Resumen de la Ponencia:
El turismo es un fenómeno social, que está ligado a los cambios económicos políticos y sociales que se registran en el ámbito Internacional y Nacional, surge como una necesidad de esparcimiento y recreación en la población. Durante las últimas décadas el turismo ha experimentado una continua expansión y diversificación, convirtiéndose en uno de los sectores económicos de mayor envergadura y crecimiento en el mundo. Debido a esta diversificación y a la gran oferta de actividades, se puede enunciar que el turismo ha logrado llegar a muchas partes del mundo, en el caso de México se considera que esta actividad ha proliferado en la mayor parte del país y en muchas comunidades actualmente se ha introducido como actividad económica complementaria a las ya existentes. El turismo comunitario surge de esta diversificación y representa una opción de desarrollo económico y social en las zonas rurales de México habitadas por pueblos indígenas. Se trata principalmente de emprendimientos productivos que tienen una participación activa de las comunidades en la gestión y los beneficios se distribuyen esencialmente en su contexto local (Palomino, et al., 2015). Desde los estudios turísticos con perspectiva de género se ha apostado por un cambio social, debido a que en el turismo (por ser un ser fenómeno cambiante, integrador y multicultural) se ve una posibilidad de que los roles y las relaciones de género se renegocien y reestructuren (Tucker, 2007). Lo anterior debido a que cuando las mujeres se emplean en los proyectos de turismo se generan impactos positivos como negativos que en consecuencia crean una serie de efectos que se retroalimentan y alteran la estructura de las comunidades, a la vez qué se contribuye con el desarrollo de las mujeres (Díaz, 2010).Lo anterior asociado a las crisis económicas y cambios globales ha propiciado que los hombres dejen de ser los proveedores únicos del hogar y por ello el ordenamiento de género tradicional en el espacio privado comienza a debilitarse y con ello las relaciones de poder binarias (Zapata y García, 2018). En la comunidad de San Antonio Cuajimoloyas, las mujeres se emplean de los proyectos de turismo comunitario, lo que ha generado diversos cambios a nivel personal y doméstico en donde se ha observado que existe una transgresión de los roles de género tradicionales ya que los hombres participan en las actividades domésticas y las mujeres se han vuelto proveedoras, esto ha impulsado la reconfiguración de las masculinidades indígenas, esta construcción de identidades masculinas indígenas está en estrecha relación con sus prácticas socioculturales como la familia, el trabajo y la comunidad, donde están presentes elementos que son aprendidos y actualizados en las formas de participación que los hombres lleven a cabo en sus actividades cotidianas.
Introducción:
El turismo es un fenómeno social, que está ligado a los cambios económicos políticos y sociales que se registran en el ámbito internacional y surge como una necesidad de esparcimiento y recreación en la población. Esta actividad tiene su origen en la industrialización progresiva en las aglomeraciones urbanas y en la psicología del vivir cotidiano, su evolución se ha visto favorecida por el desarrollo de las comunicaciones y el transporte, así como por la disponibilidad de tiempo libre (Acerenza, 2000).
En el caso de México, se ha posicionado como uno de los principales destinos turísticos, debido a que posee vastos e importantes recursos naturales que le permiten captar considerables divisas. De acuerdo con los datos del Banco de México el turismo aporta el 8% del Producto Interno Bruto total generando más de 1.8 millones de empleos remunerados y posicionándose como la tercera actividad económica generadora de divisas en el país (Ruiz, 2008). Debido a la diversificación del turismo y la gran oferta de actividades que ofrece, se puede constatar que el turismo ha logrado llegar a la mayor parte de México y en distintas comunidades se ha introducido como actividad económica complementaria a las ya existentes, generando empleos que permiten laborar también a las mujeres creando con ello impactos tanto positivos como negativos que en consecuencia crean una serie de efectos que se retroalimentan y alteran la estructura de las comunidades, a la vez qué se contribuye con el desarrollo de las mujeres (Díaz, 2010).
