Resumen de la Ponencia:
La presente propuesta se basa en describir la creación del discurso de la Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID) y de la cooperación Sur-Sur (CSS) como parte de un mismo proceso histórico. Ambas, forman parte del proceso de cooperación Latinoamericano desde donde se ha contribuido a la construcción de alternativas desde el Sur para resolver la crisis sistémica actual. El recorrido histórico de esta cooperación converge en un momento crucial en el que se requieren propuestas y soluciones a la crisis derivada de la pandemia de la Covid-19 , cuyas tendencias no son nada favorables según la perspectiva de estancamiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la importancia de una recuperación hacia 2030.Desde esta perspectiva, la cooperación Sur-Sur ha sido presentada como un nuevo paradigma de la cooperación para transformar las condiciones estructurales en los países del Sur, donde América Latina es una de las regiones que más impulso le ha dado a través de los organismos multilaterales. Durante la declaratoria de la pandemia, la CSS se convirtió en una oportunidad de restructuración de la ayuda internacional sin ser solo receptores, la reacción más dinámica fue realizada por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), asegurando un acuerdo de diálogo y concertación regional sobre la asistencia sanitaria y la compra de vacunas en conjunto con otras regiones, principalmente guiada por sus foros extrarregionales con la Unión Europea y con China. El desafío de recuperación en la pospandemia se irá conjuntando con la emergencia de más crisis que atenten contra la seguridad internacional tanto económica y financieramente como en el ámbito de la vida misma. Por lo cual, rescatar las experiencias y aportaciones desde la región permite vincular hoy la reacción de la CELAC, desde donde abre la posibilidad de relanzar una nueva cooperación ante el debilitamiento de otros foros regionales, romper y dar continuidad a un sistema de cooperación para replantear las relaciones sociales para con la naturaleza y con la cuestión de las finanzas, y por lo tanto, generar alternativas que posibiliten la búsqueda del bienestar común latinoamericano.Resumen de la Ponencia:
Objetivo: Analizar el abordaje de la pandemia de Covid-19 en América Latina desde los mecanismos de integración regional entre el 2020 y el 2021, e identificar las limitaciones actuales para avanzar en los esfuerzos de cooperación regional en el campo de la salud. Metodología: Estudio cualitativo basado en la investigación y el análisis de datos secundarios. Resultados: Las estrategias de abordaje de la pandemia en la región han mostrado una línea común en los países de esta región: las respuestas de cada país han sido unilaterales y aisladas, en un contexto de fuerte debilitamiento de las estructuras de integración regional, con un fuerte declive de su agenda programática, lo que ha socavado la posibilidad de una respuesta concertada. Conclusiones: La respuesta al COVID-19 ha carecido de un enfoque regional en América Latina. La integración regional en salud puede ser una potente herramienta epidemiológica y, en caso de emergencias globales como la actual, actuar como “escudo epidemiológico” para prevenir su avance y contribuir a su control, en un horizonte de soberanía sanitaria.
Introducción:
El 30 de enero de 2020 marcó un punto de inflexión en la historia de la salud mundial, con la declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que el brote de Covid-19 debe considerarse una emergencia de salud pública de importancia internacional.
América Latina y el Caribe (ALC) es la región más golpeada del mundo por la Pandemia, y en términos económicos y de caída del PBI ha superado el impacto de la crisis en la Unión Europea y de otras economías emergentes. Además, la región sigue siendo la más desigual del mundo, con una escasa cooperación regional no económica y décadas de desmantelamiento de la salud y la educación públicas, que no han hecho más que aumentar esta perspectiva negativa (Vivares 2021).
Si bien es cierto que la región ya enfrentaba dificultades económicas y sociales antes de la pandemia, con un aumento del desempleo de alrededor del 8% en 2018 y una caída significativa del crecimiento del PIB en 23 de los 33 países de ALC (CEPAL 2019), ahora nos enfrentamos a una de las peores crisis en décadas, con un aumento aún más dramático del desempleo, el trabajo informal y millones de personas empujadas a la pobreza extrema (CEPAL 2020; CEPAL y OPS 2020), en un contexto que dificulta para controlar la pandemia y expone cómo la enfermedad impacta a diferentes países de manera desigual (Naciones Unidas 2020).
A pesar de las advertencias sobre los riesgos de una futura pandemia y la necesidad de que los países fortalecieran los sistemas de salud para responder mejor a una demanda sin precedentes, establecieran planes de acción y llamaran a donantes y organismos multilaterales, e instituciones para financiar el desarrollo de vacunas y tratamientos, la pandemia de Covid-19 parece haber tomado desprevenidos a países y organismos multilaterales (Board 2020; Buss, Alcázar & Galvão 2020). En los países latinoamericanos, las estrategias para enfrentar la pandemia del Covid-19 han revelado un hilo conductor: las respuestas han sido unilaterales y aisladas, en el marco de un debilitamiento del sistema de integración regional.
El objetivo de este estudio es, en primer lugar, analizar cómo se ha abordado la pandemia del Covid-19 en la región de ALC, y los aportes que los proyectos de integración regional podrían haber hecho en el campo de la salud.
Para lograr estos objetivos, este estudio aplica una metodología cualitativa. A partir de un marco teórico, que articula distintas disciplinas como las relaciones internacionales, la salud colectiva y la epidemiología social. El análisis empírico incluye fuentes secundarias y consiste en una valoración cualitativa de documentos oficiales publicados por los mecanismos de integración regional, declaraciones de alto nivel y planes y lineamientos regionales sobre el Covid-19. Además, considerando el método de rastreo de procesos (Bennett y Checkel 2014), este análisis cualitativo puede ayudar a identificar las limitaciones actuales para avanzar con los esfuerzos de cooperación dentro de los mecanismos de integración regional en el campo de la salud.
Al reflexionar sobre la importancia de la integración y cooperación regional, basada en la solidaridad y el beneficio mutuo, se espera que este análisis contribuya a identificar las lecciones aprendidas en estos procesos, así como sus limitaciones y desafíos. Considerando que la cooperación regional en salud puede ser una poderosa herramienta epidemiológica, en el caso de emergencias globales como la actual, puede actuar como un “escudo epidemiológico” para evitar su avance y contribuir a su control. en un horizonte de soberanía sanitaria. Esto obliga a repensar la arquitectura de integración y la cooperación internacional desde una perspectiva latinoamericana.
Desarrollo:
Regionalismo y Cooperación en Salud en América Latina
En el campo de la salud global, muchos autores ya han mencionado la importancia de los mecanismos de integración regional para desarrollar acciones de cooperación en salud, especialmente en el contexto de la pandemia (Buss y Tobar 2020; Davies y Wenham 2020; Rodrigues, Gilberto y Kleiman 2020). Incluso, varios estudios han mostrado la importancia de las organizaciones regionales como actores centrales, no solo en la política exterior, sino también en la agenda de salud internacional (Herrero y Tussie 2015; Bianculli y Hoffmann, 2016; Riggirozzi 2015). Desde el papel y efecto de presión que ejercen en los diferentes niveles de intervención, pueden, en efecto, favorecer el surgimiento y consolidación de iniciativas que contribuyan a la prestación de la salud como derecho y a la soberanía sanitaria, a través de nuevos mecanismos de diplomacia (Riggirozzi 2015; Herrero y Tussie 2015; Herrero y Loza 2020). Esto nos lleva a reflexionar sobre la vital importancia de los mecanismos de integración y cooperación regional para enfrentar el Covid-19 y abordar el impacto en los determinantes sociales de la salud.
La presencia de la salud en la agenda regional no es nueva. La región de las Américas ha sido pionera en la cooperación en este campo y tiene una gran experiencia y logros en políticas públicas, así como una historia de colaboración mutua (SEGIB 2017). De hecho, cada uno de los procesos regionales, en diferentes etapas, definió la salud como un área estratégica para la cooperación entre los países miembros. (Teixeira 2017).
Si bien las formas de institucionalización son diferentes y los niveles de consolidación de cada uno de los proyectos de integración difieren, todos los procesos regionales cuentan con instancias dedicadas al tema de la salud. La cooperación regional en salud se ha vuelto cada vez más importante en América Latina y el Caribe, así como un mayor interés político y estratégico. Sin embargo, aún considerando la ya estructurada cooperación en salud dentro de América Latina, la pandemia irrumpe en un contexto de desarticulación de sus mecanismos de integración regional, exponiendo deudas y desafíos pendientes.
Las iniciativas de cooperación sanitaria regional para hacer frente a la crisis de la pandemia
El análisis de las estrategias inicialmente adoptadas por los principales mecanismos de integración regional en América Latina permite identificar algunas categorías de respuesta dentro del escenario de la cooperación en salud (Cuadro 1). Se consideraron las siguientes organizaciones: Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Comunidad del Caribe (CARICOM), Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), MERCOSUR, Organización Andina de la Salud- Hipólito Acuerdo de Unanue (ORAS-CONHU), Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) y Sistema de Integración Centroamericana (SICA). Como criterio de selección, el análisis consideró los organismos de integración regional integrados únicamente por países de América Latina y el Caribe, y que cuentan con algún tipo de mecanismos de coordinación en el área de la salud. El análisis incluye materiales publicados entre enero de 2020 y abril de 2021, como declaraciones de alto nivel, planes de acción, lineamientos estratégicos y noticias publicadas en línea (Cuadro 1).
En la categoría de declaraciones de alto nivel, hubo manifestaciones en todos los mecanismos regionales, con excepción de la OTCA, que no realizó reuniones de alto nivel durante el período analizado. Un punto común en estas declaraciones fue la necesidad de fortalecer el mecanismo Covax Facility para garantizar el acceso a las vacunas en los países de ALC, pero esto en la práctica no se tradujo en iniciativas concertadas de gran impacto para los países. También aparecieron temas como la importancia de la cooperación en salud, el fortalecimiento de las capacidades nacionales, el intercambio de información y la vigilancia en salud (Prosul 2020a, 2020b, 2021; MERCOSUR 2020a, 2020b, 2020c, 2020d; ORAS-CONHU, 2020).
En cuanto al financiamiento específico para el Covid-19, se destacan las iniciativas MERCOSUR, CELAC y SICA. MERCOSUR aprobó un aporte adicional de US$ 16 millones para el proyecto Plurinacional “Investigación, Educación y Biotecnologías Aplicadas a la Salud”, para ser destinados íntegramente a la lucha coordinada contra el Covid-19. Los recursos, financiados a través del Fondo para la Convergencia Estructural del MERCOSUR (FOCEM), deberán destinarse a la compra de equipos, insumos, kits de detección y desarrollo de técnicas de serodiagnóstico (MERCOSUR 2020d).
El SICA logró aprobar el aumento de recursos al Fondo de Emergencia del bloque, con US$1 millón para cada uno de los 8 países miembros. Además del financiamiento interno, el SICA aprobó convenios de financiamiento externo con Taiwán, la Unión Europea y Alemania para el apoyo financiero a las micro, pequeñas y medianas empresas de los países centroamericanos, con aportes por más de US$ 350 millones. Se discutieron estrategias de vigilancia epidemiológica para la región con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de América del Norte y el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA (PEPFAR), lo que llevó a la firma de acuerdos de ayuda al desarrollo.
A través del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), el SICA realizó donaciones de miles de kits para detección de Covid-19 a todos los países miembros y también a Argentina y Colombia, que son socios extrarregionales del banco. Como parte del Programa de Apoyo y Preparación ante la Emergencia ante el Covid-19, creado en marzo de 2020, el BCIE ha destinado cerca de US$ 4,2 millones para la compra y suministro de pruebas de diagnóstico y equipamiento médico para la detección temprana de la enfermedad (BCIE 2020). Dentro de la CELAC, México y Argentina encabezaron la firma de un acuerdo financiero con la Fundación Slim -propiedad del multimillonario mexicano Carlos Slim- suscrito en agosto de 2020. La iniciativa deberá resultar en la producción y distribución regional de entre 150 y 250 millones de dosis de la vacuna. desarrollado por el consorcio Oxford-AstraZeneca. La producción está a cargo de México y Argentina. Adicionalmente, la OTCA propuso financiamiento externo -público o privado- para la articulación de acciones para combatir la pandemia (OTCA 2020), pero hasta el momento no ha logrado resultados concretos.
En materia de seguimiento regional, ORAS-CONHU, OTCA, SICA y CARPHA publicaron informes detallados sobre la situación de los países. CARPHA también publicó lineamientos regionales sobre diversos temas relacionados con la pandemia e importantes para los países del Caribe, tales como: visitas a prisiones, alertas para profesionales de la salud, estrategias de comunicación y desinfección de instalaciones turísticas, entre otros (CARPHA 2020). SICA logró aprobar un Plan de Contingencia Regional (SICA 2020), orientado a complementar los esfuerzos nacionales para mitigar los efectos de la crisis generada por la pandemia. Asimismo, el Plan de Trabajo 2021 de la CELAC incluye estrategias sobre reactivación económica post pandemia y la Estrategia Regional de Salud frente al Covid-19, con iniciativas regionales de producción y distribución de vacunas e insumos médicos, y la consolidación de la Red de Expertos en Agentes Infecciosos. y Enfermedades Emergentes y Reemergentes (CELAC 2021)
También se vieron algunos resultados concretos en términos de vigilancia regional. La CELAC logró la vinculación con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), lo que resultó en la creación del Observatorio Covid-19 en América Latina y el Caribe, con el objetivo de seguir y monitorear el progreso de los países y el impacto económico y social del Covid-19 en el mediano y largo plazo (CEPAL 2020). CELAC también fortaleció iniciativas conjuntas con SEGIB (Guadarrama Pérez y González Hernández 2020). El SICA también ha creado un observatorio regional, previsto en su Plan de Contingencia, para emitir información mejorada y actualizada sobre la pandemia a los países.
En cuanto a la articulación extra-bloque, se desarrollaron otras iniciativas en materia de intercambio de información y conocimiento. Cabe destacar la articulación de ORAS-CONHU con MERCOSUR y OTCA para realizar eventos online y webinars sobre temas relacionados a la lucha contra la pandemia. Las iniciativas fueron apoyadas por la Oficina Subregional de la OPS para América del Sur. Cabe mencionar que los eventos realizados por la OTCA tuvieron un enfoque importante en la salud de las poblaciones indígenas, en el combate al Covid-19 en las regiones amazónicas, especialmente en las fronteras, y en el acceso a vacunas y tratamientos para los pueblos indígenas (OTCA 2020).
Cuadro 1
Como se puede observar en el Cuadro 1, en casi todos los bloques de América Latina y el Caribe, las principales estrategias estuvieron relacionadas con pronunciamientos políticos de alto nivel, publicación de informes con datos epidemiológicos y realización de eventos virtuales sobre la pandemia. Algunos avanzaron con otras iniciativas más específicas. Así, no es que la región no esté activa en el contexto de la pandemia. Sin embargo, las iniciativas de los diferentes bloques regionales se han desvinculado entre sí, lo que dificultó la posibilidad de construir efectivamente una respuesta conjunta al problema.
Ahora bien, también el cuadro 1 nos muestra que si durante la primera etapa - durante la cual los bloques regionales redactaron respuestas, aunque han sido más declamativo y con alcance concreto limitado - en la segunda etapa (que comienza con la disponibilidad de vacunas en la región de América Latina), la acción regional conjunta para mejorar el acceso a las vacunas fue muchísimo menor, por no decir prácticamente inexistente. Salvo algunos webinars o eventos online que realizaron MERCOSUR, ORAS-CONHU, OTCA y SICA.
