Resumen de la Ponencia:
Los flujos migratorios siempre han generado un impacto sociodiscursivo en aquellas sociedades a donde dirigen su destino, sobre todo cuando estos son masivos, ya que no pasan desapercibidos para los moradores de las ciudades de acogida con las cuales entran en contacto. Por un lado, estos flujos han provocado la creación de una terminología institucional que permite su gestión en pro de su inserción dentro de un grupo humano nuevo y la (re) asignación de un control poblacional de todos esos sujetos cuyo propósito es incorporarse en un nuevo colectivo. Por otro lado, los integrantes de las sociedades de acogida -permanente o provisional- crean una diversidad de términos para referirse a los individuos que están llegando a su espacio social y a través de tales expresiones es posible identificar marcadores de la interrelación que se genera en la convivencia diaria. Por ello, es conveniente centrar la mirada en estos vocablos que toman en cuenta el punto de origen de los migrantes, independientemente si los términos son de tipo oficial o de naturaleza popular porque a través de vocablos específicos podemos identificar la disposición que se puede tener para acoger a un colectivo; o la transformación que esta aceptación puede sufrir al irse generando expresiones discursivas que pueden mostrarnos la tensión que llega a establecerse entre los individuos de distintos colectivos. Conocer esta dimensión relacional entre individuos que llegan e individuos que los reciben en un marco de espacio-tiempo nos permitirá entender mejor el fenómeno de la migración hoy en día tan intensa en nuestro país, sobre todo en el sur que no había tenido experiencias tan intensas con esta actividad de movilidad humana.
Introducción:
La movilidad humana no es un fenómeno puramente social, sino más bien es un fenómeno sociolingüístico porque en ella se ven involucrados aspectos que atañen por una parte a la sociedad; y por la otra, aspectos que se vinculan estrechamente con la lengua. De acuerdo con Wardhaugh (2006) “hay una diversidad de relaciones que se establecen entre la lengua y la sociedad” (p.10). Por ello, cuando se registran cambios sociales que reconfiguran un espacio social, sin duda la lengua también los experimenta porque algunos de sus constituyentes se modifican o porque se integran ciertos elementos que llegan al sistema como consecuencia de la reconfiguración social. En el caso de la movilidad humana, coincidiendo con Wardhaugh (2006) podemos constatar que existe una relación de influencia bidireccional en donde lo social y lo lingüístico se influyen mutuamente.
Ahora bien, para el caso que nos ocupa, esta interdependencia la enfocamos específicamente en el plano de las unidades léxicas, es decir, en vocablos vinculados estrechamente con el movimiento social de reacomodo poblacional que es consecuencia de la migración a gran escala. Al respecto, constatamos que los lugares que son ocupados por los migrantes se reconfiguran, pero no nos interesa hacer una simple demarcación espacial, sino entender este espacio social desde la óptica de Vergara Figueroa (2015) “como un espacio que, circunscrito y demarcado, contiene determinada singularidad emosignificativa” (p.35) concepto que el mismo autor entiende como una fusión de significación y emoción. Así, los espacios habitados por migrantes viven un proceso de reacomodamiento, entre lugareños y migrantes, que les da un nuevo colorido. Esto se refleja en nuevas funcionalidades, significaciones e incluso nuevas facetas de las identidades que se (re)crean gracias a las actividades recurrentes de los individuos; y de los grupos o colectivos que los habitan. Estas intervenciones están mediadas por elementos discursivos vinculados con las personas porque coincidimos con Martínez-Zalce y Díaz-Mendiburo (2020) en cuanto a que, es través de ciertos marcadores discursivos que configuramos nuestra realidad, nuestras acciones y nuestras relaciones.
Luego entonces, los vocablos que se establecen para referirnos a las personas migrantes; a los procesos que estos viven en un nuevo territorio; y a las relaciones que establecen con los lugareños, son reveladores de condiciones muy particulares de la movilidad humana en un espacio social específico. Por ello, coincidimos con Gumperz (1971) en cuanto a que es importante encontrar las correlaciones de las estructuras lingüísticas –léxicas en este caso- con respecto a la estructura social y los fenómenos que se van suscitando. Al respecto, admitimos la propuesta de Hudson (1996) en cuanto a que estos “elementos lingüísticos son unidades reveladoras de la dimensión social” (p.21), es decir, nos permiten entender las relaciones entre individuos regidas desde diversas variables sociales como la clase social, la identidad, la etnicidad, el estatus, el uso del poder, la solidaridad, entre otras. Es por ello, que nos hemos interesado en el abordaje de estos vocablos, desde dos dimensiones en las que pueden producirse: una institucionalizada que los plasma en leyes, reglamentos y estatus jurídico; y la otra que corresponde a la cotidianidad y convivencia entre individuos que también genera otros marcadores discursivos.
