La forma de vida como la conocíamos hasta hace dos años se vio afectada debido a la pandemia causada por la enfermedad derivada del SARS-CoV-2; y a partir de ella se observó la importancia de la alimentación y sus efectos en el desarrollo de cuadros críticos. Ya era sabido que en México alrededor de 70% de los habitantes padecen sobrepeso y una tercera parte de los mismos algún grado de obesidad; con lo cual es importante remarcar que, además de desencadenar enfermedades cardiovasculares, diabetes, así como trastornos óseos, musculares y algunos tipos de cáncer (ISSSTE, 2016); el sobrepeso en sí mismo promueve procesos inflamatorios en el cuerpo y demanda un sobre esfuerzo por mantener las funciones vitales (Rivera-Dommarco, Juan A., Colchero et al., 2018); con ello, durante el desarrollo de cuadros de COVID-19 los más susceptibles fueron los individuos con estas características (Bretón et al., 2021). En este sentido, la seguridad alimentaria es fundamental para aspirar a una disminución en los niveles de sobrepeso y obesidad en nuestro país, recordando que este concepto de acuerdo con la FAO se da cuando todas las personas tienen acceso físico, social y económico permanente a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para satisfacer sus requerimientos nutricionales y preferencias alimentarias, y así poder llevar una vida activa y saludable (FAO, 2017)El objetivo de esta investigación es caracterizar los hábitos de consumo de diferentes grupos de personas en función de su edad, nivel socioeconómico y cultura, así como el análisis de su entorno; y con ello 1) evidenciar la importancia de la seguridad alimentaria y desarrollo en función de las variables estudiadas, 2) evidenciar los retos para alcanzar la seguridad alimentaria y 3) proponer alternativas de comunicación para mejorar el consumo a fin de lograr la seguridad alimentaria. Para ello, se hizo un análisis etnográfico particularista (Murillo & Martínez-Garrido, 2010) durante los años 2018 a 2021 en diferentes zonas de comercialización de alimentos del municipio de Texcoco, Estado de México. Como resultado de este estudio, se denotó a pesar de estar de que cada centro de consumos está en el mismo municipio, las motivaciones de los usuarios eran diferentes en cada uno de ellos, así mismo, el perfil de los consumidores difería en rangos de edad, niveles socioeconómicos, factores sociales, culturales y económicos; sin embargo; el reto general es proveer productos que aspiren a conseguir una seguridad alimentaria que asegure a la población hacer frente a futuros eventos que requieran un sistema inmune fuerte; con lo cual también se requiere generar cambios de hábitos e ideas para incidir en la toma de decisiones al comprar alimentos; generar identidad en torno a los alimentos locales y revalorizarlos a fin de un desarrollo socio ecológico sostenible.
#03134 |
Sociología de la salud mental, reflexiones sobre su desarrollo y urgencia
La sociología de la salud mental no es un campo nuevo de la sociología, sin embargo, es un campo poco estudiado, poco analizado y discutido si lo comparamos, por supuesto, con otras áreas que ocupan una mayor atención como problemas legítimos de ser atendido por la investigación sociológica. Esta ponencia tiene como objetivo contextualizar algunas de las teorías más sobresalientes que se han desarrollado en el campo sociológico para la explicación etiológica del carácter social que tienen algunos trastornos mentales y cuáles han sido los aportes de dichas teorías en la prevención, atención y tratamiento de los padecimientos mentales. La reflexión proviene de los resultados encontrados durante la investigación que realice entre 2018 y 2020 como parte mis estudios de maestría, específicamente el capítulo primero en el que se realizó un recorrido sobre el cuerpo principal de la historia de esta rama de conocimiento de la sociología.Finalmente se hace un llamado a la reflexión sobre la urgencia que demanda la actual crisis de salud metal, para que los científicos sociales nos involucremos con mayor ahínco en este campo de investigación, se esperaría pues, que la sociología pueda, en conjunto con las ciencias que tradicionalmente se han encargado de la salud mental, dar respuestas que se encuentren a la altura de la magnitud del problema que representa actualmente la salud mental en todo el mundo, atender esta pandemia silenciosa desde un saber crítico. Considero que esta ponencia tiene una mayor trascendencia si se mira a través de los enormes retos que la pandemia ocasionada por el virus SARS-Cov2 está suponiendo para la salud mental, situación ante la cual las ciencias sociales no deben permanecer inmóviles.