Turismo Comunitario
En México, las actividades turísticas alternativas (ecoturismo, turismo rural y turismo de aventura) llegan a los pueblos y comunidades indígenas por dos frentes: desde la perspectiva de las instituciones gubernamentales como un nuevo medio para su incorporación productiva al mercado nacional, mediante el aprovechamiento de sus ventajas comparativas al poseer riquezas naturales y culturales que demanda el turismo y; por medio de iniciativas comunitarias autodirigidas que además de considerarlo una opción económica lo consideran un mecanismo para reapropiarse y usufructuar los recursos naturales básicos para su existencia, así como una oportunidad para mejorar su calidad de vida, fortalecer su organización social y valorar los patrimonios identitarios (Gasca, et al., 2010).
En Oaxaca, el turismo ha sido considerado en el Plan Estatal de Desarrollo sustentable como una alternativa a corto y mediano plazo para generar empleos, elevar el nivel de ingresos e impulsar el crecimiento económico. En el contexto del incremento de las migraciones por falta de opciones laborales, de la creciente preocupación por la conservación de los bosques, así como por el auge mundial de la búsqueda de nuevos destinos turísticos naturales, Los Pueblos Mancomunados inician en 1998 en la comunidad de Benito Juárez, su incursión en las actividades turísticas, ofreciendo hospedaje y alimentación en cabañas y comedores comunitarios así como la observación de flora y fauna y recorridos por senderos (Gasca, el at., 2010). Con lo anterior, la percepción del turismo como un nicho de oportunidad productiva, económica y de desarrollo para el Mancomún se fortaleció. Por ello, se ha adoptado esta actividad como alternativa económica y actividad complementaria, el cual ha aumentado su potencialidad para ser incluido incluso como actividad principal en algunos lugares.
El turismo comunitario representa una opción de desarrollo económico y social en las zonas rurales de México habitadas por pueblos indígenas. Se trata principalmente de emprendimientos productivos que tienen una participación activa de las comunidades en la gestión y los beneficios se distribuyen esencialmente en su contexto local (Palomino, et al., 2015). Este, ha proliferado en contextos de poblaciones con regímenes de tenencia social de la tierra, se trata de comunidades que, dentro de distintas formas de aprovechamiento colectivo de sus recursos naturales, han generado emprendimientos manejados por los propios actores y contribuyen, junto a otras actividades a su reproducción social y económica (Palomino, et al., 2015). Los casos de turismo comunitario son de reciente constitución y se han mostrado distintos alcances, sin embargo, se identifican algunos principios de organización que inciden en el origen de este funcionamiento y desempeño, entre ellos se encuentran a) el régimen de tenencia social de la tierra, que determina lógicas de uso y usufructo colectivo del territorio y sus recursos; b) su ubicación en áreas de alto valor ambiental, con la posibilidad de generar prácticas de conservación; c) los sistemas de gobernanza e instituciones comunitarias, permitiendo establecer un marco de arreglos sociales para regular la praxis colectiva alrededor de esta y otras actividades y d) la organización de emprendimientos que posibilita desplegar capacidades organizativas y de gestión productiva de la actividad (Palomino, et al., 2015).
Turismo y Género
Durante largo tiempo, la perspectiva de género estuvo ausente en los estudios turísticos, lo cual provocaba la invisibilidad de la participación de las mujeres en el sistema turístico, y no se explicaban ni salían a la luz las desigualdades entre hombres y mujeres en los beneficios que otorga la actividad turística. Es en los años noventa cuando aparecen los trabajos pioneros que relacionan el turismo y el género, donde destaca el de Kinnaird y Hall (1994), quienes aseguran que el trabajo en el sector turístico está marcado por el género.
El género se entiende como una construcción social y cultural constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y es una forma primaria de relaciones significantes de poder (Scott, 1986), se ha demostrado que la actividad turística ha generado cambios en este constructo y autoras como Wilkinson y Pratiwi (1995) han señalado que el cambio se puede ver a través de los roles que asumen mujeres y hombres en la actividad turística. El género se ha considerado como un tejedor social que influye en la designación de aspectos psicológicos, sociales y culturales de la feminidad y masculinidad, en comparación con el sexo, lo que se refleja en la incursión de las mujeres en actividades diversas.