Desarrollo:
Tapachula y la migración contemporánea: las caravanas migrantes en la frontera sur mexicana
Las sociedades que habitan en espacios fronterizos se reconfiguran significativamente como resultado de las interacciones que existen entre los nuevos actores sociales y aquellos que integran a esas sociedades receptoras. En este sentido, las caravanas migrantes han traído consigo no sólo actores sociales fenotípicamente distintos al autóctono - tapachulteco - sino también a nivel sociolingüístico; lo que introduce cambios tanto discursivos como en las prácticas socioculturales ya que estas personas terminan por establecerse en este nuevo espacio.
En virtud de su situación geográfica, Tapachula se constituye como un punto de internación estratégica para las personas extranjeras: y en consecuencia como un espacio constantemente reconfigurado; incluso si únicamente se le ve como una opción de tránsito y no como el destino final del flujo migratorio. En los últimos 5 años el incremento desbordado que se originó con las caravanas de migrantes, desde el 22 octubre de 2018 hasta enero de 2019, marcó un antes y un después de la presencia migrante en el sur de México; y estas circunstancias son interesantes para hacer un acercamiento al evento de la migración.
Estas caravanas se caracterizan por el número masivo de personas que las integran. De acuerdo con datos de la ONU la caravana que ingresó a México el 22 de octubre del 2018 estaba compuesta por más de 7,000 personas provenientes de países como Honduras, El Salvador y Guatemala. En palabras del vocero de la ONU Farhan Haq (en prensa, 2018) “en este momento, se estima que la caravana incluye a 7,233 personas, muchas de las cuales tienen intención de continuar marchando hacia el norte”. Sin embargo, muchos migrantes quedarán diseminados a lo largo y ancho del país y sin duda también en Tapachula.
Luego entonces, es primordial hacer un acercamiento a las distintas dimensiones que comprende este fenómeno; incluida la correspondiente a las prácticas socioculturales de ambos grupos -de migrantes y de lugareños- porque ellas se influyen recíprocamente en la interacción que se genera por la convivencia en los escenarios compartidos. De esta forma, la observación etnográfica del fenómeno migratorio adquiere relevancia porque nos permite explicar el impacto de la migración en la reconfiguración social del país.
Ahora bien, esta reconfiguración es posible abordarla desde distintas perspectivas; y una de ellas es el análisis de manifestaciones discursivas; misma que ha guiado este trabajo y que nos permite centrar nuestra discusión en los vocablos que se originan con motivo de la migración. Este análisis de orden sociolingüístico con respecto a una diversidad de vocablos nos permite visibilizar y reconocer un aspecto de la realidad migratoria tanto de la región como del país, para entender distintos posicionamientos de los agentes vinculados con la migración, tanto desde una perspectiva institucional como de otra social.
Particularidades lingüísticas de los vocablos
El fenómeno social de la movilidad humana es referido a partir del verbo en latín ‘migrare’ cuya acepción es ‘cambiar de residencia, moverse’ y en virtud de que nuestra lengua española tiene su origen en el latín, nos llega desde ahí este elemento lingüístico enmarcado dentro de la categoría gramatical de verbo el cual puede transformarse en un sustantivo conocido como ‘migración’ y en calidad de adjetivo en ‘migratorio’. Asimismo, dentro del español, encontramos una estructura que es denominada ‘participio activo regular’ la cual de acuerdo con Mastretta (2016) corresponde a una derivación verbal porque se construye desde una forma verbal que se complementa con el sufijo ante o ente -según el caso- por ejemplo, cantante deriva del verbo cantar más la sufijación mencionada. A nivel del sentido semántico, la estructura denota a un agente que tiene la capacidad de ejercer la acción que se expresa en el verbo. Luego entonces, el vocablo ‘migrante’ deriva del verbo migrar y denota a una persona que tiene la capacidad de cambiar su residencia o de moverse de un sitio a otro. Es importante resaltar, que un participio activo, en español, se aplica de igual forma para un hombre o una mujer, es decir, no se feminiza como algunas personas pretenden frente a esta tendencia de la igualdad de género social. Así, el término ‘migrante’ es correctamente aplicado cuando nos referimos a varones o mujeres que realizan una movilidad territorial con el propósito de instalarse en un nuevo lugar.
