Resumen de la Ponencia:
La presente investigación es producto de varios años de trabajo teórico y práctico que inició en el programa de posgrado de urbanismo en la Universidad Nacional Autónoma de México a nivel maestría y hoy se mantiene vigente a nivel docente en la Universidad Autonoma del Estado de Hidalgo (UAEH) donde imparto la clase de Desarrollo Regional. La relevancia de la presente propuesta recae en su posición epistémica crítica y además por el conocimiento metodológico sobre el desarrollo regional y urbano en México. En ese sentido y tomando como punto de partida el megaproyecto principal de la administración de Ándres Manuel López Obrador (El Tren Maya), es necesaria la discusión amplia sobre la relación de la economía capitalista con la Península de Yucatán y también frente al Tren Maya.La propuesta estará dividida en tres fases y serán las siguientes: 1) Marco teórico: la primera fase será caracterizar el desarrollo regional como fertilidad burguesa con base en la renta diferencial del suelo marxista, 2) Marco histórico estructural de la región en cuestión: la segunda etapa será describir la historia general de la Península de Yucatán dentro de la compulsión midáica y así inferir las condiciones históricas de la región frente a la acumulación de capital, y 3) Aplicación del método histórico - lógico a un caso de estudio particular: finalmente será analizado el tren maya desde la lógica burguesa y evidenciar la relación de la crisis de sobreacumulación o la caída de la tasa de ganancia con el mega proyecto propuesto por la cuarta transformación.El marco teórico será totalmente marxista, aunque estará nutrido de especialistas muy diversos sobre el tema propuesto. La crítica a la economía política fundamentará la estructura de la investigación y, en concreto, la sección sexta del El Capital o la renta del suelo será el corazón de este proyecto teórico. La idea será demostrar la forma especifica del dominio burgués en la región del sur y observar, que más allá del sensacionalismo, El tren maya es contradictorio. Finalmente, el proyecto intentará trazar el camino ontológico para responder a las críticas antimarxistas sobre la posible miopia intelectual por parte de Marx en los temas sobre el espacio y la naturaleza. Aquí, demostraré como lo hice en varias ocasiones que dicha aseveración además de ser falsa es maliciosa.Resumen de la Ponencia:
El objetivo de esta comunicación es presentar una mirada novedosa sobre el Espacio Cultural Ibero-Americano (ECI), como proyecto político regional basado en programas de cooperación cultural de la Secretaría General Ibero-Americana. Los antecedentes de proposición del ECI están en la década de 1990, con la Cumbre Iberoamericana de 1991 y la creación del primer programa de cooperación cultural transregional, Ibermedia, en 1995; y su auge data del inicio del siglo XXI, con la aprobación de la Carta Cultural Iberoamericana en 2006, primer documento regional a dar operatividad a la Convención Unesco del 2005 (IberCultura Viva, 2016).Es amplia la literatura de Relaciones Internacionales que reconoce los 90 como período de relanzamiento de proyectos regionales, bajo la denominación de “nuevo regionalismo” (HETNNE, 2002) y los años 2000 como período de ampliación de la agenda regional más allá del cuadro político-económico para incluir, entre otras temáticas, las del campo cultural. Son reflejo de ello términos como “regionalismo post-liberal” y “regionalismo post-hegemónico” (Serbin et al, 2012). Sin embargo, el sistema de cooperación ibero-americano no suele analizarse desde esta perspectiva. La mayoría de los análisis se basan en la evolución nacional o comparada de políticas culturales, sin una visión comprensiva regional (Morató; Zamorano, 2018). Además, una vez que el impulso inicial de la cooperación iberoamericana estuvo históricamente asociados a la política exterior de España (Bonet y Zamorano, 2018), la mayor parte de la literatura es producida desde aquel país, enfocada en la proyección de la diplomacia cultural española hacia América Latina. Hay un virtual desinterés en el proceso, por no considerar la cultura como tema estratégico ni en el sistema internacional ni en los proyectos nacionales de desarrollo. Nosotros discordamos de tal perspectiva, subrayando el papel primordial de los derechos culturales en la construcción de justicia social. Así, nuestra propuesta es estudiar el ECI desde un enfoque institucional-constructivista geopolíticamente situado en América Latina, que lo comprende como narrativa simbólica y proyecto de regionalización, protagonizado no solo por los Estados parte de la Cumbre Iberoamericana, sino por los diferentes actores sociales participantes de los programas de cooperación cultural. La primera parte de la comunicación presentará un breve recorrido por la historia de la cooperación cultural iberoamericana, tratando de iluminar el posicionamiento de Brasil en este escenario, como forma de empezar a construir un conocimiento latinoamericano sobre este conjunto de iniciativas que abarcan virtualmente todos los campos de la cultura. La segunda parte trae observaciones sobre los procesos de cambio ocasionados por la pandemia COVID-19 en el ECI, presentando las estrategias de adaptación utilizadas por diferentes actores y destacando los particulares retos y contribuciones de la cooperación cultural iberoamericana a la gestión de la crisis sanitaria y sus asociadas crisis sociales y económicas.
