Resumen de la Ponencia:
El extractivismo ha signado los debates sobre la realidad latinoamericana durante los últimos tiempos, dando lugar a una profusa literatura académica. Hasta el momento, la mayor parte de los estudios han centrado su atención en espacios rurales, territorios indígenas y zonas campesinas, anclando su análisis en los sitios específicos donde tienen lugar las actividades extractivas de bienes primarios. No obstante, entendemos que resulta problemática esta perspectiva política inmediata que tiende a establecer una asociación exclusiva entre extractivismo y ruralidad. Por otro lado, en las formulaciones más recientes en torno a la noción de extractivismo urbano, observamos que las ciudades emergen como un compartimento estanco sin demás articulaciones con el extractivismo rural, al tiempo que se trataría, en rigor, de un extractivismo inmobiliario en tanto se encuentra anclado en problemáticas que tienen al suelo como el elemento que motoriza las disputas. Ante este estado de la cuestión, creemos que resulta necesario adoptar un enfoque que entienda al extractivismo como un proceso que instituye lógicas de territorialización que enlaza diferentes espacios, ya sean rurales o urbanos. Desde esta perspectiva, nos proponemos indagar el modo en que los procesos extractivos de acumulación capitalista intervienen en la producción y transformación de los territorios urbanos, tomando como estudio de caso instrumental la vinculación entre Bahía Blanca y un polo petroquímico recientemente privatizado, extranjerizado y ampliado, entre los años 1995 y 2002, en tanto contiene un alto potencial heurístico para indagar sobre el asunto en cuestión. Para ello, construimos una ecología política que se pregunta acerca de la explotación intensiva que las empresas hacen de los bienes comunes, y de la distribución social y territorial de su uso y contaminación, observando los procesos de conflictividad que se articulan en torno a estas dinámicas. A través de este marco interpretativo, buscamos interrogar las lógicas bajo las cuales los procesos extractivos enlazan acumulación y territorio en las ciudades. Nuestra hipótesis plantea que, bajo la territorialización de los procesos extractivos, en las ciudades se genera la apropiación capitalista de bienes comunes naturales y urbanos, produciendo un desarrollo que se revela como destructivo y en torno al cual se producen diversos procesos de conflictividad. Para trabajar sobre dicha hipótesis, establecemos diálogos y discusiones con los estudios sobre el extractivismo, especialmente con aquellos que confluyen en un abordaje territorial de los conflictos, y recuperamos a la ecología política como línea de indagación crítica. Asimismo, planteamos una estrategia metodológica en la que nos valemos simultáneamente de fuentes primarias y secundarias, y donde la información relevada es organizada y analizada mediante un esquema narrativo-histórico.
Introducción:
El (neo)extractivismo ha signado los debates sobre la realidad latinoamericana durante los últimos tiempos, dando lugar a una profusa literatura académica. Hasta el momento, la mayor parte de los estudios centran su atención en espacios rurales, territorios indígenas y zonas campesinas, anclando su análisis en los sitios específicos donde tiene lugar la extracción de bienes primarios (minerales, hidrocarburos, productos agrarios). No obstante, entendemos que resulta problemática esta perspectiva política inmediata que tiende a establecer una asociación exclusiva entre extractivismo y ruralidad (Gago & Mezzadra, 2015), considerando al sector primario manera individual (Arboleda, 2018). Por otro lado, en las formulaciones más recientes en torno a la noción de extractivismo urbano, observamos que las ciudades emergen sin demás articulaciones con el extractivismo rural, al tiempo que se trataría, en rigor, de un extractivismo inmobiliario (Heredia Chaz, 2021). De modo que dicho enfoque resulta tributario de las corrientes dominantes de los estudios urbanos, donde existe una fuerte gravitación a ubicar al mercado inmobiliario y a la renta de suelo como los elementos que, en última instancia, explican la producción de la ciudad y, por tanto, podríamos preguntarnos qué hay de nuevo en este concepto.