Otro concepto que se debe analizar es el de rol de género y su importancia en los estudios turísticos; el rol de género es el papel que se asigna a mujeres y hombres en la sociedad y está determinado por la diferencia sexual (lo biológico), pero se presenta cultural y socialmente. Es decir, se traduce en conductas (mujeres y hombres deben aprender a comportarse como socialmente se considera correcto), en la división del trabajo, en la economía y el hogar, así como en los desequilibrios de poder. Por lo tanto, los roles de género se pueden definir como las funciones que cumplen las personas de distinto sexo en una sociedad (Moreno y Lunar, 2006). Comúnmente se consideran tres tipos de roles sociales: el reproductivo o doméstico, ligado a las tareas del hogar, las labores ligadas a la subsistencia, el suministro familiar y la cría de los hijos; el productivo, relacionado con actividades secundarias, terciarias y primarias de carácter comercial; y el comunitario, en el cual se realizan trabajos para la comunidad o sociedad. Tradicionalmente, se vincula a las mujeres con el rol reproductivo o doméstico y a los hombres con el rol productivo, aunque los roles de género y la atribución cultural es algo que está condicionado por variables como la estructura familiar, el sistema económico local y el acceso a los recursos, entre otros (Calatrava, 2002).
Estos roles de género deben analizarse dentro de un contexto más amplio, las relaciones de género. Estas se manifiestan no solo en la división del trabajo y los recursos entre hombres y mujeres, sino en las ideas y representaciones (la atribución de mujeres y hombres de distintas capacidades, actitudes, deseos, rasgos de personalidad, patrones de conducta, etcétera) (Agarwal, 1998). Es importante vislumbrar esta realidad y volver a observarla, repensarla y crear nuevos roles de género, basados más en el respeto, la coeducación y la equidad de los actuales (Pérez y Carbó, 2010).
Desde los estudios turísticos se ha apostado por un cambio, debido a que en el turismo (por ser un ser fenómeno cambiante, integrador y multicultural) se ve una posibilidad de que los roles y las relaciones de género se renegocien (Tucker, 2007). Sin embargo, frecuentemente, en el turismo se perpetúan las nociones tradicionales sobre el rol de género femenino, mediante la segregación laboral de las mujeres, de tal manera que las habilidades domésticas y lo que se considera son “características femeninas” se convierten en mercancía (Mckenzie, 2007).
Género y Masculinidades
Asociado a las crisis económicas y cambios globales los hombres han dejado de ser los proveedores únicos del hogar y por ello el ordenamiento de género tradicional en el espacio privado comienza a debilitarse y con ello las relaciones de poder binarias (Zapata y García, 2018). Esta situación se da en muchos casos por la inserción de las mujeres en el mercado laboral lo que ha permitido que las mujeres tengan impactos en su vida a nivel personal, familiar y comunitario; y en consecuencia se contribuye a que se modifique y reestructure la división del trabajo en los diferentes ámbitos.
Se entiende a la masculinidad como el conjunto de atributos, valores, comportamientos y conductas que son característicos del hombre en una sociedad determinada, actualmente se cuestiona la presencia de un hombre universal, ya que actuar cómo hombre varía de acuerdo al contexto histórico, social y cultural (CNDH, 2018). De acuerdo con García y Zapata (2018), la masculinidad se refiere a los papeles que los hombres realizan y que responden a papeles preestablecidos, aprendidos, interiorizados y transmitidos por generaciones, es decir, se va construyendo en un proceso permanente de prácticas y por ello es transformable a través de procesos de concientización, sensibilización y desarrollo individual y colectivo. En palabras de Kimmel (1997) la masculinidad es para el “un conjunto de significados siempre cambiantes, que construimos a través de nuestras relaciones con nosotros mismos, con los otros y con nuestro mundo”.
Desde la antropología Gutman (1999) sostiene la existencia de cuatro formas para entender la masculinidad: todo lo que hacen o piensan los hombres; todo aquello que hagan o piensen para ser hombres; lo que piensan o hacen algunos hombres considerados paradigmáticos y la masculinidad que se encuentra dentro de las relaciones femenino-masculinas, es decir, el género. Este último plantea un modelo relacional que hace posible un conocimiento profundo de que es la masculinidad y la femineidad lo que permite una mayor comprensión de la totalidad social.
