Resumen de la Ponencia:
La obra tardía de Max Weber trae consigo la introducción del concepto de desencantamiento del mundo en sus vertientes religiosa y científica, y la mayor parte de sus estudios sobre las religiones del mundo ilustran comparativamente la especificidad y la significación histórica de la desmagicación religiosa en Occidente, sin embargo, no se dispone de una caracterización típico ideal con el mismo rigor teórico e histórico de la faceta científica. Pese a ello, la fragmentada obra weberiana, en especial la conferencia La ciencia como vocación, alberga las claves para un estudio y una reconstrucción del proceso, a la vez que abre un abanico de nuevas interrogantes por responder. El presente artículo se aboca a la deducción de las pautas y variables posibles que sirvan como punto de partida para la construcción de la tipología ideal del proceso de desencantamiento científico del mundo.
Introducción:
En su obra tardía dedicada al estudio de las religiones del mundo, Max Weber introduce el concepto de desencantamiento del mundo, proceso de largo alcance cuya faceta religiosa conlleva la desmagicación de los caminos de salvación, llevado a sus últimas consecuencias exclusivamente por el ascetismo intramundano. La formulación conceptual de este término tiene lugar aproximadamente en 1913,[1] y es hasta 1919, con la conferencia La ciencia como vocación, cuando el autor da a conocer el significado del proceso de desencantamiento científico del mundo.
Que la ciencia desencante al mundo significa para Weber mucho más que el desarrollo científico en sí mismo, y es que el autor se concentra en la manera en cómo se hace la ciencia, y en el desarrollo y los efectos de las producciones teóricas y técnicas, que en su progreso, con lo cual su sociología cultural roza los bordes de la sociología del conocimiento. Lamentablemente el autor no alcanza a desplegar este proyecto, pero no prescinde de bosquejar las claves para ello. Y no solo es en la conferencia menos conocida, sino también la parte de ella menos discutida, a saber, la «existencialista», la que proporciona las claves para el punto de partida en la edificación de una tipología ideal del desencantamiento científico del mundo que guarde fidelidad al autor, ya que como suele reiterar en las consideraciones metodológicas de sus estudios, «desde otros puntos de vista, cualquier fenómeno histórico mostraría otros rasgos “esenciales”» (Weber, 2011a, pág. 85), pero su punto de vista ni siquiera ha sido retomado. De ahí yace la consideración de reanudar una de las vertientes de su sociología cultural que seguramente estimaba entre sus grandes descubrimientos alojados en el repertorio de pendientes, que de emprenderlos le habría ocupado un esfuerzo interminable debido a las implicaciones universales de la eficacia histórica de las ideas religiosas en el proceso de racionalización de los grandes círculos culturales.
Como preámbulo del bosquejo del proyecto de investigación del desencantamiento del mundo por la vía científica plasmado en La ciencia como vocación, se realiza primero una breve exposición sobre la formulación del concepto. Posteriormente, el apartado del desarrollo inicia con la indagación de la concepción de ciencia del autor, para después analizar y discutir los significados que atribuye el autor a la dimensión científica del desencantamiento, mientras que de sus respectivas expresiones de hostilidad hacia la magia se desprenden otros indicadores posibles destinados a la conformación de la tipología ideal. Finalmente, se señalan las cuestiones e interrogantes derivadas de los planteamientos del autor.
El tema de la ciencia y su vínculo con la religión está presente desde la primera versión de La ética protestante y el espíritu del capitalismo (2011a) en unas cuantas menciones en el cuerpo del texto, en notas al pie de página y en el programa de investigación que Weber sugiere en las conclusiones.[2] De la preferencia de la ascesis protestante por el racionalismo y el empirismo científico, hasta las consecuencias imprevistas de la invención técnica del reloj, el autor da cuenta de que la práctica científica no es extraña al racionalismo ascético, y por esta razón deja como problema abierto la cuestión de su alcance en el desarrollo científico de Occidente.
