México -
rosalgado4@gmail.com
| 928
Resumen de la Ponencia:
La ponencia discute la categoría de juventud en cuanto configuración situada que admite el peso de estructuras sociales y culturales, así como su dinamismo y diversidad en un atípico espacio-tiempo de pandemia y confinamiento, el cual tuvo impactos diferenciados por género, edad, origen social, lugar de residencia y adscripción escolar, así como en la manera concreta en que cada uno de estos aspectos se entrecruzan. Focaliza en procesos configurativos de juventud en condición de escolaridad a la luz de prescripciones y proscripciones que históricamente ha producido o reproducido la institución y que, particularmente hoy, se tensan ante la vulnerabilidad social, escolar y de salud de las juventudes en distintos países de América Latina, además de la irrupción del tradicional orden escolar entre intercambios generacionales y culturales contingentes y los tránsitos de la escuela en casa, así como reordenamientos pedagógicos que dieron atisbos para otra semántica escolar.La discusión tiene como antecedente una investigación dialógico-reflexiva que bajo una perspectiva sociocultural de juventud se acercó a estudiantes de telebachillerato comunitario para comprender cómo en situaciones de vulnerabilidad las y los jóvenes construyen experiencias educativas que desbordan a la escuela en dos sentidos: 1) son experiencias en diferentes espacios de vida juvenil en los que tienen lugar procesos de formación y transformación con distintos alcances, aunque en ocasiones ligada con esta (familia, trabajo, localidad, redes digitales) y 2) son experiencias que movilizan las delimitaciones simbólicas de un orden escolar desgastado que alientan con pujanza los derechos, el reconocimiento y la participación juvenil. A través de conversatorios virtuales y presenciales con jóvenes estudiantes en una modalidad de educación media superior con fuertes carencias de infraestructura, ubicada en una localidad urbano marginal al sur de México, las voces juveniles visibilizaron discontinuas corresponsabilidades intergeneracionales a través de su curso de vida y agencia, las cuales trastocan el vínculo juventud y escuela en una dinamización de recursos, saberes, conexiones y sentidos. En contextos de vulnerabilidad, la escuela aun constituye una de las principales vías para el acceso a derechos y umbral para un presente-futuro no anticipado, por lo que resulta inaplazable reconocer y visibilizar emergentes experiencias en las cuales jóvenes estudiantes construyen modos de subjetividad política dado que accionan y crean alternativas que vuelven inaplazable una perspectiva de juventud en la escuela.
Introducción:
El texto discute la categoría de juventud en cuanto configuración situada que admite el peso de estructuras sociales y culturales, así como su dinamismo y diversidad en un atípico espacio-tiempo de pandemia y confinamiento, el cual tuvo impactos diferenciados por género, edad, origen social, lugar de residencia y adscripción escolar, así como en la manera concreta en que cada uno de estos aspectos se entrecruzan. Focaliza en procesos configurativos de juventud en condición de escolaridad a la luz de prescripciones y proscripciones que históricamente ha producido o reproducido la institución escolar y que, particularmente hoy, se tensan ante la vulnerabilidad social, escolar y de salud de las juventudes en distintos países de América Latina, además de la irrupción del tradicional orden escolar entre intercambios generacionales y culturales contingentes y los tránsitos de la escuela en casa, así como reordenamientos pedagógicos que dieron atisbos para otra semántica escolar en la que resulta inaplazable una perspectiva de juventud.
La discusión tiene como antecedente una investigación dialógico-reflexiva que bajo una perspectiva sociocultural de juventud se acercó a estudiantes de telebachillerato comunitario para comprender cómo en situaciones de vulnerabilidad las y los jóvenes construyen experiencias educativas que desbordan a la escuela en dos sentidos: 1) son experiencias que acontecen en diferentes espacios de vida juvenil (familia, trabajo, localidad, redes digitales) en los que tienen lugar procesos de formación y transformación con distintos alcances, pero que se vinculan con ésta y 2) son experiencias que movilizan las delimitaciones simbólicas de un orden escolar desgastado que alientan los derechos, el reconocimiento y la participación juvenil.