Masculinidades Indígenas
La construcción de las identidades masculinas indígenas estará en estrecha relación con sus prácticas socioculturales como la familia, el trabajo, la comunidad, donde pueden estar presentes elementos que serán aprendidos y actualizados en las formas de participación que los hombres lleven a cabo en sus actividades cotidianas, en el día a día, en la relación con los otros y otras, en el reconocimiento, sanción y cuestionamiento constante de su actuar cómo hombres indígenas.
Desde la mirada de género se debe hablar de procesos de construcción y aprendizaje en hombres y mujeres indígenas, de las practicas socioculturales de género a través de las cuales van aprendiendo una manera de ser y estar en el mundo como hombres indígenas, considerando también los procesos de deconstrucción y alteridad en la construcción de nuevas identidades (Salguero-Velázquez, 2018).
La construcción teórica del género fue develada por Simone de Beauvoir al señalar que “no se nace mujer, se llega a serlo” con ella es posible decir que, por lo tanto, no se nace hombre, se llega a ser a partir de recursos materiales y simbólicos del medio social, económico, político, étnico, educativo, familiar y del momento particular en su trayectoria de vida. Los hombres transitan por procesos de aprendizaje continuo de estereotipos de género caracterizados la mayoría de las veces por agresividad, violencia, autoridad, ejercicio del poder, escasa manifestación de afectos y sentimientos, por mencionar algunos (Salguero-Velázquez, 2018).
Por ello, una manera de abordar el problema conceptual es identificar y dar cuenta del proceso de construcción de identidad en los hombres indígenas como algo fluido, complejo, diverso, cambiante. Se tendría que dar cuenta de la manera en la que se articulan una diversidad de prácticas y significados que los hombres van construyendo, es decir construyen identidades diversas como hijo, padre, estudiante, trabajador, las cuales no son homogéneas en cuanto a la manera en cómo se apropian o desafían los estereotipos de género desde las estructuras hegemónicas. Lo anterior señala como no se construye identidad en abstracto como hombre sino en la negociación y articulación de otras identidades como padre, esposo, hermano, pareja, etcétera, donde las formas de participación le den sentido y significado a su vida involucrándose en procesos de desarrollo continuo donde las tensiones y conflictos muchas veces se hacen presentes a partir de los estereotipos de género masculino y femenino pues socialmente se plantean espacios, actividades y formas de relación genéricas en ocasiones dicotómicas y excluyentes a partir de lo que la normatividad supone debería ser un hombre, son estos significados históricamente construidos a los que enfrentarán los hombres indígenas en el proceso de hacer familia, donde construirán sus historias personales y darán sentido y significado a sus vidas (Salguero-Velázquez, 2018).
En el entendido de que el género es un sistema de interacciones sociales y no un sistema estático de comportamientos, es decir, lo que afecta a unas implica a otras, el propósito de esta investigación es explicar el proceso de construcción de mujeres como sujetos sociales con demandas de género y etnia reconociendo sus conflictos y tensiones que enfrentan al incorporarse en las actividades turísticas y de qué manera esto impacta en la construcción de las masculinidades de los hombres indígenas reconociendo que afecta a las construcciones y deconstrucciones de sus identidades.
Desarrollo:
Planteamiento del problema y metodología
Existen estudios sobre las relaciones de género en los que se evidencia como por una parte los hombres valoran positivamente los avances y los cambios socioculturales que ha tenido el país y el mundo en general, permitiendo mayor participación de mujeres en el ámbito público, pero por otra parte se develan las tensiones que configuran las crisis de masculinidad, escenario que responde a nuevas demandas y ajustes en las relaciones de género (Zapata y García, 2018). Actualmente los hombres han dejado de ser los proveedores únicos del grupo familiar lo que tiene implicaciones que afectan su masculinidad y el ejercicio de su poder. Por ello surge la pregunta de investigación ¿Cómo se relaciona el empleo de las mujeres en el turismo comunitario con las masculinidades indígenas en la comunidad de San Antonio Cuajimoloyas?