#03503 |
Más que ‘pacientes’ y ‘profesionales’. Posiciones anticapacitistas sobre subjetividades políticas en salud desde Colombia
Esta ponencia surge como parte de los resultados que germinaron de un proyecto de investigación-acción participativa que llevamos a cabo entre 2021 y 2022 junto a varias organizaciones que trabajan por las disca/pacidades, la diversidad corporal y las disidencias encarnadas en Colombia. A lo largo de esa investigación pusimos a conversar los saberes de la fisioterapia, la fonoaudiología, la terapia ocupacional y la sociología para conspirar en torno a dinámicas de deliberación crítica, plural y abierta que estuvieran orientadas a co-construir justicias en salud desde perspectivas anticapacitistas, interseccionales y de(s)coloniales desde paradigmas como el de la co-labor, propuesto por Shanon Leyva y Xochitl Speed (2008).Aquí en particular nos interesa desarrollar algunas de las ideas que emergieron de ese proceso para hacer una lectura crítica y situada del sistema de salud colombiano que no solo ponga un foco central en las prácticas capacitistas que que se reproducen desde algunos de las profesiones que brindan atención, promoción prevención o cuidados en salud para personas y comunidades discas, diversas y/o disidentes dentro de dicho sistema; sino que logre sembrar caminos para transformarlas y eliminarlas desde varias orillas.En ese sentido planteamos que desde el sistema de salud colombiano históricamente se ha tendido a violentar experiencias como las discas, las diversas y las disidentes en nombre de un orden social normalizante—en consecuencia, lo abordamos como una esfera política, lo cual, resonando con marcos teóricos como el de Martín Retamozo (2009) o el de Laura Quintana y compañía (2016), nos deja comprender que está atravesada por relaciones de poder entre agentes, capitales, saberes y discursos cuyo lugar está permanentemente en disputa.Y, aunque partimos de entender que en el seno de esas disputas se van configurando espacios de dominación y de subordinación entre sujetos, nos detenemos en una particularidad de esa escena: y es que allí la gente disca, diversa y disidente pone en juego diversos sentires, vivencias y pensares en torno a la salud, la enfermedad, el bienestar o el malestar que interpelan la intención normalizante del sistema de salud colombiano.Nuestra apuesta acá es amplificar esas reivindicaciones: primero, para procurar desmontar las asimetrías a las que ellas se enfrentan; luego, para reafirmar que las subjetividades discas, diversas y disidentes son sujetos políticos que ocupan un rol mucho más complejo, rico y potente que el del mero ‘paciente’ allí y, por último, para abrir caminos hacia estructuras sanitarias cada vez más situadas, más pertinentes y más respetuosas de esas experiencias. En últimas, sentipensando posibilidades que nos lleven a construir sistemas de salud más justos, dignos, sanadores y liberatorios para las personas y comunidades discas, diversas y disidentes, tanto en Colombia, como en el resto de Latinoamérica y del Caribe.
#04178 |
La salud mental de los hombres mexicanos en el contexto de la pandemia por COVID-19 y su relación con la representación de la masculinidad
Ericka Ivonne Cervantes Pacheco1
1 - Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
La pandemia por COVID-19 develó que la forma de enfrentar la crisis sanitaria está atravesada por los aprendizajes de género y que, a su vez, éstos impactan en la salud mental de los seres humanos. En México se evidenció la falta de políticas y programas de salud integral dirigidas hacia los hombres desde una perspectiva de género, que consideren cómo sus comportamientos, prácticas y actitudes asociadas a la masculinidad influyen en mayores riesgos a la salud física y mental, y contribuyen a generar relaciones de desigualdad y violencia; a pesar de que en América Latina se enfatizó en la necesidad de contar con iniciativas para el cuidado de la salud mental de los hombres para prevenir y mitigar problemas de estrés, depresión y suicidio; y tener políticas integrales para recuperar y proteger los empleos, facilitar el balance trabajo-familia y promover el cuidado, la paternidad activa, afectiva y corresponsable, así como disminuir la violencia en espacios públicos y privados (UNFPA-LACRO, 2020). En este contexto, es necesario cuestionar la construcción social y cultural de la masculinidad y cómo a nivel subjetivo se ha internalizado, puesto que en los hombres puede generar factores de riesgo, enfermedad física, pérdida de recursos psicológicos y muerte. Respecto a la salud mental, los hombres mexicanos reportaron haber experimentado al menos un problema emocional relacionado con la angustia y el estrés, sentirse cansados, ansiosos, nerviosos, tristes, enojados y con miedo (ENERICOV, 2020), ante la pérdida de empleo remunerado en el espacio público, las ganancias y la proveeduría económica insuficiente, los traumas o abusos, los trastornos mentales, las barreras de acceso a la atención de salud en combinación con la capacidad disminuida de pedir ayuda, el reto de involucrarse en las actividades domésticas, desarrollar prácticas de autocuidado y relaciones de género libres de violencias y desigualdades. Por ello, se está desarrollando una investigación para promover desde una perspectiva de género la salud mental de los hombres mexicanos en el contexto de la pandemia por COVID-19, a través de acciones, estrategias y políticas públicas que los incluyan; desde una metodología cualitativa y un método de investigación-acción. Aquí se discutirán los hallazgos preliminares consistentes en identificar las condiciones de salud mental en las esferas individuales, familiares, laborales, sociales y económicas, relacionadas con la representación de la masculinidad, recolectados por medio de un cuestionario digital y entrevistas a profundidad. Se espera contribuir en la deconstrucción de aprendizajes de género masculinos no favorecedores y fomentar aquellos que promuevan el autocuidado y la salud mental, las relaciones igualitarias y libres de violencia; así como incidir en políticas públicas que reconozcan a los hombres como sujetos de género y consideren la salud mental parte del bienestar integral, enfáticamente en contextos de crisis, como la pandemia.
