Resumen de la Ponencia:
La presente propuesta se basa en describir la creación del discurso de la Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID) y de la cooperación Sur-Sur (CSS) como parte de un mismo proceso histórico. Ambas, forman parte del proceso de cooperación Latinoamericano desde donde se ha contribuido a la construcción de alternativas desde el Sur para resolver la crisis sistémica actual. El recorrido histórico de esta cooperación converge en un momento crucial en el que se requieren propuestas y soluciones a la crisis derivada de la pandemia de la Covid-19 , cuyas tendencias no son nada favorables según la perspectiva de estancamiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la importancia de una recuperación hacia 2030.Desde esta perspectiva, la cooperación Sur-Sur ha sido presentada como un nuevo paradigma de la cooperación para transformar las condiciones estructurales en los países del Sur, donde América Latina es una de las regiones que más impulso le ha dado a través de los organismos multilaterales. Durante la declaratoria de la pandemia, la CSS se convirtió en una oportunidad de restructuración de la ayuda internacional sin ser solo receptores, la reacción más dinámica fue realizada por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), asegurando un acuerdo de diálogo y concertación regional sobre la asistencia sanitaria y la compra de vacunas en conjunto con otras regiones, principalmente guiada por sus foros extrarregionales con la Unión Europea y con China. El desafío de recuperación en la pospandemia se irá conjuntando con la emergencia de más crisis que atenten contra la seguridad internacional tanto económica y financieramente como en el ámbito de la vida misma. Por lo cual, rescatar las experiencias y aportaciones desde la región permite vincular hoy la reacción de la CELAC, desde donde abre la posibilidad de relanzar una nueva cooperación ante el debilitamiento de otros foros regionales, romper y dar continuidad a un sistema de cooperación para replantear las relaciones sociales para con la naturaleza y con la cuestión de las finanzas, y por lo tanto, generar alternativas que posibiliten la búsqueda del bienestar común latinoamericano.Resumen de la Ponencia:
Objetivo: Analizar el abordaje de la pandemia de Covid-19 en América Latina desde los mecanismos de integración regional entre el 2020 y el 2021, e identificar las limitaciones actuales para avanzar en los esfuerzos de cooperación regional en el campo de la salud. Metodología: Estudio cualitativo basado en la investigación y el análisis de datos secundarios. Resultados: Las estrategias de abordaje de la pandemia en la región han mostrado una línea común en los países de esta región: las respuestas de cada país han sido unilaterales y aisladas, en un contexto de fuerte debilitamiento de las estructuras de integración regional, con un fuerte declive de su agenda programática, lo que ha socavado la posibilidad de una respuesta concertada. Conclusiones: La respuesta al COVID-19 ha carecido de un enfoque regional en América Latina. La integración regional en salud puede ser una potente herramienta epidemiológica y, en caso de emergencias globales como la actual, actuar como “escudo epidemiológico” para prevenir su avance y contribuir a su control, en un horizonte de soberanía sanitaria.
Introducción:
El 30 de enero de 2020 marcó un punto de inflexión en la historia de la salud mundial, con la declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que el brote de Covid-19 debe considerarse una emergencia de salud pública de importancia internacional.
América Latina y el Caribe (ALC) es la región más golpeada del mundo por la Pandemia, y en términos económicos y de caída del PBI ha superado el impacto de la crisis en la Unión Europea y de otras economías emergentes. Además, la región sigue siendo la más desigual del mundo, con una escasa cooperación regional no económica y décadas de desmantelamiento de la salud y la educación públicas, que no han hecho más que aumentar esta perspectiva negativa (Vivares 2021).
Si bien es cierto que la región ya enfrentaba dificultades económicas y sociales antes de la pandemia, con un aumento del desempleo de alrededor del 8% en 2018 y una caída significativa del crecimiento del PIB en 23 de los 33 países de ALC (CEPAL 2019), ahora nos enfrentamos a una de las peores crisis en décadas, con un aumento aún más dramático del desempleo, el trabajo informal y millones de personas empujadas a la pobreza extrema (CEPAL 2020; CEPAL y OPS 2020), en un contexto que dificulta para controlar la pandemia y expone cómo la enfermedad impacta a diferentes países de manera desigual (Naciones Unidas 2020).
