Resumen de la Ponencia:
Considerando que uno de los pilares más importantes de la acumulación de capital es la esfera del consumo (de hecho si las mercancía no se venden, el plusvalor contenido en ellas no se realiza) lo que implica una lógica que no sólo atiende a la satisfacción de las necesidades materiales (valor de uso) sino también a una construcción incesante de nuevos deseos de los sujetos, de tal manera que el consumo actúa como un espacio decisivo en la constitución de las clases y la organización de sus diferencias se reflexiona en torno al papel del deseo y su presentificación en el pequeño objeto a (Lacan,1990; Zizek, 1998) a partir de su articulación con el llamado Sueño americano asociado a la inmigración en Estados Unidos, los estadounidenses nativos también lo describen como "búsqueda del sueño americano" o "viviendo el sueño americano". Para algunos, es la oportunidad de lograr más riqueza de la que ellos podrían tener en sus países de origen; para otros, es la oportunidad para sus hijos de que crezcan con una buena educación y grandes oportunidades; por último, hay quien lo ve como la oportunidad para ser un individuo sin restricciones impuestas por motivo de raza, clase, religión, etcétera. Esta última acepción es verdaderamente cuestionable dado que la identidad estadounidense se sostiene en el racismo y la exclusión de la otredad como se muestra en tres testimonios de migrantes mexicanos en Nueva York donde se observa una clara alienación porque son los pequeños objetos a los que dotan de valor a los sujetos, de tal suerte que sólo vale aquel que tiene y a mayor posesión, más prestigio social, lo que deviene además en una compulsiva necesidad de poseer, dando lugar a una subjetividad consumista, que si bien habla de resistencia a historias de vida profundamente precarias en México también representa una identidad alienada a las necesidades de la acumulación de capital.
Introducción:
Introducción. La noción de pequeño objeto a
Para Lacan el aparato psíquico se construye a partir de tres registros, conocidos como el RSI, estos se anudan entre sí y constituyen la estructura psíquica del sujeto, la cual se representa en la figura conocida como nudo borromeo que se construye a partir de lo simbólico (S), el ideal del yo, la introyección, el tejido de normas y leyes escritas y representadas en el lenguaje al que nos adscribimos. Lo imaginario, (I), el yo ideal, la proyección, el ideal de plenitud del sujeto, ambos registros van a estar representados para la mirada del Otro y de los otros. Vemos al Otro, a esa red institucional que introyectamos desde la más temprana edad y cuyo principal soporte se ubica en el lenguaje en nosotros y nos constituimos a partir de él, estructuramos nuestro yo especularmente y por ello, nos alienamos a este gran Otro.
Estos registros de lo simbólico y lo imaginario, aunados al registro de lo Real, que alude a aquello que separa lo representable de lo no representable, aquello que es imposible de simbolizar y que impide la coherencia última de la subjetividad, se anudan entre sí y constituyen la estructura psíquica del sujeto, el RSI.
De esta manera, en Lacan la subjetividad está constitutivamente alienada, estamos en el Otro y el Otro está en nosotros, de tal suerte que al constituirnos a partir de la mirada del Otro nos construimos en el vel de la alienación porque el sujeto se aliena a la imagen que va a dar de sí mismo.
Es, sin embargo, en el célebre trabajo de Lacan, El Estadio del Espejo donde este pone en el centro del debate la constitución de la subjetividad a partir de una falta constitutiva del sujeto porque este estadio da origen a una falta identitaria constitutiva, es decir, el sujeto al descubrir su propia imagen a partir de la presencia del otro como algo diferente, no solamente se constituye a partir del otro, (procesos de introyección y proyección, lo simbólico y lo imaginario) sino que también enfrenta una falta constitutiva que se explica por la existencia del afuera-adentro, dado que antes de este estadio, para el cachorro humano, su cuerpo es algo ajeno, él se considera parte de la madre. Lacan (1990: 91) plantea: “...El momento en que termina el estadio del espejo inaugura la identificación con la imago del semejante...la dialéctica que desde entonces liga al yo con situaciones socialmente elaboradas. Es este momento el que hace volcarse todo el saber humano en la mediatización por el deseo del otro”.