Las acciones se limitaron prácticamente a negociaciones bilaterales entre países o países con la industria. Sabemos las limitaciones que esto ha tenido, para el acceso equitativo a las vacunas, oportuno y el impacto en el aumento de las asimetrías y las desigualdades.
Desde el MERCOSUR por ejemplo, en diciembre de 2020, los ministros de salud emitieron una Declaración sobre el Mecanismo COVAX, declarando el apoyo al mecanismo para superar las barreras de acceso a las vacunas, sin embargo, no se propusieron iniciativas concretas (Cuadro 1).
El ORAS-CONHU, como resultado de la Reunión de Ministros en junio de 2021 también emitió una Declaración conjunta para lograr el acceso universal a las vacunas contra Covid-19. En términos de resultados más concretos, podríamos mencionar a través de la CELAC la iniciativa conjunta entre Argentina y México para la producción conjunta de la vacuna Oxford / AstraZeneca, que inició su distribución en Argentina y México (Cuadro 1)
Cooperación en salud e integración regional: ¿dónde estamos?
Al examinar las iniciativas en su conjunto, desde una perspectiva de cooperación regional, se evidencia que cada una de las organizaciones analizadas ha desarrollado estrategias sustantivas para enfrentar la pandemia, pero estableciendo alianzas parciales. En consecuencia, han puesto en marcha instrumentos que, en un contexto de fragmentación o de respuestas individuales al estallido de la pandemia, corren el riesgo de ser coyunturales y temporales, limitando la capacidad de construir una agenda de salud a nivel regional, con miras a hacer frente a eventuales crisis sanitarias en el futuro.
Actuar a nivel regional en América Latina es un desafío, por un lado, por las limitaciones específicas del espacio regional como campo de formulación de políticas sociales, y por otro lado, por algunas debilidades de los procesos de integración regional en este ámbito específico. región. La literatura en el campo de las relaciones internacionales discute y argumenta que estas son espacios válidos y fundamentales para la acción colectiva y la construcción de políticas regionales, especialmente en el campo de las políticas sociales (Bianculli y Ribeiro Hoffmann, 2016; 2020; Riggirozzi y Tussie 2012; Riggirozzi 2015; Herrero 2017). Sin embargo, esta acción muchas veces se ve limitada por la voluntad política de los países, por la reducida credibilidad de las políticas regionales y, en muchos casos, por la falta de continuidad institucional que suele estar presente en los espacios regionales, especialmente en América Latina (Riggirozzi y Ryan 2021).
En este escenario, es posible, por lo tanto, observar que, por un lado, la disolución de UNASUR dejó un vacío institucional que aún no ha sido llenado, en un contexto ya complejo por el estancamiento –e incluso el repliegue– de las acciones de Cooperación Sur-Sur y la crisis del multilateralismo, pero por otro lado, UNASUR también dejó ciertas capacidades que sin duda pueden ser un valor agregado en el abordaje de la pandemia y, sobre todo, de la pospandemia.
En este punto, es interesante visibilizar el legado de UNASUR más allá del importante vacío que dejó su disolución, considerando además que fue uno de los mecanismos regionales más activos y efectivos en el área de la salud, especialmente en la defensa de los valores democráticos y la promoción de la participación social en la construcción de políticas de salud (Campos 2017).
Debido a las demandas insatisfechas y dado el alcance sistémico de la crisis, la pandemia ha demostrado que la articulación y coordinación de acciones en 3 niveles es fundamental: nacional, regional y global. El nacional, con miras a apuntalar las capacidades locales y en especial el fortalecimiento de los sistemas de salud para atender la demanda y cubrir las necesidades de insumos y equipos médicos, algo que ha estado faltando en muchos países de la región (García et al. 2020). A nivel regional, con el objetivo de articular y fortalecer la cooperación transfronteriza, intercambiar datos y promover mecanismos conjuntos para la adquisición de medicamentos y, más aún, de vacunas (Riggirozzi 2020), cuya carrera pone en peligro la capacidad de algunos países para adquirir a ellos. En otras palabras, esperando reducir las asimetrías regionales, que sin duda se han evidenciado en esta crisis pandémica. Finalmente, a nivel global, para aunar esfuerzos para actuar juntos y negociar en bloque, entendiendo y defendiendo la salud como un derecho (Herrero y Nascimento 2022).
En el caso de UNASUR, particularmente en el caso de la salud, a través del Consejo Suramericano de Salud es posible identificar los tres niveles en los que había operado ya través de los cuales se habían impulsado normas (el nivel nacional, el nivel regional y el nivel global). Es posible denominar a UNASUR como un 'intermediario' que transita por los tres niveles de gobernanza que se fortalecen -nacional, regional e internacional- exhibiendo una capacidad para generar amplios consensos. La influencia a nivel nacional se percibe en la medida en que se considera que los procesos de integración con enfoque de políticas sociales y soberanía sanitaria regional fortalecen también la soberanía sanitaria nacional de sus países miembros. Con frecuencia los países sudamericanos presentaron temas importantes para sus sistemas nacionales de salud en el espacio multilateral de UNASUR, que sirvió como espacio para buscar conjuntamente soluciones comunes (Herrero y Nascimento, 2022).
A nivel regional, las acciones de UNASUR impulsaron la agenda de salud hacia estrategias exitosas de cooperación sur-sur y horizontal, en cuanto a acciones comunes frente a la pandemia de influenza H1N1, epidemias de dengue, otras enfermedades transmisibles emergentes y reemergentes, y la preparación colectiva para una eventual llegada del virus del Ébola. Estas acciones fueron lideradas por el Consejo de Salud Suramericano de UNASUR, con el apoyo explícito de las Jefas y los Jefes de Estado. Muchas acciones fueron implementadas por cientos de técnicos de los ministerios de salud de los Estados Miembros (Buss et al. 2018). Además, UNASUR articuló no sólo el accionar de los países, sino que actuó en coordinación con los diferentes bloques regionales a través de la complementación de agendas, que en la práctica se tradujo en la realización de actividades conjuntas promovidas y financiadas por UNASUR. Este es un valor agregado del bloque que incluso anticipa esas articulaciones en sus documentos y reglamentos normativos (Herrero y Nascimento, 2022).
Ahora bien, esta capacidad de articulación con otros mecanismos regionales – que fue la característica fundamental de UNASUR tanto en todas sus actividades como en sus documentos –, ha sido una gran pérdida para la región. Como consecuencia, también resultó en una pérdida de la capacidad de hacer cumplir la soberanía sanitaria regional, lo que llevó a una desarticulación global. En el área de acceso a medicamentos, por ejemplo, proyectos como el Banco de Precios de Medicamentos -lanzado a finales de 2016- y la negociación conjunta de precios de medicamentos de alto costo -iniciado en 2015- demostraron la importancia de la articulación con MERCOSUR, en un escenario de traslape institucional que resultó beneficioso para los países (Oliveira, 2019).
A nivel global, UNASUR contribuyó a construir un nuevo arreglo de diplomacia en salud. Entre sus importantes aportes en este campo se encuentran las posiciones comunes presentadas en la Asamblea Mundial de la Salud. Entre 2010 y 2016 hubo 35 posiciones comunes, en diversos temas, siempre enfocadas en los principios defendidos por UNASUR: la salud como derecho humano fundamental, el acceso universal a los medicamentos, la valorización de la salud pública por encima de los derechos de propiedad intelectual, el fortalecimiento de los recursos en salud, determinantes sociales de la salud y la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) (Vance 2020).
Una característica especial de UNASUR fue proponer la construcción de una identidad regional sin necesidad de que los países miembros delegaran parte de su soberanía a mecanismos supranacionales. Así, se posicionó, de manera innovadora, como una organización de integración regional en la que los intereses de la salud a nivel regional se valoran más que el poder del órgano de control siendo superior al de los miembros individuales. En este sentido, el proceso de política regional y sus resultados en materia de diplomacia en salud es otro punto interesante en el análisis de UNASUR. A través de nuevos mecanismos de diplomacia, la región fortalece y amplía su capacidad de negociación y defensa de sus intereses en espacios multilaterales, generando así una mayor autonomía de los países que pertenecen al proceso para definir sus propias políticas, con menor influencia externa (Teixeira 2017). La salud es en sí misma un campo privilegiado para construir soberanía a nivel internacional y multilateral, ya que ofrece un espacio de negociación en los organismos multilaterales continentales y globales, del que no disponen otros ámbitos sociales. Al mismo tiempo, estos procesos de integración regional con enfoque de políticas sociales y soberanía sanitaria regional, también pueden fortalecer la soberanía sanitaria nacional de sus países miembros. Este despliegue de soberanía sanitaria regional fortalece a una región en el ámbito de la soberanía externa, así como, individualmente, a cada uno de los dos países que pertenecen al proceso de integración regional. De esta manera, potencia la capacidad de esos países para definir sus propias políticas de salud, con un menor nivel de influencia externa, aumentando así su soberanía sanitaria interna (Teixeira 2017, 179).
En tal situación de varios frentes abiertos, la experiencia de UNASUR nos ha enseñado que es fundamental contar con mecanismos y espacios de coordinación regional que permitan intercambiar información y buenas prácticas, definir acciones conjuntas de prevención y contención, y proponer la adopción de incentivos a la innovación tecnológica, negociación y compra conjunta de vacunas y tratamientos para el Covid-19. Sobre todo, sería fundamental brindar una estrategia epidemiológica contextualizada de acuerdo a las realidades y prioridades de los sistemas de salud de los países de América Latina y el Caribe (Herrero y Nascimento 2022).
El nivel regional vinculado a iniciativas de integración presenta grandes oportunidades de cooperación en salud, a través de la acción colectiva, para contribuir a desafíos como la pandemia y otros eventos de salud pública mundial (Buss y Tobar, 2020). Concebir la cooperación internacional como una herramienta epidemiológica implica la necesidad de discutir qué tipo de cooperación en salud es más eficaz y eficiente para enfrentar los problemas de salud que afectan a nuestros pueblos.
En este punto, consideramos que los conceptos de "escudo epidemiológico" y "soberanía sanitaria", como legado de UNASUR, contribuyen ampliamente a un regionalismo latinoamericano y caribeño articulado, donde la cooperación y la integración se conviertan en un beneficio que fortalezca a la región y tenga un impacto favorable al interior de cada nación latinoamericana, reforzando las respectivas políticas sociosanitarias. El todo es superior -o al menos debería serlo- a la suma de sus partes.
En este sentido, la creación de un “escudo epidemiológico” con enfoque sur-sur podría convertirse en una herramienta institucional regional-interregional, encaminada a dar respuestas epidemiológicas adecuadas y políticamente sustentadas a epidemias y enfermedades prioritarias en el sur global, de acuerdo con cada una de ellas. contexto de salud. Este dispositivo debe constituirse de manera interdisciplinaria y multidimensional, estructurado en torno a una red regional de vigilancia y respuesta, para la construcción de mecanismos de intercambio de información y protocolos, así como la sistematización de bases de datos estadísticas para la acción coordinada en las distintas instancias de la vida política.
Conclusiones:
Reflexiones finales: La pandemia, una oportunidad perdida para la concertación regional
La pandemia de COVID19 ha sido una oportunidad perdida para la salud poder articular agendas y para América Latina, poder reconstruir su fragmentada y débil cooperación regional.
Las principales estrategias estuvieron relacionadas con declaraciones políticas de alto nivel, publicación de informes con datos epidemiológicos y la realización de eventos virtuales sobre la pandemia. En la región han primado las acciones unilaterales continuas, lo que ha socavado la posibilidad de una respuesta regional. Este escenario estuvo favorecido por el distanciamiento político entre los países. A esto se suma que UNASUR, una de las instancias que ha tenido un rol más protagónico en salud, se disolvió, y la CELAC, que ha intentado asumir un liderazgo con la presidencia pro tempore en México, encontró un camino muy difícil en adelante. La fragmentación regional dificultó la posibilidad de estrategias concertadas y la falta de liderazgo debilitó la posibilidad de construir efectivamente una respuesta conjunta.
Con la llegada de las vacunas, lejos de una distribución equitativa, y más lejos aún de la vacuna convertirse en un bien público global, el mundo quedó en un “sálvese quien pueda”.
La dinámica de acaparamiento y negociaciones individuales, redujo la disponibilidad de vacunas para los países del Sur y socavó el multilateralismo, afectando la cooperación y la solidaridad global. A casi dos años de la llegada de las primeras vacunas a la región (al momento de escribir esta ponencia), la gran mayoría de las vacunas adquiridas por los países fueron adquiridas de forma bilateral, o sea, a través de negociaciones entre el país comprador y la industria que vende la vacuna.
A lo que debe sumarse la persistente dependencia tecnológica en materia de medicamentos biológicos y biotecnológicos que atenta contra la tan urgente y necesaria política regional que ayude a coordinar una mayor capacidad de producción local y regional. América Latina, produjo menos del 4% de los productos médicos utilizados durante la pandemia.
Las asimetrías y la fuerte dependencia de la región, no pudo ser contrarrestada con acciones concertadas para avanzar en la adquisición de vacunas y lograr mejores condiciones. De 51 países y territorios que componen la región de las Américas, 10 aún no cumplen con la meta de la OMS de lograr al menos el 40% de cobertura vacunal por país. Actualmente, tenemos 17 países/territorios de las Américas con más de 70% de población elegible vacunada. Lo que implica que la mayoría de nuestros países están entre el 40% y el 70% de cobertura. Haití, el país más pobre de la región, recibió su primera vacuna en julio de 2021, y al día de la fecha solo el 2% de la población elegible tiene esquema completo de vacunación.
Eso se puede contrarrestar con iniciativas recientes de cooperación sur-sur que han resultado, como el banco de precios de UNASUR y las negociaciones de precios de medicamentos de alto costo realizadas por UNASUR y MERCOSUR y que demostró no solo la enorme reducción de costos en el acceso a medicamentos, sino también cómo le otorga a los países mayor negociación con la industria.
La articulación y la concertación a nivel regional podrían haber contribuido a respuestas más efectivas para enfrentar la pandemia. En contextos de crisis sanitaria, el nivel regional, vía los mecanismos de integración y de la cooperación en salud, brindan una oportunidad a los países para potenciar sus capacidades, complementar acciones, no duplicar esfuerzos y sumar las lecciones aprendidas. En el contexto actual de realineamientos políticos, comienzan a cobrar fuerza la posibilidad de volver a recuperar espacios de integración que han sido muy valiosos para la región.
