Resumen de la Ponencia:
Históricamente, se ha analizado cómo la actitud de los pobres frente al tiempo afecta la forma en que se relacionan con la política. Ya en la década de 1960, la apatía y el fatalismo que parecían caracterizar el comportamiento político de los pobres urbanos se asociaba a su actitud
presentista (Lewis, 1961; Vekemans & Venegas, 1966). Esta actitud se relacionaría con su incapacidad para tener
tiempo más allá de las actividades reproductivas, especialmente en el caso de las mujeres. Esta posición de los pobres frente a la política ha sido reforzada por estudios contemporáneos que muestran cómo la
espera opera como un mecanismo de dominación sobre los pobres, quienes tendrían una posición pasiva frente a la burocracia estatal (Auyero, 2016). Sin embargo, otras investigaciones han buscado cuestionar este enfoque, identificando cómo la política de los pobres, sobre todo en las mujeres, emerge ahí donde la
urgencia cede lugar al
proyecto (Merklen, 2009). En este lapso temporal, la política implicaría tener
paciencia (Preocupez, 2015). En esta ponencia, quisiéramos contribuir a este debate entre tiempo y política popular. El estallido social de 2019 en Chile es un
acontecimiento temporal que tensiona la experiencia cotidiana de los pobres e instala la pregunta por el
futuro. A diferencia de la actitud
presentista y
fatalista que supuestamente caracterizaría su comportamiento político, como veremos en esta ponencia se pueden identificar distintos
momentos en relación al proceso político que se abre con la revuelta. Un primer
momento, entre el estallido y el comienzo de la pandemia, puede ser descrito como de
esperanza, tanto en relación a las transformaciones sociales que podrían realizarse como respecto al rol que los sectores populares podrían ocupar en este proceso; un segundo
momento, asociado a la institucionalización del proceso tras el acuerdo político por el cambio de la Constitución, está marcado por la
sospecha en relación a la supuesta captura del sentido de la revuelta por parte de las elites políticas; finalmente, un tercer
momento, ligado a la pandemia y las medidas de control asociadas, reinstala la
urgencia de la necesidad, lo que tiene como efecto la reorientación de la acción colectiva desde la protesta al cuidado de la población. Esto último no supone necesariamente la instalación de una actitud
fatalista, pero sí implica articular cotidianamente las obligaciones del
presente con la preocupación por el
futuro. Para demostrar este argumento, me basaré en una investigación cualitativa en curso, en la cual, junto a un equipo, hemos realizado 70 entrevistas a residentes de tres barrios populares ubicados al sur-poniente y poniente de la Región Metropolitana. Las primeras entrevistas fueron realizadas en diciembre de 2019, a un mes del estallido, y las últimas en noviembre de 2021, el mismo mes de las elecciones presidenciales.