A través de conversatorios virtuales con jóvenes estudiantes en una modalidad de educación media superior con fuertes carencias de infraestructura, ubicada en una localidad urbano marginal al sur del Estado de México, las voces juveniles visibilizaron experiencias discontinuas de corresponsabilidad intergeneracional desde su curso de vida y agencia, las cuales trastocaron el vínculo juventud y escuela en una dinamización de recursos, saberes, conexiones y sentidos. Destaca que, en contextos de vulnerabilidad, la escuela aun constituye una de las principales vías para el acceso a derechos y umbral para un presente-futuro no anticipado, por lo que resulta inaplazable reconocer y visibilizar emergentes experiencias en las cuales jóvenes estudiantes construyen modos de participación en cuanto accionan y crean alternativas para su acceso y permanencia escolar.
Inicialmente se presentan los referentes contextuales y teórico metodológicos que encuadran el análisis de la información empírica y resultados. Para concluir, algunas reflexiones que mantienen la discusión abierta y enfatizan algunos pendientes.
Desarrollo:
Pandemia, juventudes y experiencia educativa. Referentes contextuales y teóricos
La pandemia por COVID-19 ocasionó un inédito cierre de escuelas en muchos países, afectando desde la educación inicial hasta la superior. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) más de 160 millones eran estudiantes de la región (CEPAL 2020). El organismo señaló que el deterioro de la situación social en el hemisferio antes de enfrentar la pandemia impactó negativamente en los distintos sectores sociales, particularmente la salud y la educación, así como en el empleo y la evolución de la pobreza, sobre todo en las zonas con menores ingresos y rurales, colocando a la niñez y juventud entre los grupos prioritarios (CEPAL, 2020).
En el caso de México casi 37 millones de estudiantes suspendieron las clases presenciales durante el primer año y medio de la pandemia (Martínez y Garduño, 2021) y al ciclo escolar 2020-2021, se inscribió el 60.6% de la población de 3 a 29 años. Según resultados de la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED, 2021) la cifra representó una reducción del casi 2% con respecto al ciclo anterior. La mayoría de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, 1.5 millones, que no continuó los estudios fue de escuelas públicas (ECOVID-ED, 2021, p. 2).
La encuesta destacó también que 43.7% de jóvenes no concluyó la educación media superior en el ciclo escolar 2019-2020, la cifra estuvo muy por encima del nivel secundaria (5.6%) y superior (25.1%). La mayoría de jóvenes no concluyeron por causa del COVID-19 (35.9%), falta de dinero/recursos (25.7%) o porque tenía que trabajar (18%) (ECOVID-ED, 2021).
Ante este contexto, fue fortuito el despliegue de modalidades para la educación a distancia en el nivel, lo que según la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación [Mejoredu] implicó replantear las actividades educativas de alrededor de cinco millones y medio de jóvenes de 15 a 17 años de edad, atendidos por más de cuatrocientos mil docentes en más de veintiún mil planteles y más de treinta subsistemas y servicios que ofrecen las opciones de bachillerato general, bachillerato tecnológico y profesional técnico (Mejoredu, 2020, p.5). No obstante los esfuerzos, las profundas brechas de la desigualdad social y de conectividad, se tradujeron en una distribución diferenciada de recursos y estrategias educativas que afectaron principalmente a jóvenes de menores ingresos o en condición de vulnerabilidad social.
La profundización y diversificación de la vulnerabilidad, sugiere una perspectiva multidimensional (CEPAL, 2020) de la desigualdad en el acceso a oportunidades educativas, particularmente por la vía digital, que aumentó las brechas preexistentes en materia de acceso a la información y al conocimiento, además de que dificultó la socialización y la inclusión en general entre estudiantes, docentes y familiares. En este sentido, se plantea que la vulnerabilidad tiene al menos tres características:
1) multidimensional y diferencial, es decir, que es distinta a través de un territorio, así como entre y dentro de los grupos sociales; 2) su escala, la cual refiere a que sus causas y manifestaciones son distintas respecto al tiempo, el espacio y las unidades de análisis: personas, hogares, comunidades y sistemas; y 3) su dinámica, pues sus causas y manifestaciones cambian en el tiempo. (Vogel y O'Brien, 2004, en Mejoredu, 2021, p. 20)
Históricamente, las poblaciones con menos recursos son quienes generalmente asisten a planteles con menos infraestructura; es el caso de los Telebachilleratos Comunitarios, que tras siete generaciones en el país, en más del 80% carece de aulas, laboratorios, biblioteca y equipos de cómputo e internet (INEE, 2019). Pese a su nominación, la modalidad es presencial y opera principalmente en localidades rurales y en zonas urbanas periféricas, en donde, como sucede en el sur del Estado de México, absorbe la demanda que no atienden otros tipos de servicio educativo; además es una opción que los estudiantes valoran por su gratuidad efectiva y horarios (Weiss, 2017; Salgado, 2021).