A pesar de las advertencias sobre los riesgos de una futura pandemia y la necesidad de que los países fortalecieran los sistemas de salud para responder mejor a una demanda sin precedentes, establecieran planes de acción y llamaran a donantes y organismos multilaterales, e instituciones para financiar el desarrollo de vacunas y tratamientos, la pandemia de Covid-19 parece haber tomado desprevenidos a países y organismos multilaterales (Board 2020; Buss, Alcázar & Galvão 2020). En los países latinoamericanos, las estrategias para enfrentar la pandemia del Covid-19 han revelado un hilo conductor: las respuestas han sido unilaterales y aisladas, en el marco de un debilitamiento del sistema de integración regional.
El objetivo de este estudio es, en primer lugar, analizar cómo se ha abordado la pandemia del Covid-19 en la región de ALC, y los aportes que los proyectos de integración regional podrían haber hecho en el campo de la salud.
Para lograr estos objetivos, este estudio aplica una metodología cualitativa. A partir de un marco teórico, que articula distintas disciplinas como las relaciones internacionales, la salud colectiva y la epidemiología social. El análisis empírico incluye fuentes secundarias y consiste en una valoración cualitativa de documentos oficiales publicados por los mecanismos de integración regional, declaraciones de alto nivel y planes y lineamientos regionales sobre el Covid-19. Además, considerando el método de rastreo de procesos (Bennett y Checkel 2014), este análisis cualitativo puede ayudar a identificar las limitaciones actuales para avanzar con los esfuerzos de cooperación dentro de los mecanismos de integración regional en el campo de la salud.
Al reflexionar sobre la importancia de la integración y cooperación regional, basada en la solidaridad y el beneficio mutuo, se espera que este análisis contribuya a identificar las lecciones aprendidas en estos procesos, así como sus limitaciones y desafíos. Considerando que la cooperación regional en salud puede ser una poderosa herramienta epidemiológica, en el caso de emergencias globales como la actual, puede actuar como un “escudo epidemiológico” para evitar su avance y contribuir a su control. en un horizonte de soberanía sanitaria. Esto obliga a repensar la arquitectura de integración y la cooperación internacional desde una perspectiva latinoamericana.
Desarrollo:
Regionalismo y Cooperación en Salud en América Latina
En el campo de la salud global, muchos autores ya han mencionado la importancia de los mecanismos de integración regional para desarrollar acciones de cooperación en salud, especialmente en el contexto de la pandemia (Buss y Tobar 2020; Davies y Wenham 2020; Rodrigues, Gilberto y Kleiman 2020). Incluso, varios estudios han mostrado la importancia de las organizaciones regionales como actores centrales, no solo en la política exterior, sino también en la agenda de salud internacional (Herrero y Tussie 2015; Bianculli y Hoffmann, 2016; Riggirozzi 2015). Desde el papel y efecto de presión que ejercen en los diferentes niveles de intervención, pueden, en efecto, favorecer el surgimiento y consolidación de iniciativas que contribuyan a la prestación de la salud como derecho y a la soberanía sanitaria, a través de nuevos mecanismos de diplomacia (Riggirozzi 2015; Herrero y Tussie 2015; Herrero y Loza 2020). Esto nos lleva a reflexionar sobre la vital importancia de los mecanismos de integración y cooperación regional para enfrentar el Covid-19 y abordar el impacto en los determinantes sociales de la salud.
La presencia de la salud en la agenda regional no es nueva. La región de las Américas ha sido pionera en la cooperación en este campo y tiene una gran experiencia y logros en políticas públicas, así como una historia de colaboración mutua (SEGIB 2017). De hecho, cada uno de los procesos regionales, en diferentes etapas, definió la salud como un área estratégica para la cooperación entre los países miembros. (Teixeira 2017).
Si bien las formas de institucionalización son diferentes y los niveles de consolidación de cada uno de los proyectos de integración difieren, todos los procesos regionales cuentan con instancias dedicadas al tema de la salud. La cooperación regional en salud se ha vuelto cada vez más importante en América Latina y el Caribe, así como un mayor interés político y estratégico. Sin embargo, aún considerando la ya estructurada cooperación en salud dentro de América Latina, la pandemia irrumpe en un contexto de desarticulación de sus mecanismos de integración regional, exponiendo deudas y desafíos pendientes.
Las iniciativas de cooperación sanitaria regional para hacer frente a la crisis de la pandemia
El análisis de las estrategias inicialmente adoptadas por los principales mecanismos de integración regional en América Latina permite identificar algunas categorías de respuesta dentro del escenario de la cooperación en salud (Cuadro 1). Se consideraron las siguientes organizaciones: Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Comunidad del Caribe (CARICOM), Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), MERCOSUR, Organización Andina de la Salud- Hipólito Acuerdo de Unanue (ORAS-CONHU), Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) y Sistema de Integración Centroamericana (SICA). Como criterio de selección, el análisis consideró los organismos de integración regional integrados únicamente por países de América Latina y el Caribe, y que cuentan con algún tipo de mecanismos de coordinación en el área de la salud. El análisis incluye materiales publicados entre enero de 2020 y abril de 2021, como declaraciones de alto nivel, planes de acción, lineamientos estratégicos y noticias publicadas en línea (Cuadro 1).