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Palabras clave:
COVID-19; Cooperación Internacional en salud; América Latina
COVID-19; International cooperation in health; Latin America
COVID-19; Cooperação internacional em saúde; América Latina
Resumen de la Ponencia:
Esta investigación surge de la inquietud de interpretar la transformación que el escenario de la cooperación internacional para el desarrollo (CID) ha sufrido tras la crisis financiera internacional de 2008, así como de discernir en qué medida este cambio ha incidido en las políticas de cooperación internacional para el desarrollo de México y de Chile. Algunos estudiosos del desarrollo han buscado explicar este fenómeno a través del esbozo de diversas alternativas conceptuales que han derivado en múltiples interpretaciones. Entre estas, la propuesta conceptual del contexto mundial de la post-ayuda (CMPA) resulta de especial interés, ya que parte de la premisa de que el reacomodo geopolítico de la última década ha conllevado una importante variación en la relevancia política de los mecanismos de promoción del desarrollo internacional, propiciando tanto una pérdida de centralidad de la ayuda oficial al desarrollo (AOD) como un incremento en la visibilidad e importancia política de la cooperación Sur-Sur (CSS) en el marco de los mecanismos de promoción del desarrollo.Por ello, a través de un estudio de carácter explicativo y corte cualitativo, la presente investigación buscará analizar el CMPA para dilucidar su incidencia ante la CID de dos países latinoamericanos de carácter dual: México y Chile. La idea es explorar los cambios y las continuidades en tres principales aspectos: 1) sus estatus-rol[1] en el marco político de la CID; 2) sus estrategias de diseño de política de CID[2]; y 3) su adecuación institucional[3]. Esto con el fin de identificar indicios de una evolución de las relaciones de cooperación como parte del proceso de ajuste de ambos países al CMPA.Siendo la gobernanza un enfoque teórico con la capacidad de fungir como marco de análisis comparativo entre los diferentes niveles contemplados en esta investigación[4], resulta sumamente útil para determinar: 1) qué factores han favorecido la actual fragmentación de la autoridad entre actores gubernamentales y no gubernamentales de CID; 2) la forma en que las normas y los procesos de toma de decisiones han sido transferidos de un nivel a otro en el marco político del desarrollo y la cooperación internacional; y 3) las estrategias de los países para ajustar sus políticas y andamiajes institucionales al nuevo contexto de las relaciones internacionales.[4] Global, Regional y Nacional[1] Posición que ocupa y el papel que desempeña cada uno de los actores dentro del escenario de CID.[2] Guía para la identificación de prioridades (temáticas y regionales), instrumentos, modalidades y directrices a considerar para la operacionalización de CID.[3] Condiciones del andamiaje institucional con el que se cuenta para la puesta en marcha de acciones de CID y su respectiva gobernanza.Resumen de la Ponencia:
“Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Frederick Jameson.Me parece que una sociología antisistémica es capaz de descubrir y reconocer las luchas de dominación y resistencia que dan origen a condiciones histórico estructurales de desigualdad, de las que nacen regímenes presididos por minorías privilegiadas, cuya reproducción ocurre sobre la base de violencias y agresiones que permiten injusticias, carencias, enfermedades, sufrimientos y muertes. Una sociología así atiende el origen, el desarrollo y el desenlace de las luchas por el poder y el carácter entrópico de los procesos, e intenta construir fórmulas de vida democráticas, igualitarias y saludables, impulsando luchas transformadoras desde la pluralidad de opciones de base, oponiéndose a toda forma de vanguardismo y sectarismo. Desde la perspectiva crítica de dicha sociología antisistémica, en este ensayo se pretende mostrar: a) que antes de aparecer el Coronavirus la economía-mundo capitalista ya estaba en dificultades; b) que la gestión capitalista de la pandemia acentúa los problemas de la reproducción socio ambiental, siendo peor que la pandemia misma; c) que la pandemia, como la cuarentena y las medidas restrictivas impuestas a pueblos y gobiernos, no corresponden a una crisis civilizatoria, sino a cambios en los modelos de reproducción económica, política y cultural que fortalecen la subordinación de la sociedad, continúan la depredación ambiental y aumentan la rentabilidad de las Corporaciones Transnacionales, interesadas en iniciar un nuevo ciclo de acumulación de capital.Resumen de la Ponencia:
Tras el triunfo de la revolución cubana, la mayor de las Antillas se ha distinguido por enarbolar una política exterior marcada por la cooperación y la solidaridad con las naciones del Sur global, destacando sobre todo las ubicadas en América Latina y el Caribe. Con todo y la continuidad de la agresión estadounidense, Cuba sostiene importantes esfuerzos por compartir parte de su potencial social, sobre todo en el campo de la salud, buscando coadyuvar en la reducción de las asimetrías sociales que reflejan la condición estructural del capitalismo dependiente que caracteriza a los países de la región. Así, esta ponencia se plantea abordar las características centrales de la cooperación cubana, destacando en particular las aportaciones realizadas en la región para coadyuvar con el esfuerzo de gobiernos y sociedades en el enfrentamiento de la pandemia de la Covid-19, demostrando con ello la trascendencia de su esencia solidaria y la posibilidad de rediseñar las dinámicas hacia una integración con sentido social, alejada de los mecanismos predominantes, de esencia neoliberal, en los que todo se centra en la maximización de las ganancias para el capital.Resumen de la Ponencia:
Este trabalho é fruto de pesquisas em desenvolvimento no âmbito do Programa de Iniciação Científica (PIBIC) da Universidade Federal da Bahia (UFBA), com o apoio da FAPESB (Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado da Bahia) e do próprio PIBIC da UFBA. O objeto deste trabalho são as relações econômicas e diplomáticas do Chile com a China face à presença chinesa na América do Sul no período 2005 à 2020. O objetivo é traçar um panorama das relações econômicas e diplomáticas entre a China e o Chile entre 2005 e 2020, acompanhando o seu desenvolvimento no período, observando o quadro político interno do Chile (os governos entre 2005 e 2020) e a política externa chilena em relação à China, além das circunstâncias políticas, econômicas e diplomáticas da ascensão chinesa e sua relação com a América do Sul. Utiliza-se os conceitos clássicos de Imperialismo, a partir de Vladimir Lênin (1916), e de Dependência, a partir de Ruy Mauro Marini (1973), incluindo atualizações contemporâneas de ambos, e trabalhos específicos sobre o processo de modernização da China após as reformas estatais iniciados em 1978 e sobre a ascensão da China na América do Sul. A metodologia utilizada fundamenta-se na perspectiva marxista de interlocução dialética entre o referencial teórico e os dados coletados de fontes primárias e secundárias, a partir de métodos qualitativos e quantitativos envolvendo análise documental e estatística. No caso das relações econômicas e diplomáticas entre o Chile e a China, cabe assinalar que a presença chinesa no continente vem se intensificando desde o início dos anos 2000, com a entrada da China na OMC (Organização Mundial do Comércio) e sua política de going out que promoveu a internacionalização do capital chinês no mundo por meio de seus bancos e empresas (estatais e privadas). No campo diplomático, houve a assinatura do TLC (Tratado de Livre-Comércio) entre Chile e China em 2005 durante o governo de Michele Bachelet, estabelecendo ambiente diplomático favorável à cooperação bilateral e maior aproximação econômica entre os dois países no campo do comércio exterior e da presença do capital chinês no Chile. No comércio exterior chileno, a China rivaliza diretamente com os Estados Unidos, que desde 2005 ocupa o primeiro lugar no ranking das importações chilenas (à exceção dos anos 2017 e 2018, onde a China ficou em primeiro lugar). Essa rivalidade se acentuou na última década durante o boom das commodities e do aumento da presença chinesa no comércio exterior latino-americano. A China já em 2010 liderava a participação no ranking das exportações chilenas com um índice de 25% e valor total de US$ 17.8 bilhões. Em 2019, o país asiático permanece líder e com um índice já de 32%, com um valor total de US$ 21.6 bilhões.Resumen de la Ponencia:
Este trabalho é resultado de pesquisas realizadas no âmbito do Programa de Iniciação Científica (PIBIC) da Universidade Federal da Bahia (UFBA) e do Programa de Relações Internacionais (UFBA), com o apoio do CNPq (Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico) e da CAPES (Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior). O objeto deste trabalho são relações tecno-científicas e culturais China-Brasil a partir da ascensão da China enquanto potência global. O objetivo é compreender a natureza destas relações. Partimos do conceito de Imperialismo desenvolvido por Lênin e atualizado por autores contemporâneos como Atílio Boron (2005), assim como da Teoria da Dependência, partindo de Rui Mauro Marini e de autores que atualizam esta Teoria, a exemplo de Jaime Osório (2012). Nossa metodologia desenvolveu-se a partir da interlocução dialética entre referencial teórico e dados empíricos. É importante aqui resolver uma questão: só podemos compreender a natureza das relações tecno-científicas e culturais China-Brasil a partir da compreensão mais geral das relações China-América Latina, assim como a partir do aprofundamento das relações econômicas China-Brasil. Atualmente a China é incontestavelmente uma grande potência global. Para Marcelo Gullo (2014) este país é o exemplo contemporâneo mais importante de uma bem-sucedida construção de poder nacional, resultado da combinação de uma insubordinação ideológica perante o pensamento dominante e de um eficiente impulso estatal. esta forma então, rompe com a dependência. É a partir disso e de importantes alianças, a exemplo das que vêm desenvolvendo com a Rússia, que tem questionado a hegemonia até então unipolar dos Estados Unidos. A partir de Reformas orgânicas iniciadas em 1978 passa a orientar-se rumo ao capitalismo (SOUZA, 2018) e desta forma passa a desenvolver todas as contradições e modus operandi inerentes a este modo de produção, tanto internamente quanto do ponto de vista das relações internacionais. A partir de referencial teórico já mencionado defendemos que a China é atualmente um país Imperialista. É a partir desse pressuposto que analisamos suas relações com a América Latina e logo com o Brasil. A China tem desenvolvido fortes relações econômicas com o Brasil, que a partir delas tem ampliado seu status dependente, sendo aquele o principal parceiro econômico deste na atualidade. Para além das relações econômicas e também tributárias delas, esta potência asiática, que tem na inovação o critério central e orientador de seu desenvolvimento (CASSIOLATO, 2013) também tem ampliado sua presença tecno-científica e cultural no Brasil. Partimos do pressuposto de que tal presença é também uma face do imperialismo chinês no Brasil, contribuindo para o aprofundamento da dependência neste país. A partir disto, temos como objetivo específico deste trabalho identificar se nestas relações tecno-científicas há repasse de tecnologia e de que natureza.Resumen de la Ponencia:
Después de la II Guerra Mundial, el modelo de una Europa integrada económicamente se convirtió en un imperativo histórico. La hegemonía americana establecida en dicha región en oposición a la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) durante la Guerra Fría se ha materializado en enormes volúmenes de capitales, fluyendo desde América hasta Europa a cambio de la creación de una institución supranacional que pusiera los países en segura alianza con el imperialismo americano. Gracias a un gran esfuerzo en favor de la industrialización de estos países y una urgente necesidad de defensa militar, se experimentó un avance de la industria de base. Este ciclo de crecimiento conocido como “la época dorada” se agota marcado por una crisis de acumulación en la década de 1970. La apuesta neoliberal, que asume el lugar destacado mediante la respuesta a esta crisis, se encontró a un inmenso mercado a ser conquistado por la Europa del este, controlada hasta entonces por el burocratismo estalinista, la cual se derrumbó económicamente. La ampliación del bloque se volvió la promesa de paz, desarrollo económico e igualdad de todas las naciones que adhirieron a los regímenes supranacionales. Los acuerdos comerciales que discriminaban a los no miembros del bloque, a su vez, presionaban las economías marginales que, no sin resistencia, terminaron sometiéndose al poder supranacional europeo. El proceso de ampliación del bloque europeo contenía los mismos objetivos de la Europa desde su fundación: liberalización del flujo de capitales, flujo de mano de obra, condiciones de cambio de acuerdo con las directrices del bloque y toda una serie de medidas para garantizar el establecimiento de la forma social de mercado. Las preguntas que deben plantearse en este contexto son: ¿hay una integración europea en el marco de la economía de mercado? ¿Qué significado tiene, desde el punto de vista de la economía política y de la ley del valor, una experiencia de integración regional como la europea? ¿El desarrollo económico desigual entre los países es resultado de una integración fallida? Evidentemente, es necesario delimitar el concepto de integración para llegar a lo que consideramos ser el destino necesario de nuestra discusión: la necesidad de una economía social planificada para Europa, y por consecuencia, de una economía social que sustituya la forma social del modo de producción capitalista.
Introducción:
La Unión Europea (UE) se encuentra ante una profunda crisis económica y política. Cada vez más, sus países miembros vuelven a enfrentar el proyecto europeo con desconfianza, reavivando el cuestionamiento de la llamada integración económica en el continente. El Brexit, proceso por el cual la Inglaterra dejó el bloque en 2020, materializó este conflicto, pero para todos los otros países que permanecieron ahí , como Italia, Francia y Alemania, se observa un apoyo popular cada vez mayor en favor de las posiciones políticas soberanistas que se oponen al gobierno supranacional europeo. Del otro lado del continente, potencias emergentes como China, India y Rusia se enfrentan con el orden global del imperialismo estadounidense, profundizando la crisis. La crisis financiera global de 2008, la crisis de la zona del euro en 2010, la crisis decretada por la Organización Mundial de la Salud en 2020 y ahora la guerra en Ucrania, cuya participación de la UE ya fue más allá de sus capacidades, son eventos relevantes para el análisis histórico general de las cuestiones que de ahí surgen.
Por ende, ahora más que nunca, es importante entender el abordaje actual de la disciplina de la llamada Integración Europea desde el punto de vista tanto económico como político. Para tal fin, es necesario hacer una recuperación de sus transformaciones históricas y, además, determinar en líneas teóricas una definición de integración económica en el marco de una economía de mercado desarrollada. Sin ese análisis genético, corremos el riesgo de dejar atrás la concatenación causal por detrás de las formas aparentes del proceso histórico. Para cumplir este propósito, la discusión de este texto se apoya en las bases teóricas de la teoría marxista del valor, dada que esta ofrece una hipótesis plausible sobre la interacción de los productores privados, o sea, el concepto desarrollado de la forma-valor en una economía de mercado.
Desarrollo:
Formación del bloque económico europeo y su ampliación: la consolidación de una economía de mercado.
En la primera mitad del siglo XX, Europa fue arruinada por las Guerras Mundiales y las sucesivas crisis económicas. La formación del bloque europeo se inició en la segunda mitad del siglo XX, con características determinadas por los eventos de la posguerra y su respectivo proceso de manutención y reconstrucción bélica, además, las bases de la acumulación capitalista eran particularmente marcadas por la industria de base. Las relaciones económicas de los países miembros de la UE trascienden los tipos de acuerdos bilaterales entre los estados nacionales e imponen una serie de acuerdos económicos más profundos, materializados políticamente por un poder supranacional.
Europa era parte fundamental de la manutención de la posición geopolítica de los Estados Unidos (EUA) en el globo. Después de la Segunda Guerra, el gobierno americano emprendió una ola de inversiones en los países destruidos por la guerra, en nombre de la manutención de su influencia. La formación del bloque económico europeo fue acelerada con los eventos de la Guerra Fría y la expansión de la influencia económica de la Unión Soviética en el continente.
La primera experiencia de la así llamada integración europea fue consolidada con el Plano Schuman, que promovió el Acuerdo del Carbón y del Acero en 1952. Se proponía que Francia y Alemania, posteriormente Bélgica, Luxemburgo, Holanda e Italia, pusieran sus industrias de base bajo el control de una autoridad supranacional, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). La fundación de la CECA implicó una enorme transferencia de poder del nivel nacional para el supranacional en torno de las decisiones sobre los precios, importaciones, exportaciones y producción de los sectores carboníferos y siderúrgicos nacionales. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fue fundada en el mismo año de la fundación de la CECA. A pesar de estos avances, el proyecto de formación del bloque económico estaba lejos de ser definido a fines de la década de 1940, una vez que los países europeos seguían luchando para restablecer sus gobiernos y economías, mientras otros estaban directamente bajo ocupación militar. En este sentido, las limitadas capacidades de poder supranacional sobre los países de Europa Occidental fueron sobrecargadas por las condiciones de la guerra.
