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Resumen de la Ponencia:
En este texto se perfila un esquema para analizar el rol de las oposiciones partidistas ante los autoritarismos con especial atención en el siglo XXI. Bajo contextos democráticos, las oposiciones desempeñan al menos dos roles fundamentales: controlar a los gobiernos en turno y ser opción viable de gobierno. Ello sucede si las oposiciones comparten tres condiciones: son leales al sistema democrático, son responsables para con la democracia, y están institucionalizadas. Empero, poco se ha estudiado cuál es el rol de las oposiciones en periodos de avance de los autoritarismos y el surgimiento de otros regímenes no democráticos. Los regímenes no democráticos tienen, al menos, cuatro fases de desarrollo: ascenso, consolidación, decadencia, y salida. Respecto a las últimas dos, las ciencias políticas de los últimos cincuenta años (1970-2020) cuentan con vastos análisis. No obstante que a principios del siglo XX el mundo occidental ya experimentó el ascenso de regímenes no democráticos, las analogías como estrategia explicativa y prospectiva para comprender los autoritarismos del siglo XXI parecen no tener fuerza debido a la ausencia de marcos teóricos consistentes. Identificar el rol y las condiciones bajo las cuáles las oposiciones operan, así como sus estrategias de supervivencia ante el ascenso de los autoritarismos, es lo que explica por qué los regímenes no democráticos logran superar la primera fase de manera casi sorprendente.
[Esta ponencia es un avance de investigación, todos los comentarios son bienvenidos]
Introducción:
¿Cuál es el rol de las oposiciones sistémicas ante el creciente deterioro de las democracias y el avance de prácticas autoritarias? En el siglo XXI poco se ha estudiado cuál es el rol de las oposiciones (partidos y movimientos) en periodos de avance de los autoritarismos y el surgimiento de otros regímenes no democráticos. Los regímenes no democráticos tienen, al menos, cuatro fases de desarrollo: ascenso, consolidación, decadencia, y salida. Respecto a las últimas dos, las ciencias políticas de los últimos cincuenta años (1970-2020) cuentan con vastos análisis. Pero no obstante que a principios del siglo XX el mundo occidental ya experimentó el ascenso de regímenes no democráticos, las analogías como estrategia explicativa y prospectiva para comprender los autoritarismos del siglo XXI parecen no tener fuerza debido a la ausencia de marcos teóricos consistentes. Identificar el rol y las condiciones bajo las cuáles las oposiciones operan, así como sus estrategias de supervivencia ante el ascenso de los autoritarismos, es lo que explica por qué los regímenes no democráticos logran superar la primera fase de manera casi sorprendente. En esta ponencia se argumenta, desde una perspectiva teórica, que las oposiciones en las democracias están sometidas a una "jaula de hierro" institucional, que les impide operar con eficiencia ante el avance del autoritarismo. Las oposiciones, sobre todo las sistémicas o partidistas, están obligadas a operar dentro de un sistema de reglas, so pena de ser excluidas del sistema democrático. Empero, los partidos y movimientos con tendencias autoritarias que llegan al gobierno manipulan las reglas, cerrando las posibilidades para que las oposiciones ejerzan su rol de contrapeso y control. Ello explica porque ante el deterioro de las democracias, las oposiciones terminan limitadas.
En varios países latinoamericanos existe una creciente polarización política que se fomenta desde el vértice del poder. Uno de los principales focos de ataque son los sectores de la oposición partidista y no partidista a varios de los gobiernos en turno. El presidencialismo, que es la forma de gobierno común en la región, funciona eficientemente si existe una equilibrada relación entre el gobierno y la oposición, pero sobre todo si los partidos, grupos y sectores que se ubican en una u otra situación, comparten valores democráticos. Si bien las situaciones de gobierno dividido, es decir cuando el gobierno no cuenta con una mayoría en el poder legislativo, pueden generar fases de ingobernabilidad, la historia reciente de América Latina muestra que por lo regular se fomentan desde los ejecutivos; y cuando éstos gozan de amplias mayorías legislativas también hay mayor proclividad a fomentar prácticas autoritarias. En los últimos años, sea bajo gobiernos unificados o bajo gobiernos divididos, una gran parte de los presidentes latinoamericanos, sus gobiernos y sus seguidores han atizado ataques a las oposiciones, poniendo en riesgo la estabilidad de las democracias, que de por sí no gozan de buena salud. A octubre de 2022, de 16 países en la región los más grandes y poblados, 7 cuentan con gobierno unificado, es decir, que el partido del presidente y sus aliados, tienen al menos mayoría simple en el poder legislativo. Entre ellos están El Salvador, Nicaragua y Venezuela, que cuentan con un legislativo unicameral, y los tres son ya considerados autoritarios en los índices que miden la democracia en el mundo; y México, que cuenta con un sistema bicameral, y actualmente puede considerarse una democracia débil o con rasgos de regresión autoritaria.
