Resumen de la Ponencia:
Este trabajo propone un abordaje transdisciplinar que combina los aportes de la ingeniería en alimentos con los estudios sociales de la alimentación. El objetivo es realizar un abordaje crítico de la producción y el consumo de alimentos en América Latina para identificar tendencias y oportunidades que conviertan a la dieta en un factor de inclusión social. En un contexto global de crecimiento demográfico y desigualdades sociales entorno al problema del hambre y la desnutrición, la demanda de soluciones alimentarias en defensa de la vida, el medio ambiente y el patrimonio biocultural resulta incipiente en las agendas del ámbito político, social y productivo. En particular en Latinoamérica, diversas investigaciones resaltan una dieta occidental predominantemente desbalanceada y no sustentable. Además, se considera el sistema dominante del agronegocio en conjunto con la pérdida de identidades culinarias tradicionales y biodiversidad. El desafío para las cadenas agroalimentarias no es sólo satisfacer una demanda sino generar un enfoque crítico que permita incorporar a un nuevo consumidor, mucho más activo. La constitución de una dieta saludable en el siglo XXI incorpora alimentos funcionales que produzcan nuevas sensaciones gastronómicas, además de satisfacer sus requerimientos diarios de energía. Existe un auge en el consumo de alimentos de origen vegetal y dietas que consisten en fuentes alternativas de proteínas, o alimentos que contengan compuestos bioactivos beneficiosos para la salud. Asimismo, el consumidor está atento a cómo se producen las materias primas, a la sustentabilidad de la cadena agroalimentaria, y a condiciones de bienestar animal, huella de carbono, clean label y transparencia en el origen, producción y ética de las organizaciones, mediado por el acceso libre a la información y los sistemas digitales actuales. Otro aspecto a destacar es la concientización sobre los recursos ambientales utilizados durante la producción, y la pérdida y desperdicio de alimentos, bajo los objetivos de desarrollo sostenible de ONU para el año 2030 y el lema de las “5R”: reducir, reparar, reusar, recuperar, reciclar. Todos estos factores no están exentos de los efectos que originó la pandemia de Covid-19. En este período conviven los bienes y servicios con valor agregado que generan las empresas que adoptaron la digitalización y robotización de su producción (industria 4.0), así como también las cocinas caseras y regionales con identidades culinarias locales. De este manera, sería beneficioso lograr una articulación de las áreas, en busca de alcanzar tanto la soberanía como la seguridad alimentaria, acompañado de estrategias política y socialmente eficaces.
Introducción:
En un contexto global de crecimiento demográfico y desigualdades sociales entorno al problema del hambre y la desnutrición, la demanda de soluciones alimentarias en defensa de la vida, el medio ambiente y el patrimonio biocultural resulta incipiente en las agendas del ámbito político, social y productivo. En particular en Latinoamérica, diversas investigaciones resaltan una dieta occidental predominantemente desbalanceada y no sustentable, con gran acceso y preferencia hacia alimentos ultraprocesados con alto marketing pero baja calidad alimentaria (Aguirre, 2004). Los alimentos frescos, que hasta la década de 1990 eran comunes en todos los hogares, fueron reemplazados por otros con altos contenidos de grasas saturadas, harinas y azúcares refinados (Blacha, 2019). Además, se considera el modelo agroindustrial dominante basado en los agronegocios destinados a la exportación, en conjunto con la pérdida de identidades culinarias tradicionales y de biodiversidad (Paulsen, 2020).