#04337 |
Comunicación y Salud Colectiva: retos y caminos en tiempos de pandemias
Introducción: La pandemia de COVID-19 dio un nuevo lugar a las comunicaciones en el campo de la salud. Se ha señalado que esta es la primera pandemia que se intenta combatir digitalmente (Ramonet, 2020). La vida social -que ya estaba fuertemente determinada por las comunicaciones y el desarrollo tecnológico- se vio empujada a lo que puede llamarse “la digitalización forzada” (Bria, 2020). El confinamiento y el distanciamiento incrementaron la dependencia hacia tecnologías digitales y produjeron un salto obligado hacia modalidades de la vida social que parecían aún una promesa del futuro. Perspectiva teórica: El predominio actual de la vida digital, acelerado por la pandemia, ha construido nuevas o remodeladas configuraciones sociales, así como cambios en las prácticas relacionadas con la salud, en la era comunicacional del capitalismo (García Canclini, 2018) electrónico-informativo (Lins Ribeiro, 2018) y digital (Ribeiro, 2021). En este marco, las transformaciones que ha producido la pandemia requieren ser problematizadas desde el pensamiento crítico en salud latinoamericano, analizando los nuevos escenarios y promoviendo la construcción ce capacidades colectivas para afrontarlos.El objetivo de este trabajo es reflexionar sobre estas transformaciones y sus implicaciones para la salud colectiva, centrando la discusión en la situación de América Latina de cara a la pandemia, desde cuatro ejes analíticos: 1) el acceso a la información sobre salud o brechas digitales; 2) el debate sobre el conocimiento hegemónico y otros conocimientos, y sobre los significados de la salud, disputas muy vigentes a partir de la pandemia; 3) la necesidad de (re) crear y fortalecer lazos comunitarios y colectivos, tanto en territorios físicos como virtuales, para lo cual las comunicaciones son argamasa para la autoorganización; y 4) La importancia de desarrollar propuestas teórico-prácticas de comunicación para la salud colectiva latinoamericana.Metodología: Se realizó un análisis de indicadores sobre brechas digitales (Galperín, 2017), estrategias de comunicación de los sistemas públicos de salud sobre la pandemia y medidas de mitigación de la infodemia (Haraki, 2021; Rojas Rajs, 2021), incorporación de saberes y/o actores no hegemónicos en la comunicación oficial (Breilh, 2021; Ribeiro, 2021), así como experiencias de afrontamiento colectivo frente a la desinformación, para su debate. Resultados y conclusiones: requerimos repensar la relación entre comunicación y salud en escenarios de alta polarización social que disputan más que nunca la validez del conocimiento en salud. En la era del big data ningún ser humano tiene ya la capacidad de procesar e interpretar la enorme cantidad de información que circula sobre salud. Por ello es indispensable abordar los problemas de información y comunicación desde el paradigma participativo, basado en las comunidades, para el desarrollo de capacidades colectivas crítica.
#04494 |
¿CÓMO SE HA COMPRENDIDO LA SALUD MENTAL EN LA INFANCIA? REVISIÓN SISTEMATIZADA 2001 - 2021
En el marco del proceso de formación doctoral en Psicología de la Universidad Santo Tomás en la ciudad de Bogotá, se desarrolló una revisión sistematizada con el fin dar cuenta cómo se ha comprendido la salud mental en la infancia en los últimos 20 años. En los ámbitos escolares, frecuentemente se habla acerca de la salud mental de los niños, niñas y adolescentes y este tema ha venido cobrando relevancia dada las diferentes problemáticas psicosociales y trastornos mentales que afectan la infancia y que conllevan a preguntarse qué está pasando con la salud mental en esta etapa. La revisión sistematizada utilizó el marco SALSA de Grant & Booth (2009), e incluyó artículos de investigación publicados entre 2001 y 2021 en las bases de datos Scopus, Scient Direct, Ebscohost y Scielo en inglés y español. Se encontró una tendencia a comprender la salud mental desde la presencia y/o ausencia de signos/síntomas definidos tanto para adultos como para los niños y niñas y el uso del modelo ecológico de Bronfenbrenner para analizar las interacciones de la población en este contexto. Sin embargo, no se encontró evidencia que dé cuenta de una comprensión diferente a la usada con los adultos para la salud mental en la infancia. Así mismo, se evidenció que son pocos estudios en donde tienen participación los propios niños y niñas. Se concluye que es necesario continuar con las investigaciones en salud mental que involucren y permitan la participación de los niños y niñas como agentes activos de conocimiento de tal manera que la salud mental en la infancia tenga una comprensión más allá de lo establecido para otras etapas del ciclo vital.