Frente la amenaza soviética a la hegemonía americana sobre el bloque, la así llamada integración europea ganó su primer salto decisivo por medio del Plan Marshall, que ofreció dinero para los países europeos a cambio de un programa conjunto de “reconstrucción económica”. En este sentido, los EUA presionaron al bloque para la creación de la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) en 1948, que estableció las normas de mercado entre los países europeos y los EUA. El Plan Marshall destinó 12 mil millones de dólares, de modo que la mitad fue para el Inglaterra, Francia y Alemania occidental, mientras la OECE determinó la disminución de las barreras comerciales intraeuropeas y estableció un sistema intraeuropeo de pagos llamado Unión Europea de Pagos (UEP), liberando masivamente los flujos comerciales dentro de Europa. El dinero americano básicamente fundó la UE en la posguerra y su proyecto de integración, presionando a los países a profundizar aún más en la liberalización del comercio, mientras los EUA financiaban los déficits de estos países.
A diferencia de la post Primera Guerra, cuyo fuerte proteccionismo resguardaba los intereses de las industrias nacionales, después de la Segunda Guerra, la así llamada integración europea significó el abandono de las barreras comerciales coordinadas por la OECE y la UEP. Una tendencia a observar es que a medida que los negocios son bien sucedidos frente a las innumerables oportunidades de mercado que la destrucción que la guerra promovió, garantizando un acúmulo satisfactorio de capitales, tal recuperación económica volvió a despertar un retroceso del plan de la transferencia de soberanía nacional para un poder europeo, y a su vez, al proyecto de integración europea.
Para evitar esta tendencia, desventajosa para la hegemonía americana, en 1958 fue ratificado el Tratado de Roma por los miembros de la CECA, sustituyéndolo por la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURATOM) y la Comunidad Económica Europea (CEE). El Tratado de Roma promovió un profundo cambio económico. Su objetivo era "supervisar el mercado”, “controlar el respeto por las reglas de la concurrencia” y “asegurar la transparencia de los precios”. Tales objetivos serían supuestamente perseguidos, sobre todo con la liberación arancelaria. El tratado formaba la unión aduanera, eliminando las tarifas y cuotas del comercio intra-CEE y adoptando un arancel común sobre las importaciones con los países no miembros, así como garantizando la movilidad libre de la fuerza de trabajo, integración del mercado de capitales y libre flujo de capitales, comercio y servicios.
La así llamada integración europea significaba para muchos países una amenaza a la competitividad y a los intereses nacionales conquistados en la posguerra. La política de regulación del mercado protegía las empresas nacionales, mientras la política del “libre comercio” deseado por el Tratado de Roma protegía a los monopolios. Después del tratado, se inició un largo periodo, que duraría décadas, de ampliación del bloque económico para el ingreso de los países no miembros. Esa tendencia promovió muchas contradicciones en este proceso. El bloque pionero de los seis países formados por la CECA, bajo el régimen de la CEE, vuelven a experimentar un declive de la “competitividad económica”, o sea, de la acumulación de capital. La expansión de la liberalización del mercado volvió a mirar a los países cuya economía nacional todavía conservaba alguna soberanía. La apertura del bloque económico cumplió este propósito de expansión, aunque el atraso de muchos países no miembros sería una razón para las futuras protestas del proyecto integrador.
En efecto, la primera ampliación del bloque fue tímida, soslayado por acuerdos bilaterales externos, marcado por una baja confianza en el proyecto de “cooperación”. El rechazo de algunos países a ingresar en el bloque se expresó a través de referendos populares. Las economías nacionales aún querían proteger su crecimiento alcanzado en la posguerra. Como pide el itinerario, todavía faltaba una crisis más profunda para reorganizar Europa, esa vendría como consecuencia.
Cuando la CEE fue fundada, los países que inmediatamente no componían el bloque, liderados por Inglaterra, se organizaron en torno a un bloque externo, la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC), cuyos acuerdos pretendían hacer frente a la presión ejercida por la CEE. La primera ampliación del bloque aconteció en 1960-1970, cuando Inglaterra, Dinamarca, Irlanda y Noruega abandonaron la AELC e ingresaron en la CEE. Pero, aún así, el proyecto “integrador” sufrió fuertes reveses de las crisis económicas provocadas por la impresión desmedida del dinero estadounidense para financiar la guerra del Vietnam, que coincidió, además, con la crisis de los precios del petróleo. La década de 1970 fue marcada por la estanflación, de modo que los banqueros de los EUA y de Europa, en nombre del combate a la inflación, indujeron a Europa a una recesión larga y dolorosa.
En la ofensiva persistente para la expansión de la liberalización del mercado, fue creado el Acto Único Europeo (AUE), que sumado con las políticas de liberalización arancelaria entre los miembros de la CEE, debería garantizar la circulación de mano de obra, capital y servicios. Las cuatro libertades evocadas en el programa eran la libre circulación de mercancías, servicios, personas y capitales. La adhesión al programa presionó indirectamente a los países de la AELC hacia el ingreso de los no miembros al CEE.
Posteriormente, el Tratado de Maastricht representó el más profundo acuerdo de “integración europea” desde el Tratado de Roma. Los miembros se comprometieron a transferir su soberanía nacional sobre el poder monetario para el poder supranacional del Banco Central Europeo y el abandono de sus monedas nacionales por el euro. Hubo nuevas restricciones a las políticas fiscales y de gastos de las naciones de la zona del euro y un cambio hacia la supervisión bancaria por el Banco Central Europeo y las grandes corporaciones financieras, en vez de una supervisión nacional. Al principio, diversos países rechazaron el acuerdo, como Inglaterra, Francia, Alemania y Dinamarca, pero posteriormente se sometieron a las nuevas condiciones. El Tratado de Maastricht implicaba la remoción de aranceles de productos industrializados, imponía la “libertad económica” para la comunidad europea bajo la definición de “políticas de concurrencia y normas armonizadoras de mercado”.
El tratado también abrió el camino definitivo hacia la inserción de los países del este europeo, recientemente liberados de la influencia soviética, a la participación del bloque económico, lo que provocó resistencia por parte, sobre todo, de los países ricos. Eso es porque, países como Checoslovaquia, Polonia , Hungría, Rumanía, Bulgaria , Albania, Estonia, Letonia y Lituania eran esencialmente pobres, agrarios y populosos. Puesto que la Unión Europea gastaría una relevante parte de su presupuesto en haciendas y regiones pobres, la ampliación a este fue visto como una amenaza para ciertos grupos de interés.
El acuerdo de ingreso de los países pobres del este al bloque económico se concretó solo en la década de 1990, en una reunión en Copenhague. Las condiciones para la entrada de los países pobres en el bloque poseían la misma naturaleza de todos los tratados anteriores de la UE y reproducían su principio político fundamental: la instalación del mercado capitalista. Ideológicamente, las condiciones aparecían como la consolidación de la “estabilidad política de las instituciones que garantizan la democracia”, “el Estado de derecho”, “los derechos humanos” y el “respeto y la protección de las minorías”. Del punto de vista económico, los países deberían proveer una “economía de mercado viable”, “capaz de hacer frente a la presión de la concurrencia y las fuerzas de mercado de la UE” y aceptar los tratados anteriores, así como desarrollar la capacidad para asumir las obligaciones inherentes a la adhesión, incluyendo la adhesión a los objetivos de la unión política, económica y monetaria.
Después de esa ampliación decisiva, el cisma europeo no se resolvió por completo. Reformas institucionales fueron promovidas para neutralizar el poder decisorio de los países del este en el bloque europeo, manteniendo una estructura de poder en la UE. Las divergencias que se siguen desde allí, reflejan el conflicto entre los intereses nacionales y supranacionales de los estados. La cuestión decisoria expresa una crisis mayor sobre la disputa económica alrededor de los nuevos países entrantes. El problema no era solo que los países pequeños tenían demasiado poder de decisión sobre los países ricos, si no también el riesgo de no someterse al proyecto económico europeo de apertura de los mercados y austeridad de los países entrantes . En esencia, la entrada de esos países en el bloque no significaba la garantía de que ellos alcanzarían el desarrollo de los países ricos, pero que serían soporte para la manutención de las tendencias monopolistas de los países ricos.
Las intenciones de la UE han reforzado su poder supranacional sobre los estados nacionales; sin embargo, esa expectativa es frustrada constantemente a lo largo de toda la historia de la “integración europea”. Las tentativas siguieron con el avance del Tratado de Ámsterdam (1997) y su continuación en el Tratado de Niza (2001). Ambos Tratados lidiaban con el cisma nacional frente al supranacional entre los países incluidos en el bloque. La idea era garantizar una configuración institucional de concesión al poder soberano de la UE. Pero hay muchas barreras para imponer definitivamente eso a cada estado miembro y, por tanto, la lucha sigue abierta.
Integración Europea: redefinición conceptual bajo las bases de la teoría del valor marxista.
La formación del bloque europeo fue inicialmente presentada como un proyecto de “integración europea”. Esa idea no solo está presente en las instituciones que conforman el poder supranacional europeo, como alcanzó el estatus de disciplina en la investigación universitaria académica. Diversas tesis alrededor del tema se dividen entre los que apoyan y los que cuestionan tal integración. En este último caso, hay una discusión sobre las fallas de ese proyecto integrador y como superarlo, pero sin llevar la crítica hasta el fin del verdadero significado del problema. Los sectores más críticos de dicho proyecto, apuntan las enormes desventajas para los países pobres de integrarse en el bloque europeo sin someterse a las consecuencias de austeridad impuesta a ellos. Algunos académicos keynesianos ponen la tónica de la divergencia en las distintas capacidades productivas industriales que representan un obstáculo a una genuina integración (Engelbert Stockhammer, Durand, List, 2016). Sectores monetaristas apuntan fallas en las políticas fiscales y financieras del problema (Beichelt, ONdarza, Verheugen, 2011), en cuanto otros críticos centrándose en análisis institucionales del proyecto europeo reconociendo la divergencia del desarrollo de las diversas regiones del bloque (Bohle, Greskovits, 2012, 2001). Para la mayor parte de las críticas, la discusión queda esencialmente aislada a una problemática institucional y la búsqueda por su perfeccionamiento o configuración determinada como solución final, que sería capaz de revertir el fracaso de la integración.
Las diversas posiciones que de ahí se presentan, en todo caso, comparten el concepto de “integración europea” sin ofrecernos una definición adecuada que asimile las condiciones y las leyes reales de la economía de mercado capitalista. Eso es porque, en la mayor parte de las discusiones, la economía de mercado, no importando su configuración institucional con mayor o menor participación del estado, se presenta como “elemento natural”; esto es, como un supuesto del sistema económico europeo, el “alma de la organización social”, cuya explicación es expurgada del desarrollo histórico determinado que asumió. Por lo tanto, un elemento metafísico de la teoría, cuyo análisis teórico o la superación crítica no se presenta como esencial.
Para cumplir tal brecha, la teoría marxista del valor aparece como un apoyo teórico útil, pues es una teoría que ofrece las bases teóricas fundamentales definidoras de una economía de mercado. Las diversas configuraciones institucionales que se forman a partir de bases de ese sistema económico, no pueden apagar, cuando partimos de la tesis marxista, el elemento fundador de ese sistema económico y que debe ser la línea explicativa de lo que se sigue en las puntas del fenómeno social, como el dinero, las instituciones, las leyes y la ideología. Dentro de la teoría del valor, encontramos la teoría del fetichismo de la mercancía, que puede considerarse como la teoría general de las relaciones de producción en la economía mercantil-capitalista.
Recuperada esa noción, la idea de “integración europea” revela su completa incompatibilidad con su propio sistema económico en su etapa monopolista, un enmascaramiento directo de la verdadera esencia del mercado europeo, un sistema fetichista; esto es, un sistema cuyos productores privados están imperativamente separados por el mecanismo de la concurrencia de mercado. Si pudiéramos dar una corta definición a esta contradicción en términos, podríamos afirmar que la integración europea es la propia realización de la separación directa de los productores. Además, cabe entender como ese elemento fundador se realiza en una etapa cuyos productores de mercancías reales son absorbidos cualitativamente por las empresas; cuya mercancía principal, a través de un mecanismo muy bien determinado, es la propia mercancía dinero-capital, consagrando los bancos y los agentes financieros que distribuyen tal capital a la sociedad, el puesto de señores de toda la situación.
La teoría de Marx sobre el capitalismo no nos ofrece, directamente, una cronología histórica de su desarrollo, sino un desarrollo abstracto de la forma-social del valor. Aunque los primordios de esa forma social, obviamente, coinciden con sus principios histórico-sociales, relaciones de producción que se desarrollan bajo ciertas condiciones técnico-materiales. Esa comprensión pone en cuestionamiento definitivamente los planteamientos metodológicos del campo de la economía política que abordan la integración europea.
La forma-social, que precisamente en el capitalismo es la forma-valor, no aparece a los ojos a primera vista, pero solo puede ser capturada a través de la abstracción teórica. En este sentido, el primer error metodológico de la economía política en el campo de la disciplina de la integración europea es reconocer solo los elementos tangibles de la historia y de la economía, o sea, las leyes, tratados, instituciones, órganos decisorios y sus formas de decisiones, etc., cuyas soluciones para los más diversos conflictos no pasan de elaborar una nueva configuración de esos fenómenos.
Para que el capitalismo consolidara el mercado en su forma desarrollada, fue necesario primeramente consolidar las bases objetivas del fetiche de la mercancía. La acumulación primitiva del capital fue un largo proceso histórico, que ha consolidado la separación de los productores de sus productos del trabajo: la separación del campesino a la tierra y la separación de los asalariados de sus medios de producción y de vida. Además de la separación de los trabajadores de sus medios de trabajo, ha consolidado la separación de los productores privados, uno en relación con los otros. Las empresas ya no intercambian mercancías directamente, sino a través de una mediación del mercado, de la concurrencia. O sea, los productores se enfrentan indirectamente, confrontando las mercancías bajo las leyes de regulación autónomas del valor.
A fin de consolidar tal forma, el dinero cumple un papel esencial, dado que es la forma material ideal para que ese tipo de relación de producción pueda funcionar con eficiencia. Sin embargo, no es el propio dinero que explica la forma social o que funda la forma social, de manera que, en otras formas sociales, el dinero y su cualidad de ser dinero (representante universal de todas las mercancías, facilitador y mediador de cambio) también ha sido capaz de asumir esas funciones.
La forma social de la economía capitalista, por consiguiente, es la forma por la cual los organizadores de la producción son productores independientes y privados de mercancías. “Toda empresa aislada, privada, autónoma, es decir, su propietario es independiente, está preocupado apenas con sus propios intereses, y decide el tipo y la cantidad de bienes que producirá.” (…) “La producción es administrada directamente por los productores de mercancías aislados y no por la sociedad. La sociedad no regula directamente la actividad de trabajo de sus miembros, no determina el que va a ser producido ni cuánto.” (Rubin, 1980, p. 21). En consecuencia, la sociedad regula indirectamente la actividad de trabajo de las personas,
a medida que la circulación de los bienes de mercado, la elevación y caída de sus precios, conducen a las modificaciones en la distribución de la actividad de trabajo de los productores de mercancías aislados, a su entrada en determinados ramos de producción o salida de ellos, a redistribución de las fuerzas productivas de la sociedad. (Rubin, 1980, p. 22)
La forma desarrollada del capitalismo, que se manifiesta a través de la comparación generalizada de los diversos trabajos y posteriormente de la comparación generalizada de los diversos capitales, no puede existir sin la forma privada, cuyos productores están separados, atomizados, mediados por el cambio, lo que significa en esencia, para retomar el tema de integración europea, la propia desintegración de las relaciones directas de los diversos productores.