En la categoría de declaraciones de alto nivel, hubo manifestaciones en todos los mecanismos regionales, con excepción de la OTCA, que no realizó reuniones de alto nivel durante el período analizado. Un punto común en estas declaraciones fue la necesidad de fortalecer el mecanismo Covax Facility para garantizar el acceso a las vacunas en los países de ALC, pero esto en la práctica no se tradujo en iniciativas concertadas de gran impacto para los países. También aparecieron temas como la importancia de la cooperación en salud, el fortalecimiento de las capacidades nacionales, el intercambio de información y la vigilancia en salud (Prosul 2020a, 2020b, 2021; MERCOSUR 2020a, 2020b, 2020c, 2020d; ORAS-CONHU, 2020).
En cuanto al financiamiento específico para el Covid-19, se destacan las iniciativas MERCOSUR, CELAC y SICA. MERCOSUR aprobó un aporte adicional de US$ 16 millones para el proyecto Plurinacional “Investigación, Educación y Biotecnologías Aplicadas a la Salud”, para ser destinados íntegramente a la lucha coordinada contra el Covid-19. Los recursos, financiados a través del Fondo para la Convergencia Estructural del MERCOSUR (FOCEM), deberán destinarse a la compra de equipos, insumos, kits de detección y desarrollo de técnicas de serodiagnóstico (MERCOSUR 2020d).
El SICA logró aprobar el aumento de recursos al Fondo de Emergencia del bloque, con US$1 millón para cada uno de los 8 países miembros. Además del financiamiento interno, el SICA aprobó convenios de financiamiento externo con Taiwán, la Unión Europea y Alemania para el apoyo financiero a las micro, pequeñas y medianas empresas de los países centroamericanos, con aportes por más de US$ 350 millones. Se discutieron estrategias de vigilancia epidemiológica para la región con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de América del Norte y el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA (PEPFAR), lo que llevó a la firma de acuerdos de ayuda al desarrollo.
A través del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), el SICA realizó donaciones de miles de kits para detección de Covid-19 a todos los países miembros y también a Argentina y Colombia, que son socios extrarregionales del banco. Como parte del Programa de Apoyo y Preparación ante la Emergencia ante el Covid-19, creado en marzo de 2020, el BCIE ha destinado cerca de US$ 4,2 millones para la compra y suministro de pruebas de diagnóstico y equipamiento médico para la detección temprana de la enfermedad (BCIE 2020). Dentro de la CELAC, México y Argentina encabezaron la firma de un acuerdo financiero con la Fundación Slim -propiedad del multimillonario mexicano Carlos Slim- suscrito en agosto de 2020. La iniciativa deberá resultar en la producción y distribución regional de entre 150 y 250 millones de dosis de la vacuna. desarrollado por el consorcio Oxford-AstraZeneca. La producción está a cargo de México y Argentina. Adicionalmente, la OTCA propuso financiamiento externo -público o privado- para la articulación de acciones para combatir la pandemia (OTCA 2020), pero hasta el momento no ha logrado resultados concretos.
En materia de seguimiento regional, ORAS-CONHU, OTCA, SICA y CARPHA publicaron informes detallados sobre la situación de los países. CARPHA también publicó lineamientos regionales sobre diversos temas relacionados con la pandemia e importantes para los países del Caribe, tales como: visitas a prisiones, alertas para profesionales de la salud, estrategias de comunicación y desinfección de instalaciones turísticas, entre otros (CARPHA 2020). SICA logró aprobar un Plan de Contingencia Regional (SICA 2020), orientado a complementar los esfuerzos nacionales para mitigar los efectos de la crisis generada por la pandemia. Asimismo, el Plan de Trabajo 2021 de la CELAC incluye estrategias sobre reactivación económica post pandemia y la Estrategia Regional de Salud frente al Covid-19, con iniciativas regionales de producción y distribución de vacunas e insumos médicos, y la consolidación de la Red de Expertos en Agentes Infecciosos. y Enfermedades Emergentes y Reemergentes (CELAC 2021)
También se vieron algunos resultados concretos en términos de vigilancia regional. La CELAC logró la vinculación con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), lo que resultó en la creación del Observatorio Covid-19 en América Latina y el Caribe, con el objetivo de seguir y monitorear el progreso de los países y el impacto económico y social del Covid-19 en el mediano y largo plazo (CEPAL 2020). CELAC también fortaleció iniciativas conjuntas con SEGIB (Guadarrama Pérez y González Hernández 2020). El SICA también ha creado un observatorio regional, previsto en su Plan de Contingencia, para emitir información mejorada y actualizada sobre la pandemia a los países.