Por lo regular, los Telebachilleratos Comunitarios en el municipio sureño de Tejupilco ocupan a contra turno las instalaciones de escuelas telesecundarias u otros del que disponga la comunidad (delegaciones municipales, comedores comunitarios) en donde brindan asesoría grupal e individual al estudiantado con el apoyo de tres docentes que atienden las asignaturas del plan de estudios por área disciplinar (Matemáticas y Ciencias Experimentales; Ciencias Sociales y Humanidades y; Administración y Comunicación).
Aún con carencias en infraestructura, en la pandemia, jóvenes estudiantes del Telebachillerato Comunitario, en los conversatorios destacaron la diversidad de formatos y plataformas que con o sin conectividad y de manera contingente, con apoyo de profesores y familias, implementaron para continuar la escuela a distancia, principalmente a través del celular inteligente como sucedió a nivel nacional (58.8 %), en menor porcentaje el estudiantado usó la computadora portátil (26.5%), de escritorio (12.7%), la tableta (1.7%) o la televisión digital (0.2%) (ECOVID-ED, 2021, p. 9).
Cabe destacar que las nuevas necesidades de equipamiento, recursos y capacidades evidenciadas por la pandemia trascendieron el ámbito escolar; según datos de la Mejoeredu,
la denominada brecha digital está, sin duda, ligada a la añeja desigualdad del país y a las consecuentes diferencias en la distribución de la riqueza y las oportunidades sociales, situación que ha sido parte de los condicionamientos estructurales de la educación media superior y del conjunto de nuestro sistema educativo, el cual, a pesar de los esfuerzos realizados para revertir la desigualdad en su interior, no ha obtenido los resultados deseados. (Mejoredu, 2020, p. 7)
A esto se suman otras problemáticas que las instituciones del nivel, a pesar de las reformas de la última década, han venido arrastrando y están vinculadas con el rezago educativo, la desafiliación, el abandono escolar y los bajos niveles de aprendizaje que “afectan, sintomáticamente, a los grupos de población en situación de mayor desventaja social” (Mejoredu, 2020, p. 7).
La experiencia educativa de las y los jóvenes visibilizó impactos diferenciados de la pandemia dependiendo el género, la edad, el origen social, el lugar de residencia y la adscripción escolar. De ahí que las estrategias y esfuerzos de respuesta demandan considerar la diversidad en que se es joven estudiante, lo que difícilmente puede resultar en una condición homogénea, de ahí la importancia de una perspectiva sociocultural de juventud que reconoce que ser joven es una condición concreta, diversa y situada (Reguillo, 2010) en el espacio y tiempo histórico-social.
Según el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE, 2019) una perspectiva de juventud demanda reconocer el curso de vida de las y los jóvenes desde su condición de género, como sujetos de derecho y su capacidad de agencia, encomienda que no pasa en automático a las instituciones escolares, sino que insta a escuchar y valorar las experiencias y requerimientos de la población estudiantil desde su voz, recursos, propuesta y acción, que evidencian la tarea de una escuela no solo para jóvenes sino con jóvenes, donde la educación no es concesión, sino un derecho fundante de otros como la participación y la justicia.
Dado que hay diversas maneras de ser joven derivadas de la transformación social, cultural y comunicacional, así como de una desigual distribución de capitales económico, político y simbólico (Reguillo, 2010), incluso cognitivo; el trabajo coloca la mirada en la experiencia educativa juvenil atravesada por accesos diferenciados a la escolaridad que trastocan el modo en que las y los jóvenes se miran a sí mismos y se relacionan con otros dentro-fuera del espacio-tiempo escolar; admitiendo; apuntan Contreras y Pérez (2010) que la experiencia educativa posibilita acercarnos a reflexionar lo que la educación da a pensar, hacer, transformar y vivir a sus protagonistas.
