Resumen de la Ponencia:
Las universidades latinoamericanas no son espacios ajenos a la reproducción de las relaciones de poder, vislumbrando prácticas violentas ejercidas dentro y alrededor de ellas. Así, se delinean algunos abordajes teóricos que describen su existencia y reproducción: 1) Las estructuras de poder que posicionan a los hombres en una relación de superioridad frente a las mujeres, 2) la tolerancia y naturalización de la violencia, su hostilidad hacia las víctimas y 3) la presencia de estereotipos sexistas. Este estudio tuvo como objetivo describir las diversas situaciones de violencia de género y acoso, experimentadas en el contexto universitario y/o ejercidas por parte de la comunidad universitaria. El estudio es de carácter cuantitativo, descriptivo y transversal. La recolección de datos estaba estipulada de manera presencial, cuestión que cambió a modalidad remota debido al contexto de urgencia sanitaria de Covid-19. Los instrumentos utilizados fueron: i) Formulario de caracterización de las participantes en Google Form; y ii) Formulario de victimización en ambiente universitario. Participaron 29 estudiantes de graduación y post graduación, con edades comprendidas entre 18 a 38 años (M=24,2; DP=4,36). Los datos obtenidos permitieron verificar una mayor frecuencia de violencia sexual (recibir besos y caricias sin consentimiento), violencia moral (comentarios sexistas) y psicológica; las cuales, de acuerdo con sus participantes, estaban relacionadas por la jerarquía (entre agresor y víctima), los hábitos/estilo de vida, características físicas e identidad de género de la víctima. Casi la mitad de los episodios reportados (42,2%) ocurrieron dentro del campus universitario y la mayoría de las participantes (65%) vivió más de tres episodios. Una de las principales manifestaciones de violencia en las universidades es aquella enlazada al género, por tanto, cuestionar las relaciones desde esa categoría, implica que sean ampliamente debatidas, involucrando en su desarrollo a las instituciones de educación superior. Los estereotipos de género en ese sentido, contribuyen a la perpetuación de la violencia y las desigualdades de género, por ejemplo dentro de la sala de aula las estudiantes deben lidiar en varias ocasiones con comentarios o bromas sexistas que afirman la menor capacidad intelectual y técnica de ellas solo por el hecho de ser mujeres. De esta manera, es importante que las instituciones de educación aborden dicho fenómeno y formulen e implementen acciones afirmativas que inhiban y prevengan estos comportamientos.
Introducción:
La violencia de género (Araújo 2008), tiene su génesis y mantenimiento en las relaciones de poder sustentadas bajo un orden patriarcal y que en palabras de Heleieth Saffiotti (2004) podríamos llamar patriarcado: aquella forma de organización y dominación social que delega a los hombres el derecho de dominar y controlar a las mujeres (Castro de Carvalho Freitas e Oliveira de Morais, 2019), siendo la violencia la principal herramienta para concretar ese derecho. Por otra parte, este sistema patriarcal asigna atribuciones sobre lo que compete a un género y otro, generando una distinción y valoración entre ellos (Bertho,2020; Saffioti, 2004). En ese sentido, las universidades no son ajenas a las relaciones de poder, de manera que es posible vislumbrar prácticas violentas ejercidas dentro de ellas. Así, es factible delinear algunas argumentaciones que justifican su existencia y reproducción: primero, la presencia de estas estructuras de poder que posicionan a los hombres en una relación de superioridad frente a las mujeres, la hostilidad hacia las víctimas, la naturalización y tolerancia de la violencia y por último la presencia de estereotipos sexistas (Valls et.al., 2016). El ambiente universitario se torna un espacio desfavorable para las mujeres, quienes constantemente se enfrentan con situaciones de acoso moral, humillaciones, violencia sexual, amenazas y una serie de otras violaciones que no siempre son identificadas como una violencia de género (d’Oliveira & d’Oliveira, 2019; Valls, 2008). Se considera que las estudiantes están más propensas de ser víctimas de una agresión sexual durante las primeras semanas de ingreso a la universidad y a inicios del segundo año de universidad, de hecho, durante 1988, Warshaw acuñó el concepto de “zona roja” para referirse a este período en que las mujeres al entrar a la universidad pueden estar envueltas en situaciones de peligro y exposición, sobre todo en contextos de fiestas universitarias (Flack, 2008). Algunos estudios demuestran que la violencia en la universidad no es una práctica reciente, un ejemplo de ello es un estudio prospectivo en Estados Unidos, realizado durante el año 2000 con 1569 estudiantes universitarias que respondieron una Encuesta de Experiencias Sexuales desde su 1er año y hasta el final de su 4to año de carrera, señalaron que ya en su primer año de universidad, el 31% de las mujeres había experimentado algún tipo de agresión sexual y el 6,4% pasaron por una violación. En el cuarto año de su carrera, el 24% de las estudiantes señalaron haber pasado por una agresión sexual, en tanto el 3,9% había sufrido una violación completa (Humphrey and White, 2000; Abbey, 2002).