Ante este estado de la cuestión, creemos que resulta necesario adoptar un enfoque que entienda al extractivismo como un proceso (Galafassi y Riffo, 2018) que instituye lógicas de territorialización (Haesbaert, 2014) que enlaza diferentes espacios, ya sean rurales o urbanos. Desde esta perspectiva, no interesa indagar el vínculo entre acumulación y territorio que se organiza a través de los procesos extractivos, lo cual envuelve, entonces, dos preguntas: ¿cuál es la articulación entre `el campo y la ciudad´ que se produce bajo estos procesos de acumulación de capital?, ¿y de qué modo interviene el extractivismo en la producción y transformación de los territorios urbanos? En tanto que, para contestar la primera pregunta, resulta necesario ir más allá de la dicotomía rural-urbano que responde a la lógica binaria que marca a la ciencia moderna/colonial (Castro-Gómez & Grosfoguel, 2007) y que se erige como un obstáculo epistemológico para abordar la territorialización de los procesos extractivos, en especial en las ciudades, para contestar el segundo interrogante, se vuelve preciso ir más allá de la centralidad del mercado inmobiliario en la explicación de estos procesos de urbanización capitalista. Asimismo, vale aclarar que en nuestra Tesis de Maestría (Heredia Chaz, 2020) nos concentramos en el primero de los interrogantes planteados, mientras el segundo de ellos fue abordado de modo central en la Tesis Doctoral (Heredia Chaz, 2021), de la cual deriva el presente trabajo.
En esta investigación, tomamos como estudio de caso instrumental (Merlinsky, 2013) la vinculación entre la ciudad de Bahía Blanca y un polo petroquímico recientemente privatizado, extranjerizado y ampliado, en tanto contiene un alto potencial heurístico para indagar sobre el asunto en cuestión. Entendemos que la consideración de un complejo industrial localizado en un área urbana se aleja de los estudios más difundidos sobre el modelo extractivo. No obstante, creemos que el recorrido que planteamos permite, justamente, problematizar y aunar estas distancias, aportando al debate y la construcción ampliada de la concepción del extractivismo como proceso de acumulación capitalista. La cadena productiva del Polo Petroquímico Bahía Blanca (PPBB) se organiza por medio de una lógica reticular que incluye a Loma La Lata, el mayor yacimiento de gas convencional de Argentina, de donde extrae su materia prima esencial. Dicho yacimiento se localiza en la Provincia de Neuquén, en pleno territorio indígena de las comunidades mapuche Paynemil y Kaxipayiñ, las cuales han llevado adelante diferentes acciones de resistencia frente a la consolidación de Loma La Lata como una zona de sacrificio ambiental y social. De este modo, por medio de la extracción, procesamiento y exportación de diferentes componentes del gas, se produce un ordenamiento territorial extractivo (Machado Aráoz, 2016) que liga a el campo y la ciudad en un territorio-red (Blanco, 2007) verticalmente integrado a cadenas de producción controladas por el capital transnacional.
Frente a este problema de investigación, el objetivo de la ponencia es indagar la relación entre el polo petroquímico y la ciudad de Bahía Blanca entre los años 1995 y 2002, indagando las dinámicas a través de las cuales los procesos extractivos de desarrollo capitalista intervienen en la (trans)formación de los territorios urbanos. Para ello, construimos una ecología política que se pregunta acerca de la explotación intensiva que las empresas hacen de los bienes comunes, y de la distribución social y territorial de su uso y contaminación, observando los procesos de conflictividad que se articulan en torno a estas dinámicas. A través de este marco interpretativo, buscamos interrogar las lógicas bajo las cuales los procesos extractivos enlazan acumulación y territorio en las ciudades. Nuestra hipótesis plantea que, bajo la territorialización de los procesos extractivos, en las ciudades se genera la apropiación capitalista de bienes comunes naturales y urbanos, produciendo un desarrollo que se revela como destructivo y en torno al cual se producen diversos procesos de conflictividad.
El desarrollo del trabajo se estructura por medio de tres apartados. En el primero, exponemos el encuadre teórico-metodológico de la investigación. En el segundo apartado, presentamos nuestro caso de estudio, dando cuenta de la ciudad de Bahía Blanca como nodo estratégico de convergencia de diversos procesos extractivos. Y, en el tercer apartado, atendemos al radical proceso de privatización, extranjerización y expansión experimentado por el PPBB durante el período 1995-2002, concentrándonos en los efectos que ello tuvo sobre la apropiación de un conjunto de bienes comunes naturales y urbanos. Por último, en las conclusiones, exhibimos los principales hallazgos y aportes del estudio.