Introducción:
A data de nascimento da cooperação ibero-americana contemporânea é 1991, por ocasião da primeira Cúpula Ibero-americana, realizada em Guadalajara, México. A proposta inicial de organizar uma Cúpula havia sido da Espanha, com o propósito de celebrar o V Centenário do “descobrimento da América” em 1992 (Leandro, 2011). O então presidente do México, Carlos Salinas, ciente das reações populares a esta proposta castelhana, sugeriu que, como marco de novas relações, fossem organizadas cúpulas periódicas entre as nações dos dois lados do Atlântico, oferecendo seu país como primeira sede para o ano de 1991.
Assim sucedeu, tendo a Espanha garantido a segunda em 1992, como era seu interesse original. Por outro lado, seu objetivo estratégico de relançamento das relações com a América Latina em novos termos foi desafiado tanto pelo posicionamento crítico de líderes latino-americanos na própria cúpula (Buezas, 1997), quanto pelo levante de movimentos indígenas contra a comemoração do quinto centenário da colonização (Hale, 1994).
O Governo brasileiro se portou de maneira bastante deferente na segunda Cúpula Ibero-Americana (Buezas, 1997), o que pode ser entendido a partir de sua peculiar posição no sistema. A inclusão do Brasil teria sido uma das razões para o abandono do prefixo “hispano” - próprio da ditadura de Francisco Franco - em favor do prefixo “iber” (Lucena, 2017). Além de romper com o peso autoritário, conservador e católico contido nas iniciativas hispano-americanas franquistas; essa inovação terminológica alçava o Brasil de ator secundário na projeção da diplomacia cultural espanhola a parceiro estratégico (Lucena, 2017).
Isso também explica a decisão de realizar a III Cúpula Ibero-Americana na cidade de Salvador, Brasil, em 1993. Seguindo a tônica da II Conferência das Nações Unidas sobre o Meio Ambiente e o Desenvolvimento, Rio-92, a reunião de Salvador foi pautada pelo vocabulário do desenvolvimento, salientando o interesse do Brasil em “renovar suas credenciais diplomáticas” (Fonseca Jr, 1998) como parte do seu processo de redemocratização. Antes disso, a postura diplomática brasileira havia sido de desconfiança. Por exemplo, no Memorando nº 161 de 29 de abril de 1958, dirigido ao Chefe da Divisão Cultural do MRE, o diplomata Victor José Silveira desaconselha a adesão do Brasil à Oficina Ibero-Americana de Educação, seguindo a decisão portuguesa, de modo a fazer frente à “pretensão espanhola de assumir a liderança cultural na América Latina” (MRE, 1958).
É certo que entre 1958 e 1991 há muito por estudar para compreender as razões da mudança de postura brasileira, como o fim do alinhamento com Portugal, a busca pelo ativismo regional e multilateral, a autopercepção como país “latino”, etc., temas a serem investigados futuramente. Voltemos nosso olhar para o período contemporâneo. A adoção do formato de Cúpulas pretendia manter o nível de diálogo e compromisso elevados na Comunidade Ibero-Americana, fazendo dela uma alternativa de inserção internacional e diversificação de relações no contexto pós-Guerra Fria (Ayuso, 2016). No entanto, o formato pronto demonstrou-se insuficiente para a dar saída à vontade política de elaborar projetos de cooperação, que exigiam a colaboração de diferentes setores governamentais e da sociedade civil. Por isso, doze cúpulas depois, em Santa Cruz de la Sierra, Bolívia, no ano de 2003, aprovou-se a criação da Secretaria Geral Ibero-americana - SEGIB, órgão permanente responsável pela organização das Cúpulas e pela gestão unificada das iniciativas de cooperação ibero-americanas.
Pouco tempo depois, em 2006, por ocasião da XVI Cúpula em Montevidéu, Uruguai, foi aprovada a Carta Cultural Ibero-Americana, primeiro documento regional a operacionalizar a Convenção sobre a Proteção e Promoção da Diversidade das Expressões Culturais da Unesco, da Convenção de 2005 (Ibercultura Viva, 2016). No momento de seu lançamento, foi descrita como o culminar dos esforços dos países parceiros em ressignificar os laços históricos originados na relação colonial, promovendo ações de cooperação cultural baseadas no reconhecimento de valores comuns, a fim de assegurar o desenvolvimento das nações e sua inserção fortalecida no sistema internacional (Ayuso, 2016).
Segundo relata Jesús Prieto de Prieto (2022), originalmente a Carta estaria pensada para ser um tratado, mas o Brasil se opôs a essa opção, defendendo a aprovação de um texto declaratório. À época, a alegação brasileira teria sido o acúmulo de documentos internacionais esperando promulgação pelo Congresso, o que atrasaria o processo de entrada em vigor da Carta. Não obstante essa perda de poder vinculante, o documento é o mais ambicioso na definição e detalhamento dos direitos culturais existente no regime internacional (Pedro, 2022). Afirma o valor central da cultura para o desenvolvimento integral das nações ibero-americanas, o qual deve estar baseado na superação da pobreza e das desigualdades.
