Resumen de la Ponencia:
El mundo se organiza mediante representaciones, símbolos, significados narrados e instaurados por discursos hegemónicos, que han ubicado a los cuerpos en diferentes categorías, lo cual ha generado que diversas subjetividades encarnen este mundo atravesadas por experiencias de opresión y privilegio. Ello ha constituido a algunas corporalidades como periféricas. Este ha sido el caso para las mujeres, especialmente quienes han sido atravesadas por contextos de guerra. En Colombia, por ejemplo, un territorio que ha experimentado el horror del conflicto armado por más de 60 años, la violencia ha inscrito fuertemente esa ‘otredad’ en los cuerpos feminizados, la cual está marcada, en diferente medida, por intersecciones de clase, discapacidad, raza, género y etnia.En medio del conflicto armado estas corporalidades habitamos en contraposición a una lógica de guerra que impone el imaginario de un cuerpo ideal y único con capacidades obligatorias estructuradas, que funcionan como mecanismos reproductores de un orden social regulatorio que favorece cuerpos pensados para la guerra e invisibiliza la diversidad de experiencias.Yo he sido uno de esos cuerpos y, como tal, considero que una manera de posicionar estas realidades que han sido sexualizadas, olvidadas, cosificadas y subyugadas en la guerra es enfocarse en sus resistencias. Esta ponencia es parte de una investigación que se hace esas preguntas y que busca navegarlas como ‘resistencias otras’, que nacen desde la no-violencia y la cotidianidad de las mujeres y las personas feminizadas: con un hacer, un pensar, unas interacciones y un vivir atravesados por la cultura, la memoria y las dinámicas discursivas que soportan matrices de poder sobre esos cuerpos. Así pues, mi argumento aquí es que sentipensar esas resistencias desde una apuesta que busque ubicarlas en los cuerpos de las mujeres y los feminizados permite que esos grupos oprimidos puedan colectivizar sus experiencias y ejercer agencia para confrontar lo vivido.Para que un esfuerzo como este contribuya a transformar esas realidades y forjar nuevos conocimientos, las estrategias de resistencia surgidas de esas experiencias deben ser tejidas desde abajo, con las sobrevivientes de la guerra, a través de la construcción de redes horizontales, solidarias, creativas y subversivas de juntanza, entendiendo al cuerpo como un lugar que puede potenciar procesos de reparación psicosocial que estén atravesados por los propios recursos, conocimientos, prácticas y costumbres de las mujeres, siempre dentro de su cultura y buscando construir otros mundos en medio de sociedades fragmentadas.Entonces, las voces de las mujeres estamos surgiendo porque deseamos narrar nuestra propia historia como mujeres diversas, como habitantes de la periferia que tejen saberes que resisten a la guerra, que sanan, que reparan, que juntan y que resignifican su lugar y se sitúan en contra de los discursos coloniales hegemónicos que buscan leerlas como meros botines de guerra.
Introducción:
En este recorrido escritural, describiré lo adelantado en mi experiencia investigativa dentro de la maestría que me encuentro cursando, cabe aclarar que aún no se concluye este viaje por el conocimiento. Mencionó la palabra viaje porque es la manera como mi corporalidad entiende y encarna el proceso investigativo, en tanto este, tiene una preparación, un momento de accionar, donde te juntas con diversas personas, sales de tu zona de confort y te enfrentas a lo desconocido, posteriormente incorporas aprendizajes que evocan recuerdos. Esta es una experiencia que me atraviesa, es así que no comparto lo expuesto por la colonialidad del saber, es decir, que el conocimiento debe seguir una estructura rígida. Por el contrario, yo creo que este se construye en el compartir, en la experiencia y es atravesado por la emocionalidad, el cuestionar, el analizar y el reflexionar.
Considero conveniente explicar que la noción diversidad en esta investigación, se retoma para nombrar la mirada interseccional que poseen las corporalidades, terminología proveniente de los territorios feministas. Quienes exponen que los cuerpos están conformadas por diferentes categorías que los y las llevan a vivenciar y entender el mundo de formas diferentes, para este proceso se reconocen la raza, género, sexo, edad, discapacidad, ruralidad, reincorporación.