Una metodología dialógica en formato virtual
El trabajo se inscribe en la perspectiva comprensiva, con una metodología dialógica horizontal (Corona y Kaltmeier, 2012) que recurre a los relatos de experiencia (Suárez, 2011) en formatos virtuales para captar aspectos subjetivos y objetivos de las juventudes de manera personalizada, pero siempre en un contexto relacional más amplio.
Se inscribe en las propuestas de procesos participativos de investigación educativa que poso al centro la experiencia educativa (Contreras y Pérez de Lara, 2010) para documentar y disponer de propuestas pedagógicas que permitan reconstruir y comprender la trama de sentidos y significaciones que los sujetos ponen en juego cuando piensan y narran su hacer cotidiano.
Bajo este supuesto implementó un diseño metodológico basado en “conversatorios virtuales” con jóvenes estudiantes del Telebachillerato Comunitario en el municipio de Tejupilco; estos se plantearon como espacios dialógico-reflexivos, bajo el supuesto de que las y los jóvenes, desde sus propios términos y condiciones, tienen mucho qué decir sobre la escuela vivida en la pandemia; así como de reinventar esa a la que hoy les gustaría asistir y advertir lo que les motiva o no a volver; entre lo que destaca una inaplazable comunicación y relaciones fundadas en el reconocimiento.
Inicialmente, vía la supervisión escolar se convocó al estudiantado a participar en alguno de los tres conversatorios programados en la plataforma de videoconferencias que la escuela estuvo utilizando. Cabe señalar que los conversatorios virtuales tuvieron lugar en el lapso en que los Telebachilleratos Comunitarios de la zona reabrieron temporalmente sus puertas para la recuperación y continuidad educativa con jóvenes que presentaron una comunicación y conexión intermitente, así como falta de motivación y apropiación de los aprendizajes curriculares o bien, estaban en riesgo de reprobación y abandono escolar.
Los conversatorios virtuales se desarrollaron del 28 al 30 junio en el horario vespertino en que atienden sus clases. El diálogo fue orientado por tres preguntas generadoras: ¿Qué nos pasó el día que la escuela abrió sus puertas? ¿dónde estuvo la escuela? y ¿reinventamos la escuela? Cuestionamientos que aún con presencias juveniles azarosas, permitieron dialogar en torno al sentido simbólico y subjetivo de la escuela para las juventudes en nuestro tiempo.
Para fines de este trabajo se retoman las voces de jóvenes que participaron en el primer conversatorio virtual, al que se conectaron 19 estudiantes, en su mayoría mujeres, solo cuatro varones, que estudiaban el sexto y cuarto semestre en planteles de la periferia urbana y localidades rurales. Su edad oscilaba entre los 16 y 18 años.
A modo de resultados, se hilvanan relatos juveniles que dan cuenta de sus impresiones durante el regreso a las aulas, de sus vivencias en la escuela a distancia y de sus opiniones en torno a esta como espacio de aprendizaje que demanda un continuo diálogo con otras experiencias educativas que las y los jóvenes construyen de manera fronteriza con la escuela en la que atisban otra semántica escolar con perspectiva de juventud.
Resultados
Inicialmente el conversatorio permitió dar cuenta de cómo el estudiantado recibió la noticia del regreso a clases presenciales. Paradójicamente, destacaron haberse sentido emocionados de volver y contrariados ante el riesgo de contagio que implicaba, así también por no haber vuelto a la escuela que tradicionalmente conocían o esperaban. En este sentido compartieron:
Cuando supe que regresaban las clases presenciales sí me emocioné, dije: las cosas ya están bien, pero me puse a pensar que regresando a la escuela también estábamos arriesgando a traer al virus a nuestra casa. La verdad yo si quería regresar a clases, pero también me puse a pensar en mi familia, en que me gustaría regresar pero también que todo mejore (Estudiante de Telebachillerato Comunitario, mujer, 18 años).
Cuando regresamos todo se veía muy extraño porque todos íbamos con cubrebocas, no se sentía muy bien el ambiente; por causa de la enfermedad (Estudiante de Telebachillerato Comunitario, varón, 16 años).