Es decir, el estadio del espejo se refiere a la fase en que el lactante se enfrenta al espejo y es capaz de reconocer su propia imagen, él es en un espacio virtual que le permite mirar tanto una imagen de su propio cuerpo como la imagen que el otro tiene de él y en este sentido se aliena pero a la vez da origen a una falta constitutiva de la subjetividad, la cual también opera como dispositivo construido desde el mundo social.
Stavrakakis (207: 330) señala:
“El ego, la imagen en que nos reconocemos es siempre un ajeno alter ego: somos originalmente una colección embrionaria de deseos –allí tenemos el verdadero sentido de la expresión cuerpo fragmentado [muy bien representado, según Lacan, en el arte de Hieronymus Bosch]- y la síntesis inicial del ego es esencialmente un alter ego: es alienada. El sujeto humano deseante es construido en torno a un centro que es el otro, por cuanto este le da al sujeto su unidad”.
Esta carencia permanece en el aparato psíquico del sujeto por lo que podemos entender al proceso de identificación como inacabado, en incompletud permanente, en falta constante al también representar la incompletud del Gran Otro lacaniano, el orden simbólico mismo en tanto no existe espacio social cerrado, completo, acabado.
En este sentido, Hall (2000: 232) señala que “la sutura dentro del relato a través del cual se originan las identidades es, en parte, en lo imaginario (así como en lo simbólico) y por lo tanto, siempre, en parte es construido en la fantasía, o cuando menos dentro del campo fantasmático”. Esto implica un doble reconocimiento: primero, es solamente a través de la relación con el Otro, que se puede llegar a ser y segundo, es a partir de la relación con lo que no es, precisamente con lo que falta, con lo que ha sido llamado su exterior constitutivo que la identidad puede ser construida.
En este contexto, podríamos decir que insertarse en una estructura económica, política, social y cultural (el orden simbólico mismo, el gran Otro lacaniano) establecida implica también la búsqueda constante del llenado de la falta que se oculta en el objeto-causa de deseo, este opera como aquello que dota de sentido a la búsqueda de una identidad plena, búsqueda que nunca logra el llenado de la falta pero que de acuerdo con Zizek (1998: 74) introduce al deseo como fundamento del sujetamiento:
“Esta es la dimensión que se pasa por alto en la explicación althusseriana de la interpelación: antes de ser cautivo de la identificación, del reconocimiento/falso reconocimiento simbólico, el sujeto ($) es atrapado por el Otro mediante un paradójico objeto-causa del deseo en pleno Otro (a), mediante ese secreto que se supone que está oculto en el Otro”
Este grafo del deseo es representado en la figura:
Este grafo da cuenta de la alienación subjetiva, en tanto $, el sujeto en falta, el sujeto barrado está alienado al deseo (D), el cual presenta dos manifestaciones,
Primero, la pulsión como insistencia mecánica que se inhibe como parte de la actividad misma, con la obtención fragmentaria del objetivo, distribuyéndose en objetos parciales, pulsiones parciales que se satisfacen, en parte con objetos que las compensan, pequeños objetos a y segundo, al deseo representado en la falta misma, como aquello que se intenta cubrir, por ello, el imaginario tiene también una función restauradora de la falta, al elaborar ideales de plenitud bajo el intento de suturar a la misma.