Tal como sucede con Argentina, aunque su punto de partida es mucho más favorable, ejemplificado por la actual posibilidad de producir calorías para sostener a más de 40 millones de seres humanos (Zapata, 2016). En cambio, conviven en el país la desnutrición con la malnutrición, con un 63% de la población con exceso de peso (Ministerio de Salud y Desarrollo Social, 2021). Alcanzar un equilibrio nutricional es el problema, ya sea a causa del sobreconsumo —la obesidad es una epidemia que afecta a más de 500 millones de personas— o debido a carencias alimenticias —más de 800 millones de individuos sufren de hambre crónica— (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura [FAO], 2022). En este aspecto, la humanidad afronta grandes desafíos nutricionales considerando la prevalencia de la obesidad en contraste con un mayor número de personas que sufren de hambre crónica. Quienes logran implementar alguna estrategia alimentaria que permita superar la escasez absoluta sólo consiguen acceder a kilocalorías. Los nutrientes son todavía un desafío por resolver, así como establecer un vínculo entre productores y consumidores -con participación de ambos- que dé sustentabilidad a las prácticas alimentarias. No basta con incrementar la productividad por hectárea si las cosechas no contienen los elementos necesarios para cumplir con una dieta saludable.
En este escenario que ha sido definido como una transición nutricional, no todo está perdido (Bray y Popkin, 1998). El desafío para las cadenas agroalimentarias no es sólo satisfacer una demanda sino generar un enfoque crítico que permita incorporar a un nuevo consumidor, mucho más activo y consciente de las consecuencias de la alimentación en la salud. Este trabajo propone un abordaje trasdisciplinar exploratorio que combina los aportes de la ingeniería en alimentos con los estudios sociales de la alimentación. El objetivo es realizar un abordaje crítico de la producción y el consumo de alimentos en Argentina, para identificar tendencias y oportunidades que conviertan a la dieta en un factor de inclusión social, asegurando alimentos inocuos, nutritivos y sustentables.
Desarrollo:
La constitución de una dieta saludable en el siglo XXI incorpora alimentos funcionales que produzcan nuevas sensaciones gastronómicas, además de satisfacer los requerimientos diarios de energía. Existe un auge en el consumo de alimentos de origen vegetal y dietas que consisten en fuentes alternativas de proteínas, o alimentos funcionales que contengan compuestos bioactivos beneficiosos para la salud. Por citar un ejemplo, en este rubro se ubican las legumbres, conocidas ampliamente por su calidad proteica y gran fuente de fibras, vitaminas y minerales. Además de los aportes significativos para la salud, estas plantas mejoran la absorción de carbono en los suelos, no requieren fertilizantes nitrogenados (dado que fijan su propio nitrógeno), y además son cultivos de excelente rendimiento, capaces de crecer en terrenos y climas extremos y de pocos recursos (FAO, 2016).
Asimismo, el consumidor está más atento a cómo se producen las materias primas, a la sustentabilidad de la cadena agroalimentaria, y a condiciones de bienestar animal, huella de carbono, clean label y transparencia en el origen, producción y ética de las organizaciones, mediado por el acceso libre a la información y los sistemas digitales actuales que logran una eficaz trazabilidad. En este plano nace el enfoque “one health” o “una salud”, el cual se dedica a mejorar la vida de todas las especies, humanas y animales, a través de la integración de la medicina humana, la medicina veterinaria y la ciencia ambiental. Reconociendo que la salud humana (incluida la salud mental a través del fenómeno del vínculo humano-animal), la salud animal y la salud del ecosistema están íntimamente vinculadas, este enfoque busca promover distintas estrategias para preservar la salud y el bienestar de todas las especies, la seguridad alimentaria y la salud del ambiente (One health initiative, 2023). Como parte de estas estrategias también se debería incorporar la salud del comensal, no sólo desde un punto de vista nutricional, sino también en relación al post-consumo que resulta de su acto alimentario.