A Carta cobre doze áreas do setor cultural, que servem como eixos para os programas de cooperação cultural ibero-americanos, que presentemente são treze: Iberarquivos, Iberartesanato, Iberbibliotecas, IberCultura Viva, Ibercena, Ibermedia, Ibermemória Sonora e Audiovisual, Ibermuseus, Ibermúsicas, Iberorquestras juvenis, Iber-Rotas, RADI (Rede de Arquivos Diplomáticos e Iniciativa Ibercozinhas (SEGIB, 2022). A consolidação e crescimento destes programas – alguns existentes desde antes da Carta, como Ibermedia e Iberarquivos, criados em 1999 - e a necessidade de uma atuação coesa e dialógica motivou a institucionalização do Espaço Cultural Ibero-Americano, a partir da cúpula de Cádiz, de 2012.
A importância dos acordos de Cádiz - que incluíram a aprovação de um Plano de Ação e uma série de comunicados conjuntos – foi o relançamento da cooperação ibero-americana com base em compromissos ampliados, como demonstra a adesão ao vocabulário da “integração regional” com fundamento na cultura. Essa concepção se foi aprofundando até o reconhecimento do Espaço Cultural Ibero-Americano, em 2014, no documento final da Cúpula de Veracruz, México, como um dos três campos prioritários do sistema; ao lado do Espaço Ibero-Americano do Conhecimento e do Espaço Ibero-Americano da Coesão Social (SEGIB, 2016). Além da gestão dos programas de cooperação, o ECI realiza o acompanhamento da Conferência Ibero-Americana de Ministros da Cultura e dos Congressos Ibero-Americanos de Cultura. A intenção de cada um desses espaços é promover a elaboração e implementação de políticas públicas regionais, isto é, a consolidação de princípios e metodologias que sustentem políticas culturais estruturantes e não ações pontuais ou paliativas.
Dos treze programas de cooperação em vigor, o Brasil faz parte de oito, tendo sido fundador e incentivador de vários deles. Merece destaque o programa Ibermuseus, criado por proposta brasileira durante o I Encontro Ibero-americano de Museus, realizado na cidade de Salvador, e cuja diretoria o Brasil ocupou por dez anos através do Ibram - Instituto Brasileiro de Museus (Ibermuseus, 2017). O programa IberCultura Viva, aprovado na XXIII Cúpula Ibero-Americana, no Panamá em 2013, foi igualmente fruto de proposta brasileira secundada pela sociedade civil latino-americana que se havia reunido em diferentes instâncias transnacionais como o Fórum Social de Belém (2008), o II Congresso Ibero-Americano de Cultura (São Paulo, 2009) e o I Congresso Latino-Americano de Cultura Viva Comunitária (La Paz, 2013) (Ibercultura Viva, 2022). Esse programa busca transpor para o nível regional o Programa Nacional de Cultura, Educação e Cidadania – Cultura Viva, lançado no Brasil em 2004 (MinC, 2004). Por meio da identificação e valorização dos chamados Pontos de Cultura, tem por finalidade reconhecer e valorizar iniciativas culturais comunitárias, produzidas nos territórios, favorecendo a descentralização da política cultural.
Além do engajamento programático, destaca-se o aspecto econômico da participação brasileira: nas contribuições financeiras agregadas de 2017 a 2020 aos programas da SEGIB, o Brasil ocupa o segundo lugar, atrás apenas da Espanha (SEGIB, 2022). Não obstante, a despeito do notável engajamento do campo cultural brasileiro – tanto de áreas técnicas do Estado, como a sociedade civil – a postura diplomática segue sendo reticente frente à cooperação ibero-americana, evitando dar proeminência a esse cenário transregional. Depois de Salvador em 1993, o Brasil não sediou mais nenhuma Cúpula Ibero-Americana. Em conversa com diplomata que então ocupava posto no Departamento Cultural do Itamaraty em 2021, revelou-me sua surpresa diante da minha menção a Ibero-América como região ampliada, afirmando que dentro do Ministério das Relações Exteriores a projeção estratégica transregional tem por horizonte a CPLP – Comissão dos Países de Língua Portuguesa.
Alinhando as evidências históricas e conjunturais com o que pude observar diretamente como ex-funcionária pública do campo cultural, proponho que a posição brasileira no sistema ibero-americano é caracterizada pela ambivalência. Com momentos de maior e menor engajamento diplomático, o saldo neste setor é de baixa intensidade. Ao contrário, para o campo cultural do país, os programas de cooperação do ECI são cenários centrais de articulação e circulação de recursos humanos e financeiros, com ativa implicação dos corpos técnicos estatais e da sociedade civil.
Desarrollo:
A CONSTRUÇÃO DA REGIONALIDADE IBERO-AMERICANA E A AMBIVALÊNCIA BRASILEIRA
O lançamento das primeiras ideias acerca de uma Comunidade Ibero-Americana de Nações ocorreu na década de 1980, associadas às transições para a democracia em Portugal e Espanha - com o fim dos regimes de Salazar e Franco – e nas nações latino-americanas (Ayuso, 2015). Não obstante, a data de nascimento da cooperação ibero-americana contemporânea é o ano de 1991, por ocasião da primeira Cúpula Ibero-americana de Chefes de Estado e de Governo, realizada em Guadalajara, México. Conforme relata Marta Sofia Leandro (2011), a proposta inicial de organizar uma Cúpula havia sido da Espanha, com o propósito de celebrar o V Centenário do “descobrimento da América” em 1992. O então presidente do México, Carlos Salinas, ciente das reações populares a esta proposta castelhana, sugeriu que, como marco de novas relações, fossem organizadas cúpulas periódicas entre as nações dos dois lados do Atlântico, oferecendo seu país como primeira sede para o ano de 1991.