En cuanto a la articulación extra-bloque, se desarrollaron otras iniciativas en materia de intercambio de información y conocimiento. Cabe destacar la articulación de ORAS-CONHU con MERCOSUR y OTCA para realizar eventos online y webinars sobre temas relacionados a la lucha contra la pandemia. Las iniciativas fueron apoyadas por la Oficina Subregional de la OPS para América del Sur. Cabe mencionar que los eventos realizados por la OTCA tuvieron un enfoque importante en la salud de las poblaciones indígenas, en el combate al Covid-19 en las regiones amazónicas, especialmente en las fronteras, y en el acceso a vacunas y tratamientos para los pueblos indígenas (OTCA 2020).
Cuadro 1
Como se puede observar en el Cuadro 1, en casi todos los bloques de América Latina y el Caribe, las principales estrategias estuvieron relacionadas con pronunciamientos políticos de alto nivel, publicación de informes con datos epidemiológicos y realización de eventos virtuales sobre la pandemia. Algunos avanzaron con otras iniciativas más específicas. Así, no es que la región no esté activa en el contexto de la pandemia. Sin embargo, las iniciativas de los diferentes bloques regionales se han desvinculado entre sí, lo que dificultó la posibilidad de construir efectivamente una respuesta conjunta al problema.
Ahora bien, también el cuadro 1 nos muestra que si durante la primera etapa - durante la cual los bloques regionales redactaron respuestas, aunque han sido más declamativo y con alcance concreto limitado - en la segunda etapa (que comienza con la disponibilidad de vacunas en la región de América Latina), la acción regional conjunta para mejorar el acceso a las vacunas fue muchísimo menor, por no decir prácticamente inexistente. Salvo algunos webinars o eventos online que realizaron MERCOSUR, ORAS-CONHU, OTCA y SICA.
Las acciones se limitaron prácticamente a negociaciones bilaterales entre países o países con la industria. Sabemos las limitaciones que esto ha tenido, para el acceso equitativo a las vacunas, oportuno y el impacto en el aumento de las asimetrías y las desigualdades.
Desde el MERCOSUR por ejemplo, en diciembre de 2020, los ministros de salud emitieron una Declaración sobre el Mecanismo COVAX, declarando el apoyo al mecanismo para superar las barreras de acceso a las vacunas, sin embargo, no se propusieron iniciativas concretas (Cuadro 1).
El ORAS-CONHU, como resultado de la Reunión de Ministros en junio de 2021 también emitió una Declaración conjunta para lograr el acceso universal a las vacunas contra Covid-19. En términos de resultados más concretos, podríamos mencionar a través de la CELAC la iniciativa conjunta entre Argentina y México para la producción conjunta de la vacuna Oxford / AstraZeneca, que inició su distribución en Argentina y México (Cuadro 1)
Cooperación en salud e integración regional: ¿dónde estamos?
Al examinar las iniciativas en su conjunto, desde una perspectiva de cooperación regional, se evidencia que cada una de las organizaciones analizadas ha desarrollado estrategias sustantivas para enfrentar la pandemia, pero estableciendo alianzas parciales. En consecuencia, han puesto en marcha instrumentos que, en un contexto de fragmentación o de respuestas individuales al estallido de la pandemia, corren el riesgo de ser coyunturales y temporales, limitando la capacidad de construir una agenda de salud a nivel regional, con miras a hacer frente a eventuales crisis sanitarias en el futuro.
Actuar a nivel regional en América Latina es un desafío, por un lado, por las limitaciones específicas del espacio regional como campo de formulación de políticas sociales, y por otro lado, por algunas debilidades de los procesos de integración regional en este ámbito específico. región. La literatura en el campo de las relaciones internacionales discute y argumenta que estas son espacios válidos y fundamentales para la acción colectiva y la construcción de políticas regionales, especialmente en el campo de las políticas sociales (Bianculli y Ribeiro Hoffmann, 2016; 2020; Riggirozzi y Tussie 2012; Riggirozzi 2015; Herrero 2017). Sin embargo, esta acción muchas veces se ve limitada por la voluntad política de los países, por la reducida credibilidad de las políticas regionales y, en muchos casos, por la falta de continuidad institucional que suele estar presente en los espacios regionales, especialmente en América Latina (Riggirozzi y Ryan 2021).