Más tarde, con la reelaboración de su debatida obra, y la realización de los Ensayos sobre sociología de la religión, Weber llega a la conclusión de que el protestantismo ascético se ve inmerso en el más amplio y complejo proceso de racionalización de la cultura occidental, es decir, que consiste en una esfera de la vida cultural que ha sido racionalizada desde un punto de vista específico, de donde «lo característico de su diferenciación histórica y cultural es precisamente cuáles de estas esferas, y desde qué punto de vista, fueron racionalizadas en cada momento» (Weber, 2011a, pág. 64). De esta manera la ciencia, como otra esfera de la vida cultural, también se circunscribe al racionalismo de la civilización occidental, y solo ella, junto con la esfera religiosa marcada por la ascesis intramundana, son las fuerzas propulsoras que han conducido a un progresivo desencantamiento del mundo, como menciona:
Con él [ascetismo intramundano] llega a su culminación el proceso de “desencantamiento del mundo” que comenzó con las antiguas profecías judías y que, apoyado en el pensamiento científico heleno, rechazó como superstición y ultraje todos los medios mágicos para buscar la salvación (Weber, 2011a, pág. 149).
La afinidad electiva entre el proceso de racionalización de las esferas culturales de Occidente y el desencantamiento religioso y científico del mundo, lleva al autor a preguntarse en la Introducción general a la serie de ensayos, «¿qué serie de circunstancias han llevado a que precisamente en el suelo de Occidente, y sólo aquí, se hayan dado ciertas manifestaciones culturales, mismas que —al menos tal y como solemos representárnoslas— se encuentran en una dirección evolutiva de alcance y validez universales?» (Weber, 2011a, pág. 55). Tanto el proceso de racionalización como el de desmagicación tienen en común la eficacia histórica de las ideas religiosas, es decir, la manera como las ideas influyen sobre el modo de conducción de vida. Como refiere el famoso fragmento de la Ética económica de las religiones universales:
Los intereses materiales e ideales, y no las ideas, dominan directamente la acción de los hombres. Pero muy a menudo las “imágenes del mundo” (Weltbilder), creadas por las “ideas”, han determinado como guardagujas (Weinchensteller) los rieles sobre los que la acción viene impulsada por la dinámica de los intereses (Weber, 2011a, pág. 30).
En la esfera religiosa de Occidente es formidable la hostilidad hacia la magia del judaísmo heredada al cristianismo, como refiere el autor, «en el puritanismo, a la condenación israelita de todo antropomorfismo, corresponde la prohibición de divinizar la criatura, cosa algo distinta, pero que, indudablemente, va en la misma dirección» (Weber, 2011a, pág. 227, nota al pie 58). No menos importante, los ideales religiosos del ascetismo intramundano muestran su eficacia en la racionalización metódica de la conducta traducida en la constante comprobación del estado de gracia a través del trabajo racional en la profesión. Y, en el caso de la vocación científica, «se creía, que del conocimiento de las leyes divinas de la naturaleza podía ascenderse a conocer el “sentido” del mundo» (Weber, 2011a, pág. 192, nota al pie 146). Así, la curiosidad por el funcionamiento del orden natural llevaba impregnada una actitud hostil a la especulación y más inclinada a la fundamentación racional y empírica.
Queda claro que el desencantamiento del mundo a través de la religión se consigue por la hostilidad hacia la magia frente a los medios mágicos o encantados de salvación divina. Sin embargo, la disposición hostil al encantamiento del mundo no puede trasladarse de la esfera religiosa a la científica como la simple vocación al estudio de la naturaleza, pues Weber atribuye un significado de implicaciones más extensas al desencantamiento científico del mundo y sus signos de hostilidad hacia la magia, pero estos han de buscarse en el texto de La ciencia como vocación.
Desarrollo:
Es bien conocido que Weber no proporciona definiciones de sus conceptos ya que éstos solo han de formularse al término de la investigación, pero para nuestros objetivos no es posible avanzar sin una idea del fenómeno en cuestión que oriente la trayectoria de la investigación. Por esta razón, antes de entrar al problema del significado del desencantamiento científico del mundo, es importante detenerse en el asunto de qué es la ciencia para el autor.
