Justificación del Panel:
Este panel propone realizar acercamientos interdisciplinarios y críticos a los procesos de producción de conocimiento derivados de trabajos que focalizan su atención en las configuraciones políticas, culturales, subjetivas y temporales que ocurren en el campo de lo generacional e intergeneracional, en los denominados territorios en fricción, esto es, donde convergen “las cualidades desiguales, críticas, inestables y creativas que atraviesan la diferencia en el contexto de globalización” Tsing (2005:4). Pese a la relevancia que actualmente adquieren las trayectorias generacionales en la emergencia de nuevas identidades y acciones colectivas, en las ciencias sociales.
Introducción:
Del problema y las preguntas de investigación
En el país, se encuentran escasas investigaciones respecto a los académicos viejos, problemática relevante de atención en un entorno de política pública universitaria que determina a la educación superior como un derecho de todos los mexicanos, por la apertura de universidades públicas bajo la orientación de una educación que contribuya a la solución de los problemas nacionales, de la tensión entre estado y universidades públicas por el financiamiento de estas instituciones, por la política neoliberal economicista invasora de prácticas académicas, culturales y laborales proclives a la formación de un ethos universitario consumista, deshumanizado y de perdida de sentido. Mendoza Grijalva (2008) señaló con mesura que se desconocen muchas problemáticas de los académicos viejos como las siguientes: “cuáles son sus imágenes del trabajo, la disciplina o la institución, tampoco conocemos sus niveles de productividad, cómo se ajustan y responden a los programas de política pública y cuáles son sus expectativas frente el próximo retiro laboral”. (p.39)
A través del tiempo se han realizado investigaciones para saber más de los académicos viejos, respecto a las decisiones de los académicos para continuar activos en las universidades, en ellas se destaca una racionalidad económica como factor predominante en la postergación del retiro de los académicos, ya que la jubilación otorgada por el ISSSTE no ofrece las garantías de las que gozan diversos segmentos de profesores de tiempo completo por medio de programas de becas y estímulos económicos, y prestaciones sociales que otorgan cierta certidumbre laboral. Un punto álgido de controversia entre académicos viejos y autoridades universitarias es el seguro de gastos médicos mayores, prestación laboral que los alienta a continuar trabajando, ya que al jubilarse este beneficio lo perderían mermando su calidad de vida. (Bensusán y Ahumada, 2006; Oliver, 2010).
Esta racionalidad económica condicionante del retiro de los académicos en las universidades tiene relevancia en un contexto de manifiestas crisis financieras de esas instituciones, y de situaciones económicas complejas experimentadas en el país que han impactado en los ingresos económicos de los académicos. También llama la atención, tanto en los análisis de las jubilaciones postergadas de los académicos como en sus respuestas institucionales a las que ha dado lugar, por ejemplo, la formulación de políticas y programas institucionales de retiro para académicos, las cuales se encuentran empantanadas en la racionalidad económica, la partida presupuestaría y en el terreno de los derechos contractuales de los académicos.
En la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) el recambio generacional es una preocupación vital. Se ha caracterizado por ser una institución que ha favorecido la estabilidad y permanencia de los académicos gracias a las condiciones y certidumbre laboral, lo que ha favorecido la conformación de una proporción alta de profesores de tiempo completo con contratos definitivos.
Tal como podemos apreciar, la tendencia al envejecimiento de la planta académica de la UAM en el anexo estadístico del Informe Anual del Rector General y en el Anuario Estadístico 2021, para el 2012, el 80.5% de los profesores son titulares de tiempo completo con un promedio de edad de 55 años y su antigüedad promedio es de 23.3 años; mientras para 2021, de una planta académica total de 2931 profesores el 85.8% son profesores titulares de tiempo completo con una edad promedio de 60 años de los cuales el 35.5% cuentan con un rango de edad entre 61 a 70 años con un antigüedad promedio que ronda los 27.6 años a diferencia del rango de profesores menores de 30 y hasta 40 años los cuales representan sólo el 4.9% del total. De estos porcentajes que nos ofrecen un panorama general y permiten ubicar tendencias dentro de la planta académica, desafortunadamente, la encuentra información no se encuentra desagregada por unidades académicas, lo que sería un dato revelador por unidad, no obstante, se encuentra información que nos permite ubicar al total de la población de académicos por género, de un total de 826 académicos, el 91.88% son profesores titulares de Tiempo Completo, de los cuales el 35.70% es del género femenino y el 64.30% masculino. (UAM, 2021, 2012).