Assim sucedeu, tendo a Espanha garantido seu lugar como segunda sede no ano de 1992, como era seu interesse original. Por outro lado, seu objetivo estratégico de relançamento das relações com a América Latina em novos termos foi desafiado tanto pelo posicionamento crítico de líderes latino-americanos na própria cúpula (Buezas, 1997), quanto pelo levante de movimentos indígenas contra a comemoração do quinto centenário da colonização e seu crescente fortalecimento como atores políticos transnacionais desde então (Hale, 1994).
O Governo brasileiro, por outro lado, se portou de maneira bastante deferente na segunda Cúpula Ibero-Americana (Buezas, 1997), o que pode ser entendido a partir de sua posição peculiar no sistema. A narrativa histórica dá conta de que a inclusão do Brasil teria sido uma das razões para o abandono do prefixo “hispano” - próprio da ditadura de Francisco Franco - em favor do prefixo “iber” (Lucena, 2017). Além de romper com o peso autoritário, católico, conservador e eurocêntrico contido nas iniciativas hispano-americanas marcadamente franquistas; essa inovação terminológica buscava inserir o Brasil, que passava de ator secundário na projeção da diplomacia cultural espanhola a ser considerado parceiro estratégico no final do século XX (Lucena, 2017).
Isso também explica a decisão de realizar a III Cúpula Ibero-Americana na cidade de Salvador, Brasil, em 1993. Seguindo a tônica da II Conferência das Nações Unidas sobre o Meio Ambiente e o Desenvolvimento, Rio-92, a reunião de Salvador foi pautada pelo vocabulário do desenvolvimento, salientando o interesse do Brasil em “renovar suas credenciais diplomáticas” (Fonseca Jr, 1998) como parte do seu processo de redemocratização. Antes disso, a postura brasileira havia sido de distanciamento e desconfiança com relação aos projetos regionais de teor ibero-americano. Por exemplo, no Memorando nº 161 de 29 de abril de 1958, dirigido ao Chefe da Divisão Cultural do Ministério das Relações Exteriores, o diplomata Victor José Silveira desaconselha a adesão do Brasil à Oficina Ibero-Americana de Educação (organismo que antecedeu a atual OEI), seguindo a decisão portuguesa, de modo a fazer frente à “pretensão espanhola de assumir a liderança cultural na América Latina” (MRE, 1958).
É certo que entre 1958 e 1991 há muito por estudar para compreender as razões da mudança de postura brasileira, como o fim do alinhamento com Portugal, a busca pelo ativismo regional e multilateral, a autopercepção como país “latino”, etc., temas a serem investigados futuramente. Voltemos nosso olhar para o período contemporâneo. A adoção do formato de Cúpulas pretendia manter o nível de diálogo e compromisso elevados na Comunidade Ibero-Americana, fazendo dela uma alternativa de inserção internacional e diversificação de relações no contexto pós-Guerra Fria (Ayuso, 2016). No entanto, o formato pronto demonstrou-se insuficiente para a dar saída à vontade política de elaborar projetos de cooperação, que exigiam a colaboração de diferentes setores governamentais e da sociedade civil. Por isso, doze cúpulas depois, em Santa Cruz de la Sierra, Bolívia, no ano de 2003, aprovou-se a criação da Secretaria Geral Ibero-americana - SEGIB, órgão permanente responsável pela organização das Cúpulas e pela gestão unificada das iniciativas de cooperação ibero-americanas.
Pouco tempo depois, em 2006, por ocasião da XVI Cúpula em Montevidéu, Uruguai, foi aprovada a Carta Cultural Ibero-Americana, primeiro documento regional a operacionalizar a Convenção sobre a Proteção e Promoção da Diversidade das Expressões Culturais da Unesco, da Convenção de 2005 (Ibercultura Viva, 2016). No momento de seu lançamento, foi descrita como o culminar dos esforços dos países parceiros em ressignificar os laços históricos originados na relação colonial, promovendo ações de cooperação cultural baseadas no reconhecimento de valores comuns, a fim de assegurar o desenvolvimento das nações e sua inserção fortalecida no sistema internacional (Ayuso, 2016).
Segundo relata Jesús Prieto de Prieto (2022), originalmente a Carta estaria pensada para ser um tratado, mas o Brasil se opôs a essa opção, defendendo a aprovação de um texto declaratório. À época, a alegação brasileira teria sido o acúmulo de documentos internacionais esperando promulgação pelo Congresso, o que atrasaria o processo de entrada em vigor da Carta. Não obstante essa perda de poder vinculante, o documento é o mais ambicioso na definição e detalhamento dos direitos culturais existente no regime internacional (Pedro, 2022). Afirma o valor central da cultura para o desenvolvimento integral das nações ibero-americanas, o qual deve estar baseado na superação da pobreza e das desigualdades.