En relación al ambiente, cabe destacar la concientización sobre los recursos ambientales utilizados durante la producción, y sobre las pérdidas y desperdicios de alimentos (PDA), bajo los objetivos de desarrollo sostenible propuestos por la Organización de Naciones Unidas (ONU) para la agenda del año 2030. Además existe un aumento sostenido del aprovechamiento de subproductos en conjunto con el lema de las “5R”: reducir, reparar, reusar, recuperar, reciclar (FAO, 2019). Datos actuales reflejan que un tercio de los alimentos producidos para consumo humano a nivel mundial se pierden o se desperdician aproximadamente, lo que equivale a 1300 millones de toneladas por año (Alimentos Argentinos, 2020), distinguiendo que más del 40% de las PDA se generan durante las etapas de poscosecha y procesamiento de alimentos en países en desarrollo, mientras que en los países industrializados, predominan las PDA en lo que respecta a la venta minorista y consumo. En ambos casos, estas pérdidas están dominadas por las frutas y hortalizas, con la paradoja de constituir el grupo de alimentos que aportan componentes esenciales para una dieta saludable. Cuando se pierden o desperdician alimentos, todos los recursos que se utilizaron para su producción -como el agua, la tierra, la energía, la mano de obra y el capital- se desaprovechan. Además, la eliminación de los alimentos desperdiciados en vertederos genera el 6% de las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que contribuye al cambio climático. Las PDA también repercuten de forma negativa en la seguridad alimentaria y la disponibilidad de alimentos, y colaboran a aumentar su costo económico.
Dadas estas razones, la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación instituyó el 29 de septiembre de cada año como el Día para la Concientización sobre la necesidad de reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos, con el objetivo de brindar una oportunidad a la acción tanto del sector público (autoridades nacionales o locales) como del sector privado (empresas y particulares), para establecer prioridades, avanzar con la innovación y centrarse en la adopción de enfoques integrados y sostenibles que logren sistemas alimentarios con capacidad de resiliencia (Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, 2019). Es necesario adoptar medidas a escala mundial y local para aprovechar al máximo los alimentos que producimos. Para introducir este cambio transformador es fundamental incorporar tecnologías, soluciones innovadoras (en particular plataformas de comercio electrónico para la comercialización y sistemas de elaboración de alimentos móviles), nuevas formas de trabajar y buenas prácticas con miras a gestionar la calidad y reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos. Es necesario considerar la meta 12.3 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que propone para el año 2030 reducir a la mitad el desperdicio per cápita a nivel global en los niveles de venta y consumo, y reducir la pérdida de alimentos en las cadenas de producción y suministro, incluyendo las pérdidas poscosecha (Fabi & English, 2019). Para conseguir estos resultados es necesario re-construir los vínculos sociales entre todos los involucrados en la producción, la distribución y el consumo de alimentos.
Todos estos factores no están exentos de la prevalencia de las enfermedades transmitidas por alimentos (según la Organización Mundial de la Salud se estima que cada año se enferman en el mundo unas 600 millones de personas por ingerir alimentos contaminados) y de los efectos que originó la pandemia de COVID-19 a nivel productivo y socia (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2020). El escenario pospandemia demuestra la convivencia de bienes y servicios con valor agregado que generan las empresas que adoptaron la digitalización y robotización de su producción (concepto llamado “industria 4.0”), así como también la revalorización de identidades culinarias locales y cocinas caseras y regionales. De este manera, sería fructífero lograr una articulación de las áreas, en busca de alcanzar tanto la soberanía como la seguridad alimentaria, acompañado de estrategias política y socialmente eficaces. Tal como describe el pensador latinoamericano Jorge Sábato, debe existir una articulación dinámica (conexiones e interacciones) entre los sectores gubernamentales, la estructura productiva y la infraestructura científico-tecnológica como requisito para la generación de innovación y desarrollo económico, tecnológico y social (Sábato & Botana, 1993).
A modo de ejemplo, se propone a continuación una solución alimentaria modelo para convertir a la dieta en un factor de inclusión social, a partir de la producción y consumo de legumbres, asegurando alimentos inocuos, nutritivos y sustentables. Los objetivos serán:
1) Identificar tipos de legumbres de mayor producción en nuestro país. Evaluar su consumo per cápita, costos de producción y venta, servicios de logística.
2) Diseñar la fórmula de un producto alimenticio nutritivo elaborado sobre la base de hortalizas, cereales con la incorporación de legumbres. Evaluar su aporte energético y nutricional, y funcionalidades.
3) Validar información y conocimiento técnico en reglamentaciones oficiales, tales como Código Alimentarios Argentino, normas de buenas prácticas agrícolas y de manufactura.