Esta tendencia del predominio de los académicos viejos tiende a profundizarse, y constituye un campo de tensiones entre los actores académicos y autoridades universitarias. Como se mencionó, hay un mayor incremento en la edad y antigüedad de los académicos y en contraparte la respuesta de las autoridades se aprecia para ellos como débil, ya que la jubilación implica disminución fuerte de los ingresos, por la pérdida de los estímulos y becas, y por otra parte, el sistema de seguridad social que establece la existencia de un tope medido en salarios mínimos (diez salarios mínimos) para la jubilación, lo que se concibe por los académicos como una propuesta insuficiente y de precarización de la vida social.
En este contexto y campo de tensión, las autoridades de la UAM han ensayado con diferentes estrategias como el Acuerdo 14/2018 del Rector General en el cual se creó el Programa Temporal para la Renovación de la Planta Académica, en el que se ofrece un proyecto de retiro atractivo para los profesores de mayor edad y antigüedad. Sin embargo, la respuesta de los académicos no ha sido la esperada, aun cuando algunos han aceptaron una propuesta interesante de las autoridades universitarias, estos fueron engañados ya que rectoria general dio marcha atrás de su propio compromiso institucional con la aprobación del Acuerdo 10/2021 de Rector General en abril de 2021[1], la oferta de retiro se modificó radicalmente, generando demandas legales que hasta la fecha no han sido resueltas por la Junta de Conciliación y Arbitraje (Ruiz, 2022; Cruz, 2022; Xantomila, 2021), un grave problema ya instaurado como parte de la memoria histórica en los profesores de la UAM.
Entonces, el recambio generacional es una problemática que se observa compleja y, a pesar de ser discutida entre diferentes actores educativos, académicos, autoridades y representantes sindicales, los estudiantes han sido excluidos, cuando ellos deberían tener voz por ser un actor relevante en la tensión intergeneracional universitaria. En este contexto, de disputas sin fin y estrategias deficientes, se han construido interpretaciones sobre ese hecho social que no van más allá de la racionalidad instrumental que le acompaña, sesgando su comprensión y por ende, oscureciendo cualquier posibilidad de solución fuera de parámetros economicistas.
Como el retiro de los académicos viejos seguirá preocupando a los actores educativos, también crece el ánimo académico de continuar descubriendo quiénes son, cuáles son las representaciones de sí mismos, sus proyectos de vida, la visión de su profesión, y sobretodo cómo conciben su vida más allá de los muros universitarios. Oliver Villalobos (2015) presentó una serie de preguntas necesarias de tener en consideración: ¿cuándo se debe retirar un académico? ¿Se debe jubilar un académico solo por contar con las condiciones legales para hacerlo aun cuando sea capaz de continuar su aporte en conocimientos y experiencia?, ¿debe un académico de edad avanzada continuar activo por no contar con mecanismos atractivos de retiro?
Estas preguntas en sí mismas componen una agenda para la elaboración de política universitaria para las jubilaciones postergadas. Sin desconocer la existencia de una normatividad que regula el retiro (a través de los sistemas de seguridad social), presupone la necesidad de hacer consideraciones respecto a la propia edad como fuente desigualdad social, y desde ese referente repensar el cambio regeneracional de los académicos en las universidades.
Las preocupaciones esbozadas por Oliver Villalobos retoma los planteamientos del neoinstitucionalismo sociológico y, agrega otra serie de interrogantes fundamentales para construir una mirada sociológica del recambio generacional en la UAM: ¿Cuáles son las implicaciones del proceso de recambio generacional para los académicos, para la universidad y para el desarrollo de las funciones de docencia e investigación bajo el esquema de regulación laboral del trabajo académico vigente?, ¿Cómo enfrentan los académicos con mayor antigüedad laboral – en donde el retiro está regulado por el sistema de seguridad social- el recambio generacional y qué implicaciones tiene para la docencia y para la investigación ese tipo de condiciones laborales?, ¿Cómo enfrentan los académicos de reciente incorporación el recambio generacional y que implicaciones tiene para la docencia y para la investigación?, ¿Es posible prever o planear un cambio en el proceso de recambio generacional bajo el modelo de regulación del trabajo académico actual?, y ¿Qué implicaciones tiene esto para la institución y las nuevas generaciones? (Oliver, 2015)
Con este conjunto de preguntas la autora propone un enfoque fresco e interesante para analizar el recambio generacional de los académicos y su impacto en las funciones de docencia e investigación. Su análisis es una invitación para proponer y abonar otro conjunto de preguntas, que quizá impliquen una nueva ruta teórica y, por tanto, repensar los cursos de acción institucional ante el necesario recambio generacional de la planta académica.