Desarrollo:
El objetivo que busca mi investigación es comprender las resistencias otras, narradas y compartidas por un grupo de mujeres diversas sobrevivientes del conflicto armado colombiano del municipio de Arauquita como parte de un proceso local de reparación psicosocial desde abajo, desde un enfoque histórico - hermenéutico.
Ahora bien, para entender el territorio, Colombia hace más de 60 años se encuentra en guerra, tiene 32 departamentos. Uno de ellos es el departamento de Arauca, que se encuentra en el oriente colombiano, frontera con Venezuela, exactamente con el estado Apure. Territorio marcado como zona roja, por las acciones bélicas que han encarnado sus habitantes, especialmente en los municipios Saravena, Tame y Arauquita. A través de la firma del acuerdo de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del pueblo (FARC-EP) en el 2016; Arauquita fue una de las 16 zonas priorizadas para la implementación del mismo, por tanto, en esta, se ubica uno de los Antiguos Espacios Transitorios de Capacitación y Reincorporación (A ETCR), donde al momento de la dejación de las armas se llegaron a concentrar cuatro frentes de las FARC-EP.
El fenómeno del conflicto armado que ha atacado deshumanamente a sus habitantes, según el Registro Único de Víctimas, hasta el 31 de diciembre de 2021 en Colombia se habían registrado 9.321.426 Víctimas. De las cuales 155.951 pertenecen al departamento de Arauca, 27.986 al municipio de Arauquita y dentro de estas 13.670 son mujeres. En otras palabras, todas estas cifras dan cuenta de la necesidad de situar esos datos en las regiones y cruzarlos también con preguntas sobre diversidad y experiencias directas de mujeres de las que hablan todos esos números sin nombrarlas, incluso ocultándolas.
Después de estás cifras y mencionar la palabra víctimas, cabe aclarar que según el artículo 3 de la Ley 1448 de 2011, las personas afectadas por algún hecho victimizante dentro del marco del conflicto interno son categorizadas como víctimas. Sin embargo, en palabras de Victoria Lugo, Paula Sánchez y Christian Rojas (2018), “en la literatura revisada se encontró alusión especialmente a la necesaria transformación de la categoría de víctima a las de sobrevivientes, agentes o testigos”. (p. 63). Teniendo en cuenta el posicionamiento ético-político de esta investigación, el término que se adoptará para enunciar a las mujeres diversas que han sido violentadas o afectadas por el conflicto armado será el de sobrevivientes con la convicción de que esta noción habla de una forma de emancipación y de resistencia ante las interpretaciones institucionales que en sus formas de operar llevan a la revictimización y deshumanización de sus vidas.
Para seguir navegando por estas aristas, nos introduciremos en la corporalidades de las mujeres, viéndolas como territorio, el cual dentro del marco del conflicto armado, mediante los lentes de las estructuras de poder del patriarcado sus cuerpos son: sexualizados, cosificados, discriminados, territorios de conquistas o castigos y botín de guerra, en algunos contexto más que otros dependiendo las intersecciones que atraviesa a estas mujeres. Aspecto expuesto por literatura investigativa de: Rita Segato (2016), la comisión de la verdad (2022), Carolina Maldonano (2021), Erika Ayala & Eduardo Osorio (2016), Gloria Zapata et al. (2020), Paula Medina (2018), Mónica Colina (2018), Anctil Avoine (2017), entre otras.
Respecto a los antecedentes en relación a mujeres y conflicto armado en Colombia, Liliana Chaparro (2021) mediante un recorrido por diferentes documentos escritos entre 1900 y 2008, da cuenta del giro epistemológico sobre la violencia sexual en el conflicto armado. Por su parte, Paula Medina (2018), a través del Registro Único de Víctimas (RUV) y los relatos de las víctimas, desde una lectura feminista interseccional analizó las múltiples violencias, como parte de un continuum (no lineales y que se refuerzan entre sí), y el impacto de esta sobre las mujeres afrodescendientes en el conflicto armado.