Estudios similares desarrollados posteriormente, identificaron la prevalencia de violencia que experimentaron los estudiantes durante su paso en la universidad. En un estudio realizado por Zotareli (2012) identificó entre 2430 estudiantes de universidades públicas en Brasil que el 56,3% de las alumnas habían sufrido algún tipo de violencia y 9,4% sufrieron violencia sexual desde su ingreso, mientras 29,9% de los hombres dijeron haber cometido algún tipo de violencia. En el 2015, el Instituto Avon realizó un estudio con 1.823 estudiantes de graduación y post graduación de universidades brasileñas señalando que el 67% de las mujeres entrevistadas habían sufrido algún tipo de violencia, el 52% reconocen haber sufrido agresión moral/psicológica, mientras que el 56% de las mujeres relataron haber sufrido acoso sexual, mientras tanto un 28% ya había experimentado violencia sexual que puede ir desde la violación hasta una tentativa de abuso (Instituto Avon, 2015). Finalmente, un estudio realizado en la Universidad Nacional de Colombia en el 2016, identificó que 54% de los 1.602 estudiantes que participaron de la encuesta declararon haber sufrido algún tipo de violencia sexual dentro de la universidad (Rozo & Torres, 2016).
La violencia en el contexto universitario puede ser ejercida por pares, profesores o incluso desde la propia institución como perpetradora o cómplice (Valls et. al, 2016). Las relaciones jerárquicas presentes en el ámbito académico, entre docente/alumna (o), son un medio recurrente de violencia de género que se manifiesta dentro de una relación asimétrica, acentuando todavía más las desigualdades entre los hombres y mujeres (Bergeron et al. 2020). Estos abusos pueden ocurrir dentro de las salas de aula, en los espacios de convivencia del campus o hasta mismo fuera del espacio físico de las universidades, como en fiestas, rituales de iniciación a la vida universitaria y residencias estudiantiles (d’Oliveira & d’Oliveira, 2019; Valls, 2016). Es en estos espacios de esparcimiento en donde la violencia de género puede verse incrementada por la ingesta de alcohol. Neilson et al (2018) relaciona la gravedad de las agresiones sexuales con el consumo de alcohol y de cómo esta se asocia positivamente a la incapacidad de percibir una situación de violencia y en la toma de decisiones. La dificultad en ocasiones se debe a la no identificación de las situaciones de violencia y el miedo de reconocerlas como tal, obstaculizando una eventual denuncia o divulgación y, por consecuencia, el reconocimiento del fenómeno en el contexto académico como un problema que necesita de medidas de intervención (Bergeron et al., 2020); Valls, 2008). Por otra parte, la institución no siempre reconoce cuánto es atravesada por jerarquías y desigualdades, por lo contrario, de acuerdo con Nardi (2013) ella se presenta como un lugar de “razón” que busca proteger de lo que es violento, “ignorante” e “irracional”. Así mismo, las dinámicas de violencia de género dentro del ámbito universitario pueden desencadenar consecuencias en las víctimas que van desde el bajo rendimiento académico, la modificación de elecciones académicas hasta incluso la deserción de la carrera universitaria (Valls et.al, 2016). Algunas desisten de asistir a clases para no ver a sus agresores, cambiando incluso de universidad o residencia (Fisher et. al 2010). Sin mencionar los efectos en la salud mental como trastornos de ansiedad, estrés post traumático, depresión y en la salud física en general (Ullman e Najdowski, 2009) En consideración a lo anterior, el objetivo de este estudio fue describir las diversas situaciones de violencia de género que experimentan los (as) estudiantes dentro de la universidad o por parte de la comunidad universitaria. Dicho estudio es un recorte metodológico de la investigación de maestría en psicología de la autora, que tuvo como objetivo general: analizar el o los posibles impactos de la violencia de género en la relación corporal y sexual en estudiantes que hayan sido víctimas de violencia en el contexto universitario.