A mí sí me alegró venir a la escuela, pero a la vez no, porque no veníamos todos juntos y la mayoría no nos conocemos, no pudimos hablar mucho. Ni siquiera conocía mi escuela, sentía a la vez alegría y tristeza porque nada más estábamos 17, pero fue bueno porque en línea nada más nos conectábamos 9 de los 28 que estamos inscritos(Estudiante de Telebachillerato Comunitario, mujer, 16 años).
Las y los jóvenes reconocieron que la pandemia trajo consigo un cambio en los procesos de socialización e interacción con efectos importantes en su estado emocional; la posibilidad de volver a sus planteles evocaba alegría luego de haber vivido más de un año de confinamiento en el que enfrentaron situaciones familiares difíciles como la falta de recursos económicos, hacinamiento y violencia familiar, además de fallecimientos de familiares cercanos y temor al contagio. En este contexto valoraron ampliamente el lugar de la escuela como espacio de convivencia, comunicación, aprendizaje y solidaridad.
Enfatizaron el reto que implicó buscar el acceso a recursos, tecnologías y materiales en sus localidades y familias, al tiempo que reconocieron su capacidad para desarrollar nuevas habilidades para la educación a distancia.
Yo ya quería regresar porque en línea a veces las clases no se escuchan tan bien, porque el internet no está en buenas condiciones, es muy estresante estar en clase y que no se entienda bien o que el internet te esté sacando a cada rato y a veces tampoco se pueden subir los trabajos (Estudiante de Telebachillerato Comunitario, mujer, 18 años).
Los relatos juveniles muestran que la educación a distancia tuvo entre sus fortalezas el uso de recursos y herramientas tecnológicas disponibles para la enseñanza y el aprendizaje, pero también evidenciaron problemas de conexión y comunicación que les provocaron estrés, nerviosismo e inseguridad durante las clases en línea o ante las dificultades para realizar algunas actividades a distancia. Al respecto, datos de la Mejoredu (2020) registran que 61.9% de estudiantes de media superior refirieron sentirse tensos con frecuencia por las actividades derivadas de su papel educativo (p. 43). Ante esta situación, es importante reconocer el lugar que en la experiencia educativa tiene el acompañamiento, además del sostén y recreación del vínculo intergeneracional y por supuesto, la responsabilidad de saber no solo si hay alguien del otro lado de las pantallas, sino quién está ahí.
En los Telebachilleratos Comunitarios de la zona, como en gran parte del país, el medio fundamental para enviar actividades, resolver dudas y retroalimentar los trabajos fue la mensajería instantánea por celular y la plataforma de Classroom; no obstante, resultaron frecuentes expresiones de frustración entre las y los estudiantes que no pudieron adaptarse o que consideraron no haber aprendido lo suficiente. Uno de los jóvenes resaltó la necesidad de reconocer la diversidad en los modos de aprender:
Cada quien aprende diferente. Yo no me acostumbré en línea, no lo tomé, no me gustó. Siento muy diferente de estar en la escuela con los compañeros haciendo los trabajos, y ahora estoy solo trabajando, me revolvía y no me gustó (Estudiante de Telebachillerato Comunitario, varón, 18 años).
Las y los jóvenes también reconocieron su insatisfacción con la entrega de trabajos por falta de tiempo debido a los quehaceres en casa; en el caso de las jóvenes fue recurrente atribuirlo al trabajo o al cuidado de hermanos menores; otros señalaron la falta de comprensión de contenidos o su desinterés en la entrega.
Así también hubo quienes reconocieron que tomar las clases en línea les permitió realizar otras actividades simultáneamente. Señalaron que la escuela en la casa tiene ventajas y desventajas. La ventaja -apuntó una joven- es que con la videollamada puedes estar en donde quiera, y cuando estás en la escuela debes estar en un solo lugar. Cuando hay videollamada pongo mi celular, estoy haciendo mis cosas, mi quehacer y estoy escuchando la clase (Estudiante de Telebachillerato Comunitario, mujer, 16 años).
