Resumen de la Ponencia:
El objetivo de esta ponencia es presentar la conceptualización del riesgo que realiza el campo médico desde la experiencia de las mujeres. La propuesta radica en analizar el riesgo médico desde una perspectiva que incorpore la dimensión social del fenómeno, que suele soslayarse dentro del campo médico, y para ello se toman en cuenta las experiencias de las personas en su proceso de atención desde las emociones. Las preguntas que guiaron la ponencia fueron: ¿Cuál es la concepción del riesgo que expresa el sistema de salud a través de las narrativas de las mujeres? ¿Cómo se establece la relación riesgo-salud en el cuerpo de las mujeres? a partir de las mismas se buscó conocer las percepciones de ellas sobre el riesgo durante el embarazo, desde las emociones que permean en el proceso de atención del embarazo. Esta propuesta forma parte de la tesis de doctorado en la cual se realizó un estudio cualitativo con entrevistas semi-estructuradas a mujeres que tuvieron su proceso de atención a la salud del embarazo en la Ciudad de México entre 2017-2020 en instituciones públicas y privadas de salud.
Introducción:
El objetivo de este trabajo es presentar la conceptualización del riesgo que realiza el campo médico desde la experiencia de las mujeres. La propuesta radica en analizar el riesgo médico desde una perspectiva que incorpore la dimensión social del fenómeno, que suele soslayarse dentro del campo médico, y para ello se toman en cuenta las experiencias de las personas en su proceso de atención desde las emociones.
Aquí se plantea la tensión entre los conceptos de cuerpo, riesgo y salud en relación a las narrativas de las mujeres. A partir de concebir al cuerpo como eje articulador para comprender el vínculo entre riesgo y salud se busca complejizar la mirada en torno al riesgo en el embarazo y el parto observando los elementos que componen las experiencias de las mujeres, a saber: percepciones, significados. El análisis de las emociones que aparecen en las experiencias permite comprender las estructuras sociales que moldean los comportamientos, así como la forma en que se obedecen, negocian o transgreden las normas y valores sobre diferentes aspecto de la vida social. Se retoman en este análisis las emociones como elemento que forma parte de la construcción de las percepciones y significaciones. La idea que se despliega está vinculada a los mencionados conceptos y se fundamenta en que el cuerpo se ha constituído en un eje transversal del análisis de las trayectorias de atención de las mujeres que gestan después de los 35 años.
En las narrativas que despliegan las mujeres parecieran percibir con cierta distancia o tensión en la comunicación el riesgo que -para la medicina clínica- implica tener mas de 35 años al momento del parto, sea o no el primero. El riesgo no sería para ellas un hecho que impida la posibilidad de embarazo. A la vez es pertinente brindar complejidad a la mirada, respecto de la manera en la que el orden de género permea los significados de ellas en relación a su experiencia de maternidad. Las experiencias en torno al riesgo se centran en comprender el modo en las mujeres expresan sus percepciones respecto a la edad, así como las tensiones que surgen en la relación médico paciente en relación al diagnóstico.
Desarrollo:
Aspectos médicos sobre el riesgo en el embarazo
El riesgo es un vocablo especialmente polisémico y, por lo tanto, deja cierto margen a las ambigüedades (Almeida Filho et al, 2009). El concepto de riesgo emergió en la mitad del siglo como uno de los más influyentes discursos en los diálogos contemporáneos de la salud (Ayres,1997). Ayres (2002, 11) sostiene que alcanzó esa posición privilegiada en función a su impresionante éxito en tareas simultáneas:
“En primer lugar, extendió el significado de la enfermedad más allá de los límites del cuerpo. Un factor ambiental cualquiera, por su asociación probabilística con una cierta agresión a la salud, ya puede ser visto como un daño, aun antes mismo de materializarse en el cuerpo. Más que eso, y esto es lo fundamental, hizo retomar sus propuestas de intervención al plano de la individualidad del cuerpo, pues es en relación con fenómenos relacionados con el individuo que el factor ambiental tiene su carácter de riesgo establecido. Es sobre el balance individual de esas asociaciones donde recaerá predominantemente la gestión del riesgo. En segundo lugar, el concepto de riesgo fue capaz de realizar esa extensión ambiental de raciocinio patogénico a través de un riguroso manoseo de regularidades, trabajando productivamente con un tipo determinado y relevante de “saber cómo”: siempre que… entonces…; en la proporción de x se encuentra y. Además, de que ese tipo de inferencias posibilitan un riguroso control científico, responden muy bien a las necesidades de producción preñadas de tecnología para la intervención”. (Ayres 2002, 11)
Una hermenéutica del concepto epidemiológico de riesgo (Almeida Filho et al, 2009) muestra que este término surge en el lenguaje epidemiológico británico a inicios del siglo XX. Con una valoración más específicamente conceptual, el riesgo puede ser identificado en un estudio sobre mortalidad materna conducido por William Howard Jr., profesor de Biometría de la Escuela de Higiene y Salud Pública de la Johns Hopkins University, publicado en 1921, en el primer número del American Journal of Hygiene (que posteriormente se transformaría en el American Journal of Epidemiology). En dicho estudio, el concepto ya se presenta con un asombroso grado de formalización heurística y matemática, expresado en términos de proporciones entre el número de afectados y el número de expuestos.