En este escenario, es posible, por lo tanto, observar que, por un lado, la disolución de UNASUR dejó un vacío institucional que aún no ha sido llenado, en un contexto ya complejo por el estancamiento –e incluso el repliegue– de las acciones de Cooperación Sur-Sur y la crisis del multilateralismo, pero por otro lado, UNASUR también dejó ciertas capacidades que sin duda pueden ser un valor agregado en el abordaje de la pandemia y, sobre todo, de la pospandemia.
En este punto, es interesante visibilizar el legado de UNASUR más allá del importante vacío que dejó su disolución, considerando además que fue uno de los mecanismos regionales más activos y efectivos en el área de la salud, especialmente en la defensa de los valores democráticos y la promoción de la participación social en la construcción de políticas de salud (Campos 2017).
Debido a las demandas insatisfechas y dado el alcance sistémico de la crisis, la pandemia ha demostrado que la articulación y coordinación de acciones en 3 niveles es fundamental: nacional, regional y global. El nacional, con miras a apuntalar las capacidades locales y en especial el fortalecimiento de los sistemas de salud para atender la demanda y cubrir las necesidades de insumos y equipos médicos, algo que ha estado faltando en muchos países de la región (García et al. 2020). A nivel regional, con el objetivo de articular y fortalecer la cooperación transfronteriza, intercambiar datos y promover mecanismos conjuntos para la adquisición de medicamentos y, más aún, de vacunas (Riggirozzi 2020), cuya carrera pone en peligro la capacidad de algunos países para adquirir a ellos. En otras palabras, esperando reducir las asimetrías regionales, que sin duda se han evidenciado en esta crisis pandémica. Finalmente, a nivel global, para aunar esfuerzos para actuar juntos y negociar en bloque, entendiendo y defendiendo la salud como un derecho (Herrero y Nascimento 2022).
En el caso de UNASUR, particularmente en el caso de la salud, a través del Consejo Suramericano de Salud es posible identificar los tres niveles en los que había operado ya través de los cuales se habían impulsado normas (el nivel nacional, el nivel regional y el nivel global). Es posible denominar a UNASUR como un 'intermediario' que transita por los tres niveles de gobernanza que se fortalecen -nacional, regional e internacional- exhibiendo una capacidad para generar amplios consensos. La influencia a nivel nacional se percibe en la medida en que se considera que los procesos de integración con enfoque de políticas sociales y soberanía sanitaria regional fortalecen también la soberanía sanitaria nacional de sus países miembros. Con frecuencia los países sudamericanos presentaron temas importantes para sus sistemas nacionales de salud en el espacio multilateral de UNASUR, que sirvió como espacio para buscar conjuntamente soluciones comunes (Herrero y Nascimento, 2022).
A nivel regional, las acciones de UNASUR impulsaron la agenda de salud hacia estrategias exitosas de cooperación sur-sur y horizontal, en cuanto a acciones comunes frente a la pandemia de influenza H1N1, epidemias de dengue, otras enfermedades transmisibles emergentes y reemergentes, y la preparación colectiva para una eventual llegada del virus del Ébola. Estas acciones fueron lideradas por el Consejo de Salud Suramericano de UNASUR, con el apoyo explícito de las Jefas y los Jefes de Estado. Muchas acciones fueron implementadas por cientos de técnicos de los ministerios de salud de los Estados Miembros (Buss et al. 2018). Además, UNASUR articuló no sólo el accionar de los países, sino que actuó en coordinación con los diferentes bloques regionales a través de la complementación de agendas, que en la práctica se tradujo en la realización de actividades conjuntas promovidas y financiadas por UNASUR. Este es un valor agregado del bloque que incluso anticipa esas articulaciones en sus documentos y reglamentos normativos (Herrero y Nascimento, 2022).
Ahora bien, esta capacidad de articulación con otros mecanismos regionales – que fue la característica fundamental de UNASUR tanto en todas sus actividades como en sus documentos –, ha sido una gran pérdida para la región. Como consecuencia, también resultó en una pérdida de la capacidad de hacer cumplir la soberanía sanitaria regional, lo que llevó a una desarticulación global. En el área de acceso a medicamentos, por ejemplo, proyectos como el Banco de Precios de Medicamentos -lanzado a finales de 2016- y la negociación conjunta de precios de medicamentos de alto costo -iniciado en 2015- demostraron la importancia de la articulación con MERCOSUR, en un escenario de traslape institucional que resultó beneficioso para los países (Oliveira, 2019).