Por un lado, cuestionar sí: ¿La edad y la antigüedad son fuentes de desigualdad social en el trabajo académico?, ¿Para quién es un académico viejo?, ¿Quiénes y cuántos son los profesores que se quieren retirar?, ¿Las iniciativas de retiro académico en la UAM-I a quiénes benefician?, ¿Cómo y de qué manera favorecen a los estudiantes el cambio generacional de la planta académica?, ¿El recambio generacional de los académicos puede comprenderse al margen del recambio generacional de los estudiantes?, ¿Cómo los estudiantes perciben a los académicos viejos?
Resulta ser, por lo tanto, un tema apasionante el recambio generacional de los académicos y, a su vez, relevante por ser un tema institucional sin aparente salida en el mediano plazo, que formula una invitación a la búsqueda de opciones epistemológicas y teóricas de análisis que puedan conducir a enfoques diferentes a los de la racionalidad instrumental en la formulación de políticas institucionales de retiro. Además, por ser un acto político en sí mismo que interpela mirar más allá de ingresos y retiros laborales de los académicos, requiere de ubicarlo en otro orden de preocupaciones, que se sintetizan en algunas de las preguntas que guiarán la presente propuesta de investigación: ¿En la UAMI, el proceso de jubilación es una sustitución de profesores o un recambio generacional?, ¿En un modelo educativo impregnado por la racionalidad económica es posible encontrar comprensiones y posibles soluciones fuera de ese marco de educación paramétrica?, ¿Cuáles son las percepciones de los académicos acerca de sí mismos y sus consideraciones de la vejez?, ¿Cuáles son los horizontes de vida de los académicos, tanto de aquellos que desean jubilarse como de aquellos que desean permanecer en la institución?, y ¿La jubilación postergada puede orientarse a la construcción del inédito viable de construcción del sujeto educativo?
[1]El Acuerdo 14/2018 tuvo el objetivo de fomentar la jubilación de 50 docentes e investigadores que cumplieran con los siguientes requisitos: a) ser profesor Titular de Tiempo Completo categoría “C”; b) tener una antigüedad mayor a 35 años de servicio; y, c) ser mayor de 70 años, asimismo consideraba como parte de los mismos el padecimiento de alguna enfermedad crónica. Mientras que en el Acuerdo 10/2021 modifica y propone un nuevo esquema de retiro para los 50 académicos que decidieron retirarse bajo la propuesta previa. Los Acuerdos 14/2018 y 10/2021 pueden consultarse en los siguientes enlaces para mayor detalle: https://www.comunicacionsocial.uam.mx/principal/_avisosuam/documentos/acuerdo14-31-oct-18.pdf
https://www.comunicacionsocial.uam.mx/principal/_avisosuam/documentos/acuerdo10-2021RG.pdf
Desarrollo:
Envejecer en la sociedad capitalista
En la sociedad capitalista, el envejecimiento se considera como un problema social y, a su vez, un nicho altamente lucrativo de negocios, esa intersección constituye clasificaciones sociales y culturales que le atribuyen sentidos y destinos a la vejez, constituyendo representaciones de los viejos como cuerpos enfermos, dependientes, convertidos en una carga social, condición social que el Estado mexicano ha dado respuesta por medio de la pensión universal para todo adulto mayor, sin desconocer el logro de esta política social, considero se requiere de la modificación de los esquemas sociales que cultural y mentalmente sumergen a la vejez en estigmatizaciones que influyen en el futuro de los viejos.