Este trabajo se lleva a cabo desde una perspectiva de género, la cual, de acuerdo con Vázquez y Zapata (1999), es un cuerpo de ideas y proposiciones desde diversas disciplinas que pretende analizar y dar explicación a los procesos de diferenciación social entre mujeres y hombres. Uno de los ejes centrales que guían la presente investigación es el feminista situado en un contexto multicultural que plantea el reconocimiento de la diversidad y la diferencia cultural y sexual que reconoce las relaciones de poder al interior de los grupos, clases y géneros. Se considera que la teoría feminista a través del concepto de género es una de las primeras en cuestionar el enunciado universalista de que lo biológico es destino, trascendiendo el reduccionismo biológico al interpelar las relaciones entre mujeres y hombres como construcciones culturales engendradas.
También la teoría feminista de acuerdo con Díaz-Cervantes (2014) refleja el potencial explicativo del género para analizar la forma como los hombres participan y se relacionan en sociedad, a la vez que proporciona una dimensión nueva sobre los espacios que ocupan y la manera en cómo lo hacen.
Se ha trabajado hasta el momento con 10 mujeres de la comunidad, las cuales se emplean en las actividades de turismo comunitario y con 2 hombres, parejas de dos de las mujeres que se han entrevistado, recordando que el presente trabajo se presenta como un avance de investigación. Las herramientas metodológicas que se han ocupado son el trabajo etnográfico, entrevistas dialógicas e historias de vida.
Zona de Estudio
San Antonio Cuajimolyas se ubica en el municipio de San Miguel Amatlán en la sierra de Juárez en el estado de Oaxaca. Esta comunidad pertenece al territorio agrario de pueblos mancomunados, tiene una extensión de 29, 430 ha. Los pueblos mancomunados son una comunidad indígena zapoteca constituida por tres municipios: Santa Catarina Lachatao, San Miguel Amatlán y Santa María Yavesía. Esta región se cataloga como una de las mejores áreas naturales conservadas en México y una de las zonas con más riqueza en diversidad de flora y fauna (CDI, 2017). San Antonio Cuajimoloyas tiene una población de 694 habitantes. Esta comunidad presenta un grado alto de marginación de acuerdo con los datos del INEGI (2010).
Los pueblos mancomunados se rigen bajo el sistema agrario vigente y cuentan con un reglamento interno donde se establece la forma de gobierno, la máxima autoridad recae sobre la asamblea general de comuneros (UNEP Y WCMC, 2002). En este territorio la propiedad es de tipo comunal, sin embargo, la parcela de cada comunero es respetada como propiedad privada. Los recursos son de aprovechamiento colectivo, todas las personas en la comunidad deben cumplir con ciertas obligaciones como son: cargos públicos, tequios, reuniones y aportaciones económicas (UNEP Y WCMC, 2002).
La comunidad se beneficia como otras comunidades de empleos y servicios de empresas comunitarias como son: la forestal, la envasadora y empacadora pueblos mancomunados (envasados de agua de manantial y deshidratado de hongos y frutas), la minera y el ecoturismo: Expedición Sierra Norte (United Nations Environmental Programme Y Worl Conservation Monitoring Center, 2002).
En cuestiones de turismo existe un proyecto ecoturístico el cual fue concebido como un modelo de desarrollo regional, comenzando con dos propiedades comunales (Pueblos Mancomunados e Ixtlán de Juárez) mismo que ha sido adoptado por más organizaciones comunales de la Sierra Norte.
Esta comunidad ofrece diversas actividades y cuenta con numerosos atractivos turísticos tales como: observación de flora y fauna, caminata, fotografía rural, ciclismo de montaña, tirolesa, rapel, recorridos guiados, distintos miradores en montañas y formaciones rocosas y también se ofrecen conocimientos sobre herbolaria, medicina tradicional y gastronomía (CDI, 2017).
Conclusiones:
Aunque las evidencias señalan que existe un avance social debido a la recuperación de espacios que están teniendo las mujeres, siguen presentes algunas desigualdades de género en la comunidad, por ejemplo, en la participación de cargos en los comités comunitarios se visibiliza un sesgo de género que pone en desventaja a las mujeres, a pesar de que en 2018 el cargo más alto es ocupado por una mujer, la mayoría de las veces el representante de cada comité que se forman para la organización de la comunidad son hombres y las vocales son mujeres. En la clínica que tiene que ver con el trabajo de cuidados, administración y mantenimiento también es asignado a las mujeres. El cargo de coordinador de turismo nunca ha estado ocupado por una mujer y, por el contrario, el cargo de recepcionista ha sido ocupado siempre por una mujer.
