El caso de Alan también sirve para aproximarnos a este proceso. Porque el entrevistado, que vino luego del cambio de la ley migratoria, no asocia el ser detenido por la policía con la falta de documentos, sino con “la vida loca”; diciendo que los peruanos a los que detiene la policía son aquellos que están ebrios “haciendo papelones”, “espectáculos”, “alboroto” y “bronca”. Por eso, luego de salir de su trabajo, se va siempre directo a casa. Y cuando quiere tomar algo lo hace en privado, sin estar haciendo “tanto papelón afuera”. No hay un punto intermedio entonces, o se hace “quilombo” en la calle o se está en el hogar; mostrándose los momentos de ocio de los peruanos como algo que no debe ser público para que no genere conflictos con la sociedad porteña.
Una experiencia de José parece confirmarlo. En un barrio de clase media alta él y un grupo de trabajadores son parados por un policía cuando salen tarde de su lugar de trabajo “así, como cualquiera, un poco pasados de tragos nomás”. José dice que el motivo fue que uno de sus compañeros estaba “hablando cualquier cosa”. Porque como expresó antes Alan, el sólo hecho de estar ebrio basta para que un trabajador extranjero genere un “roce” con la policía porteña.
Pero no sólo la ebriedad les genera “roces” con la policía. “Es común que la policía solicite documentos para identificar a las personas”, pero no a todas las personas, sino sólo a algunas; y “quienes atraen el interés policial son principalmente los portadores de algunas características que activan la sospecha. Entre ellos ocupan un lugar preferencial los pobres, los morochos, los inmigrantes limítrofes o del interior argentino” (Margulis y Urresti, 1999, p. 22). Grupo al cual deben agregarse a los trabajadores peruanos.
Otro testimonio, esta vez mío, que vivo desde los 5 años en CABA y soy hijo de un encargado de edificio, es de utilidad: Una de las primeras veces que me sometió a un control la policía fue por hacer deporte. Tenía 14 o 15 años y estaba corriendo con amigos en los lagos de Palermo. Dos policías nos pararon y revisaron nuestras pertenencias. Había muchas más personas ese día en los lagos, pero no vi que pararan a nadie más. A los ojos de los policías nosotros corríamos porque éramos ladrones; el resto, en cambio, hacía deporte.
Tuve decenas de experiencias similares. En dos ocasiones, por ejemplo, la policía me detuvo mientras volvía con un amigo caminando de jugar al básquet. Una fue en Núñez; la otra en Colegiales, donde un policía a nuestras espaldas nos dijo que dejásemos nuestras pertenencias en el suelo y levantáramos las manos mientras nos apuntaba con un arma de fuego a la altura de la cabeza.
Por realizar en un barrio burgués actividades deportivas, como correr o jugar al básquet, un adolescente peruano de clase trabajadora puede ser tratado como un criminal. Es importante hacer énfasis en el motivo que tiene la policía para “parar” a la persona en cuestión. Ya que, como observa una enografía sobre el accionar policial en Francia (Fassin, 2016, p. 104), los controles y las humillaciones que los acompañan buscan algo muy diferente de combatir la delincuencia y los homicidios: son un llamado a la reproducción del orden social y una manera de recordar a cada cual su lugar en dicho orden.
En este sentido, se observa que la sociedad cuestiona, restringe y agrede a los trabajadores peruanos. Buscando alejarlos de determinadas zonas, cuando realizan acciones que supuestamente debieran no corresponderles. Es decir, se trata de impedir, limitar y desmotivar el uso público y libre de su tiempo de ocio y también el cumplimiento de sus derechos civiles.
LOS OTROS PERUANOS
Al preguntar si los migrantes recientes viven las mismas situaciones que se vivían antes, o si acaso para ellos es más fácil o difícil, algunos entrevistados dicen no poder responder por no estar al tanto.
En cambio, para José la actual crisis económica, que hace “cada vez más escaso” el trabajo, es una diferencia que separa a su migración de las más recientes. Y cuenta que ve “muy trabajadores” a los nuevos migrantes. Lo cual es significativo, porque José es el único entrevistado que atribuyó cualidades positivas a los nuevos migrantes y adversidad al contexto actual.
Distinta en cambio es la posición de María, quien antes de responder aclara que opina sobre el tema "como residente de Argentina", señalando que en este país "se permiten abusos" porque "hay muchas cosas que están desprolijas". Y pone de ejemplo su área de trabajo, la salud. Los migrantes según ella vienen al país a aprovecharse de que el sistema público los atiende sin necesidad de tener el documento nacional argentino. Lo cual considera que está mal porque la salud "es de muy alto costo" y los "recursos están limitados". Para María los migrantes deberían pagar parte de sus tratamientos. Y dice que la “mortifica” que los peruanos a quienes no los atiende el sistema público local se quejen de que los están discriminando, porque ella considera que los problemas de salud de los extranjeros que no se radicaron ni 5 años en el país no le competen al Estado argentino.