#04856 |
Pensar desde el “Nosotros” para abandonar “La Multitud”. Una lectura de los meollos de la política sanitaria y de la nueva normalidad.
El presente escrito analiza el concepto de comunidad (o del nosotros) que surgió durante los primeros meses de la pandemia de COVID19 en México, cuando mediáticamente se presentaron las disposiciones del Estado y el organismo sanitario para cuidarnos del virus. Al inicio y en los 6 primeros meses se llevó a cabo un proceso de inmunización que mostró que el Estado y el organismo sanitario diseñaron una política para la multitud y la presentaron como una política comunitaria. Se plantea que el concepto de “nosotros” entró en crisis con el surgimiento y el desenvolvimiento de la pandemia, dando lugar a que el Estado y la política sanitaria, se organizaran y se dirigieran a “la multitud.”
Se tomará el planteamiento de Roberto Espósito y Patricia Manrique, sobre la dialéctica inmunitaria, para exponer de qué forma la pandemia de COVID19 propició una política sanitaria para la multitud. En un segundo momento, se analizará a partir del pensamiento de la propuesta de estos autores, cómo la negación del otro en el proceso de pandemia afirma el carácter de intruso, extraño y extranjero que tenemos con nosotros mismos. Y es en esa intrusión y en esa extrañeza que existe, está la posibilidad de recobrar un “nosotros”. De ahí que no resulte necesario plantearse nociones como la de “nueva normalidad” como una solución al problema del cómo y en qué condiciones habremos de relacionarnos, siendo que la noción misma de “normalidad” no ha sido críticamente evaluada. Al contrario, la noción de nueva normalidad es la ilusión ofrecida por los que apuestan por una política sanitaria de las multitudes. Vivir juntos, en un nosotros, implica un abandono de la normalidad y el riesgo y la fragilidad en un proceso inmunitario.
Introducción:
El animal-hombre puede vivir más tiempo que todos los otros porque está constitutivamente enfermo, no pese a ello. Para poderse “recargar,” la vida necesita sin cesar aquello que la amenaza…
(Cf. Roberto Esposito, Immunitas, Protección y negación de la vida)
La primera versión de este trabajo la realicé en mayo de 2020, apenas un par de meses después de que surgiera la pandemia de COVID19 en México. En aquel momento existía en mí una prisa, un deseo ansioso por comprender si el dispositivo de inmunización llevado acabo por las autoridades sanitarias de nuestro país estaba resultando de alguna manera “más hospitalario” que en otros países como España- donde el confinamiento era estricto y cualquier vagabundeo era causa de arresto- o si nos encontrábamos ante una posible política sanitaria que desestimara la fragilidad humana ante lo desconocido, ante lo incierto, ante lo puramente viral para protegerse de un estado de naturaleza y caos.
Casi dos años después de haber comenzado con esta reflexión, me di cuenta que la prisa es mala aliada (como diría Patricia Manrique) en el ámbito del pensamiento y mucho peor en el análisis de sistemas y políticas de salud. El estudio de los procesos complejos de salud- enfermedad-atención y cuidado que formaron parte del dispositivo de inmunización al inicio de la pandemia de COVID19 requieren tiempo para ser reflexionados, de otra manera corremos el riesgo de integrar todos los elementos reduciéndolo a esquemas.
En el 2020, no estábamos preparados para distanciarnos del acontecimiento de la pandemia en nuestras vidas, nos encontrábamos inmersos en un contínuo cambio de propuestas sobre seguridad social. Si acaso se mantenía la necesidad de un confinamiento general, uso de cubre bocas para evitar el contagio y la sanitización constante de manos para prevenirse de la enfermedad. Pero el tratamiento de la enfermedad por parte del sector salud en los hospitales públicos no parecía claro para los que no tenemos una formación médica y estábamos al tanto de la pandemia vía televisión, redes sociales o medios masivos de comunicación. En estos medios se hablaba del peligro del COVID19 por la velocidad del contagio, pero también por el índice acelerado de mortandad de los enfermos. El parámetro de lo “normal” al inicio de la pandemia se establecía a partir de enfermedades como la gripa (de la cual sabemos hay vacuna) que sólo mata a 1 de 30 pacientes. La mortalidad del coronavirus se presentaba mucho mayor por lo que parecía casi evidente que nos encontrábamos ante una situación anormal en términos de enfermedad.