Siguiendo a Almeida Filho (2009) es preciso cuestionar: “¿Y dónde se sitúa el riesgo en el discurso epidemiológico? Más allá y fuera del sujeto, el riesgo se localiza en el ámbito de la población, producido o atribuido en el ámbito de los colectivos humanos. El riesgo es una propiedad de las poblaciones y su referencia legítima será exclusivamente colectiva” Almeida Filho (2009:330) . Este planteo es interesante porque considera que el riesgo se elabora a partir de lo que acontece en el colectivo, que en el caso de las mujeres se trata de la evidencia ocurrida con otras, y a partir de ese dato, se construye el discurso del riesgo que atañe a las trayectorias aquí estudiadas.
La edad y el riesgo en el embarazo después de los 35 años
La edad, es un vocablo que hace referencia al tiempo que ha transcurrido desde el nacimiento de un ser vivo. La edad es parte de una construcción social, que en el caso de las mujeres después de los 35 años influye particularmente en tanto se trata de un factor condicionante. En efecto, para el caso de las mujeres se hace referencia al “reloj biológico” como metáfora, para denominar al mecanismo interno de un ser vivo que le permite contar con una orientación temporal. Son un conjunto de funciones orgánicas vinculadas al ritmo de vida. Sin embargo, esta condición no es absoluta y por ejemplo, la ciencia, puede liberar a las mujeres de ese reloj biológico a través de las tecnologías que permiten la fertilización asistida.
El límite máximo de la edad ideal para el parto, varía de manera considerable según los autores y las épocas, de forma que Dutta lo establece en 26 años, Rezende et al (con toda la escuela brasileña) en 28, Ahlfeld, Von Winckel y Kunker en 30, Käser, Mangiagalli, Eastman, Nathanson en 35 y Creasy, Esteban-Altirriba y la SEGO[1], entre otros, en edades superiores a los 35 años, publicándose trabajos que lo fijan en 40 años o incluso en 44 (Monleon et al, 2002: 385).
Este límite superior de la edad para el parto se ha modificado con el tiempo, y es necesario destacar que en la década de los sesenta era de 30 años; años mas tarde se subió a 33 y en la actualidad se sitúa en 35 años. Estas modificaciones se han establecido por convenio entre instituciones médicas y no responden a criterios estadísticos de más de dos desviaciones estándar (DE) o del percentil 90, criterios ambos que marcan el límite de la normalidad de la edad de las mujeres en el momento del parto (Monleon et al, 2002: 385).
Si a la característica de “añosidad” se suma la de la “paridad”, se observa que la evolución del parto puede complicarse todavía más y, por ello, Walters, en 1950, acuñó el término “primípara añosa” que posteriormente, en 1958, fue adoptado por la Federación Internacional de Ginecólogos y Obstetras (FIGO), que define como primípara añosa a aquella mujer que en el momento de su primer parto tiene 35 años o más.
Pero más allá de la edad, las mujeres ponen el cuerpo durante su embarazo y asumen un riesgo. Este riesgo no solo ha ido cambiando a lo largo del tiempo por los avances médico-técnicos, sino también, porque se han ido modificando las recepciones del mismo a nivel sociocultural, aspecto que permea las experiencias de las mujeres. El embarazo representa un estado de cierta anomalía para el funcionamiento habitual del cuerpo. El embarazo es una condición ´anómala´ para el organismo, ya que se presenta como un desafío (o incluso una amenaza para su funcionamiento) que puede ser transitado con o sin complicaciones. En este caso la relación entre cuerpo y salud es estrecha en tanto es en el cuerpo donde se manifiestan las transformaciones vinculadas a la gestación que en el caso de las mujeres después de los 35 existiría una susceptibilidad mayor de que puedan contraer enfermedades o inclusive, poner en riesgo al feto. De allí que se vincula la concepción de salud respecto al riesgo, y cómo esta relación se cristaliza en sus cuerpos.