De esta manera, el deseo recorre la construcción psíquica del sujeto, en lo imaginario funciona como ideal de plenitud que sutura la falta; en lo simbólico como ideal del yo fallido, incompleto y en el registro de lo Real como aquello que al mismo tiempo que representa, oculta dicha falta. Esta falta toma forma en el llamado pequeño objeto a que alude a la fantasía del sujeto en falta y que es definido por Zizek (2000: 29) como: “…el objeto a, el objeto causa de deseo, un objeto que, en cierto sentido, es puesto por el deseo mismo…el no existe, ya que no es nada más que la encarnación, la materialización de esta distorsión, de este excedente de confusión y perturbación introducido por el deseo en la denominada “realidad objetiva”
Es en este pequeño objeto a, el objeto-causa de deseo en el cual el sujeto cree encontrar el llenado de su falta el que nos posibilita articular la estructura psíquica del sujeto con la estructura económica capitalista. Lacan (1977: 59) plantea la posibilidad de una articulación entre la plusvalía y lo que llama el plus de goce, señalando: “la plus-valía, es la causa del deseo del cual una economía hace su principio: el de la producción extensiva, por consiguiente, insaciable, de la falta –de- gozar. Por una parte se acumula para acrecentar los medios de esta producción a título de propiedad, por otra, extiende el consumo, sin el cual esta producción sería vana, justamente por su inepcia a procurar un goce con que ella pueda retardarse”.
En desde esta articulación desde donde puede entenderse el hecho de que uno de los pilares más importantes de la acumulación de capital es la esfera del consumo, de hecho si las mercancía no se venden, el plusvalor contenido en ellas no se realiza, lo que implica una lógica que no sólo atiende a la satisfacción de las necesidades materiales (valor de uso) sino también a una construcción incesante de nuevos deseos de los sujetos, presentificados en este pequeño objeto a, lo que siguiendo a Baudrillard, supone la extrema manipulación de los signos, fenómeno central en la sociedad capitalista, donde el signo y la mercancía se han reunido para producir el signo-mercancía, de tal manera que el consumo actúa como un espacio decisivo en la constitución de las clases y la organización de sus diferencias.
Baudrillard (1977: 80) plantea una analogía entre la “libertad” de la venta de fuerza de trabajo y la “libertad” de consumo señalando:
“Existe pues una coacción de necesidades, coacción de consumo, naturalmente esta coacción sistemática está colocada bajo el signo de la elección y de la “libertad”…El capital suscita al individuo en tanto que consumidor, y ya no únicamente en tanto fuerza de trabajo, produce al consumidor como tal, con ello, no hace sino suscitar al individuo como fuerza de consumo”.
En este sentido, el consumo, con sus marcas simbólicas anuda en el mercado capitalista porque, como se sabe, la expansión del capital requiere de la construcción constante de nuevos mercados los que manifiestan el carácter de las mercancías, por un lado, como resultado de los procesos de producción y circulación, como unidad contradictoria entre valor de uso y valor, por el otro, como valor simbólico en tanto las mercancías subrayan diferencias de adscripción y clase social.
Esta incesante construcción de deseos es un elemento significativo en la vida de los migrantes, en tanto el sueño americano, los constituye como consumidores de nuevos objetos a, lo que además muestra las nuevas formas simbólicas e imaginarias a través de las cuales los migrantes son impelidos a un incesante consumo y por ende a la reconfiguración de su subjetividad.
Desarrollo:
El sueño americano: alienación al pequeño objeto a
En este contexto, la noción de identificación resulta central en la reconfiguración subjetiva del sujeto porque los sujetos migrantes son interpelados, de manera exitosa o fallida, por estos nuevos marcos simbólicos e imaginarios y en este sentido, su subjetividad es transformada a partir de los actuales espejos que les llaman. Esto es claramente visible, en el llamado del “sueño americano” que modifica tanto los parámetros de deseo como lo simbólico y lo imaginario, el nuevo ideal del yo al que los migrantes aspiran.