Al final, viendo las cifras diarias de fallecidos por Coronavirus, la existencia en la pandemia parecía poco prometedora y a muchos nos llevó a preguntarnos cómo podríamos relacionarnos con los otros, sin sentirnos amenazados por la posibilidad de que al contagiarnos falleciéramos; o que nosotros los contagiásemos y “presuntamente” acabáramos con sus vidas. La tensión y el miedo primordial era el contacto entre todos: vecinos, familiares, amigos, conocidos, desconocidos. También existía temor a la violencia, a la sensación o la percepción de que los otros dejaran la diplomacia, el tacto y las buenas costumbres para proteger sus vidas sin considerar la propia- cayendo todos en una suerte de estado de excepción prolongado-. ¿Cómo conservar ese lazo comunitario destruido por la pandemia? ¿Podía ser que los sistemas de salud y los sujetos del cuidado de la salud pudiesen reconstruir ese lazo? ¿O más bien sólo en una responsabilidad compartida finamente tejida cabría esa posibilidad? Estas preguntas me llevaron hoy día, a replantear viejas conclusiones.
Desarrollo:
¿A qué me refiero cuando hablo de un proceso de imunización? El primer argumento de Roberto Esposito en su obra Immunitas, Protección y negación de la vida, sostiene que toda comunidad tiene un aparato inmunitario. La palabra immunitas en su etimología refiere: inmmunis: negación del munus (mundo); en su designación política: un privilegio; en su excepción jurídica: libre de cargas, exonerado, dispensado; en su excepción económica: quién no debe nada a nadie; y, en su carácter social: anticomunitario.
En la excepción biomédica (a la que estamos más acostumbrados) ¨ (…) condición de refractariedad del organismo ante el peligro de contraer una enfermedad contagiosa.” (Esposito, 2005, p.16).
En un proceso de inmunización, suele privilegiarse al desarrollo de una vacuna, como el pilar y el centro del mismo proceso pues es en ella encontramos la reproducción controlada del virus como protección ante la enfermedad. Sin embargo, en mayo del 2020, el mundo aún estaba lejos de producir esa respuesta (o por lo menos no había conocimiento de que existiera) y por ello se produjeron otros procesos previos de inmunización.
Para poder comprender el proceso de inmunización es necesario abordarlo en primer lugar, a partir de la teología política. La teología política fundamentó los procesos de imunización que después retomará la antropología filosófica y la biopolítica para analizar el fenómeno del Corona Virus.
La teología política explica de qué manera la religión judeocristiana inserta la observancia de uno o varios rituales y el respeto a una o varias prohibiciones para constituir a la comunidad. Cuando se violentan estas condiciones, la comunidad se destruye y entonces el proceso de inmunización se pone en marcha. Sólo que éste no tiene aún un carácter asociado a una enfermedad como la entendemos actualmente. Su liga más próxima se remite a una violación en forma de pecado- que es un distanciamiento de Dios, cuando es él quien mantiene la unidad de la comunidad (el cuerpo de Cristo)-. La idea cristiana “No hay mal que por bien no venga” es el claro ejemplo de que la comunidad puede hacer uso del mal para recobrar la cercanía a lo divino. De otra manera, la comunidad en cuanto tal es insostenible.
Para la antropología filosófica, que analiza el filósofo italiano, el proceso de inmunización es mucho más complejo. En nuestra era contemporánea la unidad de la comunidad involucra más allá de un basamento religioso. Se ponen en juego la participación de las instituciones como el Estado, pero también la mediación del conocimiento médico (o la institución médica) que configura y reconfigura nuestra visión de las enfermedades impactando socialmente. “Pero el exceso de mediación institucional que plantea la antropología filosófica no es más que una de las dos modalidades prevalecientes mediante las que el paradigma inmunitario se vincula con la dimensión colectiva de la vida.” (Esposito, 2005, p.25).
La primera modalidad del paradigma inmunitario es la biopolítica o el dispositivo biopolítico que surge en el siglo XVIII. Este coloca al cuerpo biológico como sinónimo de la vida misma, reduciéndola por completo al vacío y a la desnudez. Anteriormente no se podía hablar de vida, sin hablar, por ejemplo, de poseer un espíritu o una conciencia. Sin embargo, el conocimiento se tornó instrumental cuando fue necesario evitar más muertes por enfermedad. Por ejemplo, durante la peste negra, que al inicio se pensaba era un problema de herejía y que sólo afectaba a ese grupo, pero después ante la gran mortandad se corrobora que caían hasta los más santos.
Es entonces cuando los procesos de enfermedad y muerte cobran relevancia en un ámbito a nivel cuerpo biológico y se convierten en una amenaza. El cuerpo político que alguna vez sostenía su soberanía en el Rey o el Estado se sustituye por la protección reproductiva de la vida. Se subordina una función biológica a una visión general de la realidad. Por lo que, la función del sistema inmunitario aparece como un dispositivo militar ofensivo y defensivo, que va en contra de todo lo que no es reconocido como <<propio>> y entonces debe ser rechazado y destruido. En este sentido “(…) la vida sólo puede ser protegida de lo que la niega mediante una negación ulterior.” (Esposito, 2005, p.28).