Método
El estudio es de carácter cuantitativo, descriptivo y transversal. Debido al contexto de urgencia sanitaria de Covid-19 se adaptó a manera remota. El estudio fue aprobado en el Comité de Ética en investigaciones con Seres Humanos de la Universidad Federal de San Carlos (UFSCar), SP. Brasil. (CAAE:15113119.6.0000.5504).
Participantes.
Se realizó un muestreo probabilístico estratificado, en donde participaron 29 estudiantes, con edades que oscilaban desde los 18 a 38 años (X=24,2; DP=4,36), siendo 27 de género femenino (93,1%), 1 no binario y 1 de género masculino. La mayoría (n=22, 75,9%) fueron estudiantes de pregrado y los demás (n=7, 24,1%) de post graduación, de universidades públicas de Brasil.
Desarrollo:
Los resultados en relación con el semestre en curso y al tipo de relación afectiva en que se encontraban los participantes al momento de la investigación surgen a partir de 29 respuestas obtenidas en el formulario online. En seguida, los resultados vinculados a la temática de violencia son elaborados a partir de 27 respuestas, ya que dos participantes (1 de género femenino y 1 de género no binario) mencionaron no haber sufrido violencia dentro de la universidad o por parte de la comunidad universitaria.
Semestre en curso.
La mayoría de los participantes (65,5%) estaba en la carrera hace más de cinco semestres (20,7% en el quinto; 24,1% en el séptimo; 3,4% en el octavo; 6,9% en el noveno; 6,9% en el décimo primero e 3,4% en el décimo tercero) y las demás (34,5%) en los primeros semestres de la carrera (6,9% en el primer semestre; 3,4% en el segundo; 20,7% en el tercero e 3,4% en el cuarto).
Relación afectiva.
En cuanto a la relación afectiva de los participantes, un (45%) de ellos (as) mantenían una relación al momento del estudio, pero no de convivencia, mientras que un (17%) que también estaban en pareja vivían juntos, por otro lado, un 34.5% manifestó estar solteras (os) y un 3,5% casados. Solo dos participantes informaron tener hijos (as).
Historial de violencia de género en la universidad.
En cuanto al historial de violencia, (93,1%) indicaron haber sufrido violencia en la universidad. Respecto al lugar en donde ocurrió la violencia, la mayoría (n=19; 67,9%) relató que fue en la universidad actual al momento de la entrevista, un 17,9% relató que fue en la universidad actual y en otra anteriormente, mientras que un 7,1% informó que fue en un campus universitario diferente al que frecuenta, finalmente el 7,1% no quiso informar el lugar.
La mayoría de los participantes identificó recibir besos o caricias sin consentimiento (66,7%) y comentarios sexistas sobre la capacidad intelectual de la mujer o su rol en la sociedad o comentarios con connotaciones sexuales que disgustan o humillan (66,7%). Un 44, 4% mencionó haber recibido comentarios desagradables sobre su forma de vestir y/o la forma de arreglar su cabello; un 42,6% señaló haber sido presionada/o para mantener relaciones sexo-afectivas, un 40,7% experimentó violencia psicológica, un 38,5% se sintió perturbado/a o con miedo por comentarios, llamadas, miradas, correos electrónicos o por haber sido perseguida/o y/o vigilado/a. Un 30,8% se vio envuelta en rumores sobre su vida sexual y un 30,5% declaró haber sufrido algún tipo de agresión sexual y/o física.
Según la opinión de los participantes sobre lo que pudo haber motivado la violencia sufrida. La mayoría (59,3%) de los participantes informó que el principal motivo era la jerarquía y el 37% los hábitos / estilo de vida adoptados por el/la participante. Una estudiante informó que el ambiente junto a la ingesta de alcohol pudo haber contribuido a la violencia, 2 consideraron que era debido a la situación socioeconómica de él o ella, 2 mencionaron que tenía relación a la carrera, 3 que eran comportamientos sexistas presentes en la sociedad y 5 que apuntaban directamente a su etnia / raza.