De esta forma. el llamado “sueño americano” constituye una de las nuevas interpelaciones[1] sobre los sujetos migrantes con los nuevos marcos simbólicos que ofrece la ciudad global. Por ejemplo, estas ciudades, con espacios importantes destinados al consumo, (en Nueva York, el consumo de élite se ofrece en la quinta avenida, el consumo de masas se encuentra en los numerosos Malls de la ciudad), generan resignificaciones simbólicas e imaginarias en el sujeto, construyendo subjetividades que invisten a la compra incesante de mercancías de la significación del objeto a donde se proyecta la función de cierre del ideal de plenitud, en tanto objeto concreto al que se le atribuye una totalización, en este caso, el acceso al “sueño americano”.
En general, el Sueño americano se asocia a la inmigración en Estados Unidos, los estadounidenses nativos también lo describen como "búsqueda del sueño americano" o "viviendo el sueño americano". Para algunos, es la oportunidad de lograr más riqueza de la que ellos podrían tener en sus países de origen; para otros, es la oportunidad para sus hijos de que crezcan con una buena educación y grandes oportunidades; por último, hay quien lo ve como la oportunidad para ser un individuo sin restricciones impuestas por motivo de raza, clase, religión, etcétera. Esta última acepción es verdaderamente cuestionable dado que la identidad estadounidense se sostiene en el racismo y la exclusión de la otredad.
En este contexto, el modo de vida norteamericano está basado, desde sus orígenes en fundamentos ideológicos, políticos y religiosos de éxito profesional y material (asociados a la ética protestante), por ello podemos concebir al sueño americano como significante amo, como aquel significante con que el gran Otro se dirige al sujeto para interpelarlo y en este caso, como significante amo actual, de interpelación al individualismo competitivo que responde plenamente al modelo de mercado, hegemónico en la economía estadounidense.
Sollors (Citado en García, 2007: 109) considera que éste es el consenso unificador del sueño americano, como ideal de una Norteamérica que puede llegar a ser, no necesariamente lo existente, sino la posibilidad de ser. En este sentido, el sueño americano da lugar al sujeto mítico, sujeto de un “llegar a ser”, cuyo parámetro principal alude al éxito, sea este material (abundancia) o simbólico (oportunidades).
En este sentido, el migrante en su búsqueda de nuevos horizontes reconfigura la dimensión simbólica de una existencia, en la mayor parte de los casos, extremadamente precaria, a partir de su ingreso a un país cuya característica principal es su alto nivel de consumo, como puede verse en la representación monetaria unida a la bandera estadounidense.
De esta manera, el sueño americano funciona también como mecanismo de disciplinamiento porque opera a través de la subjetivación de los migrantes al mito del sueño americano, construido por la adquisición insaciable de objetos que como se sabe, son productos descartables destinados a una obsolecencia inmediata y en este aspecto opera también como mecanismo de sujetamiento simbólico e imaginario, como pequeños objetos a que sólo enseñan el cómo desear y que generan la necesidad psíquica de la compra incesante de objetos.
De esta forma, el proceso de migración involucra nuevas configuraciones identitarias y nacientes ideales de plenitud, de tal suerte que lo simbólico y lo imaginario se reconfiguran dando lugar a nuevas subjetividades que suscitan transformaciones en dos ámbitos: primero, aquel que involucra ideales de éxito profesional y segundo, aquel que se refiere al ámbito del deseo, es decir, al ingreso de estos migrantes a esferas de consumo, a las que antes no tenía acceso, y que modifica su estatus social, otorgándoles la fantasía de éxito.
En relación al éxito profesional, en el siguiente testimonio, destaca TMA[2], quien ya tiene casa y su pequeña empresa, por lo que él concibe, su éxito profesional como fruto de su esfuerzo, reflejando la dimensión del sueño americano en su acepción protestante: la prosperidad depende se las habilidades de cada uno, como puede notarse en el siguiente testimonio:
Ea. ¿La casa es de ustedes?
TA. La compramos nosotros
Ea. ¿Y hay muchos mexicanos en este barrio?, ¿hay un barrio mexicano?