Desde el 2007 en Nicaragua el gobierno de Daniel Ortega ha controlado el 85% de Asamblea Nacional, y la oposición apenas ha alcanzado el 15% de los escaños. En agosto de 2021, la alianza opositora Ciudadanos por la Libertad, CxL, que lideraba las encuestas, fue inhabilitada por el Tribunal Electoral controlado por el oficialismo, y sus precandidatos fueron encarcelados. En las elecciones municipales de 2017 esa alianza había ganado 5 municipalidades, pero en julio de 2022 fueron tomadas por el gobierno de manera ilegal nombrando a nuevos alcaldes. La situación se agravó en septiembre de este año cuando el régimen de Ortega ordenó detener arbitrariamente a familiares de opositores o disidentes a su gobierno.
En Venezuela, de 5 legislaturas que se han instalado desde el año 2000 bajo la Constitución de 1999, 4 han estado bajo control del gobierno, y cuando perdió la mayoría en 2016, el gobierno de Nicolás Maduro desconoció a la Asamblea en manos de la oposición, y fraguó una estrategia para poner sobre ésta a la Asamblea Constituyente de 2017 que de facto solo respondía a sus órdenes. Ello generó una crisis política y de representación, al grado que los partidos y líderes de oposición decidieron no participar en las elecciones legislativas de 2020, a la par que el Consejo Nacional Electoral decidió aumentar ilegítimamente el número de legisladores de 167 a 2077 de los cuales actualmente el 93% son oficialistas.
En El Salvador en febrero de 2020 el presidente Nayib Bukele, apenas elegido un año antes, ingresó escoltado por miembros del ejército a la sede de la Asamblea Legislativa, en ese momento controlada por la oposición para presionarlos a votar un proyecto de solicitud de préstamo a los Estados Unidos. Esta acción, paradójicamente fue débilmente condenada dentro del mismo país, no obstante que fue una clara violación a la soberanía del poder legislativo. En las elecciones legislativas de 2021 su partido Nuevas Ideas obtuvo el 76% de los escaños, ya instalados votaron para destituir a los miembros de la Corte Constitucional y del Fiscal General, quienes se habían opuesto a sus decisiones, y posteriormente designaron a miembros afines al gobierno. Para justificar tan arbitrarias decisiones Bukele llegó a decir “El pueblo no nos mandó a negociar. Se van. Todos”
Desde el 2018 en México, Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, y sus partidos aliados, tienen mayoría simple en las Cámaras de Diputados y Senadores, y han logrado aumentarla gracias al transfuguismo y la baja disciplina partidaria de los partidos de oposición. Prácticamente todos los días desde que ganó las elecciones, en sus conferencias “mañaneras”, el presidente se dedica a denostar y a ridiculizar a la oposición, y cuando los votos no le han alcanzado a su partido y aliados para llevar a cabo sus reformas legales, ha recurrido al chantaje y la amenaza para que algunos legisladores de partidos de oposición voten sus iniciativas, como sucedió en octubre de 2022 en el Senado que aprobó la ampliación de la permanencia del ejército en tareas de seguridad pública hasta 2028.
Estos casos son muestra de la debilidad de las democracias en América Latina y de los peligros del presidencialismo cuando éste no es controlado o más bien, cuando no hay controles democráticos. Las oposiciones sistémicas en la democracia, partidistas y no partidistas no solo son necesarias, sino que su permanencia es indispensable. Así como no puede existir democracia sin elecciones, tampoco sin oposición. No basta la existencia de dos o más partidos, el que está en el gobierno debe asumir que requiere y debe tener un contrapeso político, de otra manera se presentan tentaciones autoritarias con el consecuente deterioro de los principios democráticos. La dialéctica gobierno-oposición no solo mide las fuerzas que apoyan al gobierno, sino también aquellas que ejercen un poder activo de crítica, de control y de dirección alternativa de gobierno. En América Latina solo Colombia, a partir de 2017 reconoce formalmente el rol de las oposiciones y les otorga derechos a partir de un estatuto.