Siguiendo el argumento en estos términos biopolíticos, la solución más próxima para defenderse de la amenaza de un virus es el uso del pharmakon (medicina y veneno al mismo tiempo). Este exceso de mediación del saber médico, sobre la posible solución de la amenaza de una enfermedad (Coronavirus) impide que la comunidad se reconozca como tal. Ya que subsume a la vida a meras funciones biológicas de cuerpos carentes de humanidad.
Esposito explica, que previo a este vaciamiento del cuerpo político en términos puramente biológicos, la propuesta Hobbesiana demuestra que el hombre pasa de un estado de naturaleza a un estado civil en la creación del Estado. El Estado funciona aquí como una nada artificial que permite anular la nada natural de la comunidad. Y así, aun cuando la comunidad pierde la socialidad durante el proceso de inmunización, la recobra cuando el soberano suspende su derecho de dar muerte a quien se le resista, esto significa que ¨la igualdad de todos los súbditos ante el soberano es la que desactiva el peligro determinado por la idéntica capacidad de dar o recibir muerte antes de la constitución del orden civil. ¨ (Esposito, 2005, p. 124).
Sin embargo, en los primeros meses de este proceso de pandemización (como lo llama Jean Luc Nancy) resultó imposible poner en marcha este proceso de reanudación de la comunidad. En primer lugar, porque es un virus (el nivel biomédico) el que amenazaba a la vida en general. Se pierde la singularidad y la particularidad de la vida en tanto hombre (ser no puramente animal, ni puramente espíritu) y se desestima el orden de lo antropológico en términos de fragilidad humana.
El acaecimiento de la pandemia, no es para nosotros, solamente del orden de lo biológico pues el animal-hombre, vive su existencia en términos de Esposito, como una constante herida que le obliga a objetivar su existencia y ponerla fuera de sí mismo. En la filosofía hegeliana, solo <<yo>> puedo constituirme como una conciencia a partir de mi relación <<con>> los otros y <<para>>los otros., siempre objetivándola.
Esposito (2005) afirma que el hombre “es la llaga, que lo refiere a lo otro de sí”. El cuidado de sí mismo, así como el cuidado de los otros en sociedad representa una constante productividad de lo negativo. Es decir, una constante conciencia de que vivir en comunidad, o de vivir con otros implica por un lado un reconocimiento de mí mismo, pero también una amenaza. De esa amenaza, que es lo negativo, la comunidad necesita sacar provecho para sostenerse. Para que exista una communitas, es indispensable la existencia de una immunitas. No se puede negar el aparato inmunitario. Sin embargo, cuando existe una radical aspiración a conservar la comunidad, el aparato inmunitario se sobrepone a la comunidad y pone en manos de la política la protección de la vida humana.
Al inicio y en los 6 primeros meses de la pandemia en México se llevó a cabo un proceso de inmunización que mostró que el Estado y el organismo sanitario diseñaron una política para la multitud y la presentaron como una política comunitaria. La modalidad de lo biopolítico se impuso de alguna manera, no sólo en México, sino en otros continentes como Europa. Manrique (2020), afirma que la comunidad, el “nosotros” se redujo al lenguaje de la identidad.
La biopolítica, completamente visible, ahora obligada si se quiere, implica e implicara, constantemente, decisiones acerca de quiénes somos, de cuál es “nuestra identidad” y quiénes formamos parte de ese “nosotros” que ahora hay que defender del virus, pero tiende a rechazar a todo lo extraño, otro… (p.159).
Es difícil aún sostener, después de tan poco tiempo del acontecimiento de la pandemia, que el organismo sanitario deliberadamente diseñara una política sanitaria para las multitudes. Me atrevo a proponer, más bien, que esa política fue una solución con “prisa” para contener la situación de amenaza.
El dispositivo biopolítico encontró por lo menos tres procesos de inmunización que fueron puestos en marcha al inicio de la pandemia: el confinamiento, el distanciamiento social y el uso de cubre bocas. Con el confinamiento y el distanciamiento social, se hizo expresa la necesidad de romper con el contacto cuerpo a cuerpo que la política sanitaria requería para evitar el contagio del virus y así contener la mortandad. Pero este dispositivo de disgregación social necesario (la potencia de lo negativo) propicio con su violencia la pérdida de la sociabilidad, pero también de la diplomacia. Los primeros meses se impuso un confinamiento que, de manera individual, adoptamos. Sin embargo, también se impuso una vigilancia proveniente de la Guardia Nacional (en México) que en algunos lugares generó un estado de miedo constante en la población.
Con respecto al tema del miedo generado entre ciudadanos y autoridades por la amenaza del Coronavirus, señala Roberto Espósito- siguiendo a Hobbes, hay en el cuerpo político distintas formas de manejar la violencia resultante.