En contraposición, la comprensión de las personas viejas implica reconocerlas como sujetos sociales entendibles en ese conjunto de relaciones que condicionan su acción social, deconstrucción del conocimiento social naturalizado en representaciones sociales estigmatizadoras fijas en conceptos y clasificaciones que determinan concepciones de la vejez como productoras de desigualdades sociales (Martínez y Vivaldo, 2019; Kalache, 2011).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha difundido su concepción y estrategia denominada Envejecimiento Activo (EA) que define como: “el proceso de optimización de oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen” (OMS, 2002, p. 17). Hay una diferencia sustancial entre la opción de concebir a los ancianos como sujetos sociales y la determinación de la EA que los define como consumidores de políticas públicas, en el primer enfoque se parte de la figura de los viejos como sujetos constructores de procesos sociales en donde narran su historia, experiencias y la de su futuro con capacidades de autonomía, en contraparte para la EA son clientes potenciales y pacientes para ser habilitados como consumidores de propuestas de estilos de vida saludables que, difícilmente la mayoría de los viejos pueden cumplir, ya sea por cuestiones económicas o culturales. (Martínez y Vivaldo, 2019)
Desde la EA como concepción de conocimiento predominante de los viejos, se derivan las formas de acción que se encuentran reservadas para ellos, se promueve su participación en ámbitos limitados por la edad, su constitución física, y por su estado mental, sin embargo, son concepciones que niegan a los viejos como sujetos sociales (Regalado, 2002). Entonces reconocerlos como tal implicaría potenciar su capacidad de decisión, de sentir y actuar en la narración, y construcción de su propia historia, contextualizada en una sociedad que los estigmatiza, los deshecha y ancla en nuevos paraísos capitalista de salud y dependencias al mercado.
En un contexto de conocimiento científico y social que degrada a los viejos a simples nichos de negocios, de políticas públicas que lo definen como consumidores de los servicios del Estado y de una sociedad que cada vez más encaja en estereotipos individualistas, consumistas y deshumanizantes, se presenta la exigencia de pensarlos bajo la reivindicación de rupturas con la ciencia positivista, de encarar a las formas de conocimiento eurocentristas dominantes en la construcción del mundo de los viejos, y en apertura al reconocimiento de sus saberes, experiencias de vida, resistencias, formas de organización y luchas por ser ellos mismos, confrontar al enfoque biomédico, a la medicalización y psicologización de la sociedad, que les niegan el derecho de ser sujetos sociales.
Envejecer en las universidades públicas
En México, se ha desarrollado una linea de investigación respecto a los temas de las universidades y sus académicos, en su desarrollo ha ofrecido información relevante respecto a los académicos como profesión, pasando por las condiciones y trayectorias laborales, las dinámicas de movilidad y por su puesto el impacto generado por la implementación de políticas de estímulos económicos en la concreción de las carreras académicas desde la década de los ochenta del siglo XX. Sin embargo, el mundo de los académicos nos interpela para continuar construyendo saberes para conocerlos más, como una exigencia para la elaboración de políticas universitarias fuera del marco de una educación mercantilizada, con espíritu competitivo, y ahora ligada a la educación virtual como un destino.
Más de un interés estrictamente académico o de elaboración de políticas universitarias, es relevante pensar en la reconstrucción de las universidades públicas, para ello es relevante saber quiénes son los académicos viejos, cómo se perciben y son observados en sus claustros del saber, es necesario escuchar sus narraciones acerca de los jóvenes universitarios y cómo esos actores sociales los perciben, profundizar en la comprensión de su postergado retiro de la universidad, descubrir sus horizontes de vida fuera de los muros universitarios, indagar las posibilidades de forjar un proyecto de coproducción de realidad académica entre profesores y alumnos acerca de la jubilación de los académicos en donde todos estén incluidos, y no determinados por la proyección inevitable de la educación virtual.
Varias son las razones para insistir en la preocupación de coproducción de conocimiento entre los actores educativos ante el conflicto intergeneracional latente o manifiesto en algunas universidades, como se mencionó, por un lado, estamos en el umbral del envejecimiento de la población mexicana y por otro, ya es patente similar proceso en los académicos de las universidades públicas, tal como reportan Bensusán y Ahumada (2006) el promedio de edad de académicos de tiempo completo activos en 36 IES mexicanas durante el periodo de 2000-2004 era de 48 años, si estos datos se replicaran, encontraríamos un incremento sustancial en la edad promedio que rondaría los 65 años, situación que urge atender.