La “oposición” no debe confundirse de ninguna manera con “hostilidad” al gobierno. Las funciones de las oposiciones partidistas en las democracias son expresarse sobre la dirección que toma o debiera tomar el gobierno; ejercer funciones de control, utilizando los recursos legales a su alcance, expresarse sobre los resultados de la actuación del gobierno y sus consecuencias; y prepararse para la alternancia, es decir, toda oposición tiene la responsabilidad de ostentarse como una opción de gobierno. La oposición se ejerce a partir de una auto-ubicación que se asume a partir de una orientación ideológica, de un conjunto de ideas sobre la política y de los resultados del juego democrático. Solo en la medida en que se comprenda el poder y la estructuración de las oposiciones políticas, es posible entender también el éxito o el fracaso de los gobiernos en turno, pero sobre todo el devenir de las democracias.
Desarrollo:
El contexto de las oposiciones en América Latina en el siglo XXI
Las democracias en América Latina en el siglo XXI presentan diversos problemas: a) insatisfacción ciudadana hacia el funcionamiento de las instituciones y mayor desafección hacia la misma democracia, b) desconfianza creciente hacia los partidos políticos, independientemente de su orientación ideológica, y hacia los congresos y/o parlamentos, actores centrales de dicho régimen, y c) creciente aceptación de soluciones no democráticas debido a la urgencia de respuestas políticas que satisfagan la amplias demandas sociales persistentes en la región como la inseguridad y la pobreza. Pero al mismo tiempo la ciudadanía sigue votando, se moviliza durante las elecciones, sobre todo en las presidenciales, presentan elevados niveles de participación y los gobernantes siguen siendo elegidos con significativos porcentajes de votación, empero los resultados de los procesos electorales muestran cada vez que las sociedades están cada vez más polarizadas.
En la evaluación del estado de las democracias en la región, gran parte de los análisis existentes se centran en las variables institucionales, como las antes señaladas, pero es poca la atención que reciben los sectores de las oposiciones, institucionales y/o partidistas así como las oposiciones no institucionales sobre todo los movimientos sociales y otras organizaciones legítimas, y su rol como catalizadores de las debilidades de las democracias, pero también como “cajas de resonancia” no institucionales pero relevantes, así como vehículos alternos para que determinadas demandas sociales sean escuchadas y atendidas. A pesar de su centralidad, la amplia atención que reciben de los medios y otros sectores, los movimientos sociales y sus múltiples ramificaciones, como su institucionalización o no, abren diversas agendas de investigación aún por explorar (Revilla, 2010), sobre todo de manera comparada.
Re-definiendo a la oposición
Los regímenes democráticos requieren de la oposición, o mejor dicho, de las oposiciones, tanto aquellas que se configuran como partidos políticos, como las no institucionales pero legítimas, como los movimientos sociales u organizaciones que movilizan, pero que no buscan el poder político formal (Pasquino, 1995). Las oposiciones desempeñan diversos roles en las democracias (Dahl, 1966), la incorporación gradual de derechos y la inclusión de políticas horizontales a lo largo de la historia no se entendería sin las oposiciones, lo que explica por qué, “sin oposición no hay democracia”. Las oposiciones institucionales, como los partidos políticos y las organizaciones formalmente establecidas, sea en los territorios como dentro de los parlamentos o congresos, controlan a los gobiernos en turno, pero también se configuran como opciones de gobierno, mientras que las oposiciones no institucionales, sistémicas e incluso antisistémicas, tienen a veces un rol más significativo: no solo son expresiones de sectores sociales que enarbolan demandas legítimas frente a los actores centrales de los sistemas políticos, también pueden ser (y lo son) el reflejo de las deficiencias institucionales de las democracias (Tarrow, 2012).
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Tabla 1. Tipos de oposición en los sistemas políticos
Institucional
No institucional
Sistémica
v.g. Partidos políticos
v.g. Movimiento social
No sistémica
v.g. Movimiento social de largo plazo
v.g. Guerrilla
Fuente: re-elaboración propia a partir de Barrientos, 2015:147
Las oposiciones no institucionales y sistémicas pueden ser:
a) movimientos indígenas y/o de minorías identitarias
b) movimientos campesinos o rurales
c) movimientos por la paz y contra las violencias
d) movimientos por la educación y su democratización
e) movimientos por la democratización y la ampliación de los derechos políticos
f) movimientos combinación de algunas de las anteriores
Las oposiciones antisistémicas pueden ser:
g) movimientos antiglobalización/anticapitalistas
h) movimientos anarquistas
i) movimientos de/para desarrollo económico alternativo
j) movimientos combinación de algunas de las anteriores
Mientras las oposiciones institucionales y sistémicas tienen dos roles esenciales en los regímenes democráticos: controlar al gobierno en turno y convertirse en una opción real de gobierno, las oposiciones no institucionales y sistémicas, así como las oposiciones anti sistémicas abren nuevas agendas de demandas (inputs), que las dinámicas institucionales no logran procesar por sí mismas. Las agendas de las oposiciones pueden a veces ingresar por la vía de los partidos políticos de oposición, y en algunos casos incluso ser absorbidas por los gobiernos en turno. ¿En qué medida sucede esto? ¿Cuáles son las alternativas cuando las agendas de las oposiciones no entran en la arena institucional?
