Resumen de la Ponencia:
A partir de los desarrollos del sociólogo estadounidense John Brookshire Thompson, se define a la
dominación como un tipo de relación característica de la vida social, en la que el poder se establece de forma “sistemáticamente asimétrica”. Es detentado por unos de una manera durable que excluye -e incluso mantiene inaccesible- a otros. En este esquema, coexisten individuos o grupos “dominantes” y “subordinados”, así como todos aquellos que ocupan posiciones intermedias, según el acceso a los recursos. En tanto, Michel Foucault concibió al
poder como aquello que se ejerce: es una capacidad o una relación, no una propiedad. Sin embargo, su capacidad de ejercicio debe entenderse en función de las relaciones de fuerza existentes. En consecuencia, para Thompson, el poder se reduce a aquellos que controlan determinadas funciones, (re)produciéndose una desigualdad de medios, establecida a nivel institucional. De allí, que la dominación se predique mayormente por asimetrías sistemáticas entre clases, géneros, etnias o naciones. Además, dominación e
ideología están intrínsecamente unidas: la primera es reproducida por la segunda. Así, “estudiar la ideología es estudiar las maneras en las que el significado sirve para establecer y sostener las relaciones de dominación”. Por otra parte, conviene recordar con Anthony Giddens que el poder puede ser entendido como
control, en la medida en que ciertos agentes o grupos son capaces de influir en las circunstancias de acción de otros. A su turno, el historiador español Julio Aróstegui, realizó una genealogía del concepto de
control social y lo definió como “una condición inexcusable del orden social”, de su permanencia y reproducción, gracias a la conformidad de los miembros para con el sistema. Al ser ejercido desde el Estado, éste se convierte en el mismo control, porque ninguna institución deja de ser “una agencia de control social”. Sobre este constructo teórico, se examinan las políticas de ordenamiento urbano aplicadas en Santa Fe y Rosario (Argentina), entre 1976 y 1983. Se las explica como parte de los modos de control impuestos a todo el cuerpo social, para mantener la dominación ejercida, analizando las formas de ejercicio del poder asimétrico a través de una de sus dimensiones: las políticas urbanas. Concretamente, los gobiernos dictatoriales locales emprendieron un conjunto de decisiones y de acciones de gobierno en materia urbana que contribuyeron a consolidar la idea de ciudad y de sociedad que tenían (y deseaban imponer o conservar) los sectores dominantes. De ese modo, fortalecieron situaciones precedentes y/o las fijaron en la materialidad, potenciaron cursos de acción pendientes o que no habían alcanzado su culmen y emprendieron algunas políticas novedosas. La tónica que las atravesaba era una de exclusión social. Empero, quienes las sufrían, pudieron presentar algún tipo de
resistencia; la contracara del poder, según Foucault.