TA. La parte de Yonkers, la parte de New Main, lo que es parte del centro, centro-oeste, la mayoría son mexicanos, la mayoría en esta localidad son de Toluca, caminando ya sabemos que es Toluca, hay uno que otro, muy raro, tlaxcaltecas, el 10% tal vez son del DF, Atlixco, pero el 80% de la comunidad que le vendemos la comida son toluqueños
Ea. Vi que también hay afroamericanos, ¿Y cómo trabajadores, usted contrata afros?
TA. No, esos no dan para el trabajo, porque son flojos, lo que es puertorriqueños, dominicanos, o negrito americano, no les gusta trabajar, lo que tienen de grandes, no sirven para trabajar, no les gusta el trabajo como dicen que es para los indios, pa los burros, pa lo que sea, pero aquí el trabajo que tienen que hacer es más pa la gente hispana, el ecuatoriano, el mexicano, el hondureño, el salvadoreño, pues esos si quieren progresar tienen que trabajar , el que no quiere progresar pues ahí se queda. Aparte de que una de las cosas es que el gobierno americano les da dinero, cupones de alimento para afroamericanos, así es que ellos no se preocupan en trabajar porque el gobierno les paga renta, les paga comida, y si quieren algo extra pues con que agarren un mexicano, un peruano, un latino, le quitan el dinero y tiene un dinero extra, para drogas
El éxito profesional y económico de TMA, da cuenta de la consecución del sueño americano en sus tres dimensiones de éxito: como éxito absoluto, pues TMA comenzó como obrero de la construcción y logró formar su propia empresa; como éxito competitivo sobre la población afroamericana y otros latinos y como éxito relativo, en términos comparativos, TMA vive en casa propia, algo que en Nueva York es muy difícil de lograr y en este aspecto, vive mucho mejor que otros de sus vecinos migrantes.
Por otro lado, el relato de TMA da cuenta de la discriminación laboral y racial que priva en Estados Unidos: no les gusta el trabajo como dicen que es para los indios, pa los burros, pa lo que sea, pero aquí el trabajo que tienen que hacer es más pa la gente hispana, el ecuatoriano, el mexicano, el hondureño, el salvadoreño, y en este sentido reafirma la marca racializada del trabajo.
Sin embargo, dado que los datos apuntan a que la mejora en los niveles de vida, por ende a un éxito de tipo cuantitativo de los migrantes en relación a los privan en México es significativa, considero a la relación consumo y constitución de sujetos como punto nodal en la construcción del llamado” sueño americano” que forma parte sustantiva del imaginario migrante.
En este aspecto, el siguiente testimonio, de TMV,[3] dueño de una pequeña empresa exitosa, es significativo respecto de la construcción de dicho sueño:
Ea. ¿O sea que de alguna forma tú has ido logrando el sueño americano?
TMV. Se puede decir que sí porque lo único que me falta para tener completamente el sueño americano es comprarme una casa aquí en Nueva York pero yo creo que eso no es difícil porque aunque llegara a cerrar mi compañía y la vendiera, con lo poquito que me quede puedo dar el enganche y con, yo tengo Sindicato, si me voy a trabajar al Sindicato ganaría 60, 65 dólares la hora y con eso me alcanza para pagar mi casa y mis papeles, pues supuestamente están aprobados, porque según una, un certificado de aprobación de parte de Migración, solamente que están en el limbo, estancados ahí, hasta que no haya visa, entonces como pueden salir este fin de año, como pueden salir el otro año, o a lo mejor hasta en un mes, no sé, no sé, y este, una vez teniendo todo eso, sería lograr el sueño americano, porque yo creo que con 2, 3,000 dólares, máximo 5,000 dólares, teniendo papeles americanos, te puedes ir a cualquier parte del mundo
En este relato destaca que el consumo, la compra de la casa, los viajes, están dando cuenta de un acceso importante a mayores niveles de vida[4], y en este sentido están alterando las huellas históricas de profunda escasez y precarización que se vive en México.