A nivel global, UNASUR contribuyó a construir un nuevo arreglo de diplomacia en salud. Entre sus importantes aportes en este campo se encuentran las posiciones comunes presentadas en la Asamblea Mundial de la Salud. Entre 2010 y 2016 hubo 35 posiciones comunes, en diversos temas, siempre enfocadas en los principios defendidos por UNASUR: la salud como derecho humano fundamental, el acceso universal a los medicamentos, la valorización de la salud pública por encima de los derechos de propiedad intelectual, el fortalecimiento de los recursos en salud, determinantes sociales de la salud y la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) (Vance 2020).
Una característica especial de UNASUR fue proponer la construcción de una identidad regional sin necesidad de que los países miembros delegaran parte de su soberanía a mecanismos supranacionales. Así, se posicionó, de manera innovadora, como una organización de integración regional en la que los intereses de la salud a nivel regional se valoran más que el poder del órgano de control siendo superior al de los miembros individuales. En este sentido, el proceso de política regional y sus resultados en materia de diplomacia en salud es otro punto interesante en el análisis de UNASUR. A través de nuevos mecanismos de diplomacia, la región fortalece y amplía su capacidad de negociación y defensa de sus intereses en espacios multilaterales, generando así una mayor autonomía de los países que pertenecen al proceso para definir sus propias políticas, con menor influencia externa (Teixeira 2017). La salud es en sí misma un campo privilegiado para construir soberanía a nivel internacional y multilateral, ya que ofrece un espacio de negociación en los organismos multilaterales continentales y globales, del que no disponen otros ámbitos sociales. Al mismo tiempo, estos procesos de integración regional con enfoque de políticas sociales y soberanía sanitaria regional, también pueden fortalecer la soberanía sanitaria nacional de sus países miembros. Este despliegue de soberanía sanitaria regional fortalece a una región en el ámbito de la soberanía externa, así como, individualmente, a cada uno de los dos países que pertenecen al proceso de integración regional. De esta manera, potencia la capacidad de esos países para definir sus propias políticas de salud, con un menor nivel de influencia externa, aumentando así su soberanía sanitaria interna (Teixeira 2017, 179).
En tal situación de varios frentes abiertos, la experiencia de UNASUR nos ha enseñado que es fundamental contar con mecanismos y espacios de coordinación regional que permitan intercambiar información y buenas prácticas, definir acciones conjuntas de prevención y contención, y proponer la adopción de incentivos a la innovación tecnológica, negociación y compra conjunta de vacunas y tratamientos para el Covid-19. Sobre todo, sería fundamental brindar una estrategia epidemiológica contextualizada de acuerdo a las realidades y prioridades de los sistemas de salud de los países de América Latina y el Caribe (Herrero y Nascimento 2022).
El nivel regional vinculado a iniciativas de integración presenta grandes oportunidades de cooperación en salud, a través de la acción colectiva, para contribuir a desafíos como la pandemia y otros eventos de salud pública mundial (Buss y Tobar, 2020). Concebir la cooperación internacional como una herramienta epidemiológica implica la necesidad de discutir qué tipo de cooperación en salud es más eficaz y eficiente para enfrentar los problemas de salud que afectan a nuestros pueblos.
En este punto, consideramos que los conceptos de "escudo epidemiológico" y "soberanía sanitaria", como legado de UNASUR, contribuyen ampliamente a un regionalismo latinoamericano y caribeño articulado, donde la cooperación y la integración se conviertan en un beneficio que fortalezca a la región y tenga un impacto favorable al interior de cada nación latinoamericana, reforzando las respectivas políticas sociosanitarias. El todo es superior -o al menos debería serlo- a la suma de sus partes.
En este sentido, la creación de un “escudo epidemiológico” con enfoque sur-sur podría convertirse en una herramienta institucional regional-interregional, encaminada a dar respuestas epidemiológicas adecuadas y políticamente sustentadas a epidemias y enfermedades prioritarias en el sur global, de acuerdo con cada una de ellas. contexto de salud. Este dispositivo debe constituirse de manera interdisciplinaria y multidimensional, estructurado en torno a una red regional de vigilancia y respuesta, para la construcción de mecanismos de intercambio de información y protocolos, así como la sistematización de bases de datos estadísticas para la acción coordinada en las distintas instancias de la vida política.