Desarrollo:
1. Encuadre teórico-metodológico
A continuación, trazamos las cuestiones centrales que hacen a nuestro marco interpretativo por medio de tres movimientos. En primer lugar, antes que definir al extractivismo como un ismo cerrado en tanto fenómeno sustantivo, lo entendemos como un proceso extractivo (Galafassi y Riffo, 2018) que exhibe una articulación subordinada a los procesos de acumulación capitalista y, por tanto, el tipo y la intensidad de las prácticas extractivas se ven definidas dialécticamente en relación a cada modo de acumulación. Así, resulta preciso definir al extractivismo dentro de la amplia geografía histórica del capitalismo, problematizando sus escalas temporales y espaciales. En el presente trabajo, si bien no nos detenemos en el análisis de las temporalidades de los procesos extractivos, en cambio, sí perseguimos la problematización de sus espacialidades. En ese sentido, entendemos que resulta problemática la perspectiva política inmediata del (neo)extractivismo, en tanto que, como sostienen Gago y Mezzadra (2015), “tiende a dejar de lado las complejas economías políticas de los territorios periféricos suburbanos, enfocándose en los sitios específicos de las actividades extractivas, de modo tal que termina por desconectar ambos espacios y ambas economías (p. 41)”. Ante ello, se impone la necesidad de indagar las implicaciones del extractivismo más allá de los límites del sector primario individualmente considerado (Arboleda, 2018) y de su territorialidad rural.
Por ello es que, en segundo lugar, interpretamos los procesos extractivos desde un marco que apunta a la superación del binomio rural-urbano que estructura a las ciencias sociales (Noel, 2017) y nos pone bajo el riesgo de escindir lo que el capital proyecta de modo integrado. Como resultado, antes que un extractivismo rural y un extractivismo urbano, lo que encontramos es un sólo extractivismo que instituye procesos de territorialización que enlaza al campo y a la ciudad. En esta tarea, la relación territorio-redes constituye una herramienta conceptual fundamental que posibilita trascender las limitaciones de pensar la espacialidad de manera compartimentada. Como plantea Blanco (2007) “la perspectiva de las redes coloca en primer plano las relaciones, los flujos que conectan distintos sujetos-actores-territorios formando un conjunto articulado (…) pone el acento en esa interacción y, al mismo tiempo, enfatiza la configuración de un espacio de relaciones” (pp. 56-57). La territorialidad de las grandes empresas se constituye predominantemente mediante una lógica reticular en tanto es el resultado de estrategias para controlar la circulación de productos y capitales.
Y, en tercer lugar, frente a las interpretaciones predominantes del extractivismo urbano como extractivismo inmobiliario, entendemos que los procesos extractivos intervienen en la urbanización capitalista más allá de la lógica inmobiliaria. De modo que, antes que entender la producción de la ciudad en articulación mecánica al mercado del suelo, la estudiamos en su vinculación al desarrollo integral de la acumulación capitalista (Pradilla Cobos, 2014). El proceso de producción social del territorio urbano está asentado sobre la contradicción entre el capital y las condiciones de producción (O´Connor, 2001), donde las territorialidades antagónicas y superpuestas entablan una disputa por diferentes de bienes comunes. Cuando nos situamos en la ciudad, y al igual que sucede en el campo, la territorialización del extractivismo se produce por medio de la apropiación no sólo del suelo, sino de una diversidad de bienes naturales y urbanos que incluyen, por ejemplo, al aire, el agua, los espacios públicos, las infraestructuras urbanas. En ese sentido, los procesos de urbanización capitalista y, en particular, de extractivismo urbano son dinamizados no sólo por el mercado inmobiliario sino también por los mismos sectores extractivos por medio de la apropiación capitalista de bienes comunes naturales y urbanos, haciendo a la persistente colonialidad de las ciudades latinoamericanas a través de un patrón de poder de larga duración que define el ordenamiento hegemónico del ambiente natural y el ambiente construido y que se impone sobre los pueblos.