Mientras la ANUIES, reduce el proceso de envejecimiento de los académicos universitarios a una cuestión de sistemas de pensiones y jubilaciones por los costos financieros que representa el retiro laboral de esos académicos para las universidades. Pese a los esquemas de jubilación que cuentan las universidades, propios, estatales o combinación de ambos, éstos resultan insuficientes para un conjunto de académicos que tuvieron estabilidad en el empleo, derechos laborales y prestaciones sociales significativas, y por supuesto becas y estímulos económicos atrayentes. Además, es interesante la observación realizada por Mendoza Grijalva (2008) la cual nos menciona que para los académicos viejos la edad no representa problemas en su desempeño académico, y por ello la jubilación no figura entre los planes de vida a corto y mediano plazo.
La mayoría de las investigaciones respecto a los académicos viejos tienen la preocupación por el descubrimiento de los impactos financieros de las jubilaciones en las universidades y en los propios académicos que han postergado su retiro de las IES encontrando respuestas institucionales que han dado lugar a la formulación de políticas y programas institucionales de retiro para académicos, las cuales se encuentran empantanados por la racionalidad económica, la partida presupuestaría y en el terreno de los derechos contractuales de los académicos, procesos que dificultan y no otorgan facilidades de retiro digno. Desafortunadamente, y en efecto, los ingresos y las prestaciones de los académicos al jubilarse se ven reducidas drásticamente debido a que los montos de retiro no consideran un conjunto de percepciones como son las becas y estímulos, lo que sugiere una serie de adecuaciones salariales y reformas a los parámetros salariales y políticas de retiro que favorezcan el recambio generacional.
Sin desconocer la problemática de las finanzas públicas en las pensiones y jubilaciones universitarias, también es necesario abrirse al mundo micro universitario hasta llegar al aula, es indispensable la mirada de los propios actores educativos, y preguntarse si los académicos viejos en la UAMI pueden o no con las responsabilidades académicas para los que fueron contratados, y otras que han aparecido en su camino, por ejemplo las derivadas de la gestión académica que cada vez se convierte en una carga por los múltiples reportes que se tienen que entregar, por ejemplo de tutorías y trimestres fiscales, por la duplicidad de plataformas utilizadas que conducen a una tramitología insoportable, pero justificable según las autoridades por petición del fisco mexicano.
Asimismo, las exigencias del sistema de investigadores, si se es miembro, y de la beca de permanencia, cómo se experimentan por los académicos viejos; acaso hay una asociación entre edad y productividad del trabajo académico; cuál es su conciencia de una organización académica con determinación mercantil que se critica fuera de las universidades y se asume dentro de ella como la exclusiva función del vivir bien; acaso no hay otros horizontes de sentido académico laboral en el interior de la UAMI desde donde afianzarse para construir un futuro atractivo para el buen vivir de los académicos viejos, considero que en el corto plazo la posibilidades de solución son escazas, ahora la reinvención de esa institución implica resolver esa problemática que no se puede dejar exclusivamente en manos del Estado.
En este contexto en donde se visualizan más limitaciones que oportunidades, se proponen interrogantes ejes para la reflexión: ¿los académicos en qué condiciones estarían dispuestos a jubilarse? ¿tienen un proyecto académico laboral que prefigure la transmisión de conocimiento y de experiencia con los académicos que van ingresando a la universidad? ¿En la condición de su retiro postergado de la universidad conciben formas de coproducción colectivas con los estudiantes para formular horizontes de sentido académico y del buen vivir? ¿Podrán sobreponerse a la racionalidad económica para impulsar la construcción de un inédito viable para la acción educativa dirigida al cambio educativo?
Recordemos que las miradas estigmatizadores dominantes en las políticas públicas de la vejez y las propias difundidas en la sociedad, comparten una visión corporal patológica de los cuerpos viejos que también se reproduce en las escuelas y universidades, la edad es una fuente de desigualdad social al interior de las universidades. A los académicos viejos se les atribuyen estigmatizaciones académicas y físicas cuya respuesta institucional se rinde a una lógica estrictamente económica: como un buen retiro académico con una pensión que constituya una base para el vivir bien. (Hidalgo y Cubillo, 2018; Ibáñez, 2014; Gudynas y Acosta, 2011; Acosta, 2010).