Por otra parte, es necesario señalar que la movilidad humana puede llevarse a cabo de dos maneras: una de ellas corresponde a la movilidad intraterritorial que efectúan las personas al desplazarse de un punto a otro dentro de un mismo territorio o país del cual son consideradas nativas; y la otra es llamada extraterritorial y ocurre cuando la persona se aleja de su país de pertenencia. Esta segunda modalidad, sobre todo, se marca en el vocablo ‘migrante’ a partir de un prefijo que conlleva una información deíctica. De acuerdo con Perdomo-Batista (2020) el aspecto deíctico marca en el vocablo la dirección en que se produce el desplazamiento. Así, por un lado, encontramos el vocablo ‘Inmigrante’ que se aplica a toda persona que llega a un país, en donde la dirección del desplazamiento es vista desde un punto espacial que corresponde al país en donde esa persona pretende instalarse. Por otro lado, tenemos el vocablo ‘Emigrante’ que se aplica a la persona que se va de su país y en este caso el punto espacial desde donde se genera el movimiento se sitúa en el país que se está dejando.
Ahora bien, la movilidad humana no solamente se vincula con estas unidades lingüísticas expuestas, sino que igualmente encontramos otros vocablos que se crean para dar cuenta del fenómeno sociolingüístico. Con respecto a ellos, es importante clasificarlos en dos tipos. Un conjunto de vocablos que es considerado ‘denotativo’ porque los términos que lo integran se ciñen a la figura lingüística de la denotación la cual, según Leonardi (2003) corresponde a un significado veraz presentado de forma clara y precisa. En función de este atributo, estos vocablos nosotros los llamamos ‘institucionalizados’ porque se generan dentro de un marco jurídico que pretende definir clara y precisamente los distintos estatus que frente a la ley puede ocupar un migrante. El otro tipo de vocablos corresponde a un grupo ‘connotativo’ de términos porque presenta rasgos de la figura de la connotación, misma que según Garrido (1991) sugiere términos con significados altamente polisémicos los cuales se determinan en función de un contexto específico. Estos vocablos, nosotros consideramos que surgen de la cotidianidad y son los que están presentes en las relaciones interpersonales de los sujetos que comparten un espacio social por lo que podemos llamarlos también sociopragmáticos.
Vocablos denotativos o institucionalizados de la migración
Las denominaciones que se utilizan para definir el estatus de los diversos migrantes que se internan en los países receptores permiten, además, identificar las razones del desplazamiento poblacional. Es necesario recalcar que los vocablos utilizados para categorizar y, por tanto, determinar los diferentes tipos de inmigrantes son importantes puesto que ellos se vinculan con las normativas correspondientes, en cada territorio. Es decir, a través de estos vocablos se construyen no sólo los imaginarios sociales hacia los migrantes; sino también los discursos jurídicos y políticos que los refieren. A continuación, presentamos algunos vocablos que definen a grupos migrantes específicos.
Términos sociohistóricos
En la categoría de términos arcaicos encontramos desterrados y expulsados. Estos términos provienen de momentos históricos de las sociedades humanas en las que algunos miembros de éstas eran obligados a abandonar su propia tierra. En el caso del vocablo desterrado/a, se aplica a las personas que sufren la pena del destierro, es decir, que está obligado(a) a abandonar su lugar de origen, generalmente, por razones de conflicto. Asimismo, según Jensen (2014) podemos “entender al destierro del área española o al degredo de la portuguesa como mecanismos de regulación y control de elementos disfuncionales o peligrosos para la paz social (delincuentes sociales y criminales por delitos contra clérigos o soldados)” (p.15); por lo que, históricamente este término se relaciona con grupos específicos de personas que han violado algún reglamento y no son bien vistos por el resto de la sociedad.