Además, Stefannia Parrado (2014) problematiza la reparación que el Estado ofrece desde el marco de justicia transicional a las mujeres indígenas víctimas de violencia sexual. Ahí realiza una crítica a la ausencia de una dimensión real de las posibilidades económicas y políticas que el Estado provee para los procesos de reparación integral.
Por otro lado, Mónica Colina (2018) se enfoca en las resistencias civil noviolenta, mediante un ejercicio de entrevistas y grupo focales realizado a la Asociación de Mujeres Cultivadoras de Paz del Municipio De Arauquita, donde da cuenta de acciones adelantadas por estas mujeres. Lo que “ha impulsado y motivado a una transformación del tejido social, a través de la memoria han reconstruido un pasado difícil por un presente de oportunidades y emprendimiento, en el que ellas son las protagonistas” (p.59), tomando un rol proactivo y de cambio social dentro de su comunidad, posibilitando nuevas oportunidades para sí mismas, su familia y contexto.
El conflicto armado y sus acciones o efectos sobre las corporalidades es una problemática político-social-cultural que ha sido abordada dentro y fuera del país, pero esta vez, busco navegar esta problemática a modo de una co-construcción de mujeres y entre mujeres desde abajo. Constituye una manera de sentir el devenir del cuerpo más allá de lo visto para incorporar lo silenciado antes de dar paso a lo escuchado; a la vez, configura aperturas epistémicas, posturas políticas y reconstrucciones históricas con la agencia de mujeres diversas dispuestas a compartir la creación de conocimiento. Esta es una investigación en la que la pregunta se centra en los experiencias corpo-sonoro-multivocales de las resistencias otras contenidas en narrativas colectivas tejidas por un grupo de mujeres diversas, habitantes de la vereda Filipinas del municipio de Arauquita, para sentipensar las reparaciones psicosociales desde abajo.
Es así que, navegaré el propósito de mi investigación desde dos áreas de conocimiento: los estudios feministas descoloniales y los estudios críticos de discapacidad. Los feminismos como campo de análisis crítico tienen una especial preocupación por relevar todas aquellas condiciones que oprimen a los sujetos femeninos, masculinos y diversos, al tiempo que analizan la manera en que estas personas se hacen cargo de su realidad. Específicamente, los feminismos decoloniales, los cuales ofrecen elementos para construir nuevas aproximaciones analíticas que incorporan las intersecciones entre discapacidad, conflicto armado, género, diversidad y ruralidad. Asimismo, estas perspectivas permiten considerar que las medidas de reparación van más allá de un mecanismo legal, develando su potencia para que las llamadas “víctimas” instauren acciones como sujetos políticos y transformadores de realidades
Por otro lado, en línea con lo que expone Pino y Tiseyra (2019), los estudios críticos en discapacidad permiten un análisis específico en relación a la corporalidad en contraposición a las capacidades obligatorias estructuradas para el cuerpo ideal y único, las cuales funcionan como mecanismo normativo regulatorio de los cuerpos invisibilizando la diversidad. Por tanto, dicha perspectiva posibilita la reconceptualización de las experiencias y vivencias como son las resistencias para las transformaciones sociopolíticas de los cuerpos diversos en contextos sociales y culturales enmarcado por el conflicto armado.
Para entender el concepto resistencias otras, retomo a María Lugones (2011), quien expone que las resistencias no son una meta, sino un camino, una condición de posibilidad de liberación, dando lugar a la politización del cuerpo y con la convicción de que se busca romper con los discursos dominantes si se desea una transformación reconocible en lo social mediante una tensión entre la “subjetificación (la formación/información del sujeto) y la subjetividad activa” (p. 109). Esta última tiene una agencia mínima requerida que se da en el marco de la infra-política (lo privado, lo oculto) puesto que, en un contexto público, al sujeto agenciado se le niegan tanto la voz como la autoridad, la legitimidad y los sentires en la medida en que se busca impedir que trascienda a lo social. Esta se puede dar de manera individual y colectiva – de ahí que me refiera a ellas en plural – dentro de las diferentes comunidades que han viven las marcas de la violencia en el marco de la guerra.