A Carta cobre doze áreas do setor cultural, que servem como eixos para os programas de cooperação cultural ibero-americanos, que presentemente são treze: Iberarquivos, Iberartesanato, Iberbibliotecas, IberCultura Viva, Ibercena, Ibermedia, Ibermemória Sonora e Audiovisual, Ibermuseus, Ibermúsicas, Iberorquestras juvenis, Iber-Rotas, RADI (Rede de Arquivos Diplomáticos e Iniciativa Ibercozinhas (SEGIB, 2022). A consolidação e crescimento destes programas – alguns existentes desde antes da Carta, como Ibermedia e Iberarquivos, criados em 1999 - e a necessidade de uma atuação coesa e dialógica motivou a institucionalização do Espaço Cultural Ibero-Americano, a partir da cúpula de Cádiz, de 2012.
A importância dos acordos de Cádiz - que incluíram a aprovação de um Plano de Ação e uma série de comunicados conjuntos – foi o relançamento da cooperação ibero-americana com base em compromissos ampliados, como demonstra a adesão ao vocabulário da “integração regional” com fundamento na cultura. Essa concepção se foi aprofundando até o reconhecimento do Espaço Cultural Ibero-Americano, em 2014, no documento final da Cúpula de Veracruz, México, como um dos três campos prioritários do sistema; ao lado do Espaço Ibero-Americano do Conhecimento e do Espaço Ibero-Americano da Coesão Social (SEGIB, 2016). Além da gestão dos programas de cooperação, o ECI realiza o acompanhamento da Conferência Ibero-Americana de Ministros da Cultura e dos Congressos Ibero-Americanos de Cultura. A intenção de cada um desses espaços é promover a elaboração e implementação de políticas públicas regionais, isto é, a consolidação de princípios e metodologias que sustentem políticas culturais estruturantes e não ações pontuais ou paliativas.
Dos treze programas de cooperação em vigor, o Brasil faz parte de oito, tendo sido fundador e incentivador de vários deles. Merece destaque o programa Ibermuseus, criado por proposta brasileira durante o I Encontro Ibero-americano de Museus, realizado na cidade de Salvador, e cuja diretoria o Brasil ocupou por dez anos através do Ibram - Instituto Brasileiro de Museus (Ibermuseus, 2017). O programa IberCultura Viva, aprovado na XXIII Cúpula Ibero-Americana, no Panamá em 2013, foi igualmente fruto de proposta brasileira secundada pela sociedade civil latino-americana que se havia reunido em diferentes instâncias transnacionais como o Fórum Social de Belém (2008), o II Congresso Ibero-Americano de Cultura (São Paulo, 2009) e o I Congresso Latino-Americano de Cultura Viva Comunitária (La Paz, 2013) (Ibercultura Viva, 2022). Esse programa busca transpor para o nível regional o Programa Nacional de Cultura, Educação e Cidadania – Cultura Viva, lançado no Brasil em 2004 (MinC, 2004). Por meio da identificação e valorização dos chamados Pontos de Cultura, tem por finalidade reconhecer e valorizar iniciativas culturais comunitárias, produzidas nos territórios, favorecendo a descentralização da política cultural.
Além do engajamento programático, destaca-se o aspecto econômico da participação brasileira: nas contribuições financeiras agregadas de 2017 a 2020 aos programas da SEGIB, o Brasil ocupa o segundo lugar, atrás apenas da Espanha (SEGIB, 2022). Não obstante, a despeito do notável engajamento do campo cultural brasileiro – tanto de áreas técnicas do Estado, como a sociedade civil – a postura diplomática segue sendo reticente frente à cooperação ibero-americana, evitando dar proeminência a esse cenário transregional. Depois de Salvador em 1993, o Brasil não sediou mais nenhuma Cúpula Ibero-Americana. Em conversa com diplomata que então ocupava posto no Departamento Cultural do Itamaraty em 2021, revelou-me sua surpresa diante da minha menção a Ibero-América como região ampliada, afirmando que dentro do Ministério das Relações Exteriores a projeção estratégica transregional tem por horizonte mais evidente a CPLP – Comissão dos Países de Língua Portuguesa – e não a SEGIB ou a OEI.
Alinhando as evidências históricas e conjunturais com o que pude observar diretamente como ex-funcionária pública do campo cultural, proponho que a posição brasileira no sistema ibero-americano é caracterizada pela ambivalência. Com momentos de maior e menor engajamento diplomático, o saldo neste setor é de baixa intensidade, não figurando como prioridade para a política externa brasileira. Ao contrário, para o campo cultural do país, os programas de cooperação do ECI são cenários centrais de articulação e circulação de recursos humanos e financeiros, com ativa implicação dos corpos técnicos estatais e da sociedade civil nas diferentes áreas da política cultural (audiovisual, museológica, arquivística, patrimonial, da diversidade linguística, de promoção da diversidade etc.).
A AMBIVALÊNCIA BRASILEIRA FRENTE À COOPERAÇÃO CULTURAL IBERO-AMERICANA DURANTE A PANDEMIA
Durante o Governo Jair Bolsonaro, a política externa brasileira foi marcada por um viés político-ideológico de extrema direita que resultou num escasso campo de mobilização internacional. Abdenur (2020, p. 9) identifica um comportamento simultâneo de subserviência e disputa, que rompe com dois importantes eixos de continuidade da PEB presentes ao menos desde a segunda metade do século XX: a autonomia e o universalismo (ibid. p. 10). Quanto à subserviência, destaca o alinhamento acrítico às posições do Governo Donald Trump nos Estados Unidos e a aproximação com outros regimes do espectro conservador (como Polônia e Hungria) (Abdenur, 2020, p. 9). No escopo da postura de rechaço ao universalismo, encontra-se o desprezo tanto de Bolsonaro quanto de seu chanceler, Ernesto Araújo, ao sistema multilateral, considerado um projeto comunista (Hirst & Maciel, 2022).