En cuanto a la expulsión de miembros de la sociedad, el objetivo era reducir los índices de criminalidad que existían en la sociedad. En Europa, se utilizó este proceso “como estrategia de colonización, defensa y reforzamiento de fronteras coloniales: traslados transoceánicos o dentro del continente” (Jensen, 2014; p.15). No obstante, esta acción causó estragos en las sociedades receptoras que tenían una población menor dado que “por supuesto operó como un castigo discrecional según la clase social, el color de la piel y la etnia (mapuches, pobres, clases populares, desocupados), transformándose en una suerte de justicia de bajo costo que además suministraba mano de obra barata” (Jensen, 2014; p.15). En la actualidad, esta acción ya casi no tiene lugar puesto que nadie debe ser obligado a abandonar su lugar de origen.
Ahora bien, el vocablo ‘expulsado’ está cercano al término actual de deportado. Sin embargo, no corresponde a la misma situación porque la persona deportada no sale de su lugar de origen. Entonces, podemos decir que actualmente “la expulsión [...] se refiere al acto por el cual un Estado obliga a una persona extranjera, que ya se encuentra en su territorio, a abandonarlo” (Kamto, 2005; p. 13). Para ilustrar, ponemos el caso de los latinos en Estados Unidos donde muchos de ellos son aprehendidos y puestos en prisiones para, finalmente, ser devueltos a sus países de origen.
Hoy en día, las autoridades migratorias de los países son las responsables de permitir el ingreso u ordenar la expulsión de una persona. Cabe señalar que “la expulsión en sentido estricto, es el ejercicio de la facultad de un Estado de exigir a un extranjero que abandone su territorio cuando su presencia continua es contraria a los intereses de ese Estado” (Comisión de Derecho Internacional, 2006; p. 67; Goodwin-Gill, 1978; p. 201-206). Por ello, en el caso concreto de las caravanas migrantes que han ingresado por la frontera sur de México, estas escapan del control de los agentes migratorios dada su característica numerosa ya que, estadísticamente, el número de migrantes aprehendidos y deportados es insignificante en comparación con el gran número de extranjeros que ingresan.
Términos contemporáneos
En primer lugar, abordamos el vocablo exiliado el cual se refiere a las personas que se han visto obligadas a abandonar su país, generalmente por razones de conflicto político. Si bien la definición podría tener grandes similitudes con expulsado, la diferencia se sitúa sobre todo en el motivo político que es el punto de referencia de la salida de un territorio; lo que lleva a denominar así al migrante. De acuerdo con Mardorossian (en Mandolessi, 2010; p.74) “no se trata solo de un cambio terminológico, aunque en muchas ocasiones la crítica se contente simplemente con ello: es decir, aplicar, a quienes antes se denominaba exiliados, la nueva etiqueta de migrante”. Entonces, el exiliado, al ser arrebatado tanto de su lugar de origen como de su familia y de otros elementos que constituyen su identidad individual y colectiva, mantiene una relación complicada y compleja con el nuevo entorno receptor. En este sentido el exilio supone una relación perturbada tanto física como psíquicamente con el hogar o la patria. En particular, la familia funciona como un anclaje con el país de origen y complica el proceso de integración por una cuestión nostálgica.
En segundo lugar, tenemos a los refugiados, personas que huyen de la guerra o de una persecución. Dadas las condiciones mundiales del siglo pasado, los movimientos de refugiados han aumentado drásticamente. De acuerdo con el INEGI (2020) en el caso del estado de Chiapas, el refugio representa el 5.4% de la población inmigrante censada; cabe mencionar que, dadas las características únicas de las caravanas migrantes, no es posible censar a cada uno de los miembros que las componen. El factor principal para este tipo de migración es la violencia y la inseguridad que existe en los países de origen de los migrantes.
Así, esta migración resulta de diversos factores que provocan el desplazamiento de grupos hacia un país receptor que puede satisfacer las necesidades de seguridad y sobrevivencia de cualquier colectivo. Este estatus de refugiado le permite gozar de un estatus de protección que el nuevo Estado está dispuesto a proporcionarle.