Pese a los beneficios que se han demostrado, persisten las desigualdades basadas en diferenciaciones por género, por ejemplo, no obtienen el mismo reconocimiento social y por ello no se transforma su papel en la sociedad, más bien lo refuerza y sus labores se consideran como algo naturalmente dado (Sparrer, 2003). En los testimonios obtenidos en las entrevistas se puede ver que, aunque se emplean en la actividad turística y aunque algunas mantienen su hogar por la situación de cargo que tienen sus esposos, las actividades y responsabilidades que se consideran deben hacer las mujeres les genera una doble jornada de trabajo:
“aquí en la casa pues hay mucho trabajo, que lavar, que moler, que hacer de comer, que los pollos, que la limpieza, mucho trabajo y si me voy a caminar fíjate que se me olvida todo, todo, hasta me siento libre, llego aquí y ya veo otra vez mi trabajo que tengo que hacer” (Isabel, 45 años, Cuajimoloyas, Oaxaca, 2022).
“Pues como ya sé que voy a ir a caminar si voy a hacer tortillas me levanto a las 5 de la mañana, este, voy al molino regreso, empiezo a hacer las tortillas y si estoy haciendo tortillas, estoy haciendo el almuerzo las dos cosas… y si él va a ir al campo ya preparo luego su lunch también para que la hora que ya se vaya ya esté preparado” (Juana, 57 años, Cuajimoloyas, Oaxaca, 2022).
Los cambios que se han dado en las mujeres y hombres de las comunidades se visualizan en diferentes ámbitos; a nivel personal, doméstico y comunitario. Se observó que existe una negociación de género en el nivel doméstico familiar lo que permite que los hombres se incorporen en el trabajo doméstico. Algunos de los cambios a nivel personal son la confianza en sí mismas, la autoestima, la superación personal y el reconocimiento propio a partir de sus saberes como se observa en los siguiente testimonio:
“Mi esposo decía que no, él sobretodo decía no y yo le decía “es que yo sueño con que un día yo voy a tener este… unos frascos que van a tener sus etiquetas y voy a vender estos productos”. Y me decía: “¿pero por qué sueñas eso? ¿Cuándo? Eso no se ha visto aquí, ¿Cuándo vas a hacer eso?” Y yo le decía: “es que yo escuche en una ocasión que una persona que hace tortillas y vende tortillas es una empresaria, nosotros decimos es una tortillera, pero es una empresaria y yo quiero ser una empresaria”. Me trato de loca, pero pues yo veo ahora que ese sueño que yo tuve se hizo realidad y ya después me apoyó, ahora me apoya y ahora dice que siempre confió en mi (risas)”. (Juana, 53 años, grupo Sierra Viva, Cuajimoloyas, 2018).
“Esta actividad me ha permitido viajar y conocer otros lugares, he ido a cursos de capacitación, también me han invitado a simposios de hongos y pues si me ha tocado participar como expositora. He ido a Campeche, a la ciudad de México y a Torreón, Coahuila.” (Juana, 53 años, Cuajimoloyas 2018).
“Ay mijita chula! Muchísimas gentes me vienen a buscar, de distintos lugares. Vienen los del rancho, los de la Tuvi, de la nevería, de Matatlan, de Toluca, ay de muchos lados y también los turistas, ya fui a Washington, me llevaron a un evento de curación y conocí muchos lugares allá.” (Telesfora, 77 años, Cuajimoloyas 2018).
“Si hemos viajado, hemos ido a México, Acapulco, y llevamos tanto el deshidratado, mermeladas y hongos. Tanto vendemos como conocemos a más personas, más lados y damos a conocer nuestros productos que es lo más importante para nosotros. Es mejor la fruta deshidratada a unas papas o chicharrones, porque no tiene nada de químico es todo natural lo que hacemos.” (Martha, 44 años, Cuajimoloyas 2018).