Outrossim, a intenção disruptiva se observa no cenário regional, com sua “política da má vizinhança” Hirst e Maciel (2022, p. 19). Em certa medida, há continuidade com o projeto da gestão Temer de desconstruir projetos regionais fortalecidos durante o ciclo progressista latino-americano (Hirst & Maciel, 2022). Porém, o tom de desdém e confrontação é acentuado, sendo o caso do Mercosul bastante ilustrativo. O governo Bolsonaro abdicou das dimensões do poder brando, sobretudo nos campos de saúde e meio ambiente, que haviam sido eixos importantes da projeção do Brasil desde a redemocratização (Abdenur, 2020; Hirst & Maciel, 2022). Ambos foram alvo de negacionismo, desprezo pela ciência e negligência, com a desqualificação da gravidade da COVID-19 e das tragédias ambientais que acometeram o país no período, em particular o rompimento da barragem de Brumadinho e o vazamento de óleo que chegou às praias do Nordeste e Sudeste do país. Nessa mesma linha, insiro o desprezo e o desmonte dirigidos à pauta cultural, nacional e internacionalmente.
No contexto ibero-americano, o dirigente brasileiro recusou-se a participar da XXVII Cúpula Ibero-Americana de Chefes de Estado e de Governo Ibero-americanos, mesmo em modalidade online (Urdaneta, 2021; Albin, 2021). Prevista originalmente para o ano de 2020, a Cúpula fora adiada para 21 de abril de 2021 e adaptada à modalidade híbrida devido à emergência sanitária. Ao eximir-se de participar, o mandatário brasileiro marcou seu desinteresse por dois temas candentes da agenda multilateral: desenvolvimento sustentável e estratégias de recuperação da pós-pandemia. Isso significou a ausência do Brasil na aprovação e/ou divulgação de instrumentos regionais que buscam contribuir para a transversalidade da cultura na Agenda 2030 e à recuperação do campo cultural, especialmente afetado pela crise sanitária. Refiro-me à Estratégia Ibero-Americana de Cultura e Desenvolvimento Sustentável e ao Projeto do Sistema Ibero-Americano de Garantias Recíprocas para Indústrias Culturais e Criativas (SEGIB, 2021). Não deve passar desapercebida, tampouco, a falta de informação sobre a participação brasileira nA XX Conferência Ibero-Americana de Cultura, realizada em Bogotá, entre 18-19 de outubro de 2019. Se o Brasil esteve presente, não se encontram registros. O certo é que não participou de nenhum dos painéis temáticos e diálogos ministeriais (SEGIB, 2019).
Não obstante a indiferença do Executivo frente à cooperação cultural ibero-americana, as áreas técnicas estatais estiveram presentes nas reuniões preparatórias e contribuíram para as respostas regionais do setor cultural à pandemia da COVID-19. Um dos exemplos mais expressivos é a publicação “Avaliação do impacto da COVID-19 nas indústrias culturais e criativas”, resultado da articulação interinstitucional de MERCOSUL, UNESCO, BID, SEGIB e OEI. Foi a primeira vez que as instituições mencionadas - atuantes na América Latina em diferentes níveis e especialidades – se reuniram em torno de uma agenda comum para o campo cultural.
Entre os pontos focais nacionais de cada órgão e os representantes da sociedade civil consultados, somaram-se cerca de duzentas pessoas (UNESCO et al, 2022). A publicação apresenta uma recopilação de dados quantitativos e qualitativos e a proposição de indicadores sobre os efeitos da pandemia no setor cultural e criativo (OEI, 2021), um conjunto de informações que serve de ponto de partida para a formulação e melhoria de políticas públicas de cultura e ações de cooperação cultural na região.
Dentro dos programas de cooperação cultural também se registraram exemplos de mobilização e adaptação diante da crise sanitária. No marco do programa IberCultura Viva, todas as atividades do Plano Operativo Anual previstas para 2020 tiveram que ser canceladas (Ibercultura Viva, 2020b). No entanto, o Conselho Intergovernamental do programa decidiu transpor as atividades para a modalidade online e ampliar a convocatória. Como resultado, o 4º Encontro de Redes IberCultura Viva durou 38 dias, de 8 de setembro a 15 de outubro de 2020, com mais de 45h de transmissão ao vivo, alternando atividades como palestras, seminários, espetáculos, ciclos de cinema, conversatórios, capacitações, assembleias, entre outros (ibid.). Conforme reconhece a página do programa: “O maior evento realizado pelo IberCultura Viva desde o início de sua implementação, em 2014, ocorreu justamente no ano em que quase tudo parou” (ibid.).