Desde este ciclo de comprensión de la vejez en las universidades que integra formas de comprensión del ciclo vital de los académicos y de respuestas en políticas universitarias, es donde se encuentra la exigencia por repensar el proceso de regeneración de los académicos de la UAMI, se proponen algunas ideas:
1.- La descolonización del discurso educativo y proponer formas de construcción de conocimiento que recuperen las dimensiones epistemológica, teórica, ecológica y ética para reconocer que el problema de la jubilación es un asunto político universitario y estatal, en el que se encuentra en juego la constitución de sujetos educativos.
2.- La problematización de los condicionamientos que subyacen en las interpretaciones del recambio generacional en las universidades, lo que implica la apertura hacia una conciencia de los constreñimientos teóricos, culturales e ideológicos que encuadran a la forma de pensar y de actuar de los propios académicos, de las autoridades y de las organizaciones sindicales con respecto al tema.
3.- Reconocer a los académicos envejecidos como sujetos sociales que construyen contexto, prácticas y conciencia como productores de su mundo y del mundo social en el que se encuentran, en este sentido es necesario concebirlos como capaces de hacer y contar una historia diferente al poder de la autoridad universitaria y estatal. La cuestión de la jubilación postergada de los académicos es otra arista más para mirar a la constitución del sujeto educativo.
Universidad, cuidadanía y vejez
De Sousa (2015) en su texto la Universidad en el siglo XXI reitera que en 1994 señalo los fundamentos y las contradicciones que darían cuenta de la crisis institucional a la que las universidades públicas se estaban sometiendo, generando a su vez, una crisis de hegemonía, y legitimidad. Por un lado, la crisis financiera y la disminución de inversión por parte del Estado, aunada a la creciente privatización de la universidad pública, en tanto que se ha sometido a las leyes del mercado.
Lo interesante de esta perspectiva es la capacidad del sociólogo portugués de rebasar la comprensión de un fenómeno mundial, el agotamiento de las universidades públicas, y entender los desafíos concernientes a esas instituciones en el capitalismo globalizado y la privatización de la educación. Como intelectual con esperanza en la acción social propuso ante los desafíos expuestos, la reforma democrática y emancipadora de la universidad, tarea que requería como punto de partida relacionarla con la sociedad. También, recomendó otro puntal para la acción socioeducativa, la creación de un proyecto de nación, que, como resultado de un contrato político y social, incluyera a la universidad pública para recuperar su papel en la definición y resolución colectiva de los problemas sociales de consideración en el contexto global.
Los desafíos propuestos y las sugerencias por De Sousa siguen vigentes, en este sentido las universidades públicas en lugar de ser espacios de contribución de los problemas internacionales y nacionales continúan siendo parte de los problemas que son necesarios de resolver. Además de los problemas externos que enfrentan las universidades públicas, estos se coaligan con los internos como el crecimiento de los académicos viejos, formando en la intersección de ambos niveles, un entuerto complejo de tratar y resolver.
Siguiendo la reflexión trazada por De Sousa (2009, 2010, 2014, 2017), un primer paso para enfrentar la problemática de los académicos viejos se requiere de una ruptura con la constelación epistemológica, teórica, cultural y política en la que se sustenta la comprensión occidental de los saberes opresores hacia los viejos en la sociedad y su continuidad con los académicos viejos, ya convertidos en segmento mayoritario de la población de académicos en la UAMI.
Recuperamos algunos principios de las Epistemologías del Sur para el entendimiento de los académicos viejos, los ubicamos en la triada del colonialismo, el patriarcalismo y el racismo, posicionamiento en el conocimiento critico requerido para la construcción de saberes y metodologías que los hagan visibles como protagonistas de la historia y constructores de horizontes de vida para ellos, y los jóvenes universitarios.
Con este posicionamiento epistemológico de arranque, la educación es el encuadre para entender a la universidad, y recuperamos a la epistemología del cuidado (Miracarelli, 2015), para la observación de la importancia que tienen los cuidados en las interacciones sociales en todos los poros de la sociedad.