Teniendo en cuenta que los diversos Tratados europeos que hacían avanzar el proyecto de la llamada integración europea significaron concretamente la recuperación del mercado bajo los principios liberales de “normas armonizadas” y “políticas equitativas de concurrencia”, dicho de otro modo, la propia consolidación de las condiciones del “libre mercado”, la expansión de la “integración” significó en esencia justamente lo contrario: la separación de los productores privados, que vuelven a enfrentarse solo a través del cambio regulado por el valor.
Dada la enorme divergencia productiva y social de los varios miembros europeos, el intercambio entre los diferentes productores, se hace asimétrica, fagocitando los negocios nacionales en favor de los grandes monopolios supranacionales y, en efecto, la dependencia financiera de los países pobres hacia los países ricos, verdaderamente competitivos. La forma social que garantiza ese enfrentamiento atomizado y no planeado de los diversos productores privados ya tiene sus ganadores declarados de antemano.
Así que, la idea de integración europea no puede existir por fuera de la superación de la forma social del valor, de cómo los productores privados y pulverizados se relacionan a través del cambio. Es posible, por lo tanto, que no haya ninguna integración, aunque hablemos de una serie de países unidos por la misma política fiscal o tasa de cambio. Podríamos todavía mencionar que una integración debería suponer una relación previa entre los varios productores y no la mera yuxtaposición atomizada de todos ellos, por más “equitativas” que sean las condiciones de mercado. Si lleváramos hasta las últimas consecuencias ese supuesto, nos encontraríamos con el hecho de que el opuesto de la forma social del valor sería la forma social por la cual los productores se relacionan antes del cambio y los miembros de la sociedad determinan los rumbos de la producción de acuerdo con las necesidades sociales y las capacidades productivas, en otras palabras, una economía planeada. La consecuencia de esa discusión debe ser detallada en otra etapa, una vez que, el propio concepto de planificación obtenga un significado determinado que no sea apenas una organización bajo la misma forma social.
Conclusiones:
Todos los tratados que han consolidado la formación económica del bloque europeo, así como su posterior aplicación, han tenido el propósito de establecer las bases de una economía de mercado liberal entre los diversos miembros que se insertaron en él. A este proceso político económico, se denominó habitualmente de integración europea. Desde entonces, la integración de los países parece justificada como la condición en que los diversos productores de las naciones europeas se enfrentan en un mercado competitivo bajo las mismas condiciones de concurrencia fiscal y monetaria. La condición fundamental de esa integración implicó la abdicación de los poderes nacionales en favor del poder supranacional europeo, finalmente controlado por el Banco Central Europeo y sus agentes financieros, socavando cualquier capacidad soberana de los países de decidir y proteger su propio desarrollo económico.
Lo que aparece como un escenario de establecimiento de una igualdad competitiva, se revela en esencia como la más profunda desintegración de la cooperación económica de esos países. Esa síntesis solo puede ser alcanzada con base en una teoría que comprenda los elementos más fundamentales y abstractos de las leyes capitalistas de regulación del trabajo, del capital y su distribución. La teoría capaz de ofrecernos la desmitificación de esa supuesta igualdad es la teoría del valor de Marx, cuyas bases fundamentales descansan en la teoría del fetichismo de la mercancía, la teoría fundamental de las relaciones sociales de producción en el capitalismo.
Bajo la comprensión marxista, la forma social del valor es aquella cuyos productores independientes y privados solo se relacionan en el acto de cambio, o sea, la consolidación del mercado es precisamente la consolidación de la atomización de los productores privados. Las bases objetivas del fetiche de la mercancía es la separación de los productores de sus productos laborales y de los medios para producirlo. A tal efecto, la integración europea se vuelve a revelar como una contradicción en los términos, dado que la ampliación del bloque europeo no es más, que la imposición de todos los productores a esa condición de productores independientes y pulverizados.
La verdadera integración europea, por lo tanto, solo se puede pasar mediante la propia superación de la forma social del valor, o sea, mediante la consolidación de su exacto opuesto, una planificación económica que conecte los diversos productores y que, por consiguiente, sustituya el valor como forma social mediadora de los cambios de mercancías. No se trata, sin embargo, del establecimiento de un estado de cosas ideal, de la supresión de toda y cualquier ley de regulación o un establecimiento de decisiones normativas institucionales y estatales sobre la producción, sino de la sustitución de la forma-valor por una nueva ley reguladora de la producción y distribución de los productos de trabajo, es decir, una planificación económica.
Bibliografía:
Baldwin, R; Charles Wyplosz. The Economics of European Integration. Sixth edition. London: McGraw-Hill, 2019.
Beichelt, Timm & von Ondarza, Nicolai & Verheugen, Günter & Berger, Cathleen & Ücker, Christina & Häde, Ulrich & Erler, Petra & Decker, Philipp & Lowitzsch, Jens & Lechevalier, Arnaud & Becker, Daniel. Die EU auf dem Weg zur Wirtschaftsregierung? Europäische Reaktionen auf die Finanz-, Wirtschafts- und Schuldenkrise, (2013).
Bohle D; Greskovits, B. Capitalist diversity on Europe's periphery. New York: Cornell University Press, 2012.
EUR-Lex, Access to European Union Law. Treaty of Maastricht on European Union. Disponible en: https://eur-lex.europa.eu/legal-content/EN/TXT/?uri=LEGISSUM:xy0026. Último acceso: 12/01/2023.
Rubin, I. A teoria marxista do valor. São Paulo: Brasiliense, 1980.
Stockhammer, Engelbert & Durand, Cédric & List, Ludwig. (2016). European growth models and working class restructuring. An International post-Keynesian Political Economy perspective. Environment and Planning A. 48. 10.1177/0308518X16646373.
Marx, Karl. Das Kapital. Kritik der politischen Ökonomie. Dritter Band. Hrsg. v. Friedrich Engels. Hamburg, 1894 by Karl Marx. MEGA II.15.Berlin: Akademie Verlag, 2004.
Palabras clave:
Integración europea; Teoría marxista del valor; Crisis económica; Unión Europea.
Resumen de la Ponencia:
O trabalho tem o objetivo de realizar uma análise histórica sobre a ascensão da economia sul-coreana. Com recorte iniciado na separação da nação em duas e em como a separação do país impactou economicamente os dois territórios e seus cidadãos. Com enfoque na história da economia da Coreia do Sul, hoje potência mundial, se estabelecendo como um ator importante nas Relações Internacionais, é feito a análise de importantes governos e estadistas para o pais à época. Com isso se gera um olhar para as políticas de estado que foram adotadas, passando pela reforma agraria, a modernização da indústria, a criação dos conglomerados (Chaebols) e a transferência tecnológica realizada.Utilizando de dados brutos e diversas obras, duas vias são trabalhadas: uma econômica e outra social. Na via econômica, serão analisados números e a ciência econômica buscando explicar o fenômeno particular ocorrido na Coreia do Sul, um raro acontecimento que fez uma potência em ascensão conseguir sair de fases de crescimento aonde a maioria dos países estagnam. No outro âmbito, a cultura será analisada para buscar causas, efeitos e influências na parte social da ascensão da Coreia do Sul, em como as leis e a relação do trabalho impactaram nesse crescimento, assim como as filosofias asiáticas milenares e em como elas afetaram o povo, e consequentemente o Estado, da Coreia do Sul. Palavras-Chaves: Coreia do Sul; Guerra-Fria; Economia; Ascenção.Resumen de la Ponencia:
La neutralidad de ALC en la guerra Ruso-Ucrania, contribución para una era no hegemónica. El tratamiento predominantemente no cooperativo de EUA de los conflictos internacionales en nuestro mundo materialmente integrado transformó en Europa la beligerancia coercitiva que ha mantenido desde el fin de la Guerra Fría con Rusia en el ámbito económico y social en un enfrentamiento coactivo mediante su promoción de la guerra con Ucrania (GRUUA). Este episodio de extensión de su comportamiento confrontativo desde el ámbito de las relaciones económicas al de las relaciones políticas con Rusia es un capítulo más del conflicto internacional generalizado en el que EUA intenta redefinir el orden internacional a su favor. Una parte más relevante de la disputa por la remodelación del orden internacional en la que se inscribe la GRUUA, es la amenaza por parte de EUA de trasladar su creciente trato confrontativo a China desde la coerción en el ámbito político económico a la coacción militar. Durante esta intensificación confrontativa en los ámbitos económico y militar, EUA promueve en los países no involucrados directamente en el conflicto el alineamiento con su causa. Frente a esta exigencia, por el contrario, a América Latina y El Caribe (ALC) y a sus Estados les conviene adoptar, tanto por sus intereses como por sus valores apegados al multilateralismo bajo la egida de la ONU y al derecho internacional, una política de neutralidad frente a los beligerantes, tanto en guerra económica como en la guerra militar y el armamentismo, y una defensa de un mundo abierto al relacionamiento de todos los países del mundo entre sí, sin exclusiones y bajo los principios de respeto a la soberanía y de solución pacífica de las diferencias. Expondré primero la radicalización confrontativa de EUA en el tratamiento de los conflictos y sus efectos en Europa, después las razones por las que conviene a sus intereses y valores la neutralidad de ALC y sus Estados, y finalizaré argumentando que ello sería también una contribución a la remodelación del orden internacional adecuada a los nuevos tiempos.La neutralidad de ALC en la guerra Ruso-Ucrania, contribución para una era no hegemónica.Resumen de la Ponencia:
Los movimientos sociales han reconfigurado la geopolítica de América Latina en 2022, después de la contraofensiva de la derecha y de la extrema derecha con el golpe de Estado contra Dilma Rousseff, que puede concebirse el punto de quiebre de los “golpes suaves”, y que se profundizaron con el golpe de Estado contra Evo Morales en 2019 en Bolivia. Empero los gobiernos de izquierda han regresado en una segunda ola desde 2018 con los triunfos de Andrés Manuel López Obrador en México con el Movimiento de Regeneración Nacional en 2018, la elección de Nicolás Maduro en Venezuela en 2021 con el Partido ya consolidado Socialista Unido de Venezuela, de las elecciones en el triunfo de Alberto Fernández con el movimiento Peronista de izquierda en 2019, la elección de Miguel Díaz-Canel en Cuba en 2019 por el Partido Comunista, del regreso del Movimiento Al Socialismo con Luis Arce Catacora en Bolivia en 2020, con el triunfo Pedro Castillo Terrones de Perú a través de los movimientos sociales de izquierda y el sindicalismo en 2021, el triunfo de Xiomara Castro del Partido de izquierda Libertad y Refundación en Honduras en 2021, del arribo de Gabriel Boric en Chile en 2021 con un movimiento social de izquierda diverso, la ratificación de Daniel Ortega en Nicaragua en 2021, y la víspera de los altamente probables de Gustavo Petro en mayo de 2022 en Colombia con un amplio movimiento de izquierda, y de Luis Ignacio Lula da Silva en Brasil con el Partido del Trabajo de izquierda en octubre de 2022, nos lleva a observar que en América Latina hay una reconfiguración en el mapa político producto de reimpulso de los movimientos sociales y que éstos se ha reposicionado con alternativas de izquierda muy diversas y con diferentes niveles de profundidad de acuerdo a las condiciones sociopolíticas y culturales de cada país. Este es el propósito, el analizar la reconfiguración del mapa político producto de los movimientos sociales.Resumen de la Ponencia:
América Latina, y sus distintos países, fueron en los últimos años, como en las otras regiones del mundo, tocados por dos crisis internacionales, la sanitaria, del coronavirus y la diplomática y militar, consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania.América Latina fue en los dos casos, más espectadora que actor reactivo, objeto más que sujeto de la sociedad internacional. ¿ Como entender esta incapacidad a fabricar respuestas colectivas permitiendo tener “voz y voto” real en el concierto de las naciones ? No revela esta ausencia de instrumentos intergubernamentales eficientes, un deficit estructural ?Para responder a esta pregunta es necesario tener unas imágenes de esta realidad tomadas desde ángulos distintos. Imágenes en movimiento, . Imágenes estáticas. Primero las en movimiento, en forma de film, film de la no existencia de respuestas compartidos a las dos crisis globales de los últimos años. Luego las del escenario de esta incapacidad a crear respuestas. A pesar de la existencia de un hojaldre de organizaciones regionales de lo más rico del mundo (ALADI; ALBA; CAN; Grupo de Lima; Mercosur; Prosur; SICA; UNASUR, etc.. presentados aquí sin valoraciones cualitativas) Las imágenes siguientes, en forma también fotográfica, muestran que esta abulia colectiva tan particular, altamente creativa, corre con la presencia, la omnipresencia, de actores exteriores que articulan proyectos regionales integrados a sus espacios nacionales (Conferencia de las Américas; Conferencias Iberoamericanas; OEA; Ruta de la seda; T-MEC de parte de China, Estados Unidos, Unión europea, España, Francia).Llama la atención por quien intenta leer y interpretar el film y las fotografías que el momento regional de América latina es, fuertemente ideológico (se puede repartir las organizaciones regionales entre grupos iniciados por gobiernos de derecha, y otros inventados por otros de izquierda. Lo que sugiere que los unos entran en contradicción con los otros lo que impide actuar eficientemente de manera conjunta y facilita la intromisión de actores exteriores, que defienden sus intereses proprios. Por otra parte esta situación refleja de un lado, y profundiza de otro una realidad histórica, la de un “continente”, al menos por su identidad cultural histórica, que siempre fue periférico, súbdito internacional, disputado entre grandes potencias. Colonizado en una primer etapa por España y Portugal, en una segunda económicamente colonizado por los Ingleses, y después por los Estados Unidos, y hoy en dia abierto a todo tipo de influencias competidoras.Lo que permite plantear en forma de conclusión la pertinencia de modelos abriendo espacios de autonomía internacional identificados por ideologías alternativas, neoliberales, o defendiendo un horizonte de desarrollo latinoamericano. Este diagnostico basado en una realidad electoral permanentemente contradictoria, impidiendo entonces la construcción de modelos colectivos de consenso lo hizo en diciembre pasado, el dia de su protesta, el nuevo presidente, progresista, de Chile, Gabriel Boric Font.
Introducción:
El mundo esta atraversando hoy en día dos crisis internacionales mayores. Una es sanitaria, la de la covid-19. La otra es diplomático-militar, consecuencia de la invasión de Ucrania por Rusia. Las dos tienen repercusiones en los distintos países de América Latina, como en los de Afríca, América del Norte, Asia y Europa.
-Una visión básica borra todo tipo de incidencias distintas entre los Estados que componen la sociedad internacional. ¿No tiene cada uno un peso igual dentro del sistema de las Naciones unidas ? No quiere decir que en la Asamblea general de la ONU, para tomar un ejemplo, Malta tiene el mismo peso en las votaciones que la India ? O para tomar un ejemplo latino-americano, el Acta de Chapultepec del 6 de marzo de 1945, no dice al respecto, lo siguiente en su parte I, articulo 1 : « .. Todos los Estados son (..) iguales entre si »[1].