No por ello, deja de ser necesario plantear que este consumo, siguiendo a Baudrillard, supone como rasgo esencial el pasaje de la producción masiva de mercancías la obliteración del valor de uso natural original de los bienes a causa del predominio del valor de cambio dado que bajo el capitalismo la mercancía se transforma en un signo (en el sentido sassureano del término) cuyo significado está arbitrariamente determinado por su posición dentro de un sistema de significantes. El consumo, no debe ser entendido como consumo de valores de uso, como utilidad material sino primordialmente como consumo de signos. En palabras de Baudrillard (1977: 5) “en suma, los objetos no agotan jamás sus posibilidades en aquello para lo que sirven, y es en ese exceso de presencia donde adquieren su significación de prestigio, donde “designan” no ya el mundo, sino el ser y la categoría social de su poseedor”.
Como puede observarse en los testimonios anteriormente vertidos uno de los principales cambios en la identidad de los sujetos migrantes se ubica en dicha esfera del consumo, en tanto interpelación exitosa del llamado “sueño americano”. En este sentido, las mercancías adquieren un valor de signo que permite al sujeto identificarse con lo imaginario de la mercancía, en tanto lo que compra es la ilusión, el imaginario de felicidad, la fantasía plasmada en el pequeño objeto a, por lo que la sociedad de consumo no sólo pone en circulación un materialismo dominante sino también coloca a los sujetos frente a signos que hablan de sus deseos y reconfiguran sus marcos simbólicos e imaginarios. Davis (1993: 183) nos narra:
“Calles tapizadas de oro: he ahí la imagen que llevan al partir de sus pueblos rumbo al norte. Existen narraciones maravillosas acerca del otro lado: buenos trabajos, la belleza, las gringas, la forma en que alguien obtuvo sus papeles, ¡Y los tesoros! la gente trae televisores, videocaseteras y esos nuevos hornos de microondas en los que la comida se guisa ¡en menos de un minuto! Son muchas las tardes que se pasan entre compañeros y tequila repitiendo estas cosas una y otra vez, cosas que pertenecen al mundo donde ha crecido la joven generación”
En la sociedad capitalista donde la mercancía es símbolo de estatus y prestigios, el acceso al consumo dota de valor al sujeto y al grupo que éste representa, y en este aspecto los migrantes pueden redireccionar sus huellas históricas de origen en otro sentido: como identidades que se valoran a sí mismas a partir del éxito económico y profesional.
[1] Para Althusser, la interpelación alude al llamado del campo sociopolítico al sujeto, interrelacionando a ésta con la estructura especular lacaniana sortea las dificultades del economicismo y el reduccionismo de la teoría marxista ortodoxa. Althusser toma préstamos de categorías de Lacan para la función simbólica de la ideología en la constitución de sujetos entendiendo el llamado que los aparatos ideológicos del estado realizan sobre el sujeto: constituyen (en un sentido productivo) al sujeto porque no hay subjetividad al margen de lo social y lo construyen como sujeto sujetado, como “buen sujeto” que responde a los llamados de la interpelación. Por lo mismo, este autor no analiza a la ideología como simple “falsa conciencia”, como representación ilusoria de la realidad por parte de los sujetos, sino como fantasía imaginaria (también inconsciente) que ordena la existencia social de los sujetos.
[2] TMA.- trabajador migrante ilegal de 40 años y once de vivir en la ciudad de Nueva York, se dedica al área de construcción especializada. Con escolaridad de preparatoria. Dos entrevistas en 2008 y 2011.
[3] TMV.- trabajador migrante ilegal de 50 años y 15 años de residir en Nueva York, se dedica a la remodelación y cuidado de rascacielos. Con escolaridad de secundaria. Dos entrevistas 2008 y 2009 y grabación de video.