Desde esta perspectiva de las interacciones sociales se recupera el concepto de Begoña Marugán (2017) de cuidadanía y se le dota de un contenido diferente al ofrecido por esa autora, ella lo relaciona con el reconocimiento de los derechos de las mujeres en la realización del trabajo en el hogar, mientras aquí se propone como bien relacional que implica vinculación y complementariedad entre seres humanos, y entre éstos con la naturaleza desde el inédito viable del buen vivir.
Como bien relacional adquiere su sentido en la red de relaciones en que se encuentran las personas involucradas, por ejemplo, la educación, espacio por excelencia de construcción de interacciones sociales, no reducible a mercancías, ni a servicios educativos, al contrario su finalidad es la formación de universitarios, como sujetos sociales participativos en procesos de aprendizaje dialógicos y embebeidos por los cuidados con uno, con el nosotros y el otro, condicionados por el propósito de que esas interacciones se mantengan de forma consensual y participativa, en el horizonte de sentido fincado en la autonomía.
Conclusiones:
La educación es un acto social por naturaleza y en si misma entraña cuidados que implican el aprendizaje de acuerdos mutuos al interior del campus universitario, involucrando comunicación dialógica para la valoración y estimación de ese bien relacional en la construcción del consenso. En este sentido, la educación debe ser generadora de interacciones sociales sustentadas en la solidaridad y la confianza, y no en la competencia, ni el individualismo, capacidades de agencia a las que todos y todas tienen acceso, y gozan de ellas por medio de su involucramiento en su creación, distribución y reproducción para los y las que participan en ellas. La cuidadanía es la cocreación del mundo educativo entre sujetos que se reconocen en relaciones horizontales, participativas y comunicativas.
La cuidadanía como bien relacional se reproduce por medio de vinculaciones comunicacionales, afectivas, espirituales y ancestrales que nos permiten reconocernos como sujetos iguales en nuestra propia comunidad educativa, al reconocer al otro; este tipo de reconocimientos se fraguan por medio de la solidaridad propia en la red de relaciones sociales en la que se desenvuelve el sujeto social. (Miracarelli, 2015; Ramírez, 2019)
Desde esta construcción de la cuidadanía, como un proceso que vincula a todos los participantes involucrados en sembrarla con el propósito de la preservación de sus relaciones sociales, encuadramos a la educación como un área de privilegio del buen vivir, generadora de solidaridad entre académicos, alumnos y autoridades, fraguada en el entendimiento de que la comunidad universitaria es una construcción permanente de hombres que se relacionan socialmente desde una orientación de necesidad de los cuidados en el reconocimiento de uno mismo, del otro y del nosotros.
Entonces, la cuidadanía la concibo como una forma de pensar, ser y estar en la vida universitaria y como instrumento de lucha en contra del individualismo, políticas educativas privatizadoras y la deshumanización educativa que contribuyen a la destrucción de la solidaridad y los cuidados requeridos por seres humanos que viven juntos y requieren estar vinculados unos con otros para el buen vivir; lo que implica la coproducción de interacciones sociales para la convivencia colectiva.
Desde la perspectiva de la cuidadanía planteada, la cuestión de la regeneración de los académicos no se limita a una cuestión económica, al contrario, lo que se intenta con ese bien relacional es la construcción y preservación de interacciones sociales en la educación superior marcadas por la solidaridad, la crítica y la esperanza en otro mundo educativo y social posible, y desde esta posibilidad viable sentar la base para buscar caminos diferentes a la racionalidad instrumental y repensarse entre actores educativos en el universo de la jubilación postergada de los académicos.
Quizá, el proceso de jubilación de los académicos sea una excelente zona de contacto entre los actores educativos para develar el tipo de educación que tenemos y sus propósitos, las practicas educativas que deseamos y no deseamos, la construcción de viejas y nuevas subjetividades, y las acciones educativas permitidas y clandestinas de los actores educativos.
Entonces, la cuidadanía es una perspectiva para repensar a la educación, y desde ese propósito socio educativo buscar el diálogo entre los actores educativos para proponer políticas universitarias orientadas a la construcción de sujetos educativos y sociales, que entre sus capacidades contengan la construcción de horizontes de sentido para vivir y accionar en la universidad y en la sociedad.
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Palabras clave:
ciudadanía, recambio generacional, académicos y vejez