Resumen de la Ponencia:
En Chile, la escolarización primaria y secundaria es casi universal (85%)(Siteal, 2015). Sin embargo, existen desigualdades de ingreso y caminos educativos con acceso diferenciado a las herramientas culturales y sociales -según nivel socioeconómico, zona y etnia- (Opazo, 2017; Webb et.al., 2016).Estas desigualdades se asocian al modelo educativo chileno, caracterizado por privatización, segregación y selección (Bellei, et.al. 2015). Además, un modelo hegemónico-colonial y monocultural, débilmente integrador de diversidades territoriales y étnicas (Muñoz, 2021). Desde mediados de los 90` se han instalado Programas de Educación Intercultural Bilingüe, trabajando en incorporar elementos culturales y lengua en ciertos establecimientos, pero no necesariamente en generar curriculum pertinentes a contextos educativos de origen, incorporar conocimientos de familias y comunidades o considerar apoyos frente a origen étnico y/o rural en experiencias y expectativas de estudiantes, generando discontinuidades educativas y segregación (Muñoz, 2021;Webb, Canales y Becerra, 2016).Frente a esto, cabe la pregunta de ¿cuáles son los capitales de los entornos educativos, familiares y comunitarios de estudiantes que pasan de educación básica rural a liceos urbanos en contextos mapuche y de qué manera son valorados o marginados por la educación formal?El objetivo de este trabajo es conocer elementos estructurales -para lo que se utilizan conceptos de capital cultural territorial/étnico y capital social/emocional- que inciden en continuidad, o receso escolar. Se estudia el caso de estudiantes de diversas zonas rurales mapuche en Chile que estén en proceso de tránsito educativo de primaria a secundaria, la metodología es cualitativa y se realizan entrevistas a familias y agentes educativos.En torno al origen territorial y/o étnico, existirían dinámicas relacionales, generacionales y afectivas que favorecen o dificultan caminos educativos o de trabajo. El capital territorial/étnico implica códigos validados y trasmitidos en grupos de pertenencia, desplegados en organizaciones y acciones, que posibilitan negociaciones (Noble, 2013; Scandone, 2017; Sepúlveda Sanchez, 2018; Wallace, 2017). El capital social/emocional se asocia a recursos emocionales: conocimientos y relaciones que se transmiten/mantienen por lazos cercanos (Reay, 2000; Zembylas, 2007) afectos y cuidados que aportan seguridad a jóvenes para enfrentar situaciones y manejar sentimientos de ambivalencia, inferioridad o superioridad, desplegados en las prácticas y en relaciones con otros (Ahmed, 2004; Reay, 2015).Algunos resultados preliminares obtenidos del trabajo de campo, se asocian a que, respecto a capitales étnicos/territoriales, se evidencia que las familias no necesariamente conciben entrega de saberes territoriales y culturales en las escuelas, sino que son trasmitidos principalmente en familias y sólo si estudiantes quieren, en cuanto a capitales sociales/emocionales, se reflejan historias de identificación temprana o tardia con el origen mapuche en familias, lo que se asocia a sus propias historias de migración. También existe temor que estudiantes se vayan y no regresen, apareciendo la dualidad de “retener” o “liberar” a estudiantes en contextos.