Conclusiones:
Reflexiones finales: La pandemia, una oportunidad perdida para la concertación regional
La pandemia de COVID19 ha sido una oportunidad perdida para la salud poder articular agendas y para América Latina, poder reconstruir su fragmentada y débil cooperación regional.
Las principales estrategias estuvieron relacionadas con declaraciones políticas de alto nivel, publicación de informes con datos epidemiológicos y la realización de eventos virtuales sobre la pandemia. En la región han primado las acciones unilaterales continuas, lo que ha socavado la posibilidad de una respuesta regional. Este escenario estuvo favorecido por el distanciamiento político entre los países. A esto se suma que UNASUR, una de las instancias que ha tenido un rol más protagónico en salud, se disolvió, y la CELAC, que ha intentado asumir un liderazgo con la presidencia pro tempore en México, encontró un camino muy difícil en adelante. La fragmentación regional dificultó la posibilidad de estrategias concertadas y la falta de liderazgo debilitó la posibilidad de construir efectivamente una respuesta conjunta.
Con la llegada de las vacunas, lejos de una distribución equitativa, y más lejos aún de la vacuna convertirse en un bien público global, el mundo quedó en un “sálvese quien pueda”.
La dinámica de acaparamiento y negociaciones individuales, redujo la disponibilidad de vacunas para los países del Sur y socavó el multilateralismo, afectando la cooperación y la solidaridad global. A casi dos años de la llegada de las primeras vacunas a la región (al momento de escribir esta ponencia), la gran mayoría de las vacunas adquiridas por los países fueron adquiridas de forma bilateral, o sea, a través de negociaciones entre el país comprador y la industria que vende la vacuna.
A lo que debe sumarse la persistente dependencia tecnológica en materia de medicamentos biológicos y biotecnológicos que atenta contra la tan urgente y necesaria política regional que ayude a coordinar una mayor capacidad de producción local y regional. América Latina, produjo menos del 4% de los productos médicos utilizados durante la pandemia.
Las asimetrías y la fuerte dependencia de la región, no pudo ser contrarrestada con acciones concertadas para avanzar en la adquisición de vacunas y lograr mejores condiciones. De 51 países y territorios que componen la región de las Américas, 10 aún no cumplen con la meta de la OMS de lograr al menos el 40% de cobertura vacunal por país. Actualmente, tenemos 17 países/territorios de las Américas con más de 70% de población elegible vacunada. Lo que implica que la mayoría de nuestros países están entre el 40% y el 70% de cobertura. Haití, el país más pobre de la región, recibió su primera vacuna en julio de 2021, y al día de la fecha solo el 2% de la población elegible tiene esquema completo de vacunación.
Eso se puede contrarrestar con iniciativas recientes de cooperación sur-sur que han resultado, como el banco de precios de UNASUR y las negociaciones de precios de medicamentos de alto costo realizadas por UNASUR y MERCOSUR y que demostró no solo la enorme reducción de costos en el acceso a medicamentos, sino también cómo le otorga a los países mayor negociación con la industria.
La articulación y la concertación a nivel regional podrían haber contribuido a respuestas más efectivas para enfrentar la pandemia. En contextos de crisis sanitaria, el nivel regional, vía los mecanismos de integración y de la cooperación en salud, brindan una oportunidad a los países para potenciar sus capacidades, complementar acciones, no duplicar esfuerzos y sumar las lecciones aprendidas. En el contexto actual de realineamientos políticos, comienzan a cobrar fuerza la posibilidad de volver a recuperar espacios de integración que han sido muy valiosos para la región.