4) Realizar un estudio de pre-factibilidad técnica y comercial. Analizar técnicas de marketing para incorporación del producto en el mercado. Identificar canales de distribución.
5) Vincular la fórmula proyecto con los requerimientos diarios de energía de clases vulnerables de Argentina, y su incorporación en la dieta regular.
6) Realizar campañas de divulgación en establecimientos educativos sobre las ventajas alimenticias de consumir legumbres para desmitificar la actitud elitista como “proteína de pobre” o de rango social bajo.
Se diseñaran distintas formulaciones de alimentos tipo “sopa o salsa concentrada” a base de hortalizas, cereales y legumbres. La legumbre seleccionada tendrá que ser el componente nutritivo mayoritario. Todas las materias primas serán seleccionadas en base a su calidad y costo, considerando con atención el origen y trazabilidad de las mismas. Las formulaciones serán probadas a escala piloto, habiendo definido previamente el diagrama de flujo y los equipos a emplear. Se tendrá en consideración los tiempos consumidos, el rendimiento de producción en términos de balances de masa y energía, y resultados obtenidos. Los productos alimenticios serán expuestos a distintas pruebas de seguridad alimentaria (análisis microbiológicos), físico-químicas (color, textura, composición de nutrientes, ej: medición de cantidad de proteínas por el método Kjeldahl, cantidad de fibras solubles e insolubles) y sensoriales (descriptores: apariencia, flavor y propiedades quinestésicas) para establecer su aceptabilidad en los consumidores objetivo. Se definirá el tipo de packaging (lata, pouch, otro) y el sistema de calidad y puntos críticos de control en las etapas productivas. La propuesta es incorporar al consumidor en el diseño de este producto alimentario, teniendo en cuenta sus necesidades nutricionales pero también su estilo de vida, sus habilidades culinarias, su gusto así como la infraestructura de cocción y conservación a la que se tiene acceso.
El desafío es reconstruir los vínculos sociales que delinean la dieta. En especial, se han deteriorado con la implementación de las políticas neoliberales en América Latina en la década de 1990. Es parte de que Gerardo Otero (2018) identifica como dieta neoliberal en la cual se incrementa el consumo de aceites vegetales, hay mayor presencia de alimentos procesados y ultraprocesados pero también se rompen los vínculos entre productores y consumidores. Estos elementos son claves para promover una dieta que permita la inclusión social en donde la tecnología no sólo asegure inocuidad y mayor disponibilidad de calorías por hectárea sino también accesibilidad a nutrientes. Es una perspectiva donde el hambre calórico que combate la seguridad alimentaria se combina con la defensa de identidades culturales que promueve la soberanía alimentaria. La propuesta de un abordaje trasdisciplinar refleja la complejidad de las dietas del siglo XXI.
Conclusiones:
El actual escenario alimentario en América Latina incrementa las desigualdades sociales que caracterizan a la región. Desde mi formación como ingeniera en alimentos este trabajo actúa como un primer ejercicio de reflexión que lleva a cuestionarse si es necesario continuar sosteniendo el modelo agroindustrial dominante o avanzar colectivamente hacia la soberanía alimentaria, la disyuntiva central de nuestros pueblos en estos tiempos. Si bien el modelo agroindustrial dominante aún mantiene cierto vigor, sus contradicciones se acentúan cada vez más y la exclusión social se acrecienta. En paralelo, colectivamente, se imaginan y construyen redes cada vez más firmes que resisten e invitan a transitar hacia el paradigma revolucionario y transformador de la soberanía alimentaria. En un contexto donde “algo nuevo se está cocinando, a fuego lento, bajo el sol de Nuestra América” (Filardi, 2018) la propuesta de un abordaje trasdiciplinar propone re-plantearse prácticas para aunar estrategias que hagan de la dieta del siglo XXI un factor de inclusión social.
Bibliografía:
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Palabras clave:
soluciones alimentarias, inclusión, sustentabilidad