De acuerdo a la frecuencia de episodios de violencia descritos por los participantes. Para la mayoría de ellos (63%) hubo más de tres episodios de violencia que describieron, un 33% relataron haber sufrido al menos entre 3o 4 episodios de violencia y un 30% declaró que experimentó más de 5 episodios de abuso o discriminación por parte de la comunidad universitaria.
En cuanto a los lugares donde ocurrieron episodios de violencia. Teniendo en cuenta que la cantidad de episodios para la mayoría de los participantes fue más de tres, los participantes tenían la opción de seleccionar más de una ubicación entre las siguientes opciones (Áreas externas al campus: residencia estudiantil, fiestas universitarias, bares, casa del docente, actividad de campo) . La mayoría de los participantes indicaron que los episodios de violencia ocurrieron en zonas fuera de la universidad (N=14; 53,8% residencias estudiantiles; N=14; 53,8% fiestas universitarias; bares N=5; 19,2%). Entre los espacios internos de la universidad (área abierta del campus, sala de aula, sala de reuniones, laboratorio, oficina del docente, hogar estudiantil, gimnasio, canchas, restaurante universitario, baño, cafetería) la mayoría de los participantes indicó áreas abiertas (N=12; 44,4%) y aulas (N=11; 40,7%), mientras que un 14,8% mencionaron la oficina del docente y el hogar estudiantil como lugares en donde ocurrieron dichas situaciones. Camino a la universidad también se menciona como un trayecto vulnerable para un 44,4% de las estudiantes, en tanto un 18, 5% señala el transporte público como un espacio de riesgo de camino a la universidad.
Conclusiones:
Teniendo en cuenta el objetivo de este estudio de describir las situaciones de violencia experimentadas por estudiantes universitarias, los resultados obtenidos permiten considerar el fenómeno como alarmante y que ocurre sistemáticamente. De acuerdo con los estudios mencionados la principal población afectada son mujeres.
Prevalencia de violencia en la universidad
La violencia de género dentro de las universidades debiera ser reconocida como un problema recurrente en las relaciones entre estudiantes, profesores y personal técnico, ya que es un espacio que reproduce dinámicas sociales como las que se presentan en el resto de la población, compartiendo los mismos valores de la cultura en la que están inmersos (d'Oliveira & d'Oliveira, 2019). En nuestro estudio, los participantes informaron que casi la mitad de los episodios de violencia (42,2%) ocurrieron dentro del campus universitario, lo que señala que para las estudiantes ese espacio geográfico no representa un lugar completamente seguro para su integridad física y emocional, además la mayoría (65%) de ellas había experimentado por lo menos más de tres episodios de violencia.
Tipos de violencia señaladas
La universidad es un espacio de transición hacia la vida adulta. Trae novedades, nuevas amistades, expectativas profesionales. Pero también a menudo terminan aceptando comportamientos y costumbres universitarias sin una comprensión clara de lo que significa y las relaciones de poder que están en juego (Bandeira, 2017). Por ejemplo, las novatadas universitarias deberían ser mecanismos de promoción de la sociabilidad y acogida, sin embargo, gran parte de ellas se fundan en expresiones de violencia machista, con el uso de palabras ofensivas, sexistas, irrespetuosas y humillantes, siendo asociadas a un continuo de violencia dentro de los campus universitarios, donde también se incluyen residencias universitarias (Bandeira, 2017). Las expresiones en contextos universitarios pueden variar desde el acoso, las amenazas o la coerción para mantener relaciones sexuales. De igual modo, los rumores sobre la vida sexual de las estudiantes con un 30,8%, y que tienen ocurrencia en los espacios de vida universitaria y externos como en residencias estudiantiles y las fiestas universitarias (Valls et al. 2007).