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Palabras clave:
COVID-19; Cooperación Internacional en salud; América Latina
COVID-19; International cooperation in health; Latin America
COVID-19; Cooperação internacional em saúde; América Latina
Resumen de la Ponencia:
Esta investigación surge de la inquietud de interpretar la transformación que el escenario de la cooperación internacional para el desarrollo (CID) ha sufrido tras la crisis financiera internacional de 2008, así como de discernir en qué medida este cambio ha incidido en las políticas de cooperación internacional para el desarrollo de México y de Chile. Algunos estudiosos del desarrollo han buscado explicar este fenómeno a través del esbozo de diversas alternativas conceptuales que han derivado en múltiples interpretaciones. Entre estas, la propuesta conceptual del contexto mundial de la post-ayuda (CMPA) resulta de especial interés, ya que parte de la premisa de que el reacomodo geopolítico de la última década ha conllevado una importante variación en la relevancia política de los mecanismos de promoción del desarrollo internacional, propiciando tanto una pérdida de centralidad de la ayuda oficial al desarrollo (AOD) como un incremento en la visibilidad e importancia política de la cooperación Sur-Sur (CSS) en el marco de los mecanismos de promoción del desarrollo.Por ello, a través de un estudio de carácter explicativo y corte cualitativo, la presente investigación buscará analizar el CMPA para dilucidar su incidencia ante la CID de dos países latinoamericanos de carácter dual: México y Chile. La idea es explorar los cambios y las continuidades en tres principales aspectos: 1) sus estatus-rol[1] en el marco político de la CID; 2) sus estrategias de diseño de política de CID[2]; y 3) su adecuación institucional[3]. Esto con el fin de identificar indicios de una evolución de las relaciones de cooperación como parte del proceso de ajuste de ambos países al CMPA.Siendo la gobernanza un enfoque teórico con la capacidad de fungir como marco de análisis comparativo entre los diferentes niveles contemplados en esta investigación[4], resulta sumamente útil para determinar: 1) qué factores han favorecido la actual fragmentación de la autoridad entre actores gubernamentales y no gubernamentales de CID; 2) la forma en que las normas y los procesos de toma de decisiones han sido transferidos de un nivel a otro en el marco político del desarrollo y la cooperación internacional; y 3) las estrategias de los países para ajustar sus políticas y andamiajes institucionales al nuevo contexto de las relaciones internacionales.[4] Global, Regional y Nacional[1] Posición que ocupa y el papel que desempeña cada uno de los actores dentro del escenario de CID.[2] Guía para la identificación de prioridades (temáticas y regionales), instrumentos, modalidades y directrices a considerar para la operacionalización de CID.[3] Condiciones del andamiaje institucional con el que se cuenta para la puesta en marcha de acciones de CID y su respectiva gobernanza.Resumen de la Ponencia:
“Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Frederick Jameson.Me parece que una sociología antisistémica es capaz de descubrir y reconocer las luchas de dominación y resistencia que dan origen a condiciones histórico estructurales de desigualdad, de las que nacen regímenes presididos por minorías privilegiadas, cuya reproducción ocurre sobre la base de violencias y agresiones que permiten injusticias, carencias, enfermedades, sufrimientos y muertes. Una sociología así atiende el origen, el desarrollo y el desenlace de las luchas por el poder y el carácter entrópico de los procesos, e intenta construir fórmulas de vida democráticas, igualitarias y saludables, impulsando luchas transformadoras desde la pluralidad de opciones de base, oponiéndose a toda forma de vanguardismo y sectarismo. Desde la perspectiva crítica de dicha sociología antisistémica, en este ensayo se pretende mostrar: a) que antes de aparecer el Coronavirus la economía-mundo capitalista ya estaba en dificultades; b) que la gestión capitalista de la pandemia acentúa los problemas de la reproducción socio ambiental, siendo peor que la pandemia misma; c) que la pandemia, como la cuarentena y las medidas restrictivas impuestas a pueblos y gobiernos, no corresponden a una crisis civilizatoria, sino a cambios en los modelos de reproducción económica, política y cultural que fortalecen la subordinación de la sociedad, continúan la depredación ambiental y aumentan la rentabilidad de las Corporaciones Transnacionales, interesadas en iniciar un nuevo ciclo de acumulación de capital.Resumen de la Ponencia:
Tras el triunfo de la revolución cubana, la mayor de las Antillas se ha distinguido por enarbolar una política exterior marcada por la cooperación y la solidaridad con las naciones del Sur global, destacando sobre todo las ubicadas en América Latina y el Caribe. Con todo y la continuidad de la agresión estadounidense, Cuba sostiene importantes esfuerzos por compartir parte de su potencial social, sobre todo en el campo de la salud, buscando coadyuvar en la reducción de las asimetrías sociales que reflejan la condición estructural del capitalismo dependiente que caracteriza a los países de la región. Así, esta ponencia se plantea abordar las características centrales de la cooperación cubana, destacando en particular las aportaciones realizadas en la región para coadyuvar con el esfuerzo de gobiernos y sociedades en el enfrentamiento de la pandemia de la Covid-19, demostrando con ello la trascendencia de su esencia solidaria y la posibilidad de rediseñar las dinámicas hacia una integración con sentido social, alejada de los mecanismos predominantes, de esencia neoliberal, en los que todo se centra en la maximización de las ganancias para el capital.