Mesmo durante a pandemia o Movimento Latino-americano de Cultura Viva Comunitária - rede transnacional de iniciativas culturais territoriais que trabalha de maneira autônoma, mas em diálogo com o programa IberCultura Viva – logrou articular o seu 5º Congresso, de 8 a 15 de outubro de 2022 no Peru (Ibercultura Viva, 2022c). Apesar da gradativa diminuição do financiamento aos Pontos de Cultura no Brasil desde 2011 (Santini, 2017), organizações, coletivos, artistas, gestores e municípios do país continuaram articulando-se tanto através do Movimento CVC como do programa IberCultura Viva. Trata-se de um caso ilustrativo do fenômeno que Martín-Barbero (2010, p. 307) denomina “redes culturais” e considera como o lócus “mais fecundo de cooperação” dos nossos tempos: “Las redes culturales se están convirtiendo en el nuevo espacio público de intermediación entre actores diversos de un mismo país, entre actores diversos del mismo ámbito - políticas, gestión, formación - en diversos países o bien movilizando transversalidades y transdisciplinariedades. (Martín-Barbero, 2010, p. 307).
Destaco, também, a atuação do programa Ibermuseus, cuja Unidade Técnica esteve alocada no Instituto Brasileiro de Museus – Ibram até janeiro de 2021. Em 2020, a 11ª edição do Prêmio Ibermuseus de Educação teve o seu Edital adaptado para atender aos desafios da COVID-19, buscando premiar iniciativas virtuais (Ibermuseus, 2020b). Dos 20 ganhadores, o Brasil teve dois projetos contemplados, “Arqueologia Social Inclusiva - Educar pelo Patrimônio nos Museus Orgânicos do Cariri” da Fundação Casa Grande - Memorial do Homem Kariri (2º lugar) e “CONSIGO. Ecomuseu, Juventude e Patrimônio Cultural”, do Ecomuseu de Maranguape (6º lugar) (Ibermuseus, 2020).
Além disso, o setor museal abrigou algumas das ações mais inovadoras no campo cultural, às quais o programa Ibermuseus deu apoio através de conversatórios, minicursos, ferramentas de gestão, incentivos e pesquisas (Ibermuseus, 2022). Um sumário dessas iniciativas, focalizadas em temáticas como sustentabilidade, educação e inclusão social, encontram-se no Informe Anual 2021 (Ibermuseus, 2022). Cabe mencionar que o planejamento das atividades do programa foi adaptado rapidamente a partir dos insumos obtidos de uma pesquisa realizada com profissionais ibero-americanos do setor museal poucos meses depois do início da pandemia.
Conclusiones:
Embora a política externa do Governo Bolsonaro (2018 – 2022) tenha sido marcada pelo negacionismo frente à COVID-19 e o isolamento político e normativo (Hirst & Maciel, 2022), derivado do seu desdém e descaso pelas instâncias regionais e multilaterais, a cooperação cultural ibero-americana apresenta sinais de maturidade institucional e capacidade de mobilização para além do estrito intergovernamentalismo, demonstrando resiliência organizacional tanto pela continuidade dos programas como por sua demonstrada adaptabilidade a um cenário tão adverso como o da crise sanitária. Com os exemplos do programa IberCultura Viva e Ibermuseus, procurei demonstrar que tanto a sociedade civil como áreas técnicas da administração pública mantiveram atitudes autônomas frente à postura oficial do Executivo brasileiro, participando em qualidade de cidadãos e/ou funcionários públicos de iniciativas destinadas a visibilizar e mitigar os efeitos da pandemia no campo cultural. Dessa maneira, evidencia-se seu papel na construção e manutenção da regionalidade, para além daquilo que emana do estrito campo intergovernamental.
Estes achados, no entanto, deixam em aberto muitas questões. Em primeiro termo, caberia separar o quanto do desdém do Governo Bolsonaro pelo sistema ibero-americano de cooperação se explica pelo seu particular isolacionismo e o quanto é reflexo da histórica ambivalência do Brasil frente a esse cenário. Para isso, seria necessário aprofundar nosso conhecimento sobre as diferentes perspectivas existentes sobre este projeto regional, buscando, por exemplo, entrevistar diplomatas, funcionários do campo cultural e sociedade civil participante, para indagar-lhes sobre os significados da cooperação ibero-americana e extrair conclusões interpretativas em perspectiva comparada.
Em segundo lugar, a capacidade de articulação das redes culturais nos informam sobre um funcionamento singular do campo cultural, que precisa ser estudado em suas próprias dinâmicas institucionais e discursivas. Nesse sentido, pode ser útil a proposta de Larissa Buchholz (2016), que transpõe a teoria dos campos de Pierre Bourdieu para o cenário internacional. Assim, além das teorias construtivistas das Relações Internacionais que compreendem a regionalização como um processo de construção social do qual participaram diferentes agentes; teríamos um olhar pautado pela distribuição de capital cultural e econômico entre estes agentes, analisando suas bases materiais e simbólicas, os interesses e recursos que mobilizam e a quem realmente beneficia a cooperação.