Factores de riesgo
En este punto, podemos afirmar que en nuestros resultados más del 50% de los estudiantes encuestados sufrieron situaciones de violencia en fiestas y residencias estudiantiles, lo que nos hace reflexionar sobre cuáles son los factores de riesgo a los que se enfrentan los estudiantes en este contexto. Tal resultado concuerda con la literatura que señala al alcohol como un importante detonador en la generación de violencia física, sexual y emocional (Ramírez, 2019), sin embargo, Abbey (2002) enfatiza en que, a pesar de la coexistencia frecuente entre alcohol y agresión sexual, no es una justificación de facto. Puede haber otras variables que influencien ciertos comportamientos y que lleven a los hombres a beber desproporcionadamente o a cometer una agresión sexual, sean algunos rasgos de personalidad, impulsividad, normas de grupo de pares, entre otros. También menciona que en promedio al menos el 50% de las agresiones sexuales de los estudiantes universitarios está asociada al consumo de alcohol. Un 97% de las agresiones sexuales relacionadas con el alcohol, tanto la víctima como el agresor habrían estado con ingesta de alcohol (Abbey, 2002).
Relaciones de poder
Los estudiantes con frecuencia no realizan la divulgación de lo sucedido con algún miembro de la universidad, aun más en los casos en que el docente ha sido el agresor, esto debido a la relación de poder del docente y al abuso de su autoridad sobre ellos, temiendo posibles represalias a futuro y consecuencias con situaciones más explícitas como presionar para mantener relaciones sexo afectivas no deseadas, como fue observado en el presente estudio, en el cual 46,2% declararon haber sufrido ese tipo de presiones. La misma línea de estudio en la Universidad de Manizales relató que los principales acosadores eran docentes (50%) y un 42,8% eran los propios compañeros de universidad, seguida a que un 8,3% de la población universitaria entrevistada declaró haber sufrido presiones de índole sexual a cambio de beneficios académicos (Castaño-Castrillón et al., 2010). En esta misma lógica, se establecen relaciones de poder y jerarquía entre los propios estudiantes, por ejemplo, la relación entre veteranos y novatos, donde la lógica es la docilidad de los nuevos estudiantes hacia los antiguos. Porque, los espacios académicos adoptan diversas formas para ejercer el poder, propias del sistema patriarcal. En ocasiones actúan de manera sutil, lo que dificulta que los alumnos los identifiquen normalizando gran parte de la violencia (Echeverría et al., 2017).
Estereotipos de género
Los estereotipos de género contribuyen con la perpetuación de la violencia y las desigualdades de género en el ambiente universitario, así dentro de la sala de aula se hacen visibles esas realidades, teniendo que lidiar con comentarios sexistas que afirman la menor capacidad intelectual de las estudiantes mujeres, o bien son objeto de bromas con contenidos machistas (d’Oliveira & d’Oliveira, 2019), dato que concuerda con los resultados del presente estudio, los cuales apuntan que el 40,7% declaró haber sufrido situaciones desagradables dentro de la sala de aula y un 22,2% en las salas de reuniones o laboratorios. La investigación del Instituto Avon en el 2015 ya planteaba esa pregunta, donde un 49% de las estudiantes mujeres declararon haber experimentado descalificaciones o bromas ofensivas, siendo un 19% de los estudiantes hombres quienes lo cometieron (Viana et al., 2018). Los estereotipos están involucrados en todo el entorno de la vida universitaria, por lo que, en las fiestas universitarias del primer año, los prejuicios y los estereotipos de género degradan la vida universitaria, centrando la atención en la sexualización de las estudiantes y sus cuerpos pasan a ser un objeto de deseo y gozo colectivo (Bandeira, 2017).
El papel de las instituciones universitarias frente a la violencia de género.
