Descripción de la Publicación académica:
Pensar la(s) cocina(s) como construcción histórico-cultural es reconocer su complejidad, la convergencia del alimento, el comensal y la cultura en la alimentación (Aguirre, 2004), los innumerables usos sociales y simbólicos que suelen atribuírsele (Bass et al., 1979), la transmisión de saberes que implica, y, su dimensión biológica, económica, política y cultural (Díaz, 2015). En las últimas décadas, en Argentina (y en las Américas en el contexto de globalización neoliberal) se han producido cambios estructurales en el agro (Guerreiro y Wahren, 2016; Blacha, 2019) que han afectado el acceso a la alimentación provocando un pasaje de la desnutrición a la malnutrición por la forma en que los intereses económicos inciden en las necesidades de la población (Blacha, 2020). En el NEA argentino, se estima que el 13% de la población reside en hogares en situación de indigencia (INDEC, 2019), según el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA, UCA, en Tuñon, 2019) entre 2010 y 2018 se incrementó la propensión a la inseguridad alimentaria, un 13% de la población infantil padece inseguridad alimentaria de modo severo. Las familias, el ámbito por excelencia adonde se preparan los alimentos, también se han visto impactadas por el capitalismo avanzado: las relaciones entre sus miembros se han liberado de antiguas prescripciones sociales, el ciclo de vida se ha vuelto flexible (Torrado, 2012). La pobreza de los hogares condiciona los procesos de socialización, los consumos culturales, los estímulos para el desarrollo de las capacidades fundamentales para el acceso a la estructura de oportunidades, agudizando la vulnerabilidad de sus miembros (Kaztman, 2000; Katzman y Filgueira, 2001). Ante este escenario, en este trabajo me propongo comparar en tres generaciones de mujeres de origen rural las estrategias de preparación de alimentos, los estilos culinarios, la memoria y la transmisión de saberes y rituales culinarios. Metodológicamente propongo un estudio cualitativo, me valdré de entrevistas en profundidad, observación de fotografías familiares y de recetarios. Estimo que la comparación diacrónica del rol que mujeres de tres generaciones dempeñaron y desempeñan en las cocinas de sus hogares evidenciará no solo los cambios estructurales (de orden político, económico y global) que inciden en la preparación de alimentos, sino también los nuevos roles que las mujeres han asumido, su relación con la cocina, y, cómo la crisis de los cuidados (CEPAL, 2020; Batthyány y Sánchez, 2020) repercute en el acceso a nutrientes, especialmente considerando a NNyA. En consonancia con lo que propone Aguilar Piña (2013) busco “comprender la alimentación como un fenómeno transhistórico y transcultural” (p. 25), entendiendo que la alimentación humana presenta condiciones materiales diferenciadas y formas específicas de configuración de acuerdo con las necesidades de los grupos sociales y sus entornos, conformando “sistemas de alimentación” dinámicos, sufren alteraciones sistémico-procesuales (Aguilar Piña, op.cit).