¿Por qué estudiar a la oposición?
En los últimos años, especialmente en la segunda década del siglo XXI, varias fuentes empíricas que evalúan el estado de las democracias en el mundo, como el Latinobarómetro, Freedom-House, Democracy Index de The Economist, entre otros, señalan que la democracia en el mundo está en retroceso y que las opciones autoritarias o no democráticas cada vez tienen más aceptación entre la población. De entre todas las diversas explicaciones que existen, poco se ha analizado el rol de las oposiciones partidistas, pero sobre todo las no partidistas frente a la des democratización.
Bajo contextos de estabilidad democrática, las oposiciones institucionales desempeñan su rol de control de gobiernos en turno y de opciones de sustitución, pero ello sucede si las oposiciones comparten tres condiciones: son leales al sistema democrático, son responsables para con la democracia, y están institucionalizadas (Anderson, Blais, et. al. 2007.). Empero, poco se ha estudiado cuál es el rol de las oposiciones en periodos de avance de los autoritarismos y el surgimiento de otros regímenes no democráticos.
Los regímenes no democráticos tienen, al menos, cuatro fases de desarrollo: ascenso, consolidación, decadencia, y salida. Respecto a las últimas dos, las ciencias políticas de los últimos cincuenta años (1970-2020) cuentan con vastos análisis. Pero no obstante que a principios del siglo XX el mundo occidental ya experimentó el ascenso de regímenes no democráticos, las analogías como estrategia explicativa y prospectiva para comprender los autoritarismos del siglo XXI parecen no tener fuerza debido a la ausencia de marcos teóricos consistentes. Identificar el rol y las condiciones bajo las cuáles las oposiciones operan, así como sus estrategias de supervivencia ante el ascenso de los autoritarismos, es lo que explica porqué los regímenes no democráticos logran superar la primera fase de manera casi sorprendente. ¿Cuál es el rol de las oposiciones frente al avance de los autoritarismos y las tendencias desdemocratizadoras en la región? Las explicaciones poco se han detenido en observar las deficiencias institucionales de las democracias y su incapacidad de procesar nuevas demandas, las cuáles se presentan sobre todo fuera del ámbito institucional. La aparición de oposiciones no institucionales son síntomas del mal funcionamiento institucional de las democracias, que los partidos y las instituciones gubernamentales no logran procesar adecuadamente (Offe, 1990; Abendroth, 1972), pero el surgimiento de oposiciones antisistémicas representan una crisis en sí de las democracias.
¿Cuál es/ha sido el rol de las oposiciones institucionales y no institucionales en el desarrollo/devenir de la democracia en América Latina? A manera de hipótesis podemos decir que: a mayor insatisfacción con la democracia, a mayor desconfianza hacia los partidos y los parlamentos, mayor es la probabilidad de la aparición y crecimiento de movimientos y organizaciones no institucionales pero sistémicas que traten de reorientar el devenir de la política en un país, que puede ser una democracia más robusta, pero también pueden abrir el camino a soluciones autoritarias si las democracias son débiles institucionalmente. A partir de esta hipótesis, entones es factible analizar en qué medida las oposiciones institucionales y no institucionales reorientan el devenir de las democracias en la región, en qué medida son síntomas de las debilidades institucionales de las mismas, consecuentemente, en qué medida la aparición de las oposiciones antisistémicas ponen o no en riesgo a las democracias.
La crisis de las oposiciones democráticas
¿Bajo cuáles condiciones las oposiciones sistémicas e institucionales pierden la capacidad de absorber demandas sociales, dejan de representar intereses sociales y se debilitan como opción de gobierno? Hipótesis secundaria 1. El diseño de las democracias latinoamericanas es inflexible, basado en una lógica -casi exclusiva- de democracia centrada en la competencia entre élites, fomenta que los actores institucionales, incluidas las oposiciones, disminuyan su capacidad de absorción y canalización de demandas que aparecen fuera del sistema político, haciendo que el régimen pierda legitimidad.
Menor satisfacción con la democracia, menor satisfacción con el desempeño económico, entonces la oposición tendrá más posibilidades de ser votada.