-Con una mirada más cuidadosa uno no puede sino notar que algunos Estados tienen más capacidades reactivas que otros. Los de América Latina parecen responder al criterio definido durante la elección presidencial colombiana, ganada el 19 de junio de 2022 por el candidato progresista Gustavo Petro. Contestando a un periodista curioso de conocer su comentario relativo a la guerra emprendida por Rusia en Ucrania, dijo la cosa siguiente, « Tengo poco que decir. Colombia no puede incidir ni diplomáticamente para resolver el conflicto, ni militarmente, ni tampoco con ayudas humanitarias ».
-La opinión del político colombiano, que desde el 7 de agosto de 2022, preside su país, abre un abanico de preguntas. Tres de ellas, van a articular la ponencia que sigue.
1/ ¿ Es cierto que América Latina, en estas dos crisis, la sanitaria y la diplomático-militar, fue un actor internacional más pasivo que activo ?
2/ ¿ Refleja esta parálisis internacional una relación al mundo asimétrica de carácter estructural más que coyuntural ?
3/ ¿ Se puede entonces describir esta relación al mundo, como la de un espacio geográfico más disputado que en capacidad de existir por cuenta propia ?
[1] In Nuria Tabanera García, 2017, p 247
Desarrollo:
CRISIS Y RESPUESTAS LATINO-AMERICANAS
La pandemia fue la primera crisis global que tuvieron que enfrentar los gobiernos latinoamericanos. Les tocó reaccionar muy temprano. El primer caso declarado lo fue en febrero de 2020, en São Paulo. En pocas semanas todos los países fueron afectados.
Las respuestas dadas a la crisis sanitaria por los poderes ejecutivos tuvieron dos características :
En primer lugar, fueron desiguales. En algunos paises los responsables políticos minimizaron la enfermedad o siquiera la negaron, como en Brasil, en México o en Nicaragua. En estos países los dirigentes justificaron sus planteamientos negacionistas con argumentos religiosos. En otros como Argentina y Cuba los gobiernos tomaron medidas de defensa muy rapidamente. Lo que permite entender porque la cobertura vacunal fue diversificada. Según la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y del Caribe (CEPALC) el abanico va de respuestas en algunos paises muy buenas, a mediana e insuficiente[1]. Lógicamente el número de víctimas es más fuerte en los países que tardaron en vacunar la población y recomendar medidas preventivas.
Las respuestas, segunda característica, fueron exclusivamente, o casi exclusivamente, nacionales a pesar de algunos intentos cooperativos. Este comentario lo hizo para lamentarle el nuevo presidente colombiano, Gustavo Petro, el 7 de agosto de 2022. Tanto para comprar vacunas, como para fabricarlas, las autoridades latinoamericanas privilegiaron iniciativas o soluciones locales. Intentaron fabricar vacunas nacionales en Cuba y México. Cuba lo consiguió. Exporta su vacuna Abdala. México se la compró en diciembre de 2022. El resto de los países, México incluido, a pesar de un intento Argentina/México de negociación conjunta con AstraZeneca, importo vacunas negociando en bilateral con empresas, y a veces gobiernos. China fue el proveedor mayor de distintos paises, en particular, Chile.
Las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania, fue la crisis más reciente, que tuvieron que enfrentar los paises latinoamericanos.
Los posicionamientos iniciales fueron muy variados y a veces contradictorios. Colombia, condenó Rusia y señalo su solidaridad con Ucrania. Cuba condenó la invasión sin nombrar el invasor.
Pero, en la ONU, cuando tuvieron que votar aparecieron convergencias. Ningún gobierno apoyo la invasión rusa. La mayoria la condenó. Una minoria se abstuvo o no participo a las votaciones.
México, miembro no permanente del Consejo de seguridad de la ONU (CSONU) expreso, en una exposición de motivos de su voto de condena a la invasión rusa, el sentimiento colectivo mayoritario. Como continente que fue históricamente invadido, por España, Portugal, Estados Unidos, Francia, no podemos sino solidarizarnos con un país invadido[2]. Le toco al presidente salvadoreño, Nayib Bukele, presentar la argumentación más elaborada del rechazo a las sancciones contra Rusia que pidieron, e aplicaron a cuenta propria los Estados Unidos y sus aliados europeos e asiáticos[3].
De hecho entonces a pesar de declaraciones inicialmente muy diversas, emergieron convergencias para no meterse en un conflicto que tiene incidencias negativas para las economias latinoamericanas. Votaron, si mayoritariamente para condenar la invasión de un Estado soberano, miembro de la ONU, por otro Estado también miembro de las Naciones unidas. Pero tomando en cuenta las incidencias económicas del conflicto, escogieron mantener relaciones con Rusia, proveedora de fertilizantes, en Argentina, Brasil o Uruguay, de turistas en Cuba, de vacunas Sputnik en distintos países. Y entonces no sumarse a las sanciones propuestas por los Estados Unidos. Este rechazo, que fue unánimo, refleja también una posición de principio, el rechazo de vulnerar la soberania, que fue muchas veces socavada en América Latina, en nombre de valores presentadas como liberales o humanistas, como en el caso de Cuba,.
Pero a pesar de estas convergencias que aparecieron en distintas votaciones, dentro de la ONU o de la OEA, no hubo en ningún momento una concertación colectiva previa a las tomas de decisión.
América Latina, frente a la pandemia y a la invasión rusa de Ucrania, algunas conclusiones
Se nota en los dos casos, pero más en lo de la crisis ligada al conflicto ruso-ucraniano, la existencia de estratégias convergentes. Estas convergencias se notan de forma más clara en el caso de la crisis ruso-ucraniana, porque los latinoamericanos tuvieron que ponunciarse desde el principio en los foros internacionales, el de la ONU como el de la OEA.
Pero fueron en los dos casos, actuaciones paralelas. No hubo casi en ningún momento intentos de concertación colectiva para armar estratégias diplomáticas mutualizando estas convergencias para darles un impacto mayor.
Al contrario se privilegiaron estratégias nacionales, de defensa permitiendo surfear los problemas planteados por estas dos crisis.
Como no producen vacunas ni tapabocas, como no tienen capacidade militares y diplomáticas, los países latinoamericanos en el mejor de los casos, intentaron mantener espacios de autonomia, poniendo los potentes en competencia.
Practicaron lo que se podria llamar una diplomacia sanitaria « nacional-nasseriana »[4] diversificando la compra de vacunas
Escogieron mantenerse fuera de juego en relación a la crisis ruso-ucraniana.
Estos comportamientos son de jugadores sustitutos voluntarios. Plantean una pregunta que va más alla de la conyuntura. No seria esta actitud el reflejo de una relación al mundo estructuralmente asimétrica ?
LA ASIMETRIA AL MUNDO REFLEJO UNA HERENCIA PERIFERICA HISTORICA ?
Estas dos crisis reflejan, de hecho, una pasividad internacional reveladora de una asimetría al mundo. América Latina se comporto en « continente » dependiente, incapaz de construir respuestas defensivas colectivas, buscando en la bilateralidad asimétrica la mejor manera de esquivar los choques exteriores. Lo le viene de lejos.
América Latina, región históricamente dependiente de los polos de poder mundiales
América Latina, sea como tal, o sea en parte considerando cada uno de los países que la componen, no fue, y no es un polo de potencia económica. Hoy en 2022 no lo es. Y no lo fue en el pasado. Este punto es suficientemente conocido como para merecer una exposición particular. En lo mejor de los casos, en periodos recientes, algunos latinoamericanos fueron clasificados por los economistas en la categoria de « emergentes ». Uno piensa a Brasil y México, que tienen un PIB figurando según los años, entre el número 10 y 15 de la clasificación mundial.
Pero Brasil como México, son tan periféricos como los otros países latinoamericanos. Son, como lo demonstró Raúl Prebisch, partes de las periferias del sistema global del capitalismo[5]. Compran productos de valor agregada fuerte, venden materias primas agrícolas, energéticas, y mineras, o productos industriales de tipo maquiladoras. Esta tendencia se amplio en la primera década de este siglo. China que necesitaba alimentar su crecimiento industrial a dos cifras, comprando materias primas latinoamericanas, se convirtio en el primer socio de casi toda América del sur y el segundo de México. Para facilitar estas exportaciones, construir infraestructuras portuarias y viales, otorgó creditos, que la convirtieron en uno, con el FMI, de los principales banqueros de la región. Esta realidad es nueva en la medida que China ahora ocupa el papel que tenian en el pasado, Europeos y Estadunidenses. Pero no hace más que confirmar la situación periférica, de un sub-continente primarizado por las economías dominantes.
Paralelamente, o acaso consecuencia de esta realidad económica periférica, América Latina, no existe como lugar de poder en los foros diplomáticos internacionales.
Es ausente de los foros mayores de decisión económica mundial : el FMI y el G7. No tiene Estados formando parte, como miembro permanente, del Consejo de seguridad de la ONU.
Tampoco es un polo de poder militar. Ninguno de sus paises tiene capacidades de proyección exterior, como portaaviones. Ninguna fuerza militar latinoamericana tiene la posibilidad de defender el territorio nacional contra agresiones extracontinentales. Dos países latinoamericanos, Costa-Rica y Panamá, tomando en cuenta esta asimetría disolvieron sus fuerzas armadas.
En ningún momento les latinoamericanos sacaron la conclusión, que para compensar estas asimetrías, económicas, diplomáticas y militares, tendrian que mutualizar sus capacidades creando foros de cooperación. Existe, si, un hojaldre de organizaciones regionales, pero sin existencia duradera. El multilateralismo regional esta en crisis. Las alternancias entre « derecha » e « izquierda », después de elecciones, ideologizaron la cooperación regional. Cada grupo ideológico desestima lo propuesto y lo hecho por los adversarios. Dejan caer entonces, después de cada alternancia, las organizaciones existentes para inventar otras, en un ciclo sin fin. No consiguen siquiera concertarse antes de las cumbres del G20, los tres latinoamericanos miembros. En el G20, el único espacio internacional en donde estan presentes, Argentina, Brasil y México, « podrian haberse reunidos antes y llevar una posición común (..) en temas claves como la reactivación económica, el cambio tecnológico ». Pero no lo hicieron nunca, subraya el ensayista y ex-Secretario de Estado mexicano, Jorge G. Castañeda[6].
Al contrario los que aparecen como potencias regionales, en periodos de bonanza de materias primas, compiten más que cooperan, en los foros internacionales. Brasil, actuó como potencia global liderando en Haití una operación de paz de la ONU, buscando articularse con otros emergentes, China, India, Rusia, Africa del sur en el grupo BRICS, Turquia para intentar mediar en el litigio nuclear iraní. México medio en los conflicto internos de El Salvador y de Colombia. Participo a la creación de un grupo intercontinental, MITKA (México-Indonesia-Turquia-Corea-Australia), con otros emergentes.
La elección de un nuevo presidente del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) el 20 de noviembre de 2022, y la crisis institucional abierta en Perú por la disolución inconstitucional del Congreso tomada por el Presidente Pedro Castillo, el 7 de diciembre de 2022, confirmaron el peso dominante de estas competencias regionales. Tres gobiernos presentaron candidatos para dirigir el BID, Brasil, Chile y México. Gano el candidato brasileño presentado por el gobierno de Jair Bolsonaro, Ilan Goldfajn, con el acuerdo del presidente electo, Luis Inacio Lula da Silva. Perdieron el chileno Nicolás Eyazaguirre, y el méxicano Gerardo Esquivel, candidatos presentados por sus presidentes respectivos, Gabriel Boric y Andrès Manuel López Obrador. La crisis institucional peruana abrio una nueva fragmentación entre los distintos gobiernos de América Latina. La decisisón inconstitucional del Presidente de la República fue vetada por el Congreso. Pedro Castillo fue detenido, y presentado a un juez. Lo sustituyo la vice-presidente, Dina Boluarte, electa, como Pedro Castilla, del partido de extrema izquierda, « Perú Libre ». Los presidentes de izquierda, de Brasil y Chile, reconocieron la legitimidad de la nueva presidente, considerando que la decisión del Congreso queda « en el marco constitucional (porque » el presidente Castillo violó) « la vigencia de la democracia y del Estado de Derecho ». Ecuador y Uruguay que tienen gobiernos conservadores adoptaron la misma postura. Las autoridades, de izquierda, de Argentina, Bolivia, Colombia y México, al contrario firmaron una declaración considerando que lo que se debia « priorizar es la voluntad popular que eligió a Castillo » y que entonces no se debia « revertir lo expresado por el libre sufragio ». Los presidentes de Cuba, Nicaragua y Venezuela condenaron la destitución de Pedro Castillo, pero no firmaron, o no fueron invitados a firmar, la declaración de sus colegas argentino, boliviano, colombiamo y mexicano.
Los momentos « bolivarianos » fueron muy conyunturales, ligados a la bonanza ocasional de las materias primas exportadas por algunos paises de América Latina, que instrumentalizaron este momento favorable para intentar liderar proyectos de cooperación regional. De 2000 a 2011, Brasil que tuvo años de crecimiento excepcional, lanzó la plataforma UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas)[7], y las de diálogo América del sur, Liga arabe, y América del sur, Africa negra. México invirtio sus esfuerzos diplomáticos participando a la creación de la Alianza del Pacífico. Venezuela creo una red diplomática apoyada en su riqueza petrolera, con el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) y PetroCaribe.
Enfin, muchos latinoamericanos, a falta de proyectos « nativos », entraron en sistemas de cooperación armados por potencias exteriores. Dejando de lado un número elevado de tratados bilaterales, con China, Corea, Estados Unidos, Japón, la Unión europea, existen modelos asimétricos de regionalismo. 19 latinoamericanos son parte de la « Franja y la Ruta » china. México firmó un tratado de librecomercio de América del Norte, con Canada y Estados Unidos. Chile, Colombia, México, Costa-Rica, son parte de la organizacíon económica occidental, llamada, OCDE. Colombia es miembro asociado de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte. La Unión europea también firmó acuerdos con América central, México, los países de la CAN (Comunidad Andina de Naciones) y el Mercosur. Se crearon por otras partes sistemas de cooperación global, la OEA entre Estados Unidos y América latina, las Cumbres América latina-China, América Latina-Unión europea, y otros sistemas entre Alemania, España-Portugal, Italia y América Latina.
Asimetría y periferia tienen raices lejanas
Se puede mirando la historia en duración larga estimar que estas características no son conyunturales. Desde cinco siglos, en efecto, constituyen el Denomidador Común de América Latina[8]. Más, durante estos cinco siglos, América Latina, de hecho, jugó el papel de espacio revelador de potencia a nivel mundial.
En la época colonial : España y Portugal potencias marítimas mayores, eran al mismo tiempo los países que dominaban América Latina. Los competidores, Francia-Holanda-Inglaterra, mantuvieron una presión permanente sin resultados hasta el principio del siglo XIX.
Con la independencia, y en buena parte del siglo XIX, el Reino Unido, endeudo América Latina. El Reino Unido fue en el siglo XIX la potencia maritima y económica la más importante del mundo. Fue también la potencia que controló, los gobiernos de América Latina. Los competidores, Alemania-EUA-Francia, no consiguieron cambiar esta realidad hasta el cambio de siglo.