En su Introducción general (2011a) al conjunto de ensayos sobre sociología de la religión, Weber menciona que «sólo en occidente hay ciencia en aquella fase de su desarrollo que actualmente reconocemos como válida» (pág. 55), pero como no precisa en la cuestión de la validez, cabe inferirla con la exposición de La ciencia como vocación (2012) que da continuación a esta idea. En la conferencia determina que la obra científica realmente importante y definitiva de nuestros días es la realizada por especialistas, destinada a la superación y enmarcada en la corriente del progreso (págs. 188, 193). Pero tomar la definición particular de la ciencia actualmente constituida lleva a pasar por alto sus distintas configuraciones, es decir, los diferentes modos de pensamiento o de reflexión del objeto de estudio, los modos de proceder de la experimentación, etc. En otras palabras, las diferentes formas que han constituido el modo de hacer ciencia.
No obstante, estos textos proporcionan otra clave para una definición primera de la ciencia, la cual esta relacionada con sus máximas proezas en el desarrollo de Occidente:
El apasionado entusiasmo de Platón en la República se explica, en último término, por el descubrimiento reciente de uno de los mayores instrumentos del conocimiento científico, del concepto. [...] Ya en la India pueden encontrarse elementos lógicos muy semejantes a los de Aristóteles. En ningún sitio fuera de Grecia se tiene, sin embargo, conciencia de su importancia. Fue allí en donde por vez primera fue visto como un instrumento utilizable, merced al cual puede colocarse a cualquier persona en el torno de la lógica.
[...] Junto a este descubrimiento del espíritu helénico aparece, como fruto del Renacimiento, el segundo gran instrumento del trabajo científico: el experimento racional como medio de una experiencia controlada y digna de confianza, sin la cual no sería posible la ciencia empírica actual (Weber, 2012, págs. 199-200).
Para el autor, la actividad científica de Occidente está marcada por el desarrollo y el empleo del concepto y el experimento racional, y esta caracterización más general elimina el problema de anacronismo que presenta la primera, además de que resulta mucho más conveniente en tanto es capaz de mostrar los matices del grado de racionalización de la ciencia y del grado de desencantamiento logrado por ella, cosas distintas pero íntimamente relacionadas, pues incluso la física de Aristóteles constituye una teoría hasta cierto punto racionalizada según los elementos a los que refiere Weber, pero su grado de desencantamiento es enormemente superado debido a la imposibilidad de matematización de sus fundamentos (Koyré, 1980, págs. 7-8).
La racionalización de la ciencia que efectivamente desencanta al mundo lo hace mediante el empleo del concepto y/o del experimento racional pero en grados distintos dependiendo del desencantamiento de estos componentes. En esta lógica, tanto la teoría aristotélica del movimiento como la newtoniana desencantan al mundo, pero la segunda lo hace en mayor grado gracias a la mayor racionalización del concepto y la demostración matemática. Por sorprendente que parezca, la ciencia de los griegos e incluso la ciencia moderna en sus inicios guardan cierto carácter mágico, de esta manera resulta consustancial al problema del desencantamiento por la ciencia el problema del desencantamiento de la ciencia. Éstas últimas cuestiones no son siquiera mencionadas por el autor.
Todavía en el periplo de la definición general de ciencia, esta señala dos momentos importantes en el desarrollo científico: sus orígenes en el helenismo, y su continuación hasta el Renacimiento con la llamada Revolución científica, que siguiendo fines heurísticos podrían identificarse como las dimensiones premoderna y moderna de la ciencia, y que de este modo la muestra de los diferentes grados del desencantamiento científico del mundo sea más práctica.
Después del recorrido indagatorio por el significado de la actividad científica en la obra weberiana cabe avanzar al significado del desencantamiento del mundo por medio de la ciencia, al cual llega Weber con el cuestionamiento sobre el sentido su sentido a lo largo de una serie de preguntas en La ciencia como vocación. A la pregunta por el significado de la «racionalización intelectualista operada a través de la ciencia y de la técnica científicamente orienta», Weber da cuenta de que no significa para el hombre moderno un mayor entendimiento de sus condiciones de vida que el de sus antepasados, sino que tal intelectualización y racionalización crecientes significan:
que se sabe o se cree que en cualquier momento en que se quiera se puede llegar a saber que, por tanto, no existen en torno a nuestra vida poderes ocultos imprevisibles, sino que, por el contrario, todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión. Esto quiere decir simplemente que se ha excluido lo mágico del mundo (Weber, 2012, pág. 196).