Finalmente, tenemos el vocablo de desplazado, aplicado a un individuo que se ve forzado a abandonar el lugar donde vive a causa de fenómenos como naturales como hambrunas, inundaciones, terremotos y en algunos casos conflictos bélicos. Asimismo, el desplazamiento de un grupo puede tener su origen en las relaciones de poder que existen entre comunidades; por ejemplo, entre las diversas culturas o grupos étnicos de un país, el desplazamiento se ha dado por el conflicto de tierras o las creencias religiosas principalmente. Así, el desplazado se instala en lugares en donde con frecuencia es víctima de la estigmatización y la discriminación ejercida por los miembros de una sociedad distinta que no ve con buenos ojos su instalación en ese nuevo espacio.
Otros vocablos denotativos dentro del marco institucional
Dentro del ámbito de la movilidad humana, el término ilegal se aplica a una persona que infringe una ley de migración de un país. Por ejemplo, los turistas que ingresan con un motivo de esparcimiento y luego trabajan de forma irregular sin tener autorización para ello son considerados ilegales. Es importante señalar que se incurre en la ilegalidad al realizar actos para los cuales no se tiene autorización en el país receptor; mientras que el vocablo indocumentado corresponde a un individuo que ingresa sin pasar un control de los documentos de identidad y permanencia necesarios para internarse al país; por lo que, estas condiciones, no lo hace forzosamente ilegal.
Entonces, los indocumentados son individuos que se internan en un territorio sin la documentación necesaria para hacerlo. De acuerdo con Martínez (2010) “[…] los indocumentados, los que entran sin permiso de nadie a países que los desprecian, son un signo poco leído de estos tiempos […] Se cuenta que algunos viajan como garrapatas adheridos a un tren en México […]” (p. 7). El tren era, hasta la caída de los puentes ferroviarios en 2005, el principal medio de transporte de los grupos indocumentados que se internaban en México y que, además, los dirigía hacia la frontera norte en búsqueda del ‘sueño americano’. Al respecto, Carrasco (2013) describe cómo se daba la trayectoria de los migrantes a través del tren denominado ‘la Bestia’ quienes son denominados indocumentados puesto que ingresan al país sin pasar los controles de documentos de identidad y no contar con permisos de permanencia.
Finalmente, encontramos a ‘los sin papeles’ que es un término traducido del vocablo francés sans papiers, (Krueger, 2001) el cual se aplica a una persona que pierde su estatus migratorio autorizado al interior de un país receptor. A diferencia del vocablo indocumentado, el sin papeles no cuenta con documentos que acrediten su estatus; pero puede contar con documentos relativos a su identidad, es decir, que permita reconocer su nacionalidad, edad, género entre otros. Dentro de este rubro, tenemos a la niñez migrante crecida en los Estados Unidos que ahora benefician del programa de Acción Diferida para los llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés).
Vocablos institucionalizados de legalización temporal
Para comenzar, tenemos la categoría turista que corresponde a personas que visitan el país con un propósito de distracción y con permiso por un periodo establecido. Con este permiso, el turista adquiere ciertos derechos que le permiten la entrada y estancia en el país, generalmente, sin ningún contratiempo. Coincidimos con Hunziker y Krapf (en De Murcia, 2012) en cuanto a que el vocablo emerge “como consecuencia del desplazamiento y estancia temporal de personas fuera de su lugar de residencia, siempre que no esté motivado por razones lucrativas” (p.3). En algunos casos, existe un proceso de visado que legaliza el estatus temporal de un individuo en otro país. Asimismo, en el ámbito educativo, los estudiantes pueden obtener un estatus de entrada y de permanencia. Por su parte, los estudiantes obtienen un permiso para frecuentar un establecimiento educativo por un periodo específico y poder tener un reconocimiento de sus estudios a partir del permiso obtenido.
Por otra parte, encontramos el estatus de visitante diplomático, vocablo que designa a personas con autorización para entrar a un país con un propósito institucional. En esta categoría entra el personal gubernamental que representa a una nación para actividades institucionalizadas. En este rubro se requiere probar la postulación o designación al puesto diplomático desde el país de origen. Aquellos quienes obtienen este tipo de visado ostentan en el país receptor, la representatividad de su país por lo que deben manejarse de forma responsable durante su estancia.