Palabras que recuerdan aquello que dijeran Margulis y Urresti de (1999, pp. 22-23) “los discriminados [que] discriminan”, que se “mimetizan con los valores y significaciones vigentes y adoptan también actitudes discriminantes”.
Teresa, por su parte, opina que a pesar de que “con el cambio de la moneda ya no conviene venir”, para los nuevos migrantes la situación actual “es mucho más fácil en todo aspecto”, porque, entre otras cosas, “reciben ayuda”; aludiendo al decir esto último a los derechos a los que pueden acceder todas las personas que habiten en el país, incluidos los migrantes.
Estos derechos, que María equipara a “abusos” y Teresa a “ayudas”, Rosa los llama “beneficios” y “privilegios”. Ella nos cuenta que supuestamente ha hablado con estos nuevos migrantes y ha visto que “están felices” porque ahora es más fácil obtener la radicación, puerta de entrada a ciertos derechos que están vedados a quienes no tienen su documentación al día. Pero el problema para Rosa no parece ser tanto que los migrantes ahora puedan acceder a esos derechos como los derechos en sí. Pues lo que la “indigna es que están dando como paliativo el dinero gratis a la gente” fomentando la “ociosidad”. Su blanco de crítica entonces no son sólo los trabajadores peruanos que acceden a ese derecho, sino todos los que perciben algún plan social.
A Rosa parece molestarle particularmente que sus “paisanos peruanos gozan” y “viven la vida acá”, “tirados por la calle, chupando cerveza en la vereda”. Y, al igual que María, le disgusta que estas personas que “gozan la vida” y que presuntamente no trabajan se quejen de “algún racismo”. Lo cual señala un tercer pliegue: además de la negación de la propia racialización y de inclusive su justificación, emerge cierto rechazo al hecho de que haya trabajadores peruanos que protesten explícitamente contra el racismo y la discriminación.
Esto se ve en especial en el énfasis que hace Rosa en que estos migrantes son supuestamente de orígenes más humildes que ella. Porque ello, si se lo suma a las otras opiniones críticas vistas antes, dan por resultado que los nuevos migrantes supuestamente no quieren trabajar porque ganan dinero gratis, que son de orígenes más humildes, que vienen a aprovecharse de los recursos limitados que injustamente da el Estado argentino a los extranjeros y que además tienen hábitos como hablar en voz alta, faltar el respeto, armar broncas, pleitos, beber en la vía pública y ensuciar; razón por la cual no se pueden quejar de la discriminación, ya que si la policía los detiene o deporta, bien se lo tienen merecido por su comportamiento.
Esta otrificación que los entrevistados hacen de otros trabajadores migrantes afirma la racialización de las relaciones de clase que ellos mismos enfrentan, pero a la vez pareciera también eximirlos de formar parte del grupo racializado. Es decir, a la vez que reclaman no formar parte del grupo racializado, conceden que en mayor o menor medida ese grupo existe y que su racialización es justa. Acción que termina en la justificación de la persecución y represión del grupo y de sus miembros. Porque además de buscar diferenciarse de los racializados, lo que se hace es acercarse simbólicamente a quienes otrifican, reproduciendo el sentido común racista hegemónico.
Conclusiones:
En la presente ponencia se ha visto que la racialización clasista, a través de los vecinos de CABA y los agentes represivos del Estado, tiende a poner en dudas el hecho de que un trabajador peruano pueda realizar acciones que se considera que sólo deberían realizar argentinos. Insultos, mensajes desalentadores, calumnias; acciones que apuntan a cuestionar el acceso de estos migrantes a derechos como el uso de los espacios públicos.
En este sentido, se halló que fuera de sus empleos estos migrantes tienden a estar ante todo en la esfera privada, evitando exponerse a los ojos de los porteños al realizar actividades de ocio; criticando inclusive a aquellos peruanos que realizan dichas actividades con mayor libertad. Y que quienes optan por hacer uso del espacio público son sancionados de distintas maneras por la sociedad porteña.
Se describieron distintas formas mediante las cuales los trabajadores peruanos consiguen convivir con la racialización clasista y sus distintas expresiones. De entre las cuales se destaca el hallazgo de una particularmente negativa, que se expuso en tres momentos, los cuales se denominaron pliegues.