Este fragmento correspondiente al primer significado del desencantamiento científico del mundo indica que la hostilidad científica hacia la magia se refleja en una especie de fiabilidad en la ciencia en virtud de que, como sistema experto, o sea, como «sistema de logros técnicos o de experiencia profesional que organiza grandes áreas del entorno material o social en el que vivimos» (Giddens, 1993, pág. 33), tal ordenamiento solo es posible cuando la ciencia y los resultados técnicos que se desprenden de ella, y no otros saberes de orden mágico, se vuelven depositarios de la confianza para la organización del mundo social, aun cuando esto se realice sin la intención manifiesta de desencantar al mundo. La fiabilidad en la ciencia propicia también una racionalización de la conducción de vida del hombre moderno, dado que no son ya las cosmovisiones mágicas o religiosas las organizadoras de la existencia, sino que lo son en mayor medida las visiones del mundo provenientes de la ciencia, como la noción de causalidad frente a la de fortuna.
Al segundo significado del desencantamiento científico del mundo llega con el cuestionamiento del sentido de la creciente intelectualización que trascienda al «puramente práctico y técnico» (Weber, 2012, pág. 196). El autor encuentra que «el destino de nuestro tiempo, racionalizado e intelectualizado y, sobre todo, desmitificador del mundo, es el de que precisamente los valores últimos y más sublimes han desaparecido de la vida pública» (pág. 225), y es que, «si tales conocimientos [científicos] tienen algún efecto es más bien el de secar de raíz la fe en que existe algo que puede ser llamado “sentido” del mundo» (pág. 202). Por tanto, el rechazo del problema del sentido en la ciencia, a excepción del instrumental, desencanta al mundo al generar una tensión insoluble entre la esfera científica y la religiosa, dado que la racionalidad teórica-conceptual e instrumental de la primera termina por atentar contra los fundamentos de esta última.
La hostilidad hacia la magia expresada en el rechazo del problema del sentido no es característica de todo el desarrollo científico, de ahí que Weber (2012) se pregunte, «¿qué significado tenía la ciencia para estos hombres [Leonardo y Galileo] situados en las fronteras de la modernidad?» (pág. 200), pues una variedad de sentidos últimos como divinos y artísticos fueron atribuidos a la práctica científica antes del moderno sentido técnico-práctico. Y esta pluralidad de atribuciones de sentido en la historia del desarrollo científico es idónea para mostrar los grados de desencantamiento científico del mundo y de desencantamiento de la ciencia.
De este recorrido por el cuestionamiento sobre el significado del desencantamiento científico del mundo se han analizado las expresiones de la hostilidad hacia la magia en esta esfera, de donde se derivan dos variables para este indicador compartido con la vertiente religiosa del proceso, a saber: la fiabilidad en la ciencia y el rechazo del problema del sentido. Es fundamental este primer indicador pues no solo deriva de lo ya trazado por Weber, sino que éste y sus variables acompañan a los demás indicadores, que si bien no son explícitamente citados por el autor, son esenciales para la determinación del grado de desencantamiento del mundo por la ciencia y de la ciencia.
Uno de los indicadores subsecuentes que se proponen es el grado de sistematización de la ciencia,importante para mostrar el grado de solidez de sus fundamentos, ya que, si con el paso del tiempo se ha consolidado una especie de confianza o de fiabilidad en ella, como mínimo requisito ésta tendría que ofrecer algún grado de certidumbre como garantía superior a la de los saberes de orden mágico. Esto no compromete que individuos ajenos a la actividad meramente científica necesariamente tengan que disponer de una comprensión plena o parcial de teorías científicas o del mecanismo de los logros técnicos. Esto más bien es indiferente, pues la seguridad depositada en la ciencia por lo común no estriba en la posesión directa del conocimiento, pues como menciona Weber, la intelectualización creciente que alienta el desencantamiento del mundo significa que solo somos capaces de confiar en el potencial de la ciencia para explicar y dominar el mundo natural, pero esta seguridad suele construirse sobre el sólido firmamento de la ciencia racional que, a diferencia de la ciencia empírica, no depende de la contingencia de la experiencia más que de la razón, y de esto modo la autoridad científica es consolidada.