La diplomacia, junto con el arte del “tacto” son dispositivos inmunitarios que generan cierta violencia pues el “(…) tacto es el arte de no-acercarse-demasiado, de no-ser demasiado abiertos” (Esposito, 2005, p.14). Sin embargo, la violencia del confinamiento o el distanciamiento social fueron dispositivos inmunitarios que de alguna manera desbordaron estos parámetros. Es importante resaltar la importancia de este arte para atender nuestro principal problema que es la comprensión de un “nosotros” en tiempos de pandemia.
La violencia del confinamiento y del distanciamiento social, fue (y aún es) uno de los motivos por los cuales el organismo sanitario atendiera a la multitud, en lugar de buscar restituir el sentido de comunidad. Según Virno (citado en Wikipedia 2022) afirma:
La diferencia básica es que bajo la distinción de Hobbes el conjunto de ciudadanos quede simplificada a una unidad como cuerpo único con voluntad única, mientras que el concepto de multitud rehúsa de esa unidad conservando su naturaleza múltiple. (p. 2).
La multitud o las multitudes funcionan como agentes de producción biopolítica dentro del sistema político. Por un lado, en un sentido negativo, se oponen al concepto de <<pueblo>>o al de <<muchedumbre>>, pues su naturaleza deviene múltiple y es imposible concebirlo como unidad. Por otro lado, su naturaleza múltiple permite la generación de una inmunidad virtuosa.
En su función negativa, una política sanitaria dirigida a la multitud, describe la incapacidad del cuerpo político de definirse en una voluntad única que proteja a todos los ciudadanos de la amenaza de la enfermedad. Entiéndase por voluntad única y siguiendo a Nietzsche, la capacidad de una voluntad de poder sana, de poder hacer frente a la enfermedad que le aqueja, desde una posición de sujeto de cuidado fuerte. Esto es en términos políticos desde una política en donde el Estado y el organismo sanitario pudieran encontrarse en una posición de mediación no excesiva. Pero a consecuencia, de la percepción de la amenaza de vida-muerte que generó la pandemia, el proceso de inmunización se impone sobre la comunidad y prácticamente la elimina.
Es aquí cuando, la consideración de una política sanitaria de las multitudes tiene un efecto positivo. Las disposiciones inmunitarias del confinamiento, el distanciamiento social y el uso de cobre bocas “impuestos” a todos, desdibujan todas las diferencias que impregnan nuestra vida cotidiana. Ya no hay determinaciones sobre clase, raza, edad, etc. sino disposiciones de cuidado, que inicialmente se disuelven en la categoría de la multitud. Gracias a este proceso aconteció que muchos médicos, enfermeros y voluntarios no se negaron a trabajar, aunque pudieron haber apelado a ello en una visión contractualista. La disolución de la categoría comunitaria en una categoría de multitud permitió que se llevara a cabo una propuesta de cuidado que en muchos de los casos propició la inmunidad virtuosa.
Conclusiones:
¿A qué nos referimos con inmunidad virtuosa? La inmunidad virtuosa propuesta por Patricia Manrique y sustentada por Esposito, promueve que la salud sea una responsabilidad compartida.
Pensar desde el “Nosotros” para abandonar “La Multitud”, es en cierto sentido, el segundo momento, después de aquel en donde surge la disposición al cuidado del otro como responsabilidad compartida. Sabemos que estar expuestos o ser expuestos- en este caso al Coronavirus- propicia dos caminos: la búsqueda excesiva de la protección propia sin la responsabilidad por el otro o los otros; o la capacidad de la prestación mutua, en la fragilidad de la vida, como política de salud.
En el primero de los casos se elude la responsabilidad por el otro pues primordialmente se le tiene por extraño, por extranjero o por amenaza. Esto en el sentido de no tener una cercanía o familiaridad o que no forme parte de tu comunidad o de un “nosotros”. El riesgo de esta posición va en dos vertientes: los dispositivos inmunitarios se perciben con una mayor violencia y pueden impulsar a este sector a permanecer en un estado de miedo y amenaza que impide restituir sus lazos comunitarios. Por lo cual, continúan inmersos en la categoría de la multitud pues no pueden salir de sí mismos. El segundo riesgo es que desdibujados en la multitud e incapaces de “ver” al otro más que como un cuerpo biológico, aplican la misma dialéctica de negación en sí mismos. Se subsumen voluntariamente a la propia violencia de la que creían mantenerse alejados.
En el segundo caso, la capacidad de la prestación mutua habla de una posición en donde esa categoría del “nosotros” se encuentra en constante apertura, sin la necesidad propiamente de identificación inicial. Aunque el proceso de inmunización exista un momento de negación del otro, durante la inmunización hospitalaria la responsabilidad compartida abre posibilidades donde la percepción del otro como un mero cuerpo biológico trascienden a un terreno existencial. Se ponen en juego las distintas capas que envuelven el entendimiento de la enfermedad. Se propicia nuevas habilidades de entendimiento y además se abre la posibilidad a crear políticas sanitarias donde la población participe en conjunto a las autoridades médicas.