Considerando el problema de análisis y el encuadre teórico, planteamos una estrategia metodológica en la que nos valimos simultáneamente de fuentes primarias y secundarias volcándonos, de este modo, hacia una triangulación de datos y donde la información relevada fue organizada y analizada mediante un esquema narrativo-histórico (Sautu, 2005). Las fuentes primarias estuvieron constituidas por entrevistas orales de carácter semiestructurado realizadas a informantes clave como referentes vecinales, funcionarios, representantes de las empresas, técnicos en cuestiones ambientales y abogados que han representado a los actores afectados por la actividad petroquímica. Asimismo, entre los materiales empíricos, resultaron centrales la prensa local, variadas fuentes pertenecientes a las compañías del polo industrial, informes oficiales de monitoreo de sus emisiones, documentos de planeamiento urbano, legislación correspondiente al Estado en sus tres niveles, demandas judiciales presentadas por vecinos y datos estadísticos.
2. Bahía Blanca como espacio nodal de procesos extractivos
Si atendemos al extractivismo como el ordenamiento hegemónico que el capital traza a través de un territorio-red verticalmente integrado a cadenas de producción de escala mundial, Bahía Blanca se revela como un nodo estratégico de convergencia de diversos procesos extractivos. Para dar cuenta de ello, vale atender brevemente a dos cuestiones centrales relativas a la historia de esta ciudad intermedia (Gorenstein et al., 2012), ubicada en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, en Argentina. Bahía Blanca presenta una marcada articulación con dos sectores extractivos que han empujado el incesante desarrollo de su complejo ferroportuario e industrial.
En primer orden, al calor de la inserción de la Argentina en la división internacional del trabajo como país productor de materias primas, hacia 1880, el rol de Bahía Blanca se vio definido como un punto nodal en el tendido de las vías férreas y en la construcción de los puertos necesarios para la exportación de la producción agropecuaria (Ribas & Tolcachier, 2012). Esta función agroexportadora de la ciudad, aunque con variaciones, persiste de manera vigorosa hasta el presente, constituyendo el segundo puerto de importancia a nivel nacional en lo que hace a la salida de granos (Costantini & Heredia Chaz, 2018).
En segundo orden, como parte de la política nacional de industrialización sustitutiva de importaciones, durante principios de 1970, se dispuso la instalación de un polo petroquímico en Bahía Blanca (Odisio, 2008). Con posterioridad, en los años 90, el complejo atravesó un proceso de privatización, extranjerización y ampliación, posicionándose como el de mayor magnitud en el país (Heredia-Chaz, 2021). El progresivo desarrollo del polo se produjo en articulación al avance de la frontera extractiva en la Patagonia y la creciente explotación de gas, su materia prima básica. La extracción e industrialización de este bien común de la naturaleza se ha producido bajo una lógica reticular que traza un ordenamiento territorial hegemónico que enlaza Bahía Blanca con la provincia de Neuquén, cuestión que es posible observar en tres momentos.
En primer lugar, durante los años 70, los factores más significativos que definieron la localización del polo petroquímico en dicha ciudad respondieron al aprovechamiento de las ventajas comparativas asociadas a la dotación local de bienes comunes, entre ellos, la convergencia de los gasoductos troncales provenientes de las cuencas patagónicas que proveerían al complejo industrial de su insumo básico. Por ello, una de las condiciones de posibilidad de la puesta en marcha del polo entre los años 1981 y 1986, bajo una estructura societaria con mayoría del Estado nacional en la planta madre, se encontró en el descubrimiento y la explotación del yacimiento Loma Lata por parte de YPF a partir de 1977 (Hechem, 2010). En segundo lugar, durante la década de 1990, la privatización, extranjerización y ampliación del polo bajo el control de grandes empresas transnacionales se encontró en vinculación con la expansión y profundización de las actividades en Loma La Lata a partir de la privatización de YPF y la llegada de Repsol (Pérez Roig, 2018) y, en este proceso, el Proyecto Mega resultó la pieza fundamental.Y, en tercer lugar, hoy en día, nos encontramos frente a diversos proyectos para una nueva ampliación del PPBB a partir del gas extraído mediante la técnica del fracking en el yacimiento no convencional de Vaca Muerta. De modo que, Bahía Blanca y las cuencas patagónicas se encuentran unidas por ductos por donde fluye incesablemente el gas, los cuales nos hablan de procesos extractivos que intervienen en la producción de ambos territorios y, también, de una diversidad de conflictividades sociales.