El siglo XX fue el, en América Latina de Estados Unidos. EUA paralelamente fue también la gran potencia maritima, económica, diplomática y militar del siglo XX. Los competidores, Alemania en los años 1933/1940- la URSS de 1945 a 1990, no llegaron a cambiar esta realidad.
En el siglo XXI, sigue clave la posición todavia, al menos militar, dominante de los Estados Unidos. Pero, China es más que un competidor de segundo rango. China pretende al liderazgo mundial. Y de hecho consiguio crearse un espacio económico, bancario, y diplomático en América Latina cada año más amplio. Según la CEPALC, China fue en 2019 el primer socio de Brasil ; Chile ; México, Perú ; Uruguay). 23% de las inversiones exteriores de 2010 a 2014 en América Latina vinieron de China ; 37% en 2020.
Una asimetría cientifica
« La literatura sobre Relaciones internacionales referida a América Latina destaca su perdida de gravitación en el escenario mundial » según los investigadores y profesores , Roberto Russell, y J.G. Tokatlian[9]. De hecho, América Latina no existe, o no es mencionada en las obras de analistas oriundos de países « centrales ». Sino, a veces, para subrayar su carácter de espacio regional, « bajo influencias »[10]. Lo que no quiere decir que no existen producciones intelectuales latinoamericanas relativas al sitio de América en el mundo, o visiones globales del mundo desde América Latina. Ya en el siglo XIX, el boliviano Benedicto Medinaceli, [11]propuso lecturas de América Latina, que anunciaban los trabajos de los investigadores de la CEPAL, relativos a la dependencia. Una obra recién editada ofrece al respecto, unas « interpretaciones críticas » y actualizadas, de las relaciones internacionales, « desde México y América Latina »[12]. Todo esto a pesar que desde el mundo de los especialistas occidentales de relaciones internacionales, « el flujo de conocimiento », se concibe en conciencia o no, como « asimétrico entre un Norte exportador y el Sur importador y consumidor[13] ».
Desde cinco siglos América Latina está en voladizo múltiple
Un voladizo económico porque América Latina es un espacio « atractivo » por los intereses exteriores. Basta con leer publicaciones diversas de centros empresariales, o leídos por inversores en búsqueda de lugares de ganancias[14]. Por ejemplo la revista francesa, « Questions internationales », publicó en 2022, un especial « América Latina ». En este número el artículo de Kevin Parthenay, responde a la pregunta relativa al sitio de América Latina en el mundo, centrandose en la « atractividad » de la región, lo que sobreentiende, que se esta hablando de la atractividad de la región para los inversores de países « centrales ».
Un voladizo cooperativo, casi siempre definido por polos exteriores, como lo vimos supra, impide que cuajen las organizaciones regionales, inter latinoamericanas. La tentación de firmar tratados bilaterales con China, por ejemplo esta en 2022 desestabilizando el Mercosur.
Un voladizo ético. Le tocó a América Latina, espacio débil, muchas veces, el papel de chivo expiatorio de la « comunidad internacional». Sea en materia de narcotráfico, de migraciones o a veces de libertades. Justificando volver a la Doctrina Monroe, como lo hizo J. Bolton, asesor del presidente D. Trump, en 2019, o el Secretario de Estado de Defensa de los Estados Unidos, Lloyd Austin, en la XV Conferencia de los ministros de defensa de América, de Brasilia, los 25-29 de julio de 2022.
Un voladizo ideológico. Para muchas ONG « occidentales », América Latina es un espacio « far west » de buena conciencia, un espacio definido como incapaz de desarrollarse a cuenta propría. Para muchos partidos políticos « occidentales » está también un lugar de apoyos automáticos para proyectos definidos en otras partes del mundo. La « Carta de Madrid », que pretende fundar una nueva internacional de ultra derecha, largamente difundida en América Latina, viene de Vox, formación española[15]. Democracia cristiana y social-democracia europeas integraron a sus organizaciones internacionales, en posición marginal, sus « homólogos » latinoamericanos. Los partidos alemanes, CDU y SPD, jugaron un papel constructivo al respecto. Las nuevas izquierdas europeas, - en particular el movimiento francés LFI (La France Insoumise), y el español Podemos-, intentaron articular desde Europa un pensamiento populista con argentinos, brasileños, ecuatorianos o venezolanos[16]. La Fundación del PT, Perseu Abramo, propuso por ejemplo un análisis del Bloque de Esquerda y de Podemos, « para una mejor comprensión de esos fenómenos y de sus posibles propuestas para los luchadores brasileños[17] ».
[1] Veáse, Cid Camilo, Marinho María Luisa, 2022
[2] Existe en la Ciudad de México (CDMX) desde 1981 un museo de las intervenciones ubicado en la demarcación territorial de Coyoacán
[3] Veáse, « La prensa gráfica », San Salvador el 9 de marzo de 2022
[4] En referencia a la diplomacia de equilibrio competitivo, entre Estados Unidos y Rusia, practicada por el Presidente de Egipto, Abdul Gamal Nasser (1954-1970)
[5] Prebisch Raùl, 2022, pp 371-385
[6] In Lagos Ricardo, Castañeda Jorge G., Aguilar Camín Héctor, 2022, p 61
[7] En portugués, União de Nações Sul-Americanas
[8] Ver Pinheiro Guimaraes Samuel, 2005
[9] Vease Revista CIDOB de Afers Internacionals, 2009
[10] Ver Théry Hervé, 2021, pp 510-523
[11] Veáse De la Reza Germán A., 2021, pp 141-157
[12] Veáse Schiavon Uriegas Jorge Alberto, Sletza Ortega Ramírez Adriana, López-Vallejo Olivera Marcela , Velazquez Flore Rafael, 2021
[13] Tickner Arlene B. , 2013, p 85
[14] Parthenay Kevin, 2022, pp 53-65
[15] Carta de Madrid, en defensa de la libertad y la democracia en la iberosfera, 2020
[16] Mouffe Chantal, Errejón Iñigo, 2015
[17] Moraes Reginaldo, 2016
Conclusiones:
CONCLUSIONES/PERSPECTIVAS
« ¿ Que papel le cabe a América latina en este panorama global ?[1]
Uno/Ser un espacio de asimetría histórica con los polos de poder : América Latina entonces como periferia disputada. Lo que fue desde siempre. Y lo que est todavía hoy en día.
Dos/Un espacio de regionalismo autónomo. Lo fue en los años 2000/2016. ¿ Podría repetirse con las alternancias de « izquierda » de los últimos meses ?
El contexto es distinto : en economía, en capacidades de los Estados, con la volatilidad de los electorados, el peso asimétrico de China en las cooperaciones sur/sur.
Tres/Los objetivos de los díscolos de la autonomía diplomática quedan los de siempre : multilateralizar. El diplomático mexicano, Bernardo Sepulveda Amor les expreso de la manera siguiente,[2], « desde una perspectiva histórica, defender la existencia del estado, como entidad política independiente (..) deber primario junto a la protección de la integridad territorial, afirmar la naturaleza soberana (..) del Estado mexicano (..) confirmación de un sistema internacional ordenado cuidando que se frustre este propósito (con) políticas de fuerza ».
Cuatro/Tres opciones son posibles dentro de este marco afirmativo :
La primera es de poner en competencia los polos de poder practicando un nuevo nacional-nasserismo sin necesidad de cooperaciones regionales. Estados Unidos y China crearon un nuevo contexto internacional por acceder a la hegémonia. Toca a América Latina como a todas las regiones del mundo. Lo que puede permitir a los actores periféricos, de América latina como a los de otras partes del mundo, abrirse un espacio de autonomía.
La segunda es apartar las cooperaciones interamericanas de toda forma de ideología. Lo propuso y lo sigue proponiendo el nuevo presidente chileno, Gabriel Boric Font y su ministra de relaciones exteriores.
La tercera es actuar colectivamente para reintroducir el multilateralismo en la agenda internacional. Lo que supone constituir un verdadero polo regional, impulsado por Brasil y México. La investigadora política francesa Mélanie Albaret, recordó en una de sus publicaciones, una posible metodología, ya practicada, por Rio/Brasilia y México en el Consejo de seguridad de la ONU[3].
[1] Eric Hobsbawn, in Lagos Ricardo, 2008, P 50
[2] Veáse Guerrero C., 2001, p 17
[3]Albaret Mélanie, 2014
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Palabras clave:
América Latina/Covíd y Ucrania/Ausencia de respuestas comunes
Resumen de la Ponencia:
Este trabajo explora el meta-populismo desde una perspectiva geopolítica. Se argumenta que los gobiernos del primer ciclo progresista (2000-2015) y los movimientos sociales, por medio de una articulación de carácter meta-populista, actuaron en nombre del “pueblo latinoamericano” como parte de una estrategia geopolítica de posicionamiento activo de los intereses regionales en la política global. Para ello, se analiza el concepto de populismo desde una perspectiva con orígenes epistemológicos en el Sur global y, de la misma forma, se le da una concepción ontológica al meta-populismo basada en los trabajos de Ernesto Laclau y Enrique Dussel. Posteriormente, como evidencia empírica de una articulación meta-populista en clave geopolítica en América Latina, se revisa el rechazo del ALCA en 2005. A manera de conclusión, se discute la necesidad de tener una política de identidad pan-regional fundamentada en el imaginario geopolítico de “pueblo latinoamericano” para enfrentar el nuevo escenario global caracterizado por las múltiples crisis de la globalización neoliberal.
Introducción:
El primer lustro del siglo XXI estuvo marcado por una nueva constelación de actores políticos de corte progresista que pasaron de la protesta y la oposición al ejercicio de poder gubernamental. Esta reconfiguración del mapa político regional fue en gran medida resultado de un ciclo de contestación social. El Levantamiento Zapatista en 1994, la formación de la Alianza Social Continental (ASC) en 1997, la emergencia del Foro Social Mundial en 2001, y el rechazo al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en 2005, son algunos de los episodios o momentos más trascendentales de resistencia y movilización social. Ante este panorama, el escenario sociopolítico latinoamericano experimentó un conjunto de redefiniciones político-espaciales que dieron paso a la creación y mantenimiento de alianzas Norte-Sur y Sur-Sur (Preciado y Uc, 2014), así como la confrontación (geo)política y (geo)económica que marcaría el péndulo político de las siguientes décadas más allá de la dicotomía derecha-izquierda: neoliberalismo vs. anti-neoliberalismo.
Esta confrontación es particularmente importante, debido a que, como sostiene León (2017, p. 15), “lo geopolítico en América Latina tiene una condición singular en el neoliberalismo: la praxis espacial de sus clases dominantes [...] y, frente a ella, la praxis espacial popular [...] que resiste el avance del proyecto neoliberal”. En este orden de ideas, el presente trabajo busca responder la siguiente pregunta de investigación: ¿en qué consiste el meta-populismo latinoamericano desde una perspectiva geopolítica? A raíz de esta pregunta, se desprenden preguntas secundarias: ¿qué es el meta-populismo latinoamericano?, ¿qué actores sociales y/o políticos se articulan en el meta-populismo?, ¿existe evidencia empírica de una articulación meta-populista exitosa en América Latina?
Con base en estas interrogantes se ha formulado una hipótesis, la cual sostiene que el meta-populismo aparece en coyunturas críticas y ante la percepción de injusticia a múltiples escalas político-espaciales, por lo que, durante el primer lustro del denominado “giro a la izquierda”, las fuerzas sociales (movimientos sociales) y políticas (gobiernos progresistas), por medio de una articulación de carácter meta-populista, actuaron en nombre del ‘pueblo latinoamericano’ como parte de una estrategia geopolítica de posicionamiento activo de los intereses regionales en contraposición del imperialismo, el neoliberalismo y la amenaza estadounidense de crear un Área de Libre Comercio para las Américas. Este trabajo tiene como objetivo explorar el carácter geopolítico del meta-populismo latinoamericano a partir del análisis empírico del rechazo del ALCA en 2005. Asimismo, se pretende discutir la importancia de una política de identidad pan-regional que, igual que en el meta-populismo, se fundamente en el imaginario geopolítico de ‘pueblo latinoamericano’ para enfrentar el nuevo escenario global.
Desarrollo:
Del populismo al meta-populismo
El populismo se ha convertido en los últimos años en un elemento central de la política contemporánea. Gran parte de esta centralidad se debe no solo a su carácter global, sino también a su creciente desplazamiento de movimiento de oposición a ejercicio de poder gubernamental (Peruzzotti, 2017). Sin embargo, las conceptualizaciones del mainstream sobre el término suelen asociar al populismo con una acepción peyorativa (Madureira, 2020), limitando su potencial analítico para entender y explicar el panorama sociopolítico que atraviesa América Latina y el mundo, en un momento en el que la protesta y la contestación social no son la excepción sino la norma. En este trabajo no se pretende dar una definición o profundizar en una teoría general del populismo, sino contribuir al debate en torno a una tendencia política mundial.
Ahora bien, Dussel (2020), en una crítica sobre la instrumentalización del concepto para restarle validez a ciertos fenómenos políticos y sociales contrahegemónicos y progresistas, destaca que, en la actualidad, el populismo significa “toda medida o movimiento social o político que se oponga a la tendencia de globalización como la describe la teoría de base del ‘consenso de Washington’” (Dussel, 2020, p. 51). Esto, en cierto sentido, no es algo del todo negativo. El populismo, como se sostiene en este trabajo, ha allanado nuevos caminos para la reconfiguración de un orden regional latinoamericano alternativo al neoliberal mediante la disputa (geo)política y (geo)económica entre neoliberalismo y anti-neoliberalismo. Estas fuerzas populistas, opuestas a la globalización hegemónica, se deslindaron de la idea de la ‘política de la inevitabilidad’ (Snyder, 2018) mercado-céntrica, y en su lugar proyectaron un nuevo escenario político de resistencia a escala mundial que se convertiría en referente para las luchas políticas y sociales del siglo XXI.
En este sentido, Jaime Preciado (2021) sugiere que se puede hacer una distinción conceptual del populismo entre los enfoques liberales democráticos anglo-eurocéntricos y aquellas perspectivas con orígenes epistemológicos en el Sur global. El enfoque anglo-eurocéntrico, por un lado, ve al populismo como opuesto a la democracia moderna y no detecta diferencias sustanciales entre los movimientos de extrema derecha en Europa y Estados Unidos y los movimientos populares en países como Bolivia, Ecuador o Venezuela (Müller, 2017). Por otro lado, la perspectiva latinoamericana de autores como Enrique Dussel y Ernesto Laclau dotan al populismo de mayor complejidad. En la concepción de Laclau (2008, p. 253), el populismo es “un modo de construcción de lo político; modo que se funda en dividir a la sociedad en dos campos, y en apelar a la movilización de ‘los de abajo’ frente al poder existente”. De acuerdo con este autor, y en sintonía con el planteamiento de Dussel (2006) sobre la constitución del “hegemón analógico”, va a haber populismo siempre que el orden social sea considerado como injusto, y se llame a “construir un nuevo sujeto de la acción colectiva –el pueblo– capaz de reconfigurar ese orden desde sus mismos fundamentos” (Laclau, 2008, p. 253).