Primero, se advirtió que la discriminación suele ser narrada por los entrevistados en tercera persona y no en primera; situando así al objeto del racismo fuera de ellos mismos, en un otro. Lo cual termina permitiéndoles reproducir el sentido común hegemónico. Es decir, repetir los mismos estereotipos racistas de los que son objeto. Segundo pliegue con el cual se parece estar tratando de desplazar el racismo que se sufre, redirigiéndolo a otros trabajadores. Esto les posibilita justificar medidas particulares como las deportaciones, pero también otros aspectos sistémicos más difusos: desde las extensas jornadas laborales y los bajos salarios a su nulo tiempo de ocio y escaso tiempo libre. Porque aquello que la sociedad les expropia, fetichizándolo lo toman ya por algo ajeno, por algo a lo que no deben acceder y le cargan el odio que la sociedad les tiene a ellos.
Pliegues, estos dos, que incluyen uno tercero: el impugnar y negar a otros trabajadores el derecho a la protesta contra el racismo. La tendencia a negar que quienes protesten contra el racismo son personas efectivamente discriminadas. Puesto que, según este argumento, el trabajador peruano no tiene derecho ni siquiera a quejarse de aquello que él mismo se busca y se merece. Pliegue que ya no sólo disimula la discriminación, sino que tiende a dividir al segmento de la clase trabajadora que conforman los migrantes peruanos y a cancelar de manera efectiva la posibilidad de dar una respuesta que niegue dialécticamente el racismo clasista.
Bibliografía:
Briones, Claudia. (2002). Mestizaje y blanqueamiento como coordenadas de aboriginalidad y nación en Argentina". RUNA, 23(1), Art. 1.
Bruno, Matías. (2007). Migración y movilidad ocupacional de peruanos en Buenos Aires. Memorias de las IX Jornadas Argentinas de Estudios de Población.
Cerrutti, Marcela, & Maguid, Alicia. (2007). Inserción laboral e ingresos de los migrantes de países limítrofes y peruanos en el Gran Buenos Aires. Notas de Población, 83, Art. 83.
Cox, Oliver Cromwell. (1948). Caste, class and race. Doubleday.
Debandi, Natalia, Nicolao, Julieta, & Penchaszadeh, Ana Paula (Eds.). (2021). Anuario Estadístico Migratorio de Argentina 2020. RIOSP DDHH -CONICET.
Fassin, Didier. (2018). La fuerza del orden. Siglo XXI.
Fanon, Frantz. (2015). Piel negra, máscaras blancas. Akal.
Govea, Julián. (2012). Los migrantes de países limítrofes y de Perú en la Ciudad de Buenos Aires durante la década del 2000. El impacto de las migraciones en Argentina. Cuadernos Migratorios, 2, 293-322.
Gramsci, Antonio. (2010). Relación entre ciencia-religión-sentido común. En Antología (pp. 367-381). Siglo XXI.
Hall, Stuart. (2010). La importancia de Gramsci para el estudio de la raza y la etnicidad. En Sin garantía (pp. 257-286). Envión Editores.
Hall, Stuart. (2017). Estudios Culturales 1983. Paidós.
Herrera Jurado, Bryam. (2022). Etnicidad, raza y clase social en la formación de la identidad de los trabajadores peruanos en la Ciudad de Buenos Aires (1990-2021) [Tesis de maestría]. FSOC-UBA.
Mallimaci Barral, Ana Inés. (2011). Las lógicas de la discriminación. Nuevo Mundo Mundos Nuevos. https://doi.org/10.4000/nuevomundo.60921
Margulis, Mario, & Urresti, Marcelo. (1999). La segregación negada. Cultura y discriminación social. Bíblos.
Pacecca, María Inés. (2000). Los migrantes peruanos en el área metropolitana. En Enrique Oteiza & Alfredo Lattes (Eds.), La migración internacional en América Latina en el nuevo siglo. Eudeba.
Quijano, Aníbal, & Wallerstein, Immanuel. (2017). La americanidad como concepto o América en el mundo moderno-colonial. En Aníbal Quijano, Textos fundamentales (pp. 70-82). Ediciones del Signo.
Rivero Sierra, Fulvio. (2011). Formas “tangibles” e “intangibles” de discriminación. En Cynthia Pizarro (Ed.), Migraciones internacionales contemporáneas. Estudios para el debate (pp. 269-291). Ciccus.
Rosas, Carolina. (2010). Implicaciones mutuas entre el género y la migración. Mujeres y varones peruanos arribados a Buenos Aires entre 1990 y 2003. Eudeba.
Rosas, Carolina, & Gil Araujo, Sandra. (2020). La migración peruana en la República Argentina. OIM.
Segato, Rita L. (2007). Raza es signo. En Rita L. Segato, La nación y sus otro. Prometeo.
Palabras clave:
Raza, Racialización, Clase trabajadora, Migración