“Siento que me he realizado más, que me he abierto más porque antes era más penosa, no platicaba con una persona bien, me daba sentimiento, me daba por llorar, el escuchar las mañanitas me daba por llorar, ahora ya no, ya he superado eso. Ya no lloro y pienso que esto me ha ayudado, porque a mi esposo le gusta leer mucho y se pone a platicar de lo que lee o me lee y eso me ha ayudado también. Las pláticas que damos poco era lo que yo decía, ahorita ya no, ya puedo explicarle, esto me ha dado más confianza conmigo misma.” (Noemí, 57 años, grupo Sierra Viva, Cuajimoloyas 2018).
Dentro de los cambios a nivel familiar y doméstico se observan principalmente que los gastos y las labores se distribuyen entre la pareja, se transgrede el orden de género tradicional ya que el hombre deja de ser el único proveedor del hogar y comienzan a colaborar también con el trabajo doméstico como se muestra a continuación:
“La economía de la casa ahorita ya es igual, aunque también lo que pasa es que por ejemplo, mi esposo es campesino y el cultiva maíz, papas, habas, chicharos, gladiolas, todo eso cultiva y por ejemplo la papa la siembra y a los cinco meses es que empezamos a sacar papas, entonces es cuando pues ya hay dinero y si no se da pues no hay, el maíz ese si no nos quejamos siempre se da y las gladiolas las vendemos por docena, aquí hay una persona que nos compra todo, cada año ya saben que se cultiva la gladiola y las vienen a comprar, entonces en lo que sale lo que se cultiva yo apoyo con el dinero en la casa”. (Juana, 53 años, Cuajimoloyas 2018).
“Las decisiones las tomaba mi esposo, pero, de 20 años para acá también doy mi opinión, de que empecé con estas actividades empecé a dar mi opinión”. (Juana, 53 años, Cuajimoloyas 2018).
“Cuando tengo que salir él se cocina, él dice ahí deja los trastes, yo barro, tu vete, no creas que no sé qué hacer. Él se queda haciendo todo. Él me apoya, a veces viene mi hija y me dice mi papá está haciendo todo, y le digo ahorita ya me ayuda, pero antes no, todo hacía yo. Íbamos al campo porque ese era su trabajo y a mi esposo le gusta mucho leer y no sé si por eso ya empezó a cambiar, yo poco a poco lo involucraba en la cocina, de que salía yo a vender el pan pues lo que me ayudaba era quedándose con los hijos y de que veía como batallaba yo, es que ya se empezó a meter en la cocina” (Noemí, 57 años, Cuajimoloyas 2018).
“Mi esposo me ayuda por ejemplo cuando voy al monte o voy a los recorridos y por ejemplo se quedan los trastes o algo, lo tiene que hacer también y que bueno que si me ayuda” (Isabel, 42 años, Cuajimoloyas 2018).
“No si sí por ejemplo, ella va a trabajar y yo me quedo con los niños a la otra semana ya me voy yo y ella se queda con los niños” (Thomás, 55 años, Cuajimoloyas, 2022).
Los hombres de las comunidades, específicamente las parejas de estas mujeres también tienen cambios en sus vidas cuando las mujeres se incorporan en actividades remuneradas provenientes del proyecto de turismo comunitario. Es importante mencionar que, aunque las mujeres históricamente han sido reprimidas en comparación a los hombres también se necesita reconocer y evidenciar que las situaciones y cambios que viven los hombres necesitan discutirse y atenderse. Los cambios dados en la vida de las mujeres se relacionan con las masculinidades de la población indígena, es decir, se observa como las construcciones y prácticas de lo masculino y lo femenino se están modificando como se puede apreciar en el siguiente testimonio:
“sí, me ayuda, él ya sabe cuándo yo me iba a caminar porque a veces eran rutas especiales que me mandaban y pues él no iba y cuando yo llegaba ya estaba limpia la cocina, ya había hecho comida, ya todo, y se va al campo porque como él siembra maíz, papa, chícharo, haba, cultiva flor, se va al campo y ya cuando yo llego ya hago mi trabajo aquí, pero cuando no pues él ya me ayudaba aquí” (Isabel, 45 años, Cuajimoloyas, Oaxaca, 2022).
“si ella esta ocupadita preparando la comida pues yo le puedo ayudar un poco con la limpieza de la casa, lavarle ahí los trastes de cocina o algo…” (Felix, 65 años, Cuajimoloyas, 2022).
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Palabras clave:
Turismo Comunitario, Género y Masculinidades indígenas