Pienso, que no es necesario plantearse nociones como la de “nueva normalidad” como una solución al problema del cómo y en qué condiciones habremos de relacionarnos para llevar a cabo una inmunidad hospitalaria. La noción misma de “normalidad” corre el peligro de evocar las condiciones civilizatorias prexistentes a la pandemia. La realidad, desde mi punto de vista, es que no existe un solo saber y una sola “normalidad” prexistente.
La biopolítica impone de manera muy general, una visión de la realidad donde continuarán surgiendo nuevas enfermedades y en consecuencia nuevos fármacos o vacunas que resultarán necesarios para combatirlas. Es decir, nuevos aparatos de inmunización adaptados a las condiciones capitalistas. Un mensaje llevado a la multitud con demasiada prisa.
Me parece, que saber quiénes somos nosotros, es también saber que el desarrollo de la biomédica en tratamiento de enfermedades provenientes de virus o bacterias han transformado la propia visión del cuerpo. Ya no existe, en estos días un cuerpo, puramente natural, o puramente constituido biológicamente que pueda llamarse “normal”.
De la misma manera, tampoco existe un cuerpo político, un sistema político que consideremos “normal”. El desarrollo de la pandemia de COVID19 impulsó a las ciencias sociales- en mi caso a la filosofía- a no descartar la producción de nuevas formas de crear salud, a partir de la aceptación de que la enfermedad no necesariamente se asocia con un estado completamente higiénico, donde el cuerpo deja de ser frágil y puro. Y más bien entender en esta pandemización, la propia enfermedad es una oportunidad de recargar vida. Esto por supuesto, no quiere decir, que se elimine el temor ante la muerte y se busque borrarla pretendiendo que esta situación será la base de una nueva normalidad. La estrategia del borramiento, sólo sería consecuencia de la desestimación humana de la vida del animal- hombre.
Bibliografía:
Esposito, R. (2005), Immunitas, protección y negación de la vida, Buenos Aires-Madrid, Argentina-España: Amorrortu editores.
Manrique, P. (2020), “Hospitalidad e inmunidad virtuosa”, en ASPO (ed.), Sopa de Wuhan (pp. 145-163), España, ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) Editorial.
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Palabras clave:
inmunización
biopolítica
multitud
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Aplicacion del modelo estructural de Jean Claude Abric al estudio de las representaciones sociales en personas con enfermedad renal
1 - Departamento de Enfermeria. Universidad de Chile.2 - Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad Católica del Uruguay..3 - Facultad de Psicología y Filosofía. Universidad de Tarapacá.4 - Carrera de Enfermeria. Departamento de Clínicas.Universidad Católica del Norte.
El enfoque estructural de las representaciones sociales (RS) fue desarrollado por Jean Claude Abric. Desde esta perspectiva, toda representación tiene una estructura específica que le es propia, cuya característica central es que está configurada alrededor de un núcleo, que determina su organización y significación y posee elementos periféricos que se organizan alrededor del núcleo central. Están en relación directa con él, es decir que su presencia, su ponderación, su valor y su función están determinados por el núcleo. El objetivo de esta investigacion fue Comprender las RS delas personas enfermas renales en dialisis desde el enfoque estructural de Abric. Los participantes fueron 18 personas en hemodiálisis y diálisis peritoneal de la ciudad de Coquimbo, en el norte de Chile. 9 mujeres y 9 hombres,mayores de 18 años. Se utilizó como técnica de recolección de datos la entrevista en profundidad. Para el analisis se utilizo teoria fundamentada. En los resultados emergio el modelo en que el nucleo de la RS esta configurado por la resignacion y el deseo de sobrevivir, y los elementos perifericos, protectores del nucleo, son la comprensión de la enfermedad, consecuencias de la enfermedad y las redes de apoyo social. Conclusiones: El núcleo de la representación social de la enfermedad renal crónica se corresponde con las características teóricas de mayor resistencia al cambio, el usuario lucha por continuar con vida. El núcleo podría verse modificado sólo en el caso de que el usuario no fuera capaz de seguir luchando contra la enfermedad renal y por consiguiente contra la muerte, en que la desesperanza primara por sobre la necesidad imperiosa de sobrevivir. Desde esa perspectiva no es posible modificar el núcleo, ya que se basa en características que son instintivas, salvo que el propio paciente decida que este cambie.Los elementos periféricos presentes poseen las funciones de concreción, de regulación y de defensa: la comprensión de la enfermedad considera los conocimientos adquiridos y las causas de identificadas por las personas. Las consecuencias de la enfermedad renal determinadas son de tipo físicas y psicosociales. Entre las consecuencias psicosociales están la discriminación, el abandono, costos económicos, restricciones de tipos nutricional, laboral, de mejor uso del tiempo libre y la modificación del proyecto de vida. En las físicas se identifican las infecciones, la muerte y el cambio en su concepción de la corporalidad.