Al respecto, Simons y Masschelein (2014) enfatizan en que estar en la escuela es precisamente tener tiempo libre, en el que queda suspendido el peso del orden social, las tareas y roles que deben realizarse en otros espacios como el trabajo y la familia. Los múltiples espacios y las dinámicas que ha tenido la escuela para las y los jóvenes, evidencian su invención histórica que anticipa su dinamismo, por ende, la posibilidad de su reinvención. Simons y Masschelein apuntan que reinventar la escuela,
pasa por hallar modos concretos para proporcionar «tiempo libre» en el mundo actual y para reunir a los jóvenes en torno a «algo» común, es decir, en torno a algo que se manifiesta en el mundo y que se hace disponible para una nueva generación. (2014, p. 4)
Al referir tanto a la modalidad a distancia o presencial, las y los jóvenes destacaron sobre manera, la importancia de aprender entre pares. En este sentido señalaron:
Yo he ido unas tres veces a la escuela, es algo fundamental para mí. El estudio a distancia puede ser muy práctico, porque se puede decir que uno puede aprender solo, pero estando en la escuela uno se puede comunicar más (Estudiante de Telebachillerato Comunitario, varón, 16 años).
En mi escuela teníamos clases con los maestros dos veces por semana con los tres maestros. Explicaban los temas y compartíamos las dudas, pero yo no me sentía en la escuela porque no veía a mis compañeros, no platicábamos, no nos reíamos juntos, porque aquí tenemos como el tiempo limitado para tener la clase, es raro, pero tenemos que acostumbrarnos (Estudiante de Telebachillerato Comunitario, mujer, 18 años).
Si bien los aprendizajes escolares les resultan relevantes; las y los jóvenes en forma recurrente aludían a los encuentros que tuvieron con sus pares en la escuela el pasado mes junio; apreciaron verse con otros, darse una palmada en la espalda, bromear, reír, de acuerdo con Núñez, “Muchas y muchos (y, cada vez más, muches) necesitan de la escuela como lugar donde ser” (2020, p. 185).
Cabe decir que en las localidades rurales y de la periferia urbana donde se encuentran los Telebachilleratos Comunitarios, la escuela sigue representando el principal espacio para la vida y cultura juvenil (Guerra y Guerrero, 2004), así como el umbral (Dussel, 2020) para un presente y futuro no anticipado. De ahí que al reflexionar con las y los jóvenes ¿Dónde está la escuela? Consideraron
Creo que la escuela está en nosotros, en nuestro esfuerzo por aprender (Estudiante de Telebachillerato Comunitario, mujer, 18 años).
La escuela ahorita está en mi casa porque estamos estudiado en casa, aprender ya está en tu decisión, puedes aprender, puedes investigar, para eso tienes celular (Estudiante de Telebachillerato Comunitario, mujer, 18 años).
Los relatos juveniles sobre su experiencia educativa en la pandemia hacen evidente la imperante tarea de reinventar la escuela, pues como apuntaba uno de los estudiantes “Conforme pasa el tiempo el sistema se tiene que ir actualizando y transformando al igual que nosotros” (Estudiante de Telebachillerato Comunitario, varón, 16 años), planteamiento que da cabida a pensar la escuela como umbral, en tanto “subraya el pasaje o el movimiento entre espacios físicos y simbólicos que supone la escolarización” (Dussel, 2020, p. 338) y que en nuestro tiempo resulta fundante del vínculo pedagógico, de la reinvención de la escuela y por supuesto del reconocimiento de las y los jóvenes como sujetos de derecho, de saberes y de experiencia.
Conclusiones:
Sin duda, las contingentes actividades que, en diversas modalidades y regiones del país se implementaron para atender a jóvenes estudiantes en situación de vulnerabilidad como son los Telebachilleratos Comunitarios, según la Mejoredu, “atestiguan la sensibilidad social y el compromiso ante una situación emergente de la magnitud que vivimos (2020, p. 8). Ello resalta también los esfuerzos juveniles y comunidades educativas durante la educación a distancia de manera creativa y solidaria. Empero, hoy resulta un buen tiempo para valorar las estrategias seguidas y diseñar las que han de permitir la continuidad educativa.