Finalmente, exponemos el vocablo de trabajador temporal aplicado a personas autorizadas a trabajar temporalmente en el país. Generalmente, los países lanzan convocatorias para reclutar personal que pueda trabajar durante una temporada en actividades específicas. En concreto, la migración calificada emerge como la principal categoría migratoria en la que muchos individuos aplican a fin de desplazarse hacia el nuevo país receptor. En términos generales la migración calificada ha sido definida como el cruce de fronteras por parte de personas ‘calificadas’ que residen en un país distinto al que nacieron (Bermúdez Rico, 2015). En relación con lo anterior, para que esta visa pueda expedirse a un individuo, es necesario que éste sea capaz de validar tanto la experiencia laboral como el nivel de estudios y el grado académico como principales requisitos. El nivel de escolaridad ha sido establecido como el principal atributo para la clasificación de los migrantes calificados (Pellegrino, 2001). Pero existe también dentro de este rubro, aquella mano de obra que, sin estar escolarizada, es también calificada. Por ejemplo, en las actividades laborales relacionadas con el campo tales como pizca de frutas, siembra de productos agrícolas, cuidado de viñedos, entre otros. A diferencia de los individuos escolarizados, este permiso se concede a personas de clases sociales bajas que tengan experiencia en el campo y que puedan desempeñarse en éste. De este modo, la migración calificada incluye tanto a personas escolarizadas y no escolarizadas que entran al país con el propósito de impulsar la productividad y generalmente está enmarcada dentro de convenios específicos entre los distintos países.
Vocablos connotativos o sociopragmáticos
Aparte de los términos ya expuestos, la convivencia cotidiana de los migrantes con los lugareños, da posibilidad a la creación de un cierto conjunto de vocablos que justamente nos permite entender el tipo de relación social que entre los colectivos se establece. Generalmente estos vocablos surgen cuando la migración de un colectivo se desborda, de tal manera que la presencia excesiva de migrantes provoca que, aquellos que ocupaban el espacio previamente, se sientan de alguna manera amenazados, aunque con frecuencia sin realmente tener una justificación. Estos vocablos que surgen dentro de la cotidianidad son generalmente expresados a través de la figura discursiva de la metáfora; y al mismo tiempo, son marcadores discursivos que evidencian las relaciones de poder que se instalan entre los integrantes de dos colectivos distintos (lugareños o autóctonos y migrantes). Indiscutiblemente estos términos conllevan una gran carga peyorativa porque degradan las características de los individuos del grupo llegado a un espacio específico. Al respecto, Farid Merabet (2001) miembro de la Asociación Francesa Droit de Cité, establece que los significados de estos vocablos se establecen en función de la percepción de los sujetos locales porque “para el hombre de la calle, el inmigrante es un integrista; para el comerciante es un delincuente; y para el policía es un clandestino” (citado en Krueger, 2001; p. 75). Es por ello que este tipo de vocablos son considerados sociopragmáticos porque tienen su origen en la praxis social cotidiana en donde los unos y los otros se miran y se reconocen desde perspectivas muy específicas.
Varios son los ejemplos que se reportan en diversos puntos de la geografía mundial que se constituyen como puntos de destino de la migración de los colectivos humanos. Así, encontramos que todos estos vocablos, promovidos desde estereotipos, se crean en la relación que los residentes de un espacio construyen con los nuevos llegados a él. Situémonos primero en Francia, en donde constatamos en el discurso cotidiano de la población una diversidad de términos que son aplicados a los migrantes en función de diversos factores. Rital, se refiere a los italianos o a personas con orígenes italianos que llegaron a Francia. Beur, término que se aplica a los migrantes del Magreb (Argelia, Marruecos o Túnez) y a personas nacidas en Francia con orígenes familiares magrebíes. Harki, se aplica a musulmanes franceses de origen norteafricano repatriados en la década de los 80s. También se aplica a argelinos que abandonaron su país debido a su comportamiento anti-independiente durante la guerra de Argelia. Pied-Noir, se aplica a los ciudadanos franceses que residían en Argelia y que se vieron obligados a salir de ese país tras el evento de la independencia. Estos colectivos migrantes son significativos en Francia y por ello se han generado vocablos para designar a sus integrantes.