El tercer indicador propuesto, la relación ciencia-técnica, señalaría la exclusión de lo mágico según el segundo significado del desencantamiento científico del mundo a través de la ejemplificación de la desacralización de la naturaleza mediante los desarrollos tecnológicos y, a su vez, cómo éstos propician o han propiciado la fiabilidad en la ciencia. En su Historia económica general (2011b), Weber describe el proceso de desacralización visto desde el paso de los aparatos simples a las máquinas, y mediante éstos, cómo es el vínculo que entabla el hombre con la naturaleza, pues La consideración del tipo de energía en empleada pone de manifiesto la destreza y el control del hombre sobre su entorno (págs. 310-11).
Finalmente, el cuarto indicador propuesto, los cambios en las imágenes del mundo, comprende formas de concebir el mundo derivadas de la ciencia, es decir, cómo la ciencia moldea nuestro entendimiento y nuestra perspectiva sobre el mundo natural. La hostilidad hacia la magia aquí presente se hallaría en formas de pensar acordes con la visión científica del mundo, como pensar en términos de causalidad o de mecanicismo en lugar de fortuna. La propuesta de este indicador se introduce como complementaria a la variable del rechazo del problema del sentido, ya que da paso a estimar si la visión del mundo se orienta más por la consideración científica o por la providencia, lo cual indicaría la vigencia de una fe puesta en valores últimos.
Conclusiones:
El texto de La ciencia como vocación pone a disposición las claves para un estudio o reconstrucción del proceso de desencantamiento científico del mundo, las cuales hemos procurado dilucidar a lo largo de este artículo. La conferencia facilita dos significados del desencantamiento del mundo ejercido por la ciencia, y con ello, dos variables que dotan de contenido al indicador general de hostilidad hacia la magia.
El esfuerzo que ocupa esta investigación constituye un ordenamiento factible del planteamiento del autor sobre el tema, pero otra lectura podría llevar a un arreglo distinto, no solo por la divergencia en la interpretación, sino también por un interés distinto para la confección del tipo ideal. Imprescindible para este propósito, la pregunta por la definición de lo que el autor entiende como ciencia conduce a dos razonamientos, uno general y otro particular. La preferencia por el primero resulta provechosa para un proyecto que busque mostrar el proceso en toda su plenitud histórica. Y la escisión sugerida de la temporalidad, entre ciencia premoderna y moderna, funge como punto de comparación a muy grandes rasgos del grado de racionalización de la ciencia de Occidente, que al mismo tiempo es útil para mostrar el grado de desencantamiento del mundo en sus diferentes expresiones de hostilidad hacia la magia y el grado de desencantamiento de la ciencia.
Las problemáticas encontradas, como el asunto del encantamiento de la ciencia, conducen al planteamiento de nuevas interrogantes y unas cuantas han de responderse por el complejo teórico weberiano, mientras que otras ameritan un marco teórico externo que las solvente, sobre todo las referidas a la individualidad histórica del cuadro conceptual de la ciencia.
En conclusión, se espera que este trazo del proyecto de investigación del desencantamiento científico del mundo sirva a una posterior construcción tipológica ideal del proceso.
NOTAS:
[1] La primera mención del término tiene lugar en el apartado de Economía y sociedad titulado “Sobre algunas categorías de la sociología comprensiva”, publicado en 1913.
[2] Véase págs. 149, 168, 191, 230. Notas al pie 113 y 146 en apartado IV. Los fundamentos religiosos del ascetismo intramundano. En apartado V. La relación entre la ascesis y el espíritu capitalista, notas al pie 14 y 73. Programa de investigación en pág. 249.
Bibliografía:
Giddens, A. (1993). Consecuencias de la modernidad. Madrid: Alianza Universidad.
Koyré, A. (1980). Estudios galileanos. Madrid: Siglo Veintiuno Editores.
Weber, M. (1987). Ensayos sobre sociología de la religión, I. Madrid: Taurus.
Weber, M. (2011a). La ética protestante y el espíritu del capitalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
Weber, M. (2011b). Historia económica general. México: Fondo de Cultura Económica.
Weber, M. (2012). El político y el científico. Madrid: Alianza Editorial.
Palabras clave:
Desencantamiento del mundo, ciencia, técnica.