3. Ecología política del Polo Petroquímico - Bahía Blanca
Como parte de su política comunicacional, las empresas del PPBB han realizado periódicamente publicaciones en las que se proponen explicar a la población local el modo en que operan sus procesos productivos. En términos generales, el esquema resulta presentado del siguiente modo: hay un conjunto de materias primas (gas, agua, energía eléctrica…) que son procesadas por modernas tecnologías que resultan extrañas a los ojos del lego (compresores, saturadores, reactores…) con el fin de obtener un determinado producto (polietileno, soda cáustica, PVC…). Desde la perspectiva de las frías líneas del dibujo técnico, el funcionamiento del proceso industrial pareciera circunscribirse al interior del cerco perimetral de cada compañía. Sin embargo, si alejamos el foco, se distingue el conjunto indisoluble, solidario y contradictorio de objetos y de acciones que conforman el espacio (Santos, 2000), a partir del cual ya no resulta posible dar cuenta de dichos procesos industriales en términos de un límite preciso entre el adentro y el afuera, entre el complejo productivo y el área urbana, entre el polo y la ciudad.
En el desarrollo de su actividad, las empresas consumen de modo intensivo gas, energía eléctrica y agua, al tiempo que contaminan el aire, los suelos y el estuario, y realizan una ocupación intensiva del espacio y la infraestructura urbana. En esta apropiación de la naturaleza y la ciudad como condiciones de producción capitalista (O´Connor, 2001) se produce una diversidad de conflictos territoriales por el acceso y control de bienes comunes naturales y urbanos, y por el reparto geográfico y social de la contaminación (Martínez Alier, 2006). Los mismos portan una tensión fundamental entre los espacios de producción y los territorios de hábitat, entre la acumulación del capital y la reproducción social de la vida.
Considerando algunas de estas características de funcionamiento, la índole de los materiales que manipulan, y la calidad y cantidad de los efluentes al ambiente, los establecimientos del PPBB fueron considerados peligrosos según lo estipulado en la normativa provincial sobre habilitación y funcionamiento de industrias. En función del Decreto Ley N° 7.229/1966, que luego fue derogado por la Ley N° 11.459 de 1993, resultaron clasificados como de tercera categoría en tanto su actividad “constituye un riesgo para la seguridad, salubridad e higiene de la población u ocasiona daños graves a los bienes y el medio ambiente” (artículo 15).
En diciembre de 1995, en el contexto de una pronunciada reorientación de la política económica nacional, se completó la privatización del PPBB nacido poco más de dos décadas atrás bajo la administración del Estado nacional. A partir de ese momento, el complejo industrial comenzó a atravesar un proceso de importantes mutaciones de la mano de las grandes empresas transnacionales que tomaron su control. Al tiempo que Dow Chemical adquirió PBB Polisur y el Grupo Solvay hizo lo propio con Indupa, en los siguientes cinco años tuvo lugar el incremento de la capacidad productiva de las empresas existentes, la concreción del Proyecto Mega y la instalación de la fábrica de fertilizantes Profertil, concretándose una inversión global de aproximadamente 2.000 millones de dólares (Dichiara, 2002). Resulta sugerente detenernos a pensar que, por medio de este proceso, así como el volumen de producción se incrementó en un 450% (Centro Regional de Estudios Económicos de Bahía Blanca Argentina, 2005), se produjo un salto destacado en la riqueza generada y, también, un aumento sustancial en el uso de bienes comunes naturales y urbanos. De modo que, bajo el re-ordenamiento neoliberal del territorio, se consolidó la configuración de una estructura de desigual distribución social y geográfica de su uso y contaminación de la cual se deriva la producción de numerosos conflictos.