En este proceso resulta fundante que podamos seguir el diálogo-reflexivo con las y los jóvenes, reconocer y partir de su experiencia educativa, pues solo así podremos avanzar en la inaplazable y desafiante tarea de reinventar la escuela con perspectiva de juventud; reconociendo impactos diferenciados de la pandemia y la histórica desigualdad por género, edad, origen social, lugar de residencia y adscripción escolar, así como en la manera concreta en que cada uno de estos aspectos se entrecruzan y configuran juventud en condición de escolaridad
La pandemia dejó a su paso retos al fortalecimiento de los planteles en materia de infraestructura sanitaria, educativa y tecnológica. Específicamente en los retos educativos, resulta imperante reconocer desde su participación la diversidad y la desigualdad de recursos y experiencias con que las y los jóvenes en contextos y modalidades vulnerados cursan y dan sentido al nivel medio superior, de modo que se pueden potenciar las estancias y permanencias estudiantiles, así como, los esfuerzos de las comunidades educativas.
Resulta fundante la necesidad de fortalecer la comunicación con la población estudiantil, la cual se enfatizó como una debilidad en las acciones implementadas en los Telebachilleratos Comunitarios y una continua demanda de las y los jóvenes para el acompañamiento pedagógico, la interacción con docentes y entre pares, esto en favor de la experiencia educativa que reclama significados nuevos a la escuela que conocimos y que otorga sentido a lo que hoy es novedad, admitiendo como ha sostenido Pineau, que la escuela continua vigente como máquina de educar; no obstante, es preciso considerar la voces y demandas juveniles que atisban, cada vez con mayor fuerza, una perspectiva de juventud fundante de una escuela más cercana, participativa, que acompañe y escuche para potenciar la construcción de lo común.
Bibliografía:
Comisión Económica para América Latina y el Caribe. [CEPAL]. (2020). La educación en tiempos de la pandemia de COVID-19. https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45904/1/S2000510_es.pdf: CEPAL-UNESCO.
Contreras, J. y Pérez, N. (2010). La experiencia y la investigación educativa . En J. y. Contreras, Investigar la experiencia educativa (pp.. 21-86). Morata.
Corona, S. y Kaltmeier, O. (2012). En diálogo. Metodologías horizontales en Ciencias Sociales y Culturales. Gedisa.
Dussel, I. (2020). La clase en pantuflas. En I. Dussel, P. Ferrante, y D. Pulfer (compiladores). Pensar la educación en tiempos de pandemia : entre la emergencia, el compromiso y la espera (pp. 337-350). UNIPE.
Giddens, A. (2011). La constitución de la sociedad. Amorrortu.
Guerra, M. y. Guerrero, M. (2004). Qué sentido tiene el bachillerato. Una visión desde los jóvenes. UPN.
Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. [INEE]. (2019). La Educación Obligatoria en México: Informe 2019. INEE. https://www.inee.edu.mx/wp-content/uploads/2019/04/P1I245.pdf.
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. [INEGI]. (2021). Resultados de la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED) 2020. INEGI https://www.inegi.org.mx/investigacion/ecovided/2020/
Martínez, F. y Garduño, R. (20 de agosto de 2020). Niños ansían volver a las aulas; normal, que haya focos infecciosos: Unicef. La Jornada, pág. 24.
Masschelein, J. y Simons, M. (2014). Defensa de la escuela. Miño y Dávila.
Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación. [Mejoredu]. (2020). Experiencias de las comunidades educativas durante la contingencia sanitaria por covid-19. Educación media superior. Mejoredu. https://www.mejoredu.gob.mx/images/publicaciones/resumen-ejecutivo-ems.pdf
Núnez, P. (2020). Un tiempo escolar fuera de lo común: los jóvenes y sus sentidos sobre la escuela secundaria. En . Dussel, P. Ferrante, y D. Pulfer. Pensar la educación en tiempos de pandemia: entre la emergencia, el compromiso y la espera (pp. 175-188). UNIPE-CLACSO.
Reguillo, R. (2010). La condición juvenil en el México contemporáneo: Biografías, incertidumbres y lugares . En R. Reguillo (coord.), Los jóvenes en México (pp. 395-429 ). FCE.
Salgado, R. ((2021)). Subjetividades juveniles y narrativas escolares en el Telebachillerato Comunitario en México. Revista Actualidades Investigativas en Educación, 21(2), 1-30., Doi.10.15517/aie.v21i2.46785.
Weiss, E. (2017). El Telebachillerato Comunitario. Una innovación curricular a discusión. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos 47(3-4), 7-25 https://www.redalyc.org/pdf/270/27054113002.pdf.
Palabras clave:
juventud, media superior, vulnerabilidad