Así que, cuando la resistencia en plural logra crear que los grupos oprimidos puedan colectivizar sus experiencias y ejercer agencia que confrontan lo vivido con sus propias resistencias, contribuyen a transformar los significados impuestos por las estructuras de poder. Así, las resistencias otras son enfocadas desde la no violencia y la cotidianidad de las mujeres, con un hacer, un pensar, unas interacciones y un vivir atravesados por la cultura y sus dinámicas discursivas sobre el poder hegemónico dentro del territorio que se habita. Por eso mismo, en línea con Esperanza Hernández (2017), terminan ubicadas como constructoras de paces desde abajo, porque resisten propositivamente por mecanismos noviolentos, buscando alternativas de cambio y transformación para dignificar la vida, surgiendo el empoderamiento pacifista. Este tipo de resistencias se fundamenta en formas creativas, densas y diferenciadas de habitar algunos cuerpos que se resisten a través de sus narrativas corpo-sonoro-multivocales íntimas y cotidianas conscientes de sus implicaciones en y con el cambio de los tejidos sociales regionales.
Ahora bien, para contextualizar las reparaciones en Colombia, mencionaré que: están a cargo de la justicia transicional, según Ley 1448 de 2011, Art. 25, esta “comprende las medidas de restitución, indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición, en sus dimensiones individual, colectiva, material, moral y simbólica”. Para esta investigación, se sentipiensa la reparación psicosocial desde una noción interseccional que permite examinar los vínculos que se tejen y fusionan entre las desigualdades expresadas en los modos de sentir los hechos de violencia, aspecto que da cuenta de las estructuras de discriminación y opresión en relación con características como la edad, religión, clase social, genero, raza y etnia, territorio o el conflicto. Por consiguiente las medidas de reparación psicosociales no pueden ser homogéneas, ni tan individualizadas. Por el contrario, estas deben posibilitar el retejer las relaciones fragmentadas desde una mirada pacifista, solidaria y de confianza, ya que según Mónica Cabarcas (2019): “facilita la comprensión de las relaciones de poder y la interacción de los sistemas estructurales de subordinación en determinados contextos sociales y permite vislumbrar las experiencias de las personas y el lugar que ocupan en la interacción” (p. 49).
Por tanto, la reparación tampoco puede ser entendida de una forma estrictamente vertical, en el caso de las mujeres diversas ha de posibilitar que pase por “un recuperar la autoridad en su cuerpo y entenderlo ya no como un territorio de conquista” (Parrado, 2014 p. 40). Más bien, debe ser vista como la participación desde las resistencias otras y desde la comprensión de las huellas de la guerra en los territorios geográficos y corporales con sus concepciones socioculturales y la manera como se reconstruyen las relaciones entre sus habitantes.
Conclusiones:
En definitiva, es urgente salirse de las delimitaciones patologizantes, individualizadoras para enmarcarse por “principios como los de dignidad, apoyo mutuo, solidaridad, vida con calidad, enfoque de derechos, enfoque de género y desarrollo humano integral en salud mental” (Villa, 2012, p. 353). Esto, sin duda, nos permite pensar la agencia y el trabajo colectivo para sentipensar la ruptura del tejido social provocada por la guerra que busca apoderase de los cuerpos y de los territorios.
Sentipienso que las voces de las mujeres estamos surgiendo porque deseamos narrar nuestra propia historia como mujeres diversas, como habitantes de la periferia que tejen saberes que resisten a la guerra, que sanan, que reparan, que juntan y que resignifican su lugar y se sitúan en contra de los discursos coloniales hegemónicos que buscan leerlas como meros botines de guerra.
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Palabras clave:
Resistencias otras, reparaciones psicosociales, mujeres diversas, conflicto armado, Colombia.