[4] Arfuch da cuenta de una situación semejante en su investigación sobre la emigración de argentinos a Italia, durante los años 1991 y 1993, llama a esto los paraísos artificiales, señalando como características de esta migración: una fuerte valoración simbólica de los objetos, que impregna el acceso al primer mundo y en familias de clase media y media alta con emigrados profesionales o del campo artístico, lo que cuenta es la ampliación de horizontes vitales, el contacto entre diversos espacios disciplinares y los accesos tecnológicos. Véase: Arfuch, Leonor El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 2002. Pp. 203-246.
Conclusiones:
El éxito de los migrantes mexicanos, en cualquiera de sus vertientes, económico o profesional significa un proceso de resistencia a historias de exclusión y estigmatización de larga data, y en este aspecto, redimensiona el sentido de dichas huellas y ofrece la posibilidad de reconfigurar la subjetividad migrante. No por ello, el éxito material representado en los niveles de consumo que dirigen al imaginario migrante, deja de inscribirse en el marco de mandatos disciplinarios, lo que da cuenta también de procesos de subordinación a las necesidades del capital y en este aspecto, sólo muestran una normalización consumista, como afirma Bauman (2005: 64):
El consumo sin restricciones –se les dice- es signo de éxito, es la carretera que conduce a la fama y al aplauso de los demás, también se aprende que poseer y consumir ciertos objetos, y llevar determinado estilo de vida, es condición necesaria para la felicidad; tal vez, hasta para la dignidad humana.
De esta manera, el consumo como proceso necesario para la acumulación de capital, como dimensión cultural de la economía, ha dado lugar a la simbolización y al uso de los bienes materiales como objetos de distinción y diferenciación, y no sólo como valores de uso sometiéndose tanto a los requerimientos de la acumulación capitalista como los mecanismos psíquicos de pertenencia identitaria.
Esta alienación es clara cuando son los pequeños objetos a los que dotan de valor a los sujetos, de tal suerte que sólo vale aquel que tiene y a mayor posesión, más prestigio social, lo que deviene además en una compulsiva necesidad de poseer, dando lugar a una subjetividad consumista, que si bien habla de resistencia a historias profundamente precarias también representa una identidad alienada a las necesidades de la acumulación de capital.
Bibliografía:
Althusser, Louis Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Notas para una investigación, en: Althusser, Louis. La filosofía como arma de la revolución. México, Ediciones Pasado y Presente, 1988.
Arfuch, Leonor El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 2002. Pp. 203-246.
Baudrillard, Jean Crítica de la economía política del signo, México, Siglo XXI Editores, 1977.
Davis, Marylin Voces Mexicanas, Sueños Americanos, México, Siglo XXI Editores, 1993.
Echeverría, Bolívar, Valor de uso y utopía, México, Siglo XXI Editores, 1998
García, Esperanza El movimiento chicano en el paradigma del multiculturalismo en Estados Unidos, México, CISAN-UNAM, 2007.
Hall, Stuart Quién necesita la identidad? En Buenfil (coord.) En los márgenes de la educación, México, Plaza y Valdés-SADE. 2000. Pp. 227-254
Lacan, Jacques “El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” en: Escritos 1, México, Siglo XXI, 1990. Pp. 86-93
Lacan, Jacques El Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1964.
Lacan, Jacques Psicoanálisis, radiofonía & televisión, Barcelona, Anagrama. 1977.
Stavrakakis, Y. (2007) El sujeto lacaniano. La imposibilidad de la identidad y la centralidad de la identificación, en: Fuentes Amaya, S. (coord.) Horizontes de intelección en la investigación educativa: discursos, identidades y sujetos, México: Casa Juan Pablos- Seminario de Análisis del Discurso Educativo, 2007. Pp. 317-374
Zizek, Slajov El Sublime Objeto de la Ideología, México, Siglo XXI, 1998.
Zizek, Slavoj Mirando el sesgo, Buenos Aires, Paidós, 2000. Pp. 17-87
Palabras clave:
Acumulación de capital%Consumo alienado%Sueño americano%subjetividad%migrantes mexicanos