Los impactos territoriales del complejo petroquímico se articulan a través de un juego de escalas en el cual, si bien es en los barrios más próximos donde se concentran las injusticias socioambientales (Salamanca Villamizar & Astudillo Pizarro, 2016), simultáneamente, algunas de ellas desbordan esa zona, se definen en el nivel del conjunto urbano, y otras tienen incluso un alcance regional. Alguna de las problemáticas son: la creciente presión ecológica sobre el Estuario de Bahía Blanca, que alcanza una escala regional, afectando el trabajo de los pescadores artesanales y el uso del territorio como espacio de ocio y recreación; el consumo intensivo de agua por parte del PPBB y la configuración de una situación de desigualdad hídrica con los habitantes del conjunto de la ciudad; la contaminación del aire que produciría una serie de efectos perjudiciales sobre la salud de la población, constituyendo una problemática que no se circunscribiría a la localidad de Ingeniero White; la desvalorización y la rajadura de viviendas en Ingeniero White. Vale decir que en la Tesis de Doctorado (Heredia-Chaz, 2021) nos detuvimos en el análisis de estos cuatro indicadores, sin embargo, debido a los límites en la extensión del presente trabajo no podremos explayarnos al respecto.
Bajo esta dinámica de funcionamiento del complejo industrial, se organizan diversas disputas entre las territorialidades guiadas por la lógica de la acumulación de capital y aquellas otras basadas en la reproducción social y de la vida. En esta tensión de territorialidades, se puso en disputa no sólo el impacto ambiental del desarrollo petroquímico sino también múltiples dimensiones económicas, políticas, sociales y culturales. Ahora bien, en la espiral histórica del conflicto (Sabatini, 1997) en torno al PPBB, existe un desacople entre las escalas espaciales en que se organizan los impactos territoriales y las resistencias sociales respectivamente: es decir, mientras los primeros se extienden, aunque de modo diferencial, sobre el conjunto del aglomerado urbano de Bahía Blanca-Cerri (constituido por Bahía Blanca, Ingeniero White, Grünbein, Villa Harding Green y General Daniel Cerri), las segundas han tendido a manifestarse predominantemente como conflictos de proximidad (Azuela y Mussetta, 2009) en Ingeniero White. De allí se comprende que, si bien el ordenamiento extractivista que se cierne sobre el territorio urbano se organiza a una escala mayor, los conflictos sociales han tendido a tener una fuerte gravitación en dicha localidad.
Conclusiones:
En la presente ponencia abordamos el modo en que los procesos extractivos de acumulación capitalista intervienen en la producción y transformación de los territorios urbanos, tomando como estudio de caso instrumental la relación entre Bahía Blanca y el polo petroquímico, durante una temporalidad que se organizó en torno a su privatización, transnacionalización y expansión entre los años 1995 y 2002. En concreto, construimos una ecología política de la territorialización de los procesos extractivos en la ciudad, indagando los conflictos territoriales que se organizaron en torno a los mismos.
La perspectiva del extractivismo como un proceso que se organiza a través del espacio, nos permitió desestabilizar la idea de un extractivismo rural que se circunscribiría a actividades primarias. En cambio, en la organización de la cadena productiva del PPBB por medio de un territorio-red, la explotación e industrialización hidrocarburífera forman parte de un mismo proceso extractivo de acumulación capitalista. Asimismo, ante el anclaje en los territorios rurales que singa a los estudios sobre el extractivismo, indagamos su territorialización en las ciudades. Además, a diferencia de aquellos análisis que hacen uso de la noción de extractivismo urbano, presentamos un caso en que el mismo no tiene al mercado inmobiliario como el agente que motoriza las disputas. A partir del estudio de la relación entre el polo petroquímico y Bahía Blanca, pudimos dar cuenta cómo, de modo más complejo, la apropiación capitalista de la ciudad se produce en torno a un conjunto de bienes comunes naturales y urbanos que incluye no sólo al suelo, sino también a la atmósfera, el agua, el espacio marítimo y costero del estuario, las viviendas cercanas, las infraestructuras urbanas, los espacios públicos.
Por ello, consideramos que la investigación implicó un conjunto de aportes a los estudios sobre el extractivismo, en términos de entenderlo como un proceso que instituye lógicas de territorialización que se organizan más allá de las actividades primarias, de los enclaves rurales e, incluso, de la dinámica inmobiliaria. Es decir, los procesos extractivos se constituyen a través de territorios-red que articulan zonas rurales y urbanas por medio de la integración vertical a cierta industrialización localizada en las ciudades donde se produce una explotación intensiva de diversos bienes comunes, produciendo un desarrollo que se revela como destructivo y en torno al cual se producen diversos procesos de conflictividad.
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Palabras clave:
EXTRACTIVISMO - TERRITORIOS URBANOS - ECOLOGÍA POLÍTICA