Cabe mencionar que una de las razones por las que la universidad silencia e ignora la violencia sexual practicada en sus espacios, responde al hecho de preservar su imagen institucional (Bandeira, 2017, Severi, 2017). Es necesario medir y evaluar la responsabilidad de las instituciones de educación superior con respecto a los casos de violencia y abuso que ocurren no solo en el campus, debe fortalecerse un enfoque preventivo y solidario con sus estudiantes dentro y fuera del campus. En esta investigación se encontró que el 57,8% de las situaciones se vivieron en lo que llamamos “áreas fuera del campus y en el trayecto desde y hacia la universidad”, ya sea caminando o en transporte público. Sin un esquema claro o protocolo de notificación de estos casos a nivel universitario, lo que finalmente sucede es que las o los estudiantes que son víctimas de abuso no quieren divulgar y mucho menos realizar la denuncia en canales oficiales, ya sea por temor a que no crean en su historia, no recibir el apoyo institucional que proteja seguidamente su identidad. Además, la revictimización en el momento de realizar la denuncia policial o verbalizar el abuso, generando un clima hostil que tiende a culpar a la víctima por lo vivido (Valls et al., 2007). Frente a ese contexto han surgido los colectivos feministas de estudiantes que se organizan para exigir que se visibilicen los abusos y la creación de políticas públicas que cumplan con las condiciones necesarias para atender a los estudiantes en caso de cualquier tipo de abuso, agresión o violencia (Boyle, Barr e Clay-Warner, 2017). La tarea presente es trabajar con estrategias de sensibilización, concientización y divulgación de los tipos de violencia, de manera que puedan ser identificados rápidamente cuando se está cometiendo un comportamiento abusivo. Por parte de la institución, el compromiso debería ser crear un espacio de acogida, con escucha calificada y multiprofesional, dirigido a las víctimas y a acompañar el proceso judicial para que sea efectivo como garantía de un compromiso en contra de la violencia y vulneración de derechos. Por ello, la universidad necesita implementar medidas para el enfrentamiento de la violencia de género en su entorno. A partir de la identificación del fenómeno en sus especificidades y, también las acciones dirigidas a las víctimas en lo que respecta a la recepción, asegurando sus derechos y atención de salud, bien como la creación de políticas institucionales para el combate, prevención y superación de la violencia (Bellini, 2018; Maito, Panúncio-Pinto, Severi e Vieira, 2019). En este recorte no fue incluida la categoría raza/etnia en el formulario de caracterización de los participantes, lo que puede significar una limitación a la exploración y análisis de los resultados preliminares, discusión que se puede retomar en estudios futuros. Aun cuando en la etapa cualitativa de la investigación algunas estudiantes se identificaron como mujeres negras al momento de entrevistarlas. Considerando la relevancia de la articulación y visibilidad de la violencia de género en mujeres de raza negra, acompañada de las múltiples discriminaciones y vulneraciones que están expuestas no solo en Brasil, sino que a nivel mundial (Silveira, Nardi & Spindler, 2014). Estudios futuros podrían verificar si hay relación entre la presencia de violencia sexual y el área de formación de los estudiantes. Por ejemplo, en ingeniería los profesores dicen abiertamente que se trata de un asunto para hombres y no mujeres, o por el contrario dan ventaja a los estudiantes sólo porque son mujeres y son más exigentes con los hombres (Cortázar Rodríguez, 2019). Finalmente, los datos aquí presentados pueden ser un aporte importante para visibilizar la violencia de género como un fenómeno ya instaurado en las instituciones de educación superior. Contar con datos científicos ayudará, por tanto, a tener sustento para la creación de políticas públicas y protocolos con perspectiva de género dentro de las universidades.
CONSIDERACIONES FINALES
En razón de la permanente búsqueda de mecanismos y políticas públicas que garanticen los derechos de las mujeres y ayuden al enfrentamiento de las violencias sufridas por ellas en la esfera civil, queda evidenciado el rol y la responsabilidad de la universidad en reiterar también los derechos de las mujeres en sus espacios y promover un ambiente más acogedor e igualitario, ya que es un lugar que igualmente reproduce desigualdades y jerarquías sociales marcadas por la diferenciación entre géneros (Maito, 2017). Una de las principales manifestaciones de violencia en las universidades es aquella enlazada al género, por tanto, cuestionar las relaciones desde esa categoría, implica que sean debatidas ampliamente involucrando en ello a las instituciones de educación superior. Cuestión que en los últimos años se ha incrementado con la implementación de protocolos de acción frente al acoso y violencia de género en las universidades, sin embargo, existen varias aristas que destrabar para seguir avanzando, como lo es contar con personal capacitado en la materia que otorgue un recibimiento de la denuncia de manera acertada y acogedora, sin caer en la revictimización de quienes se atrevan a romper el silencio.
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Palabras clave:
Violencia de género, estudiantes, universidades brasileras.