Esto se puede formular así: -X1 + -X2= +Y, ó en su caso 1 + 1, entonces 1. Si hay insatisfacción con la democracia (1), insatisfacción con el estado de la economía (1), entonces se tenderá a votar por la oposición (1) ó en contra del gobierno. La variable interviniente es si hay elecciones presidenciales (1).
Las oposiciones antisistémicas frente a la democracia
¿Cuándo aparecen más oposiciones no institucionales y sistémicas, cuando aparecen las antisistémicas y en qué medida fortalecen o debilitan la democracia? Mientras que la aparición de las oposiciones no institucionales y sistémicas pueden visibilizar problemas urgentes por resolver e integrarse a partidos políticos ya existentes o convertirse en nuevos partidos políticos y por tanto integrarse institucionalmente, las oposiciones antisistémicas pueden deteriorar a la democracia. Empero, las oposiciones no institucionales, que teniendo la capacidad de integrarse optan por vías no institucionales, también pueden degradar a las democracias.
La radicalización de las oposiciones
¿En qué medida y bajo cuáles condiciones las oposiciones no institucionales se institucionalizan (o no)? Las democracias con diseños institucionales flexibles posibilitan que las oposiciones no institucionales canalizen mejor sus demandas (dependiendo el tipo) y tengan más posibilidades de integrarse al sistema fortaleciendo a la democracia misma, caso contrario, las democracias con diseños institucionales rígidos -sobreregulación de la vida política- desfavorecen que las oposiciones sistémicas pero no institucionales se radicalicen y deterioren no intencionalmente las democracias.
Conclusiones:
A manera de conclusión: el problema de la “demasiada” oposición
¿En qué medida los diseños institucionales de las democracias latinoamericanas permiten que las oposiciones tengan canales efectivos de comunicación para que sus demandas sean escuchadas y solucionadas? A menor rigidez institucional, las democracias tienen mayor capacidad de respuesta ante las demandas de las oposiciones no institucionales y sistémicas, e incluso resolver demandas de oposiciones antisistémicas. El problema de la “demasiada poca oposición” afecta la democracia por al menos tres razones:
a) Cuando las potenciales oposiciones han encontrado nichos cómodos y gratificantes dentro del sistema
b) Cuando los oponentes reales tienen pocos recursos para organizarse, luchar y presentarse como una alternativa aceptable capaz de cimentar una política, electoral, parlamentaria y gubernamental
c) No es un problema de cantidad, sino también de calidad: si existe una oposición formal, identificable, distinta políticamente e institucionalizada, es un tipo de alternativa limitada y reductora. Es el “ocaso de la oposición”: i) no hay distinción por grandes principios o ideologías; ii) no hay confrontación por las normas que rigen el sistema político; iii) por la relación estado-mercado
La separación ya no es cualitativa, sino cuantitativa. Las oposiciones en las democracias pierden su capacidad de plantear cuestiones de fondo. Ninguna oposición quiere aparecer como “radical”. Hay un punto de no retorno (mas no improbable), por lo que la radicalidad requiere otros fundamentos. Las oposiciones sistémicas en los regímenes democráticos se encuentran enjauladas – ellos marcos institucionales-, por lo que son co-partícipes y corresponsables del funcionamiento del sistema, y hasta cierto punto, pueden serlo de la desdemocratización.
Bibliografía:
Abendroth, Wolfang. 1972. Sociedad antagónica y democracia política, Barcelona: Grijalbo.
Anderson J., Christopher, André Blais, Shau Bowler, Todd Donovan y Ola Listhaug. 2007. Losers’ Consent. Elections and Democracy Legitmacy, Oxford: Oxford University Press
Barrientos del Monte, Fernando. 2015. “La oposición política. Notas para una discusión teórica”, Revista Debates, Vol. 9, No. 3, p. 143-164
Dahl, Robert A (ed.). 1966. Political Oppositions in Western Democracies, New Haven: Yale University Press
Della Porta, Donatella. 2014. Mobilizing for Democracy: Comparing 1989 and 2011, Oxford: Oxford University Press.
Pasquino, Gianfranco. 1997. La oposición en las democracias contemporáneas, Buenos Aires: EUDEBA.
Pleyers, Geoffrey. 2018. Movimientos sociales en el siglo XXI. Perspectivas y herramientas analíticas, Buenos Aires: CLACSO
Offe, Clauss. 1990. Contradicciones en el Estado del Bienestar, México: Alianza Editorial.
Revilla Blanco, Marisa. 2010. “América Latina y los movimientos sociales: el presente de la 'rebelión del coro'”, Nueva Sociedad, Nº 227: 51-67.
Tarrow, Sidney G. 2012. El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Madrid: Alianza
Palabras clave:
oposición política, democracia, autoritarismo