Estou convencida de que a dimensão cultural da regionalização é um dos horizontes mais férteis para o estudo das relações internacionais contemporâneas por sua particular permeabilidade a atores não estatais. Ali estão atravessados alguns dos principais temas de nossa época, como os processos de regionalização; a democratização das políticas públicas; as inter-relações entre os cenários locais, nacionais, regionais, multilaterais; a transversalidade da cultura na agenda de desenvolvimento; a interculturalidade, que passa pelo combate ativo aos discursos de ódio e aos essencialismos culturais. As possibilidades de pesquisa são múltiplas e sua relevância social, inquestionável. Apesar de breve e limitado no tempo e no enfoque, espero que este trabalho sobre o Espaço Cultural Ibero-Americano estimule as novas gerações de pesquisadores a dedicar-se ao estudo e à prática da cooperação cultural e, particularmente, à dimensão cultural dos processos de regionalização que envolvem os países latino-americanos.
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Palabras clave:
Cooperação cultural. Regionalização. COVID-19.
Resumen de la Ponencia:
A reflexão aqui colocada é sobre a forma que grandes empreendimentos e o agronegócio constroem a neoliberalização da natureza no brasil, a partir de três exemplos que se localizam na região do extremo oeste da Bahia: 1)A Ferrovia de Integração Oeste-Leste (FIOL), 2)As diversas empresas agroexportadoras e; 3) Pequenas Centrais Hidrelétricas (PCH’S). A pesquisa qualitativa e empírica foi feita- e continua sendo- através da observação direta (CRUZ NETO, 2001; FLICK, 2009) de conflitos socioambientais por terra e água nos municípios da região, com atuação da Assessoria Jurídica Universitária Popular e em parceria com a agência 10envolvimento e com o Movimento de Atingidos por Barragens (MAB). Proponho destacar as diferenças e semelhanças entre estes empreendimentos desenvolvimentistas a partir da sua incidência na reconfiguração e espoliação do território e o papel do Estado no andamento de cada um dos projetos, o que reforça a neoliberalização da natureza (Buhler e Oliveira, 2016); (BRANNSTROM, 2009) e a ideia de natureza como obstáculo ao desenvolvimento. Os interesses de empresas como a ARA geração de energia e das diversas empresas de capital nacional e estrangeiro do agronegócio, denominam seus próprios interesses como públicos, distorcendo esta concepção através do "fornecimento de energia" ou compondo o "maior PIB de 2018 da Bahia", como foi o da cidade de São Desidério-BA. Além disso, a diminuição e alteração da vazão das águas do rio pela captação dos pivôs centrais e a instalação de PCH`S compõem o agravamento de conflitos socioambientais historicamente estabelecidos na bacia do Rio Grande. A Ferrovia de Integração Oeste-Leste, se configura como importante fonte de escoamento do oeste da Bahia para o Tocantins, mais de 200 famílias em Bom Jesus da Lapa-BA estão sendo desapropriadas para a implantação da obra e não foram consultadas sobre a implantação da obra, como prevê a convenção 169 da Organização Internacional do Trabalho (OIT) e decreto 6040/2007.No contexto de expansão do Agronegócio e da geração de energia - em alguns momentos mais latentes, em outros mais brandos o projeto de mercantilização da natureza e dos comuns esbarra na racionalidade ambiental (LEFF, 2002) de comunidades quilombolas, indígenas, extrativistas, ribeirinhas e geraizeiras e de fundo e fecho de pasto(GEOGRAFAR, 2020), que habitam os municípios da região. Por isso, a lógica de expansão capitalista por meio de grandes projetos de desenvolvimento assume o caráter de “cercamento do comum”, reforçando o ethos do mercado como proposta neoliberal e confundindo o que é mercado e o que é Estado. “O termo cercamento faz pensar, sobretudo, no açambarcamento de terras e recursos naturais praticado em escala mundial” (DARDOT; LAVAL, 2017, p. 107).Resumen de la Ponencia:
La geopolítica como concepción teórica de la realidad concibe el espacio como unidad de análisis, lo cual permite integrar diversos factores y condiciones que, en su complejidad, organizan la realidad social. Sólo a partir de la geopolítica en tanto perspectiva de conocimiento, es posible dar respuesta a la interrogante: ¿cuál es la implicación geopolítica del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec para el Estado mexicano?Ante tal pregunta se sostiene como premisa fundamental que el desarrollo del Corredor Interoceánico Istmo de Tehuantepec tiene un interés geoestratégico para México, en el entendido de que dicho proyecto va a ser un nodo de desarrollo económico para el sureste mexicano. Lo cual es necesario para generar cohesión interna, frente al desigual desarrollo económico-social que se vive entre el norte y el sur del país. Por otro lado, la apuesta por el Corredor Interoceánico Istmo de Tehuantepec va a consolidar la unidad y coherencia de la región geoeconómica aglutinada en el T-MEC, en donde participa México y Estados Unidos.Además, el corredor del istmo mexicano permite afianzar la presencia de Estados Unidos en las vías de comunicación interoceánica del continente americano, frente a las pretensiones geopolíticas de China. Y es que el país asiático ya se ha posicionado como el mayor socio económico de la mayoría de los países latinoamericanos, y ante dicha situación, el gigante asiático ha proyectado construir un corredor interoceánico a lo largo de Sudamérica y por Nicaragua. Teniendo en cuenta esto, el mero valor económico-logístico que tiene el Corredor Interoceánico Istmo de Tehuantepec queda superado, razón por la cual es mejor recurrir alenfoque geopolítico para deducir el interés real del Estado mexicano y su dimensión hemisférica organizada por el T-MEC, para con el desarrollo del corredor desde una visión estratégica.