El proceso de constitución del “hegemón analógico” que plantea Dussel (2006) consiste en la construcción de una reivindicación hegemónica en la que, por mutua información, diálogo y traducción de las reivindicaciones diferenciadas de los distintos movimientos sociales, el “pueblo” se transforme en actor colectivo político “constructor de la historia desde un nuevo fundamento” (Dussel, 2006, p. 92). En síntesis, hay populismo cuando la injusticia estructural empuja hacia la formación de un pueblo, que a su vez constituye una reivindicación hegemónica que transforma al pueblo en un actor político colectivo capaz de reconfigurar el orden social desde abajo.
En cuanto al meta-populismo, la definición de De Cleen (2017) retoma algunos aspectos centrales de la teoría desarrollada por Laclau (2005) al sostener que en el meta-populismo se construye una cadena equivalencial entre populismos; de modo que los diferentes populismos, con sus especificidades nacionales, se unen a través de la oposición a las élites comunes internacionales, transnacionales o extranjeras, así como a élites nacionales similares. Adicionalmente, en el planteamiento de De Cleen, la resistencia meta-populista en contra de una élite extranjera o transnacional compartida suele ir de la mano de la construcción de una identidad pan-regional basada en un territorio común y una historia compartida construida mediante la oposición a grupos externos. Si bien De Cleen dilucida aspectos que se abordan en las conclusiones de este trabajo respecto a la política de identidad pan-regional como estrategia de integración, su definición de meta-populismo, aunque sugerente, se limita a internacionalizar la frontera interna en lo social propuesta por Laclau (2008), sin abordar temas como el papel de los movimientos sociales o la percepción de injustica estructural que llama a construir un nuevo sujeto de la acción colectiva trasnacional.
Por tanto, en este trabajo se entiende por meta-populismo el proceso coyuntural mediante el cual la articulación entre gobiernos progresistas y movimientos sociales busca reconfigurar un orden regional e internacional que se percibe como injusto. Para lo cual, en primera instancia, es necesario que se lleve a cabo un proceso populista a nivel nacional tal y como lo concibe Lacalu (2008), para después constituir un hegemón analógico reivindicativo transnacional entre los nuevos sujetos de la acción colectiva –pueblos- de cada país, transformando al pueblo latinoamericano -un pueblo de pueblos- en un actor político colectivo transnacional.
La geopolítica del meta-populismo en América Latina
En este trabajo se entiende por Geopolítica “un campo de problematización interdisciplinario que analiza las relaciones entre grupos humanos y el espacio a partir de los vínculos con el poder, su ejercicio y la transformación de este (Betancur-Díaz, 2020, p. 128)”. Dicho de otra manera, se trata de un campo de problematización donde confluyen diversas disciplinas para analizar fenómenos en los que se conjugan las variables de poder y espacio. Bajo esta lógica, el poder consiste en la capacidad de influir en el espacio, mientras que el espacio es un producto político que se deriva del intento de conciliar el espacio mental (valores y voluntad política) con el espacio real (geografía y territorio).
Dos aspectos clave de la Geopolítica permiten entender el carácter político-espacial del meta-populismo: la arquitectura geopolítica y las identidades pan-regionales. En lo que respecta a la primera, esta es definida por Dodds (2019, p. 46) como “el modo en que los Estados y las organizaciones no estatales acceden, gestionan y regulan la intersección de territorios y flujos y, al hacerlo, establecen fronteras entre dentro/fuera, ciudadano/extranjero y nacional/internacional”. En América Latina, la arquitectura geopolítica regional se subordinó a un nuevo orden neoliberal a escala continental construido a partir de dos prácticas: la libre competencia y la condicionalidad (Morales, 2019). Ambas prácticas estuvieron presentes el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), el proyecto estratégico con el que el gobierno de Estados Unidos buscaba consolidar su hegemonía continental.
En primer lugar, la libre competencia sería la idea a través de la cual la racionalidad del mercado viajaría desde Estados Unidos hacia la periferia latinoamericana, universalizando de esa manera el neoliberalismo (Morales, 2019). La condicionalidad, por su parte, sería la práctica mediante la cual Estados Unidos garantizaría la libre competencia basándose en la idea de que el subdesarrollo no es una consecuencia del desarrollo sino solo una etapa que se puede superar a través del neoliberalismo. Por lo tanto, se trata de una práctica unilateral en la que Estados Unidos, actuando como proveedor, buscaba reafirmar su rol como agente privilegiado de la historia y recordar a América Latina su lugar como agente subordinado (Morales, 2019). En este sentido, la arquitectura geopolítica regional que proponía el ALCA pretendía unir a todo el continente bajo un modelo económico, político y social sintetizado en la predominancia de las compañías multinacionales, la protección de los intereses nacionales estadounidenses, y la exigencia de políticas librecambistas y recetas ortodoxas para las economías de la región (Tejada, 2010).
Respecto a las identidades pan-regionales, Dodds (2019) apunta que, en algunas ocasiones, las identidades pueden simplemente desbordar las fronteras territoriales o producirse deliberadamente para trascender a los Estados y sus fronteras territoriales. Las ideas políticas y culturales de “pueblo latinoamericano” o solidaridad “Nuestraméricana” son un claro ejemplo de la construcción de una identidad pan-regional en América Latina. A nivel intergubernamental, los marcos de regionalismo promovidos por el chavismo fueron los primeros en proponer retórica y prácticamente una identidad transnacional que desvinculara totalmente las ambiciones regionales de la integración latinoamericana de los vínculos con el poder hegemónico estadounidense (Wajner y Roniger, 2019). En la meta-narrativa del gobierno de Hugo Chávez (1999-2013), el pueblo tenía dos caras: por un lado, la nación latinoamericana y, por otro, el conjunto de pobres que conforman la base productiva venezolana y que conviven en los barrios y en las comunidades rurales (Garciamarín, 2018).
A nivel de activismo social, Preciado y Uc (2010) sostienen que las redes transnacionales de la sociedad civil organizada, mediante proyectos críticos al neoliberalismo y al imperialismo estadounidense como lo fue la Alianza Social Continental (ASC), lograron aglutinar diversas organizaciones civiles a lo largo del hemisferio para resistirse a la propuesta del ALCA, construyendo así una identidad pan-regional latinoamericana de resistencia desde las bases sociales. El ALCA, como señalan Bringel y Cabezas (2014, p. 331), “contribuye a reforzar el discurso de identidad latinoamericana y, de alguna manera, a revitalizar la matriz histórico-política generada por los dos grandes mitos regionales: el latinoamericanismo y el panamericanismo”, tanto a nivel intergubernamental como desde los movimientos sociales.
Ahora bien, el episodio más destacable de una geopolítica meta-populista en América Latina, en el que las variables de poder y espacio jugaron un papel prominente, tuvo lugar en la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata en 2005. En esa coyuntura política crítica, la convergencia entre movimientos sociales y gobiernos progresistas, en clave contrahegemónica, lograron frenar las pretensiones geopolíticas y geoeconómicas estadounidenses en la región. El proyecto ALCA se enfrentó a una praxis espacial de resistencia materializada en la III Cumbre de los Pueblos de América, donde una acción colectiva entre movimientos sociales y la resistencia de algunos gobiernos latinoamericanos lograron rechazar el proyecto estadounidense de un área de libre comercio continental (De la Cueva, 2005).
La constitución de un hegemón analógico reivindicativo transnacional, frente a un proyecto neoliberal e imperialista percibido como injusto, transformó a las fuerzas sociales y políticas en un actor político colectivo transnacional. En este tenor, la Cumbre de los Pueblos de América, como cumbre alternativa y contrapoder de laCumbre de las Américas, fue capaz de aglutinar en una misma coalición continental a movimientos sociales y gobiernos progresistas de distinto rasgo espacial y con demandas y reivindicaciones diferentes. En suma, la amenaza del ALCA consolidó una exitosa articulación político-social del meta-populismo latinoamericano en una coyuntura política crítica para el pueblo latinoamericano.
Conclusiones:
Como se ha argumentado a lo largo de este trabajo, el meta-populismo aparece en coyunturas políticas críticas, cuando el pueblo latinoamericano cobra conciencia del hegemón analógico de todas las reivindicaciones de movimientos sociales y gobiernos progresistas por igual, transformándose en un actor colectivo político transnacional. Sin embargo, ante la llegada de una nueva ola de líderes de progresistas, más heterogenia y variopinta que la primera, los nuevos gobiernos parecen no entender con claridad las complejidades de las fuerzas sociales que no solo exigen mayor participación política, sino que también luchan porque se lleven a cabo reformas estructurales profundas. Ante este panorama, es necesario un juego dialéctico entre las fuerzas sociales y políticas latinoamericanas que den respuesta a los malestares sociales, políticos y económicos que produjeron los estallidos populares de 2019 a lo largo y ancho de la región.
Para ello, como destaca De Cleen (2017), la resistencia compartida de ambas fuerzas frente a un orden regional e internacional injusto debe ir de la mano con la construcción de una identidad pan-regional basada en un territorio común y una historia compartida. Por tanto, frente a un escenario global incierto, enmarcado en nueva reconfiguración en el mapa político regional en el que la extrema derecha gana cada vez más terreno, así como los efectos de la emergencia sanitaria, económica, social y política que se sintieron y aun se sienten con especial fuerza en América Latina (González, Hirst, Luján, Romero, Tokatlian, 2021), la implementación de una política identitaria transnacional autónoma tiene el potencial para impulsar la construcción de una arquitectura geopolítica regional fundamentada en un mismo “pueblo latinoamericano”; una especie de convergencia entre la izquierda social y la izquierda política bajo un mismo paraguas identitario.
En caso de no lograrlo, de no efectuar profundas reformas estructurales a nivel nacional y mantener la fractura política y económica a escala regional, nos enfrentaríamos a lo que González et al. (2021) denominan “vaciamiento latinoamericano”. Es decir, la “ausencia deliberada de acción colectiva de la región que, de no revertirse, podría conducir a la pérdida de su condición de actor en el sistema global y a su mera expresión geográfica” (González et al., 2021, p. 51). Una identidad pan-regional permitiría a la región recuperar la aspiración de construir una voz propia anclada en una agenda de coordinación intrarregional que busque una expresión colectiva ante asuntos claves como la política exterior, la política comercial, los derechos humanos, la protección del medio ambiente, la transición energética, etc.
En este sentido, la propuesta de crear una CELAC social en la que convergen los movimientos sociales con la instancia intergubernamental de integración autónoma regional de mayor alcance en el continente y de mayor proyección geopolítica en el Sur global, es una gran oportunidad para fomentar una integración regional desde y para los pueblos, así como una práctica político-espacial en nombre del pueblo latinoamericano que posicione los intereses regionales en la política global, evitando así el “vaciamiento latinoamericano”.
En 2005 el rechazo al ALCA favoreció a una exitosa articulación meta-populista ante una coyuntura política crítica para el pueblo latinoamericano; en la actualidad nos encontramos ante una nueva coyuntura crítica global en medio de una transición de poder entre Estados Unidos y China que sacude los cimientos del orden mundial a múltiples escalas (González et al., 2021). El meta-populismo ya demostró la capacidad de superar un tema y un reto de fondo para la reflexión estratégica de la contestación social: la complicada relación entre los gobiernos, las fuerzas políticas y los movimientos sociales (De la Cueva, 2005). Superar una vez más este reto estratégico y articular una acción colectiva entre gobiernos y movimientos sociales en el marco de una identidad pan-regional latinoamericana será la clave para evitar el “vaciamiento latinoamericano” y posicionar los intereses regionales en la política global a través de una voz propia.
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Palabras clave:
Meta-populismo, Geopolítica, Pueblo latinoamericano
Resumen de la Ponencia:
En esta ponencia se busca destacar la importancia geopolítica que tiene el Caribe en el siglo XXI al convertirse en un espacio en el que se está llevando a cabo una disputa por el control de rutas comerciales y recursos estratégicos en el marco de la transición hegemónica que se está desarrollando en el contexto internacional, y en el que sostenemos la región caribeña ha retomado su papel de “frontera imperial”. Por un lado, Estados Unidos ha intensificado su presencia en el Caribe, con una serie de iniciativas y leyes que tienen el objetivo de reforzar su dominación en ese espacio, y por otro lado, China ha logrado posicionarse como una actor importante en la región caribeña, a través de programas de cooperación, préstamos y la inclusión de varios países del Caribe en su proyecto comercial más importante presentado en 2013. A lo largo del trabajo se analizará también la forma como China profundizó sus relaciones de cooperación en la región caribeña durante la pandemia por COVID-19 y el papel que juegan las vacunas en el marco de la disputa hegemónica.Resumen de la Ponencia:
O objetivo da apresentação é realizar uma reflexão teórica sobre o regionalismo e a integração regional na América Latina que permita um melhor entendimento das dimensões sociológicas do fenômeno, de modo a enriquecer as análises tradicionais, centradas em geral nos marcos disciplinares das Relações Internacionais e marcadas por enviesamentos eurocêntricos de ordem epistemológica. A argumentação foca na abordagem da geopolítica crítica proposta por Jaime Preciado Coronado e em suas articulações com as perspectivas da autonomia e da colonialidade do poder e do saber.Esta agenda de pesquisa está inscrita nos esforços registrados nas últimas duas décadas para a produção de um Pensamento Integracionista Latino-Americano sob uma perspectiva crítica, a partir da produção de autores como Briceño-Ruiz (2018) e Vivares (2016). Estes autores têm escrutinado a persistência das análises tradicionais em integração regional, que não levam em consideração os contextos espaciais e temporais da América Latina – nem da África ou da Ásia – os quais estão relacionados a desafios próprios da inserção periférica no sistema mundial. Além disso, a persistência do eurocentrismo epistemológico dificulta a inclusão, no debate teórico, de temáticas-chave no contexto atual das Ciências Sociais na América Latina, tais como a superação da colonialidade em suas múltiplas formas, os direitos dos povos indígenas, as abordagens feministas e as questões territoriais rurais e urbanas.Sob esta perspectiva, trata-se do debate proposto por Quijano (2000) sobre a colonialidade do saber, a geopolítica do conhecimento e a pretensão de universalização das teorias e conceitos elaborados no centro do sistema a outros lugares e a outros contextos econômicos, políticos, sociais e culturais, sem considerar as especificidades das experiências históricas latino-americanas nem seus problemas cognitivos próprios.Interessa, em particular, contribuir para o entendimento tradicional da autonomia, elaborado sobretudo a partir dos paradigmas das Relações Internacionais, com outros sentidos que as Ciências Sociais contemporâneas podem dar ao conceito, incorporando ao debate, por exemplo, a questão das autonomias nacionais e as reivindicações territoriais de movimentos indígenas e camponeses (Preciado, 2017). REFERÊNCIAS BRICEÑO, J. El estudio de la integración regional y del regionalismo en América Latina: entre la influencia europea y el pensamiento propio. Análisis Político, Bogotá, n. 94, 2018.PRECIADO, J. Potencialidades Acotadas para la Integración Autónoma de América Latina y el Caribe. Integración regional - Una mirada crítica. Buenos Aires, n. 1, 2017.QUIJANO, A. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. In Lander, E. (Org.). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: CLACSO, 2000.VIVARES, E.; DOLCETTI-MARCOLINI, M. Dos regionalismos, dos Latinoaméricas o después de Latinoamérica. In: Ayllón, B. ¿Latinoamérica dividida? Procesos de integración y cooperación Sur-Sur. Quito: IAEN, 2016.