[1] SEGO. Protocolos Asistenciales en Obstetricia y Ginecología. Madrid: Editorial SEGO, 1994; p. 31.
Conclusiones:
En síntesis, con base a lo revisado es posible concluir que los conceptos cuerpo, riesgo y salud se encuentran entrelazados en el proceso de atención al embarazo post-35. Asimismo, están vinculados a emociones que intervienen en la relación entre las mujeres y el sistema de salud, centralmente en el momento que acuden a realizarse los estudios requeridos durante su atención. Como hallazgo podría señalarse que los riesgos médicos en relación al proceso de atención a la salud de estas mujeres pasan por otro tipo de riesgo. Es decir, la percepción del riesgo como indican los papers sobre el tema aparece escasamente en las narrativas. Sin embargo, lo que se encuentran son otros miedos y otros riesgos. Es el miedo a estar en riesgo lo que se observa en los discursos de las mujeres. En otras palabras, se sienten vulnerables y susceptibles de sufrir situaciones desconocidas con consecuencias nocivas para su salud. Es, tal vez, “una excesiva preocupación por el futuro” (Paz y Ramirez, 2019) lo que las atraviesa a las mujeres que experimentan sus embarazos después de los 35 años.
En este contexto, las experiencias se encuentran permeadas por distintos elementos entre los cuales el cuerpo es un eje central, porque allí se desarrolla el embarazo. Esto significa que ese espacio funciona para gestar, idealmente un cuerpo con salud. Pero la edad inflluye y se transforma en un elemento de riesgo. El riesgo pasa por el cuerpo. Por eso es que se revisa la noción de riesgo, para reflexionar lo que éste implica para las mujeres. Ya que siempre existen cuestionamientos o juicios sobre las decisiones en torno a la maternidad, si es una madre sola o no, si lo hace mediante técnicas de fertilidad, si tiene mucha o poca edad, entre otros argumentos que parecieran autorizar o desautorizar la decisión.
Cabe señalar que la reproducción es concepto complejo que está imbricado dentro de un sistema en el cual es condición necesaria reproducir a las personas, se apela así a ideas simbólicas como parir la nación o gestar la patria. El embarazo de una mujer no sucede de manera aislada, sino que se inscribe en un cierto tiempo histórico, en una ciudad determinada. Es así que demorar o cancelar la reproducción no es parte del status quo y es preciso atentar contra esas decisiones, al menos es requerimiento amenazarlas. Se considera así a la maternidad dentro de un eje central de la salud pública, y se modela una biopolítica de lo materno que implica controlar, orientar esas decisiones. Por ejemplo, establecer factores de riesgo es una manera de controlar elementos como el riesgo, que están vinculados a una dimensión social de la salud.
La centralidad del concepto de riesgo en la epidemiología dominante no pocas veces conduce a una excesiva preocupación por el futuro, a una reducción y simplificación del análisis del presente, y contribuye a la incertidumbre e intranquilidad, que, en el campo sanitario, es equivalente a relaciones desiguales de unes sujetes en relación a otres (Paz y Ramirez, 2019: 99). En este trabajo se apuesta a una salud pensada como redes de relaciones amplias, complejas, abiertas, plurales, con contradicciones y conflictos, sostenidas y nutridas en relaciones comunales, horizontales, sin dispositivos de poder que se ejerzan sobre los cuerpos. Una salud colectiva que cuide y acompañe a las mujeres en sus procesos de gestación y parto.
Los discursos sobre la salud (y específicamente sobre los riesgos para la salud) consisten en construcciones circunstanciales, de carácter normativo, inapelablemente vinculadas a otros intereses. Será objeto de futuras investigaciones el análisis y el despliegue de estrategias innovadoras que contemplen a las mujeres que se encuentran en esta situación sin anclarlas a modelos clínicos que indican solamente el riesgo al cual se encuentran expuestas, sino también otros elementos que favorecen el proceso.
Bibliografía:
Almeida Filho, N. de, & Castiel, LD, & Ayres, J. R. (2009). Riesgo: concepto básico de la epidemiología. Salud Colectiva, 5(3),323-344.[fecha de Consulta 8 de Marzo de 2022]. ISSN: 1669-2381. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=73111844003Ayres, J. R. (2002). Conceptos y prácticas en salud pública: algunas reflexiones. Revista de la Facultad Nacional de Salud Pública, 20(2), 67-82.Paz, A. y Ramirez, C. (2019) Riesgo(s) en disputa: el poder de definir el futuro deseable en Salud feminista: soberanía de los cuerpos, poder y organización. Pp: 89-100 - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Tinta Limón.
Palabras clave:
Cuerpo - Riesgo - Salud - Embarazo post-35