En el caso de España, los vocablos sociopragmáticos registrados se enfocan a otro tipo de colectivo de migrantes. Así, podemos escuchar en la cotidianidad española los siguientes términos: sudaca, el cual refiere a todo individuo proveniente de Sudamérica. Moro para aquel que tiene características del Magreb (norte de África). Charnego, en Cataluña, inmigrante de una región española de habla no catalana que habita en Cataluña. Güiri, que se aplica a un extranjero europeo inmigrante en España. Vemos entonces que para el surgimiento de estos vocablos es una condición que la presencia de migrantes de un colectivo sea representativa o incluso excesiva. En cuanto a Estados Unidos, constatamos la existencia de varios vocablos que se aplican a los latinos y particularmente a los mexicanos que se establecen en ese país. Por ello encontramos: Espalda mojada, (del inglés wetback) se refiere a un inmigrante irregular que se supone cruzó nadando por el río. Sobretodo suele referirse a mexicanos. Mojarrita, se aplica a cualquier latino que ha cruzado la frontera de forma irregular. Beaner, se aplica a individuos mexicanos que se encuentran en el país.
Con respecto a estos vocablos sociopragmaticos, coincidimos con Monnet (2001) en cuanto a que evidencian relaciones jerarquizadas y por ello, en esta nueva diversidad cultural del espacio, estos vocablos revelan un orden social lleno de desigualdades diversas fundadas bajo la base de la diferencia. En este mismo sentido, Santa María (2001, citado en Monnet 2001) argumenta que estos vocablos manifiestan una tendencia hacia la exclusión porque promueven la discriminación de los integrantes de un colectivo de migrantes llegados a un espacio social específico. Con base en lo anterior, es importante permanecer atentos a la emergencia de vocablos peyorativos dentro del español mexicano que sin duda surgirán porque esas caravanas de migrantes, con destino a Estados Unidos, dejarán diseminados por el país un número representativo de migrantes que se integrarán a los espacios sociales dentro del territorio. Por ahora este fenómeno sociolingüístico asociado con la migración masiva en México está gestándose por lo que no hay reacciones de confrontación por parte de los lugareños; sin embargo, en la medida que los migrantes se asienten de manera permanente en el territorio, las relaciones sociales de diversos espacios se reconfigurarán y con ello aparecerán en el discurso, vocablos muy particulares que darán cuenta de cómo se miran los colectivos.
Conclusiones:
La denominación que se le atribuye a cada individuo migrante es sumamente importante ya que a partir del lenguaje se construye y reconoce un estatus y un posicionamiento en la sociedad receptora. Por ello, la correcta interpretación de los vocablos y su uso apropiado propician que el encuentro entre los grupos migrantes y autóctonos del país receptor tenga lugar evitando conflictos sociales. A través de los vocablos denotativos o institucionalizados se reconoce la disposición de las instancias jurídicas para acoger a cualquier individuo migrante, ya que cada vocablo de este tipo genera un estatus social que conlleva la atribución de ciertos derechos que pueden ejercer las personas en ese nuevo territorio a través de un permiso.
En cuanto a los vocablos de orden connotativo, podemos afirmar que son reveladores de configuraciones sociopragmáticas porque emergen de las prácticas sociales cotidianas refuncionalizadas en virtud del contacto cotidiano entre migrantes y lugareños. Es relevante señalar que, como consecuencia de la masificación migratoria, los intercambios interculturales influyen grandemente las interrelaciones sociales; por lo que las percepciones y los posicionamientos de unos frente a otros se tornan visibles. Esta visibilidad, si se nutre de estereotipos, va a generar la emergencia de vocablos que promueven la jerarquización, la discriminación y la exclusión. Este tipo de distinción del ethos cultural se expresa en el discurso, y crea en las representaciones sociales, percepciones y actitudes, frecuentemente distorsionadas, sobre todo en relación con los migrantes; lo que va en detrimento de la diversidad cultural porque se contrapone al reconocimiento de lo plural.
Luego entonces, es primordial estar atento a los elementos socio discursivos que emergen y definen al migrante en un espacio social específico porque esto permite que tanto el Estado como la sociedad receptora, favorezcan las relaciones sociales interculturales, apoyadas en una política migratoria respetuosa de los derechos humanos de cada migrante. Sin duda, el lenguaje tiene un rol revelador en la reconfiguración de las sociedades donde el encuentro cultural y lingüístico es detonado por las nuevas dinámicas de la migración masiva en este mundo contemporáneo.
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Palabras clave